NoticiaHistoria de la Iglesia Las órdenes mendicantes (I) Publicado: 05/10/2015: 5660 Desde el siglo XII hasta el XVI, se difundió en Europa un curioso documento dirigido al episcopado y a los clérigos, cuyo autor era el mismísimo Lucifer: es la “Carta del diablo al clero”. El príncipe de los demonios escribe una carta al clero, expresándole su gratitud porque con sus predicaciones y conductas se incrementa considerablemente el número de los condenados. Posiblemente esta “carta” fue escrita en Inglaterra y es sencillamente una sátira anticlerical, pero que expresa el ambiente de la época. La Iglesia necesitaba una reforma en la predicación y en las costumbres. Hasta el siglo XII, los monjes, especialmente los cistercienses, habían ayudado a difundir el Evangelio, cooperando con el clero parroquial. Pero su colaboración era insuficiente, pues los monjes vivían lejos en sus grandes monasterios aislados de las poblaciones. Era necesario un clero cercano al pueblo. Y así nacieron las órdenes mendicantes. Al monje, sucede el fraile. Estos frailes populares fueron excelentes difusores del Evangelio y con su ejemplo de pobreza contribuyeron al impulso que necesitaba la Cristiandad en una época de grandes desviaciones doctrinales y morales. Las órdenes mendicantes inicialmente fueron cuatro: la “Orden de predicadores” o dominicos, la “Orden franciscana”, la “Orden del Carmelo” y la “Orden de los ermitaños de san Agustín”. Todas ellas, con sus distintos carismas, hicieron posible la profundización en la fe, la purificación de las costumbres en una sociedad desorientada como fue la Europa cristiana de los siglos XII y XIII. Estos frailes populares profesaron los tres votos de pobreza, castidad y obediencia. Todos ellos se pusieron al servicio del Papa y desempeñaron las funciones que el Pontífice les encomendó, bien enseñando en universidades, bien predicando al pueblo, bien marchando a territorios de misión. La labor de los mismos fue muy significativa, no sólo en la época medieval, sino en siglos posteriores.