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Semblanza de Francisco García González

Publicado: 10/09/2014: 24421
«A cuántos emigrantes que van a trabajar a la vendimia francesa no va a acompañar \'El Nono\' en estos años, con el solo deseo de estar cerca de ellos, compartir su suerte y desde esa vida en común anunciarles a Jesucristo»

En la placidez de una tarde de domingo y a la hora de vísperas donde toda la Iglesia entona este canto: “Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos. Él es nuestra salvación, nuestra gloria para siempre. Si con él morimos, viviremos con él; si con él sufrimos reinaremos con él” nuestro hermano y amigo D. Francisco, Paco como a él le gustaba que le llamasen, 'El Nono' para los sacerdotes, ha entregado su vida al Padre.

No se ha ido solo. La Virgen lo ha acogido y acompañado. Ha muerto en la víspera de la fiesta de la natividad de María, ella le ha ayudado a nacer en la casa del Padre ya para siempre. Estamos los sacerdotes muy dolidos porque en una misma semana hemos perdido a dos hermanos en el presbiterio: a D. José Carretero y ahora a Paco; ellos fueron muy buenos amigos, el Señor los ha llamado junto a él casi al mismo tiempo.

Paco nació en El Burgo, pueblo de la Serranía de Ronda, el día 4 de Marzo de 1936, año que marca el inicio de una época de dificultades políticas, sociales y económicas en nuestro país;  en una familia muy humilde. Su madre enviudó muy joven quedando sola para sacar adelante a sus tres hijos, fueron años duros de trabajo, privaciones, escasez y también de mucha entrega y cariño. 

En este ambiente se fraguó el carácter de Paco que siempre fue austero, comedido y sacrificado. Como tantos niños de su época motivados por el testimonio de sus párrocos a quienes admiraban y querían imitar, él y su hermano subieron al Seminario con el propósito firme de ser curas. Cambiaron el monte de su pueblo por el del Seminario, dónde disfrutaron de una niñez y adolescencia sana y agradable, recibieron una excelente educación y  se forjaron como hombres y presbíteros. Podemos imaginar cuánta intimidad compartieron los hermanos durante tantas jornadas en el Seminario.

Fue ordenado presbítero el día 19 de Marzo de 1961 y desde ese día comenzó su aventura como sacerdote siguiendo al Buen Pastor que dio su vida por las ovejas. Unos años en la Axarquía que compartió con su hermano Antonio trabajando juntos en el ministerio. En Mollina y Fuente Piedra, Paco- que ya respira los aires renovadores que vienen del Concilio Vaticano II- descubre el mundo rural, el ambiente obrero y hace una opción de vida y de forma de ejercer  el ministerio sacerdotal que le  acompaña ya para siempre. A cuántos emigrantes que van a trabajar a la vendimia francesa no va a acompañar 'El Nono' en estos años, con el solo deseo de estar cerca de ellos, compartir su suerte y desde esa vida en común anunciarles a Jesucristo. Durante sus años en Antequera entabla una profunda amistad con 'El Roro', D. Salvador Montes, que fue su hermano del alma. Paco fue fácil para la amistad a pesar de su carácter reservado y tímido; todos nos acordamos del grupo de CADEX, catequesis de la experiencia,  sacerdotes que trabajaban y compartir la vida y la ilusión por el Reino.

Vino a la ciudad como párroco de Jesús Obrero y en este barrio de la Palma-Palmilla derrochó ingenio, creatividad y mucho amor para atender a esta comunidad con tantas carencias y marginalidad. Paco se sintió siempre a gusto con la gente sencilla, obrera y pobre. Con el paso de los años su madre, que siempre le acompañó en todos su destinos, se enferma gravemente y él siente la necesidad de instalarse en su pueblo en El Burgo y desde allí atender también como párroco a Yunquera. Allí es nombrado arcipreste de la Serranía de Ronda y se desvive por atender, acompañar y alentar a los sacerdotes jóvenes que van llegando a esos bellos pueblos como primer destino pastoral. Es en estos años cuando decide vincularse definitivamente al movimiento de espiritualidad sacerdotal que nosotros conocemos como 'El Prado'. Con qué fidelidad asiste a los encuentros, lleva el cuaderno de vida, hace diariamente el estudio del Evangelio, utiliza todos los medios que le ofrece esta espiritualidad para vivificar su ministerio;  quiere ser un cura cabal, un sacerdote configurado con Jesús pobre, crucificado y entregado como el Señor en el pesebre, en la cruz y en la Eucaristía, intuiciones espirituales del  P. Antonio Chevrier fundador de 'El Prado'.  

En los años que compartimos atendiendo las parroquias de la Divina Pastora de Marbella, de Ojén y Monda, Paco está ya mucho más sereno, mucho más maduro y se vuelca en la vivencia de lo más genuino y específico de su ministerio, sin adornos ni artificios. Los feligreses de Ojén son testigos de las horas, casi de los días enteros que Paco pasa delante del Santísimo orando, a solas con su Señor. Se había despertado en él con una gran fuerza esta faceta contemplativa que es alma de la vida de un sacerdote.

Siempre preocupado por su formación pidió un año sabático para actualizarse en Teología y, a la vuelta a la Diócesis, tuvo la suerte de compartir con Pepe Carretero, otros de sus grandes amigos,  un año de trabajo pastoral  juntos, al  mismo tiempo que atendía la Pastoral de la Salud. Cuando llega a Nerja en unas circunstancias muy difíciles se empeña por aplacar los ánimos y unificar a la comunidad que está dividida, perpleja y con una carga grande de sufrimiento. Pero allí ya aparecen los primeros  síntomas de la enfermedad neurológica que le ha ido quitando calidad de vida en estos últimos años. Han sido años difíciles, sin duda, de mucho sufrimiento y  purificación, solo suavizados por la presencia siempre amable, sonriente, maternal de María Postigo. María cuánto has querido a Paco y cuánta riqueza has aportado a su vida como persona y también como sacerdote. Creo que no me excedo si manifiesto que ésta ha sido tu vocación, la de servir a la Iglesia acompañando y cuidando a este gran sacerdote. La Diócesis de Málaga y todo el presbiterio te agradece este servicio y nunca te podrá pagar tanta entrega y generosidad. No dude que él,  Paco, tu hermano en la fe, te cuidará desde el cielo.

Hombre de paz y de concordia, sobrio en sus expresiones hasta dar la impresión en algún momento de cierta distancia, pero que guardaba lo que define la grandeza de la persona, su sensibilidad y su comprensión. En estos momentos junto a nuestra oración por su eterno descanso damos gracias a Dios por su vida, su persona, su ministerio. Los que tuvimos la suerte de conocerle y compartir con él  un tramo de este breve camino de la vida, nunca le olvidaremos. Paco, ahora que ya estás en la Casa del Padre y te han encontrado con los tuyos para siempre; pide por esta Iglesia malacitana en  la que gastaste tu vida, y en donde fuiste testigo del Señor resucitado. Descansa en paz Paco, descansa en el Señor, Nono.

Málaga, 8 de Septiembre de 2014

 

 

Antonio Collado

Sacerdote diocesano

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