DiócesisSemblanzas Semblanza de Luis Vera Ordas Publicado: 21/12/2004: 8361 La antífona de entrada de la Eucaristía de ayer nos hacía presente las palabras de Isaías, profeta del consuelo: “ Muy pronto vendrá el Señor... y se llamará Emmanuel, porque tendremos a Dios-con-nosotros”. Al atardecer, a la hora de víspera, la Iglesia rezaba silenciosa y fraterna la antífona que ayudaba a morir a D. Luis: “Oh Sol que naces de lo alto... ven ahora a iluminar a los que viven en sombras de muerte” Cuando el sol se apaga, D. Luis vivía el definitivo abandono en Dios que es Padre. D. Luis Vera Ordás, a los 97 años de edad, ha acogido la venida del Señor a la que la Iglesia nos prepara. Para él ha sido especial y vivo Adviento y ayer Navidad. Ha aguardado con fervor intenso que últimamente ha sido fe vivida en el sufrimiento de la enfermedad. En la Casa Sacerdotal y en el Sanatorio del Dr. Gálvez, -cuyo proceso de beatificación se ha iniciado- y al que una vez más agradecemos sus muchas atenciones. D. Luis ha sido sacerdote de fuerte temperamento, de fecunda imaginación, muy listo, sabio. Y hombre de fe, especialmente centrado en la Eucaristía y en la Virgen María. Vivió el impacto de circunstancias históricas trágicas para la Diócesis, para la Iglesia española y para la sociedad. Sufrió la guerra civil y cuando le detuvieron tuvo la suerte de ser defendido y acogido por un militante republicano, buen samaritano, que le escondió en su domicilio de la calle Salvago. El día 8 de Febrero de 1937 salió a la calle con el ímpetu que le ha caracterizado y le pasearon a hombros por la Plaza de la Constitución y por calle Larios. Del posible “paseillo” al paseo emotivo. La segunda vez fue en Cuenca. Años también difíciles, de tensiones intraeclesiales, con exceso de apasionamiento y sin matizar las propias opiniones, tiempo de tendencias contrapuestas y no complementarias. La Hermandad Sacerdotal convocó un Congreso y D. Luis fue ponente. Al final fue llevado a hombros de varios sacerdotes y así apareció fotografiado en alguna publicación. A las tendencias eclesiales les faltó discreción de espíritu. Pero había deseo vehemente de ser coherente a la fe recibida. Unos, deseaban defenderla y explicarla con exactitud, casi con demostración y otros desarrollar el intento de nueva elaboración teológica que fuera respuesta a las preguntas de nuestro tiempo. Abanderado del primer grupo fue D. Luis Vera. Ahora que el Señor le habrá acogido por su misericordia, la LUZ habrá resuelto interrogantes de la ortodoxia. Nació en Segovia. Seminarista alumno de la Gregoriana de Roma, ejemplar, brillantísimo. Doctor en Teología fue ordenado sacerdote el 20 de Marzo de 1931. Un hermano sacerdote que había sido Misionero Eucarístico en Málaga y que falleció muy pronto, le animó a venir a nuestra Diócesis. Su primer destino, vicario parroquial de San Felipe. Hasta los montes de Málaga llegaba la feligresía. En Marzo de 1932, ausente de Málaga el Beato Obispo Manuel González, le nombraron vicario parroquial de los Santos Mártires. Años llenos de dificultades. Los sacerdotes jóvenes tenían que hacer recorrido de madurez con un proceso más rápido de lo normal. El año 1938 es encargado de San Felipe y Consiliario de la Juventud Masculina de Acción Católica. El año 1942 es nombrado Párroco de los Santos Mártires. D. Luis había vivido hasta entonces el ir y venir en dos ocasiones de San Felipe a los Mártires. En los Mártires había mucho que hacer, tanto en lo material como en lo apostólico. El provisional altar mayor estaba situado detrás de la actual puerta principal que debía permanecer cerrada. El arco que da paso a la cúpula estaba sostenido por un espectacular andamiaje. Allí muchos cristianos de Málaga reiniciaban con potencia la vida parroquial. Las cuatro ramas de A.C., el servicio a los pobres que eran muchísimos, la celebración de la Eucaristía y el Sacramento del Perdón, el reinicio de la vida cofrade. Jóvenes de Acción Católica de aquellos tiempos aún se reunían con él anualmente. Desde el año 1937 recibe, al mismo tiempo, otras misiones pastorales. Censor de oficio que es responsabilidad delicada por la época y por la idiosincrasia del Obispo, D. Balbino Santos y Olivera que llevaba todo de forma tan personal que hasta corregía las pruebas del Boletín Oficial del Obispado. Preocupado por la doctrina y por las costumbres, confía totalmente en D. Luis. El año 1944 recibe uno de los quehaceres con el que más ha gozado, profesor de teología del Seminario de Málaga. Diversos tratados teológicos fueron enseñados por D. Luis. El que le apasionaba era la apologética y lo que le ponía tenso era el modernismo teológico, movimiento originado al comienzo del siglo XX por el sacerdote francés Loisy. Ha sido su obsesión teológica que ha estimado que el fenómeno era tentación permanente y que la recuperación del “modernismo” en nuestros años, riesgo grave. Explicaba con tal claridad y con su excepcional imaginación que en más de una ocasión casi deducimos que no había misterio.¿Quien de sus alumnos no recuerda la explicación del Misterio de la Stma. Trinidad? Relaciones, procesiones, persona... casi era evidente la tesis. Su breve tratado sobre los Sacramentos, escrito en colaboración con D. Francisco Carrillo, vice-rector y también Magistral, fueron apuntes para clase muy sintetizados, contrapartida de algún texto de difícil comprensión que era obligado en los seminarios. Su obra más conocida y querida, el texto titulado “Guarda la Fe”, el “veraza” le llamábamos sus alumnos. Texto que también fue guía para los alumnos del Instituto Masculino, los años que fue profesor de religión. Tiempo de muchas ilusiones, de muchos seminaristas que vivíamos pendientes de los “despistes” del bueno de D. Luis que cuando se enfadaba con algún alumno le llamaba de Vd. En mis años de vicario general procuraba encontrarme con él y sugerirle la conveniencia de que viviera en la Casa Sacerdotal. Después de varios intentos, a los que siempre me respondía demorando la respuesta, de forma muy cariñosa y agradecida, un día me contestó: “Mire Vd., no me lo diga más. Ya me he enterado”. Tampoco Amalio Horrillo lo consiguió. Ejemplo de despistes fueron muchos. Como ejemplo el sucedido en la casa de espiritualidad de Villa San Pedro. Nos dirigía los Ejercicios Espirituales para la ordenación sacerdotal. Primera semana de Mayo de 1956. Al finalizar la Misa y después de cerrar al Misal, vuelve al centro del altar y comienza de nuevo el salmo introductorio que era rezado de forma alternativa entre el sacerdote y la asamblea. “Introibo ad altare Dei....” Nosotros le respondimos con los versículos correspondientes. Se da cuenta y comenta en voz alta, volviéndose a nosotros: “Vaya por Dios, me he equivocado y ustedes no sólo no me dicen nada sino que me siguen.” Asesor de Radio Nacional de España en Málaga, Juez Pro-Sinodal, vocal de la Junta del Consejo Provincial de Educación Nacional, Capellán de la Plaza de Toros con nombramiento y del CD. Málaga sin nombramiento. Bendijo el Estadio “La Rosaleda”. Amigo de los dos amplios mundos, se hacía querer. Especialmente a los futbolistas impartió charlas, algún que otro retiro y mantuvo la amistad con jugadores que se quedaron a vivir entre nosotros. Un libro que no se ha escrito, “La interioridad del CD. Málaga contada y vivida por D. Luis”. En 1953 fue nombrado Canónigo de la S.I.C.B. que obtuvo por oposición. Recordamos los dos días de defensa y contra-réplica de la tesis elegida y la homilía predicada a los seminaristas teólogos. D. Luis, con su mente preclara supo defender y argüir. Sus argumentos siempre tenían en los Padres y, sobre todo, en San Agustín el mejor apoyo. Que bien conocía al Obispo de Hipona casi parecía que lo inventaba. Alguna vez lo hizo. En los años cincuenta y cinco el Obispo D. Ángel Herrera le incluye en el equipo que redacta los 10 volúmenes de la Palabra de Cristo. D. Luis ofrece al Sr. Obispo la mejor enseñanza patrística. Trabajó mucho y bien. Si alguna vez se retrasaba, bastaba una llamada de D. Ángel para reiterar la tarea. Organizador excelente, director espiritual de peregrinaciones, especialmente a Tierra Santa. Más de cien veces estuvo en Palestina. Explicaba tan bien que todos aprendían la historia sagrada como si la estuvieran viviendo. Eran, al decir de muchos peregrinos, ejercicios espirituales. Conferenciante, charlista, predicador. Nadie se ha dormido jamás al oírle. Con emoción hacía vibrar a los fieles. El Obispo le pide más. Después de haber predicado las recordadas misiones populares en las grandes ciudades de España, también la de Málaga, la capital se siente removida y son necesarias nuevas parroquias. El año 1953 crea el Sr. Obispo la Parroquia de San Rafael que después será Stella Maris. El primer párroco es D. Luis Vera, la sede provisional en el colegio público del Carmen. Meses más tarde, capellán de las Esclavas y en el año 1980 Magistral de la Santa Iglesia Catedral, tenía 73 años. Durante varios años ha sido Capellán del templo conocido como “capilla del Hospital Noble” que está cedida a la Cofradía del Descendimiento. Qué buenos amigos ha hecho D. Luis con los cofrades y entre los fieles que acuden diariamente a la Eucaristía. Su experiencia personal es, como todo lo suyo, muy especial. Vive solo, porque así lo quiere. Pero un día es urgente que se deje cuidar. Y aparecen las Hermanitas de la Cruz. Son enfermeras, limpiadoras, reparadoras de electrodomésticos, hacen de todo. Hasta logran poner en orden libros y papeles, no sabemos cómo pero lo hicieron. D. Luis lo agradece con su sobrio estilo castellano. Una mañana se le encuentra tendido en el suelo de su casa. Al Hospital, ingreso en “observación” y malos presagios. Pero todo lo supera y por fin decide vivir en la Casa Sacerdotal. De las Hermanas de la Cruz a las Hermanas Mercedarias. Gracias Hermanas de la Cruz y Hermanas Mercedarias. Especial gratitud al Dr. J. Manuel Marín, nuestro médico y amigo de la Casa Sacerdotal que ha tenido para D. Luis tantas atenciones, cuidados médicos y cariño. También al Sr. Obispo y al Cabildo que han estado atento a sus necesidades con generosidad, respeto y delicadeza. Y la presencia de amigos de siempre que han procurado acompañarle e invitarle. Hasta hace unas semanas, los domingos le llevaban en coche para compartir la comida del mediodía. D. Luis que ha trabajado hasta el final redactando páginas que facilitaran la lectura del evangelio con breves glosas suyas. Para ese trabajo aprendió a utilizar el ordenador. Querido D. Luis, descanse en paz. Le gustaba estar rodeado de gentes que le escucharan. Ahora, en el cielo, tiene muchas. Unas conocidas, por supuesto su madre y su padre y su hermano. Otras, no. Pero muy pronto se hará amigo de todas, más que amigo, hermano. Nosotros nos quedamos un poco de tiempo más, no sabemos cuánto, pero no puede ser mucho. Hasta que nos encontremos en el Reino que Dios nos ha preparado, permanente Navidad-Pascua. Nosotros, que rezamos por Vd., le decimos: felicidades porque celebra la Nochebuena en el cielo. Gracias por todo y enhorabuena porque la reflexión sobre Dios la tiene ahora aún más clara. Francisco Parrilla Gómez Autor: diocesismalaga.es Más artículos de: Semblanzas Semblanza de Constancio Mínguez ÁlvarezSemblanza de José María González Ruiz Compartir artículo Twitter Facebook Whatsapp Enviar Imprimir