Noticia La corrupción, reflejo social Publicado: 05/10/2010: 7265 Todo el país está pendiente desde hace unas semanas de la celebración en nuestra diócesis del mayor juicio celebrado en la historia de España, si nos atenemos a las cifras: 95 imputados, un centenar de abogados, 196 tomos de sumario, más de un millón de documentos, 509 años de cárcel en juego y más de 4.000 millones de euros en multas posibles. La fotografía con que abrieron los periódicos al día siguiente del comienzo del juicio (y que acompaña estas líneas) es espectacular. Un banquillo de casi 100 personas sentadas ante el juez. ¿Cómo es posible que fueran tantos? ¿No hubo entre ellos ni siquiera 30, ni siquiera 20, ni siquiera 10 justos que dijeran: "hasta aquí hemos llegado"? Lo cierto es que la corrupción política es un mal terrible, porque socava los cimientos de cualquier nación: la confianza del pueblo en las instituciones y en sus gobernantes. No es sólo "Malaya", sino también "Astapa", "Troya", "Arcos"... Nombres de procesos de corrupción, sólo en Málaga, que deberían hacer a los partidos y a la sociedad en general plantearse muy seriamente el daño que se le está haciendo a nuestra aún treintañera democracia. La corrupción es usada como arma arrojadiza entre unos y otros. Esto provoca que los casos que llegan a oídos de sus propios partidos antes de salir a la luz pública sean tapados, contribuyendo a agravarlos aún más. ¿Por qué no luchar todos juntos contra este mal, reconociendo que la corrupción no es ni de derechas, ni de izquierdas, sino que es fruto de la naturaleza humana? ¿Será por eso que tiene miedo que se hable de Dios? La corrupción, por lo tanto, no es más que el reflejo a gran escala de lo que una gran parte de la sociedad vive en pequeña escala. La honestidad ha dejado paso a la cultura del pelotazo. El consumismo es un dios opresor que lleva a los hombres a admirar, envidiar y, por lo tanto, tratar de imitar al que ha logrado el éxito económico rápido sin importarle los medios utilizados para lograrlo. A estos nuevos héroes del mundo de hoy se les abren las puertas de nuestras televisiones y revistas para que todos podamos "admirarlos y contemplar su gloria". ¿Qué están aprendiendo nuestros hijos? ¿Qué modelos les estamos proponiendo? Lo cierto es que, para exigir honestidad, debemos ser los primeros en practicarla, hasta en lo más pequeño. Y es que ninguno estamos libres del pecado contra el séptimo mandamiento. Ahí va una lista de comportamientos ejemplares para que cada uno se juzgue a sí mismo: buscar al dueño de un objeto valioso que hemos encontrado; volver al supermercado en el que nos han dado mal el cambio a nuestro favor; no comprar en el top manta ni bajarse canciones o películas con derechos de internet; pagar a las empleadas de hogar lo que aceptaríamos que cobrara una hija nuestra en casa de otra familia; declarar a Hacienda sin "olvidarnos" nada; exigir pagar el IVA a quienes nos lo ofertan "como una opción"; usar los recursos sociales (becas, pensiones, subsidios y ayudas) con responsabilidad... El que esté libre de pecados que tire la primera piedra. Y es que, si no somos deshonestos en lo pequeño, ¿quién nos dice que lo seríamos en lo grande? Artículo de "Redacción" de la revista "Diócesis" Autor: diocesismalaga.es