NoticiaCuaresma Miércoles de Ceniza adaptado a la pandemia Publicado: 08/02/2021: 12836 La pandemia obliga a celebrar la imposición de la ceniza sin contacto, aunque no altera el significado del rito. El delegado de Liturgia de la Diócesis de Málaga, Alejandro Pérez Verdugo, explica la adaptación del Miércoles de Ceniza a las circunstancias provocadas por el Covid-19. ¿Cómo va a adaptarse el rito de la imposición de la ceniza debido a la pandemia? La Congregación romana para el Culto ha publicado una nota sobre el Miércoles de Ceniza, adaptando el rito de la imposición de la ceniza a las medidas de seguridad sanitaria establecidas para la pandemia. Reproducimos dichas indicaciones: «Pronunciada la oración de bendición de las cenizas y después de asperjarlas, sin decir nada, con el agua bendita, el sacerdote se dirige a los presentes, diciendo una sola vez para todos la fórmula del Misal Romano: “Convertíos y creed en el Evangelio”, o bien: “Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás”. Después, el sacerdote se limpia las manos y se pone la mascarilla para proteger la nariz y la boca, después impone la ceniza a cuantos se acercan a él o, si es oportuno, se acerca a cuantos están de pie en su lugar. El sacerdote toma la ceniza y la deja caer sobre la cabeza de cada uno, sin decir nada». Se da por supuesto, aunque vendrá bien recordarlo, que todos llevan puesta la mascarilla y que se mantiene la distancia de seguridad durante la procesión para ir a recibir la ceniza. ¿Cuál es el sentido que contiene cada una de las partes de este rito? Desde los comienzos de la Iglesia, aparte del domingo, dos días destacaron muy pronto por su tono penitencial: el miércoles y el viernes, porque, como dice S. Epifanio (s. V) “el miércoles y el viernes transcurren en el ayuno hasta la hora nona porque, cuando empezaba el miércoles, el Señor fue detenido, y el viernes, fue crucificado”. Un miércoles muy particular es el de ceniza, con el que, actualmente, da comienzo la cuaresma, tiempo litúrgico que dura hasta la Eucaristía de la Cena del Señor del jueves santo, no incluida. La ceniza, usada este miércoles, proviene de la cremación de las palmas y ramas de olivo del domingo de ramos del año anterior. Por eso se vuelven a bendecir ahora las cenizas. Es decir, como el uso que se va a dar a las cenizas es sagrado y aquellas palmas, una vez quemadas, perdieron su bendición, las cenizas que restan se vuelven a bendecir. Y ¿por qué de las palmas o ramas de olivo del año pasado? La razón es la continuidad litúrgica que nos indica que no hay interrupción entre un año y otro, y que nos aproximamos a la cumbre de un nuevo año litúrgico, que tendrá lugar el Domingo de Resurrección. La imposición de cenizas es un sacramental que, precisamente por su carácter penitencial, sustituye ese día al acto penitencial del inicio de la Misa. Este rito se realiza después de la homilía, como respuesta a la Palabra de Dios que nos invita, en las lecturas de ese día, a la conversión como inicio de la marcha hacia la Pascua. Recibir las cenizas, más allá de cualquier tipo de superstición, es una manifestación eclesial y externa que significa la disposición del cristiano a comenzar las prácticas cuaresmales, la actitud de conversión para recuperar la dignidad bautismal y la búsqueda del perdón de Dios mediante la confesión sacramental de sus pecados. Muy fácilmente, la ceniza adquirió un sentido simbólico de muerte, nada, caducidad, y en sentido trasladado, de humildad y penitencia. En Jonás 3, 6 sirve la ceniza, por ejemplo, para describir la conversión de los habitantes de Nínive; y en Génesis 18, 27 Abrahán, ante la grandeza de Dios a quien se dirige, se definirá así: “en verdad soy polvo y ceniza”. Pero, sobre todo, ese miércoles, el sentido simbólico y penitencial nos viene dado por las palabras, antes aludidas, de las dos fórmulas para la imposición de la ceniza La cuaresma empieza con ceniza y termina con fuego, agua y luz en la Vigilia Pascual. Es el recorrido ascensional de la muerte a la vida, que va da la cuarentena cuaresmal a la cincuentena pascual. Algo debe quemarse y destruirse en nosotros –el hombre viejo- para dar lugar a la novedad de la vida pascual de Cristo. ¿Cambia en algo el sentido de este rito dicha modificación? La adaptación es bien sencilla. Es decir, en cuanto al rito en sí, lo único que cambia, respecto al modo habitual de realizarlo, es que, primero, la fórmula de imposición de la ceniza, como ya se viene haciendo para la comunión eucarística, se dice una vez para todos y, segundo, no se toca sino que se deja caer la ceniza sobre la cabeza. Por tanto, el sentido del rito sustancialmente no cambia, cambia el modo de realizarlo. El hecho de que, ahora, el sacerdote se lave las manos y se ponga la mascarilla antes de imponer la ceniza no añade ni quita nada al rito. Es lo mismo que ya se viene haciendo antes de que el sacerdote vaya a dar la comunión. ¿Qué peligros han hecho necesario este cambio? Con este cambio se quiere evitar cualquier peligro de contagio del virus, como ya se viene haciendo en las demás celebraciones en nuestras iglesias. Para ello, este cambio garantiza que no se produzca contacto entre el sacerdote y los fieles, que no haya correspondencia de palabras en el momento de la imposición de la ceniza y que se mantenga la distancia de seguridad en todo momento. ¿Con qué actitud debemos acercarnos a la imposición en este tiempo de pandemia? El itinerario del desierto cuaresmal es una gran oportunidad para caminar en la fe. No debemos perder de vista que, sobre todo, la cuaresma es una acción de Dios en nuestras vidas y que Jesucristo nos acompaña. La actitud de fe es fundamental para recibir la ceniza y, después, para caminar abiertos y dispuestos a la transformación personal y comunitaria. La Iglesia y, en ella, cada comunidad y cada cristiano, está llamada a renovarse, convertirse y ponerse en camino para celebrar esta Pascua. Se trata, por tanto, de una oportunidad nueva que hemos de aprovechar y, debido a la pandemia, con una actitud, si cabe mayor que otras veces, de sacrificio y penitencia ofrecida por este mundo herido. Y también, con la actitud de la esperanza cristiana que aspira a que este mundo se cure, sí, pero también a que podamos “pasar un día a la Pascua que no acaba” (prefacio primer domingo de Cuaresma). Debido al aforo máximo permitido, ¿tendrán que aumentarse el número de misas ese día? Muchas parroquias ya lo hicieron en otros momentos de la pandemia para algunas celebraciones y, sobre todo, para la Misa dominical. Algunas siguen así, con el número de misas aumentado, porque algunas iglesias se quedan pequeñas para albergar la feligresía según el aforo permitido. Esto lo decide cada párroco con su consejo parroquial. El Miércoles de Ceniza, según el aforo de ese momento, igual hay que aumentar el número de misas, porque, aunque no es una Misa de precepto, su participación está muy arraigada en el pueblo cristiano y hay una gran asistencia. En el caso de no poder celebrarse la Eucaristía por estar las iglesias cerradas debido al covid, como pasó en marzo, o de no poder acudir a la imposición por enfermedad. ¿Cuál es la recomendación que hace a los fieles? Los enfermos que no pueden acudir a la iglesia, suelen visionar la misa por televisión o internet y recibir la imposición de la ceniza en sus casas, residencias u hospitales, porque, al margen de la pandemia, este servicio lo realizan las parroquias cada año a través de sus sacerdotes y de los propios laicos enviados por ellos a tal efecto; estos laicos suelen ser, normalmente, los mismos que ejercen de ministros extraordinarios de la comunión, entre otras razones, porque ya conocen los lugares donde están los enfermos. En cuanto a la Eucaristía, se celebrará de una forma u otra, con las iglesias abiertas o con las iglesias cerradas. La Iglesia no cierra. Pero parece poco probable que el día 17 estemos como en marzo del pasado año. En todo caso, si no se pudiese participar en la Misa sería recomendable hacer lo propio de ese miércoles: ayuno y abstinencia, orar con los textos de la palabra de Dios de ese día, rezar la liturgia de las horas, ponerse un plan de cuaresma y hacer la comunión espiritual, y, si acaso, ver la misa por la tele o internet. ¿Y la ceniza? Pues se recibirá otro año si Dios quiere, no perdamos de vista que lo más importante de esa misa es la comunión eucarística. ¿Qué ha cambiado en la liturgia debido al COVID? ¿Es la liturgia lo suficientemente flexible para adaptarse a todo esto que nos está pasando? La liturgia es la misma. Sustancialmente no ha cambiado nada. La flexibilidad de la liturgia permite las pequeñas adaptaciones que estamos viendo si se hace con sentido común y se atiende a las indicaciones de las autoridades. La autoridad para estas modificaciones es la Congregación del Culto de la Santa Sede, la Conferencia Episcopal y cada obispado. Estos han ido implementando sencillas adaptaciones para evitar los contagios en las celebraciones litúrgicas: se sigue comulgando, se da, o no, la paz de otro modo, se hace la colecta, se canta menos pero se canta, se abren las puertas, se sigue confesando, bautizando, casando, se desinfectan las iglesias… Es decir, se han, más que adaptado, adecuado los ritos y las rúbricas para garantizar las medidas de seguridad previstas por las autoridades sanitarias. Las iglesias son, hasta el momento, unos de los lugares más seguros. ¿Cómo están recibiendo los feligreses estos cambios? ¿Y cómo se están adaptando los sacerdotes? Los sacerdotes procuramos adaptarnos a estos cambios con la mayor prontitud. Estamos acostumbrados a una cierta disciplina y obediencia. Lógicamente, nadie, ni fieles, ni sacerdotes, quiere acostumbrarse a estas incomodidades, anomalías y precauciones celebrativas, que serán provisionales, pero ahora no hay más remedio por el bien de todos. Sin embargo, cuando se tiene claro lo fundamental, lo accesorio, o secundario, se convierte en un medio que no nos puede privar de lo esencial: la palabra de Dios, la comunión, el perdón de Dios, la gracia, la fe… Los feligreses están demostrando una infinita paciencia y abnegación, propio del espíritu de sacrificio de los cristianos. Estamos asistiendo a sacrificios muy duros, como por ejemplo las despedidas en los funerales con asistencia reducidísima, las bodas suspendidas, la suspensión de las procesiones de Semana Santa... Esto es duro para feligreses y sacerdotes. ¿Cuál es nuestro secreto para sobrellevarlo? Nos mantienen la fe en Dios y la esperanza en el futuro, mientras ejercemos la caridad. Estos son nuestros tres “secretos”, o las “claves” de los fieles y de los sacerdotes. La delegación de Liturgia, ¿qué apoyo está prestando en este sentido? La Delegación Diocesana de Liturgia recibe por la web del Obispado las decisiones de toda índole que se toman en materia de COVID para la Diócesis e informa de las indicaciones de carácter litúrgico que van estableciendo las autoridades eclesiásticas antes mencionadas. Además de sus actividades habituales, algunas de ellas inevitablemente aplazadas, responde a las no pocas consultas que recibe, sobre todo, de sacerdotes; envía subsidios celebrativos que recogen las normativas citadas; publica dípticos con catequesis litúrgicas, etc. y actualmente, dispone de una página Web propia con el fin de hacernos más presentes, aunque sea de forma no presencial.