Por eso cuando aquella señora musitó aquella oración que salía del fondo del alma, supe que expresaba un deseo interior que seguro llegó al corazón de Dios, al corazón de Cristo, Dios y hombre verdadero. Recordemos siempre que Dios es cercano, está a nuestro lado, cerca de quien sufre. De hecho, desde el horizonte infinito de su amor, Dios ha querido entrar en los límites de la historia y de la condición humana; ha tomado un cuerpo y un corazón, para que podamos contemplar y encontrar el infinito en el finito, el misterio invisible en el corazón humano de Jesús, el Nazareno.