NoticiaSeminario Pablo, David y Huberto, los nuevos fichajes del Seminario Pablo, David y Huberto Publicado: 28/11/2022: 8149 Entrevista La fiesta de la Inmaculada Concepción es una de las grandes fiestas del Seminario, junto al día de san José. «Es la fiesta de la familia y un día de encuentro y celebración con nuestros padres, hermanos y familiares, para darle gracias a Dios por la realidad de nuestro Seminario», explica el rector, Juan Manuel Ortiz Palomo. Ese día recibirán el ministerio de lectorado tres seminaristas: Juan Carlos, Cristian y Juan Alfredo, y otros cinco el ministerio de acolitado: José Francisco, Antonio, José Ignacio, Javier y Feliciano. Así explicaba el rector del Seminario, Juan Manuel Ortiz Palomo, en COPE Málaga, cómo viven los días previos a la Solemnidad de la Inmaculada. ENTREVISTAS. La fiesta de la Inmaculada en el Seminario Diocesano La familia del Seminario ha crecido este año con tres jóvenes que han comenzado el proceso de formación hacia el sacerdocio. Ellos son Pablo Orti García (22 años), miembro de la parroquia de Santa María de la Victoria, en Málaga, graduado en Derecho por la Universidad de Málaga; David Mezcua Zayas (28 años), miembro de la parroquia de Santa Rosa de Lima, en Málaga, licenciado en Administración de Empresas y Derecho, opositor durante tres años y otro más trabajando en la profesión; y Huberto Owono Mbogo Mangue (24 años), natural de la parroquia de San Pablo Apóstol, en Guinea Ecuatorial, quien comenzó los estudios eclesiásticos en su país. Aquí pueden escuchar la entrevista completa de Pablo, David y Huberto en COPE Málaga: ENTREVISTAS. Pablo, David y Huberto, los nuevos fichajes del Seminario Pablo, David y Huberto van a vivir su primera fiesta de la Inmaculada en el Seminario. Para Huberto es doblemente especial pues hace poco más de un mes que llegó a Málaga, «tengo ganas de ver cómo se celebra solemnemente la fiesta de la Inmaculada Concepción y ver cómo se da los ministerios laicales a mis hermanos seminaristas porque será uno de los motivos que me animarán a seguir en este camino vocacional, compartiendo mi primera experiencia de estos primeros meses en el Seminario», explica Huberto. Entrar en el Seminario es un paso dentro de un proceso de discernimiento y reflexión que cada joven lo vive de forma distinta. Pablo cuenta que estudio Derecho «sin pena ni gloria y, al llegar al último curso, el año pasado, resurgió en mí una inquietud que ya tenía, ante la pregunta de familiares, amigos y compañeros que me decían: “¿y ahora que estás terminando, qué?”. Fue esa pregunta, aparentemente tan simple, la que hizo que la brecha de esa inquietud original y el discernimiento vocacional reabrieran, exigiendo una respuesta coherente con lo que sentía que Dios me pedía. Entonces decidí comenzar el Curso de Discernimiento Vocacional (CDV) del Seminario para ir poniendo todas las cosas en orden y… ¡aquí estoy!». En aquel encuentro coincidió con David quien reconoce que «tras haber vivido muchísimo tiempo al margen de Dios, entre libros y papeles, en la época del confinamiento por la COVID empecé a cuestionarme el sentido de lo que por aquel entonces estaba haciendo (estudiar). Pregunté a amigos, busqué en lecturas… y acabó cristalizando en una confesión en Navidad. Toda la vida que había montado cayó como un castillo de naipes, sin darme cuenta. El discernimiento empezó antes de darme cuenta y, al tiempo, le pedí ayuda a mi párroco. En esa búsqueda, recalé en el CDV». Estos jóvenes lo tienen claro, quieren «que la alegría que yo siento al estar cerca de Dios, que nos perdona y nos cuida, que vela por nosotros y que sufre con nosotros pueda llevarla a otras personas, acompañarlas en el camino de la fe y en sus vidas y animarlas a perseverar», afirma David Mezcua, por eso ha comenzado este proceso de discernimiento. QUIÉN ES QUIÉN Pablo Orti García, parroquia de Santa María de la Victoria. Graduado en Derecho, 22 años ¿Cómo fue que comenzó tu proceso de discernimiento vocacional? Empezó como una inquietud que se había instalado en mi corazón desde hacía mucho tiempo y que me hacía cuestionarme cuál era el sentido de mi vida, a qué (y a quién) quería dedicarla y cómo podía orientar esa respuesta desde mi fe. En ese escenario fue apareciendo Jesús, que venía para dar sentido a esas preguntas y se iba abriendo camino con fuerza a pesar de mi testarudez, el luchar por imponer mis propios planes, el no querer escuchar e incluso el “darle la patada” al asunto y querer seguir adelante como si nada. Así fue como hice mi carrera (Derecho) sin pena ni gloria y al llegar al último curso, el año pasado, resurgía esa vieja inquietud ante la pregunta de familiares, amigos y compañeros «¿y ahora que estas terminando qué?». Fue esa pregunta, aparentemente tan simple, la que hizo que la brecha de esa inquietud original y el discermiento vocacional se reabriera exigiendo una respuesta coherente con lo que sentía que Dios me pedía. Entonces decidí comenzar el Curso de Discernimiento Vocacional del Seminario (el CDV), para ir poniendo todas las cosas en orden y…¡aquí estoy! En el Seminario Diocesano de Málaga, ¡aquí estás! Siguiendo esa inquietud y el discernimiento que estaba llevando a cabo, gracias también al CDV que fue abriéndome un poco a esta idea, la opción por el Seminario (al menos por “entrar y ver”) parecía cada vez más evidente, más necesaria incluso. Las dudas, los miedos, las idas y venidas han sido una constante en todo el proceso, especialmente en este último año (y es que no es para menos), pero fruto del tomarse la vida y la vocación en serio era necesario dar una respuesta de corazón a todo este proceso que dejara por fin de lado tantas idas y venidas. En mi caso la “decisión final” se demoró bastante, porque hasta finales de agosto no me decidí “del todo” (y eso que empezábamos el 10 de septiembre), pero, en parte gracias a la Peregrinación Europea de Jóvenes (PEJ), pude ir aclarándome hasta lanzarme a la piscina (¡y por ahora parece que había agua!). ¿Cómo han sido estos tres primeros meses? La verdad que estos primeros meses han sido muy buenos. Decir que no ha habido dificultades ni momentos de “bajona” sería engañarnos, porque los ha habido, pero al repasar estos meses lo que prima son los buenos momentos, la buena acogida por parte de la comunidad, el sentimiento de fraternidad, el agradecimiento a Dios… Entre las dificultades, que no han sido tantas, la mayor ha sido el “dejar la casa”, aunque, gracias a Dios, vivo a escasos diez minutos y eso me permite estar más unido a mi familia y también a mis amigos. ¿Por qué quieres ser cura, si eso no está bien visto? Está pregunta es más difícil de responder, porque estoy seguro de que la respuesta irá variando en algo en estos años, irá madurando, enriqueciéndose y tomando forma poco a poco. A día de hoy, te diría que es la consecuencia de querer hacer de mi vida una respuesta coherente y viva a esa inquietud de la que tanto hemos hablado ya y que la intuición (y el corazón) me dice que viene de Dios. Es cierto que, cuando uno piensa en ser cura, aunque sea muy remotamente, inmediatamente identifica cosas que no le gustan o que incluso le dan “pánico”. Al fin y al cabo es una vida muy sacrificada, pero cada vez me va encajando más y le voy viendo más sentido por la radicalidad que se esconde en esta vocación a la que también me siento llamado. Ser manos y pies de Cristo hoy, acompañar a quienes lo buscan y a quienes no, escuchar, sanar, encender, alumbrar, generar encuentros, llevar el amor de Dios a todos, ser testigo… ahí está el querer ser cura hoy. Y aunque eso de ser cura no esté bien visto hoy y sea cosa de locos, siento, como dice la canción, que «es necesario andar contracorriente en esta tierra y que en el fondo merece la pena estar loco» porque es lo que nos pide Dios hoy. ¿Qué expectativas tienes para esta primera fiesta de la Inmaculada que vas a vivir como seminarista? Me han hablado tanto, y tan bien, de lo que se vive en esta fiesta que prefiero no tener muchas expectativas y dejarme sorprender. De todos modos, estoy convencido de que será un día muy familiar y entrañable para disfrutar con las familias, los compañeros y los amigos que vengan a acompañarnos en este día. Se está poniendo tanta ilusión, cariño y esfuerzo en los preparativos que el resultado no puede ser otro que este. Creo que va a ser un día para disfrutar de las risas (que no serán pocas), y de los momentos que queden para el recuerdo. David Mezcua Zayas. Parroquia Santa Rosa de Lima. Administración de Empresas y Derecho. Opositor a Judicatura. 28 años. ¿Cómo fue que comenzó tu proceso de discernimiento vocacional? No sabría decir con exactitud. Solamente estoy seguro que tras haber estado viviendo muchísimo tiempo al margen de Dios, entre libros y papeles, en la época de los confinamientos por la COVID- 19 empecé a cuestionarme el sentido de lo que por aquel entonces estaba haciendo (estudiar). Pregunté a amigos, busqué en lecturas y acabó cristalizando en una confesión en Navidad y, toda la vida que había montado acabó cayendo como un castillo de naipes sin darme cuenta. El discernimiento empezó antes de darme cuenta y al tiempo le pedí ayuda a mi párroco. ¿Cómo has terminado en el Seminario de Málaga? Comentaba que el discernimiento comenzó antes de ser consciente que había comenzado. Sin dejar de apreciar y valorar lo que había trabajado por el porvenir, pasó a un segundo plano y, en esa búsqueda, recalé en el Curso de Discernimiento Vocacional el año pasado, sin saber muy bien qué estaba haciendo y cómo iba a acabar todo, también con la sensación de estar tirando por la borda mucho esfuerzo invertido. Al finalizar el año académico supe que tenía que decir que sí e ingresar. ¿Cómo han sido estos primeros tres meses? Sin duda han sido un batiburrillo de emociones, tres meses muy intensos, desde la melancolía por el cambio, la incertidumbre y la alegría y la emoción de comenzar este camino de seguimiento y continuar el discernimiento empezado. Echando la mirada atrás no cambiaría la decisión tomada y volvería a hacerlo, sin duda. Y, ¿por qué quieres ser cura, si eso no está ni bien visto? La respuesta a esa pregunta ha ido variando y supongo que lo continuará haciendo a lo largo de estos años. En esencia te diría que me gustaría que la alegría que yo siento al estar cerca de Dios que nos perdona que nos cuida, que vela por nosotros, que sufre con nosotros, la pudiera llevar a otras personas. Acompañarlas en el camino de la fe y en sus vidas y animarlas a perseverar. ¿Qué expectativas tienes para esta primera fiesta de la Inmaculada que vas a vivir como seminarista? Sobre todo, la ilusión. Espero poder disfrutar de este momento con mi familia, amigos y compañeros, en parte es volver a ser conscientes del camino que recién comienza. Huberto Owono Mbogo Mangue. Parroquia San Pablo Apóstol, Guinea Ecuatorial. 24 años ¿Cómo fue que comenzó tu proceso de discernimiento vocacional? Todo empezó en la parroquia de mi pueblo donde había dos sacerdotes, un internado de chicos y muchos monaguillos. Hubo un tiempo en que mi madre me llevó a la iglesia a escuchar la Palabra de Dios, ya que ella es muy devota, y me gustó muchísimo la manera en que los monaguillos servían en el altar. Después de Misa le dije a mi mamá que me gustaría ser monaguillo. En esos momentos era un poco difícil ser monaguillo porque había una serie de actividades que tenías que realizar para llegar a formar parte de esta gran familia, gracias a Dios que lo superé todo y me admitieron como monaguillo de la parroquia. Desde entonces empecé a ayudar en las misas ordinarias y dominicales, sirviendo a los sacerdotes en el altar. Años después, mis padres decidieron mandarme al internado para adquirir una buena formación integral. Pasaron unos tres años en el internado y, tras terminar el sexto curso de primaria, llegó una nota del Seminario de la Diócesis que hablaba de la formación de los seminaristas menores. Días después, el párroco decidió llevarme al Seminario Menor Pablo VI, de Ebebiyin, donde estuve varios años. Al terminar el último curso del Bachillerato, hice el examen de madurez y lo aprobé. En este justo momento, me citó el obispo para dialogar con si quería continuar y al afirmar el sí tuve acceso al Seminario Mayor la Purísima, de Bata, donde estudié dos años de Filosofía. Y, ¿cómo has llegado al Seminario de Málaga? Todo ha sido a modo de sorpresa. Una vez que terminé mi segundo año de filosofía, el obispo me pidió hacer un año de discernimiento vocacional en una de las parroquias de la diócesis (parroquia Cristo Rey del Universo). Al finalizar el año, me preguntó si me gustaría continuar mi periodo de formación fuera del país, le dije que sí y, como tiene buenas relaciones con el obispo de Málaga, se dignó a enviarme aquí para continuar mis estudios eclesiásticos. ¿Cómo ha sido la acogida? Hace un mes y una semana que llegué a este maravilloso Seminario y lo estoy pasando muy bien con los demás hermanos seminaristas, que me ayudan con la adaptación y la asimilación para adentrarme en esta nueva dinámica de vida que estoy empezando. ¿Por qué quieres ser cura, si eso no está ni bien visto? Bueno, es una pregunta muy difícil, para no decir imposible, de responder. Ante todo, cabe resaltar que el sacerdote es aquel que con toda su vida lo ha dejado todo para abrazar al Señor y servirle. A esta forma de vida de los sacerdotes, centrada en la humildad, la sencillez y el amor, a mí también me gustaría vivir lo mismo abrazando a Cristo y servirle por años sin término. ¿Qué expectativas tienes para esta primera fiesta de la Inmaculada que vas a vivir como seminaristas? Tengo ganas de ver como se celebra solemnemente la fiesta de la Inmaculada Concepción y ver cómo se dan los ministerios laicales a mis hermanos seminaristas porque será uno de los motivos que me animará a seguir en este camino vocacional. Compartiendo, como es costumbre, mi primera experiencia de estos primeros meses en el Seminario.