NoticiaConoce la Catedral Una pintura emotiva Publicado: 07/07/2022: 6001 La Catedral de Málaga, obviando su evidente y primordial carácter y función sagrada, es por sí misma un magnífico museo. Entre todo su considerable patrimonio artístico destaca el pictórico, con cerca de trescientas obras, sin contar las que se depositaron en el contiguo Palacio Episcopal tras su reconstrucción, y por disposición del obispo Balbino Santos. La calidad de todas estas pinturas oscila según sus valores técnicos, autoría y originalidad iconográfica, y hay otras que poseen unas particularidades llamativas. Ese es el caso del lienzo que ilustra “la duda de Santo Tomás, tal y como nos lo describe el evangelio de San Juan: “Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: “La paz con vosotros”. Luego se dirigió a Tomás: “Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente”. Tomás le contestó: “Señor mío y Dios mío”. Replicó Jesús: “Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído” (20.26-29). El cuadro en cuestión pasa desapercibido entre los demás que cuelgan de la capilla del Cristo del Amparo, que es donde se encuentra. Además, no es una pieza especialmente destacable, considerando que es una copia de la composición original que realizara Guercino, pintor italiano del siglo XVII. Con todo, se trata de una pintura realizada, de jovencito, por el reputado pintor malagueño José Denis Belgrano (1844-1917), a inicios de su formación artística. Conservada con cariño por sus padres, en 1895 el artista, ya en la cumbre de su éxito especialmente entre la sociedad burguesa, la donó al Cabildo porque, como expresó con rotundidad: “No quiero que la posea nadie más que la Iglesia”. De este modo la Catedral es la poseedora de la primera de las obras realizada por este maestro costumbrista, lo que le confiere un valor sentimental y clave para calibrar su posterior evolución y trayectoria. Por Alberto J. Palomo Cruz