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Encuentro Diocesano de Juventud (Catedral-Málaga)

Publicado: 14/04/2013: 580

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en el Encuentro Diocesano de Jóvenes (Catedral-Málaga) el 14 de abril de 2013.

ENCUENTRO DIOCESANO DE JUVENTUD

(Catedral-Málaga, 14 abril 2013)

 

Lecturas: Hch 5,27b-32.40b-41; Sal 29,2-13; Ap 5,11-14; Jn 21,1-19.

(Domingo de Pascua III - C)

1.- El Encuentro diocesano juvenil que estamos celebrando en este tercer domingo de Pascua está enmarcado en el Año de la Fe. El título de este encuentro es “Por los caminos de la fe”. Simbólicamente habéis caminado por las calles de Málaga, viviendo, reviviendo y profundizando la fe que la Iglesia nos ha regalado.

En síntesis: la fe se cree, se vive y se celebra. La fe creída tiene un contenido: lo que creemos, las verdades reveladas que creemos. En esa profesión de la fe, en esa fe creída, en esa fe revelada que aceptamos, ¿cuál es el misterio más importante? El Misterio de la Santísima Trinidad; un misterio insondable. El Misterio de las tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esto es el núcleo del contenido de la fe. Lo revelado del Padre, porque nos lo revela el Hijo; la manifestación del Hijo y la revelación sobrenatural del Espíritu Santo.

2.- Para continuar haciendo síntesis de nuestra fe. Respecto a lo que sabemos del Padre, ¿qué somos nosotros? Cada uno de vosotros, respecto a Dios Padre, ¿qué es? ¿Qué relación hay? Somos hijos. Dios Padre en el bautismo nos adopta, porque no somos hijos al modo de Jesús; somos adoptados como hijos. Ahí hay que poner todo lo que significa la paternidad de Dios, su bondad, su misericordia, su fuerza creadora, su omnipotencia…

Respecto al Padre somos hijos. Respecto al Hijo, ¿qué somos? Hermanos. En el bautismo somos hechos hermanos en el Hijo; por tanto, hermanos entre todos los hombres.

Y respecto al Espíritu Santo, ¿qué somos? ¡Difícil respuesta! Respecto al Espíritu Santo, ¿qué somos? Somos templos; somos templos del Espíritu Santo. Lo dice la Sagrada Escritura “sois templos del Espíritu” (cf. 1 Co 3,16), porque el Espíritu inhabita dentro de nosotros. Somos receptáculos, como María, del Espíritu y de sus dones. Somos como Ella, arcas de la nueva alianza, porque Ella engendró en su seno al Hijo de Dios. Nosotros no llegamos ahí, pero aceptamos los dones del Espíritu para que nos trasforme. Somos, pues, templos del Espíritu.

Esta sería la síntesis de la fe creída. Creemos en Dios Padre Creador, en Dios Hijo Redentor, y en Dios Espíritu Santo que nos santifica. Somos hijos del Padre, hermanos en el Hijo y templos del Espíritu.

3.- Pero, ¿la fe es solamente saber cosas o algo más? ¿Cuenta algo el corazón? ¿Cuenta algo la confianza?

¿Según el texto que hemos escuchado hoy del evangelista san Juan, qué pasó junto al lago de Tiberíades? Sabéis que esta semana he ido con un grupo de peregrinos a Tierra Santa y hemos estado precisamente en el lago donde ocurrió lo que hemos escuchado.

El Apóstol Pedro invita a otros apóstoles y discípulos a ir con él a pescar y se pasan toda la noche trabajando, pero no pescaron nada. Jesús se les aparece en la orilla del lago, al amanecer, y les pregunta si tenían pescado. Le responden que no habían pescado nada. Entonces Jesús les dice: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis. La echaron, y no podían sacarla, por la multitud de peces» (Jn 21,6).

Fijaros: a estos técnicos y buenos pescadores nos le valieron en una noche de pesca ni sus redes, ni su barca, ni sus técnicas, ni su saber, ni su experiencia. No les valió nada. ¿Por qué hicieron una redada de peces grandes? ¿Por su pericia? Sencillamente porque se fiaron de Dios; se fiaron de Jesús. Porque el corazón les decía que tenían que hacerle caso.

4.- Por lo tanto, la fe creída tiene dos aspectos: una de conocimiento (aspecto noético); y otra de confianza, que toca el corazón. ¿Cómo se expresaríamos con un gesto la fe creída? La mano derecha en la frente y la otra en el corazón. Esto es fe creída, las dos cosas. Hacemos el gesto todos juntos y decimos: “Fe creída” (poniendo nuestra mano derecha en la frente y la izquierda en el corazón).

Respecto a la fe vivida. ¿Qué les ocurrió a los apóstoles y a los discípulos, según narra el libro de los Hechos, que hemos escuchado? Los apóstoles hablaban de Jesús que había resucitado y las autoridades les habían prohibido hablar de ese Nombre (cf. Hch 5,28). No podían mentar ese Nombre; no podían hablar de Jesús bajo pena de ser azotados, encarcelados, multados o, incluso, asesinados (cf. Hch 5,40).

¿Los apóstoles se callaron? No. Siguieron pregonando el nombre de Cristo resucitado. Siguieron proclamando la Buena Noticia (cf. Hch 5,29-32). Y las autoridades les llamaron y les recordaron que les habían prohibido hablar de Jesús; en cambio ellos habían ido por toda la ciudad hablando de ese hombre. Entonces, recibieron azotes, fueron encarcelados y cuando les soltaron, dice el texto que «salieron del Sanedrín contentos de haber merecido aquel ultraje por el Nombre» (Hch 5,41).

5.- La fe hay que vivirla, no se puede esconder, hay que proclamarla, hay que manifestarla, hay que darla a conocer. Vosotros lo habéis hecho, también hoy, en la calle.

El Señor nos pide que seamos testigos suyos en la vida cotidiana; que actuemos; que vivamos la fe. Y que esa fe toque todas las dimensiones de nuestra vida. Un joven cristiano tiene que manifestar la fe en el estudio, en la familia, en el juego, en el trabajo, en todos los sitios. La fe tiene que iluminar toda la vida. No es suficiente que expresemos la fe solamente en la Iglesia. Se ha de notar en la vida, en cada momento de ella, en todas las dimensiones de la vida.

Por tanto, una fe vivida es la que sale hacia fuera. Vamos a expresarlo con otro gesto (haciendo con las manos hacen un movimiento desde el cuerpo hacia fuera); mientras todos decimos: “Fe vivida”.

6.- Y queda, finalmente, la fe celebrada. Lógicamente la celebración hace referencia a la liturgia, a la oración, a los sacramentos, a la Eucaristía sobretodo. Un joven que diga que tiene fe y no celebra la Eucaristía, es como si no la tuviera. Un joven que dice que es creyente y no celebra el domingo, o no reza, o no da gracias, o no pide perdón, o no se confiesa, le falta mucho para vivir realmente la fe.

Por tanto, la fe que se cree y se vive debe ser también celebrada, mirando hacia Dios. Celebración de acción de gracias, de petición. Lo expresamos con otro gesto, mientras decimos: “Fe celebrada”. (Gesto mirando al Señor).

Resumimos las tres: Fe creída, Fe vivida y Fe celebrada (acompañando cada frase con su gesto). Estas dimensiones de la fe son complementarias y no puede estar una sin las otras.

7.- ¿Qué le ocurrió a Pedro cuando bajó de la barca y recogió la redada grande de peces? ¿Recordáis qué le había sucedido antes a Pedro? Cuando prendieron a Jesús en casa del Sumo Sacerdote, unos criados y criadas le reconocieron y le dijeron que él era del grupo de Jesús. Pero Pedro lo negó. Pedro negó al Señor, diciendo: No le conozco; no sé quién ese hombre. Y además por tres veces (cf. Mt 26, 69-75).

¿Qué hace Jesús resucitado cuando se encuentra con los apóstoles y ve a Pedro? Se acerca a Pedro y le pregunta: Pedro, ¿me amas? Y le responde Pedro: Sí Señor, claro que te amo. Por segunda vez le pregunta Jesús: ¿Pedro me quieres más que estos? Y Pedro se molestó y respondió: ¡Claro que te quiero! Por tercera vez se dirige Jesús a Pedro: Pedro, ¿me amas? Pedro le responde: Señor, tú lo sabes todo; como diciendo: ¿Para qué me lo preguntas si tú lo sabes, y encima delante de estos? (cf. Jn 21,15-17).

Por tres veces le arrancó Jesús a Pedro que le amaba, para después enviarlo a una misión. Le dice Jesús a Pedro: Pues si me quieres de veras, ¡cuida de éstos! Apacienta a mis corderos, apacienta a mis ovejas, coordina al grupo, representa a la Iglesia. Y le da una misión (cf. Jn 21,17).

8.- ¿Cuántas veces le hemos negado nosotros al Señor? ¿Cuántas veces nos hemos separado de Él? ¿Cuántas veces no hemos hecho lo que nos pedía? ¿Cuántas veces hemos pecado y hemos sido egoístas? ¿Tres veces como Pedro o tres docenas de veces? Pues tendríamos que hacer profesión de amor tantas veces como le hemos negado; y decirle: Señor, te quiero; Señor, te amo. No estaría mal que lo hiciéramos todos los días: Señor, te quiero. Señor, te amo, a pesar de mis pecados y de mis debilidades. ¡Te quiero!

El Señor nos envía a una misión: a ser testigos suyos, a vivir la fe en profundidad, a celebrarla, a darla a conocer a otros.

Todos habéis trabajado esta mañana los tres talleres y en el taller del Espíritu Santo habéis visto el tema de la Iglesia, de la parroquia, de los movimientos, de asociaciones, de cofradías. Hay una gran vitalidad en la Iglesia. El Señor quiere que asumamos la misión que Él nos da. Ahora cada uno que se pregunte delante del Señor dónde le llama a realizar esa misión.

9.- ¡Atención jóvenes! No tenéis que preguntaros qué quiero ser, qué me gusta ser. Eso es cuestión de gustos; mientras que la misión no es cuestión de gusto. La pregunta es: Señor, ¿Tú dónde quieres que yo esté? ¿Tú qué quieres que yo haga? ¡Preguntádselo al Señor!

Hay muchos lugares y muchas misiones, pero el Señor quiere a cada uno asignarle una misión. ¡Descubrid cuál es! Pedidle luz para saber lo que quiere el Señor de vosotros. Preguntadle ¿qué quieres que haga en la Iglesia, en la sociedad, en el mundo? ¿Dónde quieres, Señor, que entregue mi vida y cómo quieres que lo haga?

Vamos a pedirle a la Virgen, que hizo lo Dios le pedía y fue dócil a su misión, dejó sus propios planes, los aparcó y aceptó la misión que Dios le dio en su vida.

¡Que Ella nos acompañe en esta profesión de fe, en esta creencia, en esta celebración de la fe en el Año de la Fe! Que así sea.

 

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