DiócesisObituario Semblanza de Fernando Jiménez Villarejo Publicado: 03/01/2014: 10418 Dentro de la Octava de Navidad en la que todos los creyentes celebramos con gozo el nacimiento de Jesús en Belén, y en la solemnidad de Stª María, Madre de Dios, Theótocos, porque en ella la Palabra se hizo carne y acampo entre nosotros el Hijo de Dios y mientras moría un año y nacía otro; nuestro hermano y amigo Fernando, nacía para la vida eterna. Por ello celebra ya gozoso la autentica Navidad, ha descubierto, sin velos, el misterio de un Dios hecho niño lleno de ternura y misericordia y su vida es ya alabaza y gloria ante el Dios Trinidad. Se ha ido muy deprisa, casi sin avisar, a todo nos ha sorprendido su marcha. El beso de la hermana muerte ha sido muy al estilo de Fernando, sencillo y sin molestar. Uno muere como ha vivido. No necesitaba él de mucha purificación para llegar a la casa del Padre; allí se habrá fundido en un abrazo con sus padres y hermanos, especialmente con Pepe, recién fallecido; un par de semanas se ha llevado los hermanos, querían terminar juntos su carrera en este mundo. Fernando nace en Málaga el 11 de Junio de 1.931, cuarto de siete hermanos. Aquí en el Palo y en esta barrio y por estas calles, hoy ya tan distintas de las de su niñez, va creciendo y configurándose su personalidad. Sobre todo es el ambiente familiar el que le marca profundamente, también a sus hermanos, y le ayuda a ir arraigando su vida en el Evangelio y la experiencia de la fe cristiana. Todos nosotros somos testigos del compromiso de la familia Jimenez-Villarejo con los valores del Reino que nos trajo Jesús, en la sociedad, en la política, en la judicatura y en la misma Iglesia. Cursa algunos años de Bachillerato en el Colegio de San Estanislao que es como el corazón de este barrio pero pronto pasa al Instituto Público de Enseñanza Media “Gaona”, dónde su padre es secretario y profesor de francés. Podemos imaginar en cuantos momentos padre e hijo no cruzarían sus miradas para darse ánimo, para una llamada de atención e incluso para una severa advertencia. A Fernando la presencia de su padre le sirve de estímulo y compromiso para ser un buen estudiante. La llamada del Señor encuentra pronto eco en el corazón generoso de Fernando y después de pasar un año en el seminario de Salamanca, ingresa en el de Burgos, pero no en el Diocesano sino en el de misiones, el que tiene abierto el Instituto Español de Misiones Extranjeras. Fernando quiere darse totalmente, sin reservarse nada, quiere ser misionero, sacerdote universal y lo ha sido hasta el final de su vida. Fue una opción clara y firmemente mantenida en el tiempo. Me acuerdo de esta expresión suya: “No voy a mis años a decir que no creo en Jesús, sería negar mi identidad, negar mi vida y mi historia”; tal fue su configuración con Jesucristo y con su vocación de presbítero. Es ordenado sacerdote el día 29 de Junio de 1.957 en Burgos e inmediatamente viene a celebrar su primera misa precisamente en esta parroquia de Ntrª Srª de las Angustias, dónde el Señor le permitió servir a esta comunidad cristiana en los dos últimos años de su vida, como cerrando el ciclo que aquel misacantano abrió el día siguiente de su ordenación. Pronto marcha para la antigua Rodesia, hoy Zimbabue. Allí Fernando gozo mucho y se reafirmo uno de los rasgos de su carácter que le va a identificar para siempre: su alegría y su sonrisa contagiosa. Fernando ha sido un enamorado de la vida y ha sabido contagiar a todos el gozo de vivir en plenitud cada momento de la existencia. Solo tuvo un dolor, no poder asistir a los sepelio de sus padres. Entonces los misioneros se iban para siempre, para no volver, de por vida. Es reclamado por los superiores del IEME como formador y pasa unos años en Burgos formando a los futuros misioneros y surge entre ellos tal grado de amistad y sintonía que cuando son ordenados presbíteros, marchan juntos a Zambia. Un nuevo destino, un nuevo país pero un mismo continente: África, al que Fernando amó apasionadamente y en donde vivió los años más creativos de su ministerio. Más tarde ya en la plenitud de la vida, emprende una nueva aventura misionera en Venezuela, en nuestra misión de Caicara del Orinoco; dónde con tanto cariño se le recuerda y tanta entrega derrocho en su trabajo evangelizar, como lo recuerdan aún los evangelizadores cuyo grupo él inicio. El 9 de Agosto de 1.977 se incardina en nuestra Diócesis de Málaga y aquí encuentra un presbiterio que el acoge y le estima. Muchas han sido las responsabilidades de Fernando en nuestra Diócesis, desde que D. Ramón Buxarrais, Obispo emérito de Málaga, su gran amigo, descubre su valía y su vocación de servicio: Párroco de Ntrª Srª de los Ángeles en Miraflores de Málaga, en Ntrª Srª de la Amargura, Delegado de Juventud, de Apostolado Seglar y de Cofradías y Hermandades, Vicario Episcopal territorial de Málaga ciudad, Consiliario de Cursillos de Cristiandad y por último párroco de San Juan de Ávila y colaborador en Ntrª Srª de la Paz y en esta donde hoy celebramos sus exequias. En todos los sitios donde la Iglesia le envío y en todos los ambiente en lo que se movió, Fernando dejo la impronta de un hombre de bien: -Su cercanía y amabilidad. Allí donde estuvo se hizo amigo de todos y todos encontraron un hueco en su corazón. -Su tesón y constancia. Fernando convencía poco a poco, sin imponer nada pero sin ceder en lo que era para él importante; que bien lo sabían los sacerdotes de los Arciprestazgos de Málaga. -Su serenidad y paciencia que le ayudaba a relativizar tanta pequeñeces del día a día y a transmitir siempre paz y seguridad por eso tanto de nosotros lo tuvimos por guía y acompañante espiritual. -Su rica y honda experiencia de fe, que hizo de él un testigo cualificado del Evangelio, un sacerdote cabal, una expresión viva de lo que el salmista nos relata en el salmo 131: “Señor, mi corazón no es ambicioso ni mis ojos altaneros; no pretendo grandezas que superan mi capacidad, sino que acallo y modero mis deseos; como un niño en brazos de su madres, como un niño están en brazos de Dios mis deseos. Espere Israel en el Señor ahora y por siempre”. Así vivió Fernando, este su testimonio que nosotros recogemos con agradecimiento. Y ahora hermano que ya estás en la presencia de Dios, sabemos que no nos olvidas, como nosotros no te olvidaremos. Reza al Señor por nosotros, a ese Señor por quien tú gastaste tu vida para que su Reino se hiciera realidad en nuestra historia. Descansa en paz Fernando y que Él te premie ahora todos tus desvelos. Parroquia de Ntrª Srª de las Angustia de Málaga 2 de Enero de 2014 Autor: Antonio Collado, delegado para el clero Más artículos de: Obituario Ha fallecido el sacerdote Antonio Martín GonzálezHa fallecido el sacerdote diocesano Fernando Jiménez Villarejo Compartir artículo Twitter Facebook Whatsapp Enviar Imprimir