Asamblea de España Meridional de los Talleres de Oración y Vida (Villa San Pedro-Málaga)

Homilía de Mons. Jesús Catalá durante la Eucaristía celebrada en la Casa de Espiritualidad Villa San Pedro con motivo de la Asamblea de España Meridional de los Talleres de Oración y Vida
ASAMBLEA DE ESPAÑA MERIDIONAL DE LOS TALLERES DE ORACIÓN Y VIDA
(Villa San Pedro-Málaga, 15 febrero 2025)
Lecturas: Jr 17, 5-8; Sal 1, 1-4.6; 1 Co 15, 12.16-20; Lc 6, 17.20-26.
(Domingo Ordinario VI-C)
1.- Maldito quien confía en el hombre
Celebramos esta Eucaristía con motivo de la Asamblea Nacional de los Talleres de Oración y Vida, con asistencia de Guías de las diferentes Coordinaciones Locales que pertenecen a esta Coordinación Nacional.
Las lecturas de hoy nos proponen la contraposición entre quien confía en el hombre y quien pone su confianza en Dios.
El texto del profeta Jeremías recoge la una de cuatro máximas sapienciales, referentes a la retribución con la que el Señor premia a los justos.
Esto dice el Señor: «Maldito quien confía en el hombre, y busca el apoyo de las criaturas, apartando su corazón del Señor» (Jr 17, 5). «Será como cardo en la estepa, que nunca recibe la lluvia; habitará en un árido desierto, tierra salobre e inhóspita» (Jr 17, 6).
También el Salmo 1, que se ha proclamado y que es posterior a Jeremías, hace una contraposición entre los "dos caminos": el que siguen los justos y el de los impíos.
En el Salmo 1 se compara la vida del impío a la paja que se la lleva el viento: «Serán paja que arrebata el viento» (Sal 1, 4); «el camino de los impíos acaba mal» (Sal 1, 6).
Estos son unos necios que ponen su confianza sólo en los hombres y en la debilidad de la carne. Sobre ellos recae la maldición de Dios, su vida es como la de un cardo en el desierto y en la tierra salobre.
El impío no podrá afrontar el juicio de Dios, porque será fulminado al ser de paja y no tiene consistencia. Además, su presencia resulta incómoda cuando se halla entre los justos, aquellos que él ha perjudicado u oprimido.
Ahora podríamos preguntarnos, ¿dónde estamos nosotros?; ¿en quién ponemos nuestra confianza?
2.- Bendito quien confía en el Señor
Jeremías reafirma la bendición de quien confía en Dios: «Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza» (Jr 17, 7). Y describe sus frutos: «Será un árbol plantado junto al agua, que alarga a la corriente sus raíces; no teme la llegada del estío, su follaje siempre está verde; en año de sequía no se inquieta, ni dejará por eso de dar fruto» (Jr 17, 8; cf. Sal 1 1-3).
El Salmo 1 completa la imagen: «Su gozo es la ley del Señor, y medita su ley día y noche» (Sal 1, 2).
Dios bendice a los que ponen en él toda su confianza. La verdadera y plena confianza la pone el ser humano en las personas; no en las cosas, que tiene poco recorrido y son efímeras; sin embargo, poner el corazón en el amor de Dios es permanente y eterno.
Dios no es una frase o una teoría, sino la verdad; y nadie puede vivir de una frase, ni puede fundar su vida en una verdad abstracta; tampoco puede amarla, ni morir por ella. En cambio, uno puede apoyar su vida en una persona o en un verdadero amigo, puede amarlo y hasta morir por él. Pero sobre todo puede fundarse en el Dios vivo, que no nos falla.
Quien confía en Dios es como un árbol plantado junto al agua, que da fruto incluso en los años de sequía.
Dios es como un río para las raíces de un árbol; o como la roca para los fundamentos de una casa; recordemos el ejemplo que Jesús pone de la casa edificada sobre arena o sobre roca (cf. Mt 7, 24-27). Adherirse a Dios, a la verdad viva, es creer en él, confiar en él, amarlo sobre todas las cosas. Algo muy distinto a un conocimiento teórico.
3.- Las Bienaventuranzas y las contra-bienaventuranzas
Según el evangelista Lucas, Jesús ante un grupo grande de discípulos y una gran muchedumbre del pueblo les enseñaba las “bienaventuranzas”: «Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios» (Lc 6, 20); «Bienaventurados los que ahora tenéis hambre… Bienaventurados los que ahora lloráis…» (Lc 6, 21); «Bienaventurados vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre» (Lc 6, 22).
El discurso de las Bienaventuranzas son la carta magna del Evangelio, síntesis de la enseñanza de Jesús; ellas contienen la revelación cristiana más sabia y paradójica, no sólo como doctrina, sino como testimonio de Jesucristo, que ha muerto y ha resucitado; ellas ofrecen una luz para tener esperanza en las circunstancias más duras; ellas son una llamada al comportamiento solidario y a la misma identidad cristiana.
Sin embargo, Jesús se lamenta de quienes ponen su confianza en lo material, que podríamos llamar las “contra-bienaventuranzas”: «Pero ¡ay de vosotros, los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo!» (Lc 6, 24). ¡Ay de vosotros, los que estáis saciados, porque tendréis hambre! ¡Ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis!» (Lc 6, 25). «¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que vuestros padres hacían con los falsos profetas» (Lc 6, 26).
4.- La verdadera felicidad del ser humano
El destino del hombre es ser feliz. La felicidad no se encuentra en el mucho acumular ni en el mucho disfrutar. Hay que distinguir entre el goce y la felicidad, entre el placer y el amor; porque nuestra sociedad llama falsamente “amor” a lo que puede ser una simple manipulación o uso del otro para mi propio placer.
La verdadera felicidad está en la armonía interior que nos hace capaces de amar, de donar y de construir. La verdadera felicidad brota de la experiencia de sabernos amados por Dios.
Los que han optado por vivir a la manera de Jesús han llegado a experimentar una felicidad inigualable, incluso en este mundo.
5.- Seguimiento del Señor
Jesús desestabiliza la escala de valores que predomina en la sociedad. Las bienaventuranzas expresan un radical cambio en los valores que la presencia del Reino pide; son signo de la presencia de ese Reino.
Jesús fue capaz de llamar bienaventurados y felices a los pobres, a los hambrientos, a los que lloran, a los perseguidos por su causa; porque quien dice sí a Jesús encuentra el gozo de sentirse amado por Dios y se hace participante de la historia de la salvación.
Las bienaventuranzas no son leyes, sino buena nueva, hecha vida. La ley deja al hombre confiado a sus propias fuerzas o a las seguridades que le ofrecen los bienes; pero estos terminan o fallan. Pero el evangelio coloca al hombre frente al don de Dios y lo invita a hacer de ese regalo una plenitud de vida.
La dicha o felicidad de los pobres radica en el encuentro personal con Jesucristo, que me amó hasta morir por mí en la cruz (cf. Flp 2, 8); se fundamenta en el hecho mismo de que ya ha llegado a ellos el Reino de Dios.
Las bienaventuranzas no son la recompensa a virtudes morales o a esfuerzos personales. Son la alegría de saber que Dios se ha puesto de nuestro lado y comparte la suerte de los desamparados.
El fundador de Talleres de Oración y Vida, padre Ignacio Larrañaga, los instituyó para ayudar a vivir mejor la relación con el Señor a través de la oración. Podríamos decir que es un método que elige las bienaventuranzas como modelo de vida. Aprovechad los retiros para profundizar en la vida de fe, de esperanza y de caridad, que llevan a la felicidad en esta vida y a la bienaventuranza eterna. Y ayudad a otros a encontrarse con el Señor, que es quien nos da la verdadera felicidad.
Pedimos a la Virgen Santísima, feliz por haber creído en la Palabra de Dios, que interceda por nosotros para que aceptemos el estilo de vida de las bienaventuranzas. Amén.