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XXV aniversario profesión religiosa monasterio clarisas de Belén (Antequera)

Mons. Catalá acompañó a Sor Christine y Sor Jackline en sus bodas de plata como consagradas
Publicado: 09/09/2023: 7388

Homilía de D. Jesús Catalá en la Eucaristía celebrada con motivo del XXV aniversario de profesión religiosa de dos monjas del monasterio de clarisas de Belén (Antequera)

XXV ANIVERSARIO PROFESIÓN RELIGIOSA MONASTERIO CLARISAS DE BELÉN

(Antequera, 9 septiembre 2023)

Lecturas: Is 61, 9-11; Sal 33, 2-9; Flp 2, 1-4; Lc 10, 38-42.

1.- En esta celebración Eucarística damos gracias a Dios por el XXV Aniversario de consagración religiosa, en este Monasterio de Clarisas de Belén en Antequera, de nuestras hermanas Sor Jackline y Sor Christine. Ellas llegaron a Antequera unos años antes, iniciando el postulantado y su formación; este hecho coincide con la presencia de las hermanas procedente de Kenia en este Monasterio. Damos gracias a Dios por todo ello.

Nuestras dos hermanas acogieron el carisma de las Hermanas Pobres de Santa Clara, haciendo presente este don a la Iglesia y asumiendo las actitudes cristianas de vírgenes consagradas al Señor en el silencio claustral.

Felicitamos a las dos Hermanas y a toda la comunidad monástica, por esta efeméride eclesial y nos unimos a su acción de gracias por los dones recibidos en estos años.

Queridas hermanas, es cierto que vivís lejos de vuestras familias de origen. Y, aunque esto suponga un sacrificio, estáis contentas y agradecidas porque el Señor os llamó para estar con Él, para consagraros a Él y para amarlo con un corazón indiviso. Seguid fieles a la vocación consagrada y al carisma que el Espíritu Santo os ha regalado. Nada en el mundo tiene más valor que esta llamada del Señor.

2.- El profeta Isaías ha expresado su alegría por la acción de Dios con su pueblo: «Desbordo de gozo en el Señor, y me alegro con mi Dios: porque me ha puesto un traje de salvación, y me ha envuelto con un manto de justicia, como novio que se pone la corona, o novia que se adorna con sus joyas» (Is 61, 10).

Queridas Sor Jackline y Sor Christine, Dios os eligió y os revistió en el bautismo con un traje nuevo de fiesta, con el vestido de la nueva vida en Cristo: «En efecto, todos los bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo» (Gal 3, 27). Re-vestir significa ponerse un traje encima del que se lleva ya puesto.

En el bautismo somos re-vestidos, manteniendo del traje de nuestra naturaleza humana, que está dañada por el pecado y que necesita ser purificada y salvada. Se trata de la túnica nupcial de las Bodas del Cordero, que se ofrece a los bautizados. Los discípulos de Cristo se han «revestido del Hombre Nuevo, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad» (Ef 4, 28).

3.- Posteriormente El Señor os revistió con el hábito de consagradas, como esposas de Cristo, a quien debéis amor verdadero, total y eterno. Mediante la oración, las obras de misericordia y de caridad, así como de las distintas prácticas de penitencia os habéis ejercitado en despojaros completamente del «hombre viejo» y en revestiros del «hombre nuevo» (cf. Ef 4, 24).

Os animamos a seguir en fidelidad a vuestro Esposo, dando gracias por su elección y por su amor infinito, que ya habéis disfrutado en estos años. ¡Seguid gozando de su insustituible compañía y de su amor misericordioso! ¡Manteneos fieles al carisma recibido, que es un regalo de Dios!

4.- El Salmo responsorial nos ha animado a bendecir «al Señor en todo momento» (Sal 33, 2); a gloriarnos en el Señor (cf. Sal 33, 3); a proclamar la grandeza del Señor y ensalzar juntos su nombre (cf. Sal 33, 4).

Hoy es un día de alabanza, de canto, de baile. Como hemos podido apreciar, esta comunidad monástica africana ha introducido algunos elementos de su cultura, como son la procesión de entrada y la entronización de la Palabra de Dios antes de la lectura del Evangelio, formando un cortejo danzante con una niña que llevaba el libro de los Evangelios. Recuerdo este gesto en las celebraciones litúrgicas, cuando acompañé al papa Juan Pablo II en alguno de sus viajes a África.

Dar gracias a Dios, alabarlo, cantarle… éste es el culto razonable que hoy hacemos con toda la Iglesia; y quedamos radiantes de luz y de alegría por las maravillas que Dios obra en nosotros. Todos tenemos motivos para dar gracias por los dones que recibimos de Dios. Y hoy nos unimos a la acción de gracias de nuestras hermanas Jacqueline y Christine.

Junto con la Virgen María unimos nuestra alabanza proclamando las grandezas del Señor y agradeciendo sus obras en nosotros. ¡Entonad el cántico del Magnificat como una acción de gracias al Señor por estos veinticinco años de consagración en la vida monástica! ¡Meditad las hermosas palabras de la acción de gracias que María Santísima dirige a Dios!

Y como nos recuerda el Salmo: «Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a él» (Sal 33, 9). ¡Acogeos a Él, que nunca falla y nunca nos abandona y nunca nos abandona! La relación entre personas puede fallar; a veces, porque cuando uno menos se lo espera el otro lo abandona. Sin embargo, el Señor no nos abandona nunca; y debemos confiar en Él, porque fundamenta nuestra vida, le da sentido y tenemos la seguridad de ser amados, al tiempo que nos capacita para amar.

5.- La carta de san Pablo a los Filipenses nos recuerda la vida comunitaria, que debe estar centrada en Cristo, salvaguardando la comunión entre todos los miembros de la comunidad monástica: «manteneos unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir» (Flp 2, 2), teniendo entrañas compasivas y misericordiosas (cf. Flp 2, 1).

El apóstol dice que no hay que obrar por rivalidad, ni por ostentación, ni por orgullo, sino considerando humildemente superiores a los demás (cf. Flp 2, 3). No siempre es fácil la vida comunitaria, como tampoco es fácil la vida familiar; pero el Señor nos capacita para amar y para acoger a los demás, aunque haya divergencias y dificultades.

6.- Las actitudes de las hermanas Marta y María, que nos ofrece el evangelio de hoy, son ejemplo de vida cristiana. Marta se nos presenta como modelo de servicio (cf. Lc 10, 39) y María como modelo de discípula, que escucha al Señor (cf. Lc 10, 39).

Ambas acogen al Señor, sirven y aman; pero son dos maneras. Jesús no desestima el servicio de Marta; pero indica que lo esencial es escucharle y esto exige una total y exclusiva atención para dar fruto. Si le escuchamos aprenderemos a servir como Jesús, que ha venido para hacer la voluntad del Padre (cf. Jn 5, 30; Mt 26, 42) y a comunicarnos lo que ha escuchado y aprendido de él (cf. Jn 8, 38).

La actitud de Marta y la de María no deben contraponerse ni excluirse la una frente a la otra; ambas son modelo de vida cristiana, que es preciso coordinar e integrar, tanto la escucha sosegada de la palabra, atenta y contemplativa, como la actitud de servicio a los demás. Todos estamos llamados a vivir ambas actitudes: los contemplativos dando mayor importancia a la escucha y los demás sirviendo en la actividad.

7.- Mucha gente admira la labor humanitaria que desarrollan las órdenes religiosas de vida activa, que atienden enfermos, ancianos, emigrantes, etc.; pero no acaban de comprender a las consagradas dedicadas a la "contemplación".

Supongo que habréis escuchado alguna vez la pregunta: ¿Qué hacen unas mujeres en un monasterio? Tal vez están perdiendo el tiempo.

En la creación no hay nada superfluo; existen muchos seres y cosas que aparentemente no sirven al hombre (estrellas, océanos, montañas, flores, colores). Dios es la Belleza infinita y ha hecho la creación con fantasía, con poesía; y podemos gozar de muchas cosas bellas y espirituales. Todo lo que ha salido de las manos de Dios es hermoso, aunque no lo descubra; por eso hemos de contemplar y apreciar las maravillas de la naturaleza.

Desde una mentalidad productiva, la sociedad actual desprecia a quienes no producen bienes materiales y cosas que parece que no sirven. Por eso hay a veces una actitud de rechazo hacia las personas no productivas (ancianos, enfermos, desahuciados, no-nacidos). Con la mentalidad mundana se quiere eliminar a quien no produce.

La vida contemplativa es un regalo del Espíritu a la Iglesia. El hecho de que alguien no lo entienda, no por eso deja de tener sentido.

Hoy quiero romper una lanza a favor de la vida contemplativa en la Iglesia. Demos gracias a Dios por las personas consagradas a la contemplación en el silencio monástico. Y aunque no lo entendamos, también nos ayudan a vivir la fe.

En esta fiesta de Bodas de Plata de dos monjas queremos comprender mejor y valorar la vida contemplativa, tan necesaria en la vida de la Iglesia. Y queremos agradecer vuestra entrega diaria a la contemplación y al servicio eclesial.

Pedimos al Señor que siga concediendo a su Iglesia las vocaciones necesarias para la vida contemplativa. Y que la Virgen María, la primera discípula del Señor, interceda por todas las vírgenes consagradas y las sostenga en la fidelidad a su carisma. Amén.

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