NoticiaConoce la Catedral El cuarto del chocolate Publicado: 14/07/2023: 6598 En la sacristía de la Catedral llama la atención, no precisamente por su estética, el vano de una puerta clausurada. Como suele ocurrir en este templo, algo tan trivial encierra su pequeña historia. Hay que comenzar diciendo que, hasta principios de los cuarenta del siglo pasado, la mole catedralicia no estaba del todo exenta, de modo que el terreno donde ahora se encuentran los jardines que dan a la calle del Císter quedaba ocupado por una serie de casas adosadas a sus muros que, casi en su totalidad, eran propiedad del Cabildo. Una de estas viviendas lindaba con la sacristía de tal modo que desde ella se accedía a un patio cubierto, al que se conocía como “el cuarto del chocolate”. Semejante nombre procedía de la costumbre que seguían los prebendados, tras el oficio del coro, de desayunar allí. Algunas veces, el uso de aquel habitáculo se desvirtuaba, de modo que consta en las actas como en 1793 se ordenó que sólo se abriese exclusivamente a la hora del desayuno, algo de lo que debía responder el sacristán en cuyo poder obraba la llave, para evitar que a cualquier hora los ministros pasasen a fumar o mantener tertulias. Eran tiempos aquellos en los que ni el café y, menos, el té podían competir con una buena jícara de chocolate caliente y espeso, al que se acompañaba con dulces inidentificables de entonces como “alcorzas”, “alpisteras”, “suspiros” o “limones capuchinos”. Desde su introducción en España en el siglo XVI, el cacao pasó a ser un producto muy apreciado y, hasta bien entrado el XIX, costoso, de modo que se convirtió en el regalo preferido para quienes se quería agasajar. De hecho, el Cabildo mandaba labrar regularmente cantidades estimables de chocolate para emplearlo como obsequio y, aún como estipendio, a bienhechores, predicadores o, por poner un ejemplo, los escribanos que en 1714 transcribieron varios documentos capitulares del archivo. Por Alberto Palomo