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El plantel catedralicio

Publicado: 25/04/2023: 6705

Hasta arribado el siglo XIX no hay rastro alguno de jardines, tal y como entendemos, en el casco urbano de Málaga. Había, por supuesto, muchas huertas conventuales y algunos plantíos, pero su uso no era ornamental y menos con vocación de recreo. Anterior a esa fecha, sí podemos datar la salvedad del jardín o patio del Sagrario constituido, más o menos, en su aspecto actual en la centuria dieciochesca.

Su función original era más bien de vivero para surtir a la Catedral de plantas y flores en determinadas fiestas. No existiendo por entonces la comercialización a gran escala de las mismas, era este el único modo de procurarse el arrayán y el romero que se empleaba para alfombrar la sala capitular con ocasión del llamado “cabildo del perdón”, o adornar el lugar donde se bendecía el cirio pascual en la mañana del Sábado de Gloria.

También eran necesarios algunos ramilletes para componer las andas del Corpus, para los que se suministraban bonduques y capullos de antiphollas, términos en desuso que aparecen en las facturas de la época para designar no sé bien a qué plantas. De todas formas, en tales exornos primaban pebetes y talcos porque subsistía todavía cierta tendencia a considerar la abundancia de flores naturales como elementos demasiados profanos.

El caso es que la costumbre del Cabildo era la de arrendar este jardín a alguien que se ocupara de su mantenimiento y producción, y al que se le concedía el derecho de vivir en él, ya que había construido cerca de la base de la torre un chamizo o casa de madera.

Así consta que, en la segunda mitad de la centuria decimonónica, el alquiler del mismo se adjudicó a los peones Rafael García y Antonio Correa, extendiéndoseles el oportuno contrato. Hasta mediado el siglo XX esta práctica continuó, ocupándose del patio algunos jardineros municipales que alquilaban macetas para bodas y eventos.

Por esos años, el recinto era un verdadero vergel del que poco queda porque, por lo que parece, se considera que la vegetación oculta la arquitectura de la Catedral. Perviven, a día de hoy, una treintena de árboles, entre cipreses y naranjos, y un robusto almez que es intocable a todos los efectos, porque goza de protección especial en atención a su venerable edad.

Por Alberto Palomo

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