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Visita Pastoral a la parroquia de Santa Ana y San Joaquín (Málaga)

Visita Pastoral a la parroquia de Santa Ana y San Joaquín // A. VERDUGO
Publicado: 31/10/2021: 851

Homilía pronunciada por Mons. Jesús Catalá en la Misa durante la Visita Pastoral a la parroquia de Santa Ana y San Joaquín (Málaga)

VISITA PASTORAL A LA PARROQUIA DE SANTA ANA Y SAN JOAQUÍN

(Málaga, 31 octubre 2021)

Lecturas: Dt 6, 2-6; Sal 17,2-4.47.51; Hb 7, 23-28; Mc 12, 28b-34.

(Domingo Ordinario 31- B)

1.- El libro del Deuteronomio, que hemos escuchado, exhorta al pueblo de Israel; a escuchar el mandato principal de la ley: «Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es único. Amarás, pues, al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas» (Dt 6, 4-5).

 Dios es el más importante; Dios es infinito. El pueblo de Israel vivía en medio de pueblos que tenían otros dioses; como el pueblo de Málaga y la parroquia de Santa Ana y San Joaquín vive en medio de gente que tienen otros dioses. Pero Dios no es lo más, sino el más importante, al único al que tenemos que adorar y dar gracias, porque Él se ha revelado de esa manera; se ha revelado como amor a través de Jesucristo.

2.- Según el evangelio de hoy un escriba, es decir, un entendido de la ley, se acercó a Jesús y le preguntó: «¿Qué mandamiento es el primero de todos?» (Mc 12, 28).

¿Vosotros pensáis que un especialista de la ley le preguntara a Jesús cuál era el principal mandamiento? Esto tiene una explicación, porque la ley de los judíos contenía más de seiscientos mandamientos: trescientos sesenta y cinco, uno por cada día del año; y el resto hasta más de seiscientos. En medio de ese bosque de mandamientos algunos israelitas ya no sabían qué era lo más importante y qué era lo menos.

Jesús, para responder a este escriba, cita el texto que hemos escuchado del Deuteronomio: «El primero es: Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser» (Mc 12, 29-30).

3.- ¿Cómo hacemos para vivir de modo que nuestra vida esté enfocada, repleta, llena de la presencia de este único Dios, en medio de muchos dioses? Éstos nos atraen, pues no somos de piedra; nos atraen los dioses falsos que no dan felicidad; nos atraen a igual que al resto de nuestros contemporáneos. Entonces, ¿qué hacer para que el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, el Dios de la gloria, sea nuestro único Señor?

¡Corresponded a su amor! Si Jesucristo nos ha manifestado el amor de Dios de manera tan plena, entregándonos su vida en la cruz, debemos corresponder.

Nosotros no amamos primero, como dice san Juan evangelista en su carta. El amor no consiste en que nosotros amemos primero, sino en que Dios nos amó primero (cf. 1 Jn 4, 10). Solo nos toca corresponder al amor recibido.

4.- En el Salmo que hemos cantado, haciendo oración de él, hemos dicho que Dios es nuestra fortaleza: «Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza» (Sal 17,2). Y fijaros la cantidad de nombres que el salmista le dedica a Dios para expresar que es el más importante: «Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte» (Sal 17,3).

¿A qué persona le diríais todo lo que el salmista le dirige a Dios? ¿Hay alguna persona a la que le dedicaríais todos estos nombres? Ni siquiera al esposo, a la esposa o al hijo. Solo a Dios, porque solo Dios salva. Solo Dios es la roca sobre la que se asienta nuestra vida y que da sentido a nuestra existencia de personas. Él es la fuerza salvadora.

A todos nos queda un buen trecho, un camino largo que recorrer para que Dios sea realmente el único Señor en nuestra vida.

5.- El segundo mandamiento de la ley mosaica, según la respuesta del Señor al escriba especialista de la ley, es: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay mandamiento mayor que éstos» (Mc 12, 31).

Son la cara y la cruz de la misma moneda. ¿Podéis separar las caras de una moneda? Vamos a suponer que tenéis una técnica con la que sois capaces de cortar la moneda y separar las dos caras. ¿Qué le ocurriría a esa moneda? Pues que perdería su valor; ya no sería moneda. La moneda tiene valor porque forma una unidad con las dos caras inseparables. Si las separas deja de ser moneda.

¿Qué ocurre con los dos mandamientos principales? Si los separamos, ya no son mandamientos, ya no los podemos cumplir. Si decimos que amamos a Dios, que es nuestra roca, nuestra salvación, nuestro Señor; pero despreciamos al hermano, no amamos a Dios; y viceversa.

6.- El escriba replicó: «Muy bien, Maestro, sin duda tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él. Y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios» (Mc 12, 32-33). ¿Amamos así nosotros?

Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: «No estás lejos del reino de Dios» (Mc 12, 34).

¿Qué nos respondería Jesús a nosotros si hubiéramos entablado con él el diálogo que tuvo con el escriba? Nos diría: estáis dentro del reino de Dios. Fijaros que el Señor le dijo al escriba: no estás lejos; pero no le dijo: estás dentro.

¿Vosotros, queréis estar cerca o estar dentro del reino de los cielos? Estar dentro, ¿verdad? Estar dentro implica muchas cosas; implica vivir los dos mandamientos unidos; implica corresponder al amor de Dios a través del amor al prójimo.

7.- El amor a Dios y al prójimo es el doble mandamiento del Amor, que Jesucristo nos ha enseñado con hechos y palabras.

Queridos fieles de la parroquia de Santa Ana y San Joaquín, el Señor os invita a vivir hoy este mandamiento de amor, tratando a los demás como verdaderos hermanos e hijos del mismo Padre del cielo.

No hay ningún ser humano que no sea hijo de Dios. Los cristianos somos hijos de Dios de una manera especial por el bautismo. Pero todo ser humano, aunque no sea cristiano, es hijo de Dios; es imagen de Cristo que merece ser amado como Cristo. Y amándole, amamos a Cristo.

La Iglesia os anima a vivir vuestro compromiso bautismal en fidelidad a Jesucristo y al servicio de los más necesitados.

8.- La Visita pastoral pretender ser un alto en el camino, un discernimiento, una reflexión, una revisión de cómo vivimos nuestra vida de cristianos.

Estas son las lecturas que nos ofrece la liturgia de este domingo; no hemos buscado unas lecturas preparadas para la Visita pastoral; aunque las hay también si se celebra en otro tiempo que no sea domingo. La Palabra de Dios hoy nos ha dicho esto y viene como anillo al dedo.

Esta comunidad parroquial, no solo en sus individuos, sino como comunidad debe vivir este doble mandamiento.

Decían los paganos viendo a los primeros cristianos: «¡Mirad cómo se aman!» (Tertuliano, siglo II). ¿Cómo tienen que reconocer a esta comunidad cristiana? Por el amor. El distintivo del cristiano es el amor, a Dios y al prójimo.

La barriada de Nueva Málaga tendría que decir cuando os vea: “¡Mirad cómo se aman!”. Creo que estamos aún en camino de alcanzar ese listón, pero aún nos queda. Esta va a ser una meta de cada día.

9.- Pedimos a Santa María de la Victoria, nuestra Patrona, a los titulares de la parroquia, Santa Ana y San Joaquín, y a las demás devociones de la Virgen, que nos acompañen en el camino que Dios nos propone a recorrer y en el que ya estamos metidos, pues no partimos de cero.

Cada uno está en un punto de su vida, en un momento de su proceso de conversión y de configuración con Cristo, y de calidad de amor a Dios y a los hermanos. Pues cada uno desde donde esté, ¡a continuar! Y no importa la edad. Queridos jóvenes, no esperéis a amar cuando tengáis cuarenta o cincuenta años. El amor a Dios y al prójimo se debe realizar desde la infancia. Todos los presentes tenemos que amar a Dios y al prójimo.

10.- Os animo a dar buen ejemplo y a vivir la fe con gozo, con alegría, sin tantos prejuicios y sin tantos miedos. No debemos tener miedo a la sociedad. No la tuvieron los primeros apóstoles y los discípulos. La época imperial romana no fue mejor ni peor que nuestra sociedad. ¡Adelante, pues! Revisemos cómo caminamos y cómo debemos proseguir.

Mi felicitación a los sacerdotes. Hoy nos acompaña también D. Andrés Merino, que fue antes párroco vuestro. Mi felicitación a los párrocos por el trabajo que han hecho, caminando con vosotros, porque estáis construyendo una hermosa comunidad.

¡Os felicito! ¡Adelante! Siempre adelante, no os quedéis como estáis. Que así sea.

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