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Profesión de fe y juramento de fidelidad de los candidatos al diaconado (Seminario-Málaga)

Capilla del Seminario Diocesano de Málaga con la cruz de el Buen Pastor al fondo
Publicado: 14/10/2021: 616

Homilía de Mons. Jesús Catalá durante la Misa con motivo de la profesión de fe y juramento de fidelidad de los candidatos al diaconado celebrada en el Seminario Diocesano el 14 de octubre de 2021.

PROFESIÓN DE FE Y EL JURAMENTO DE FIDELIDAD DE LOS CANDIDATOS AL DIACONADO

(Seminario, 14 octubre 2021)

Lecturas: Rm 3, 21-30; Sal 129, 1-5; Lc 11, 47-54.

1.- San Pablo, en su carta a los Romanos, plantea la justificación por la fe, en contraposición a la justificación por las obras de la ley, propia de los judíos: «Justicia de Dios por la fe en Jesucristo para todos los que creen» (Rm 3, 22). Pablo sostiene que «el hombre es justificado por la fe, sin obras de la Ley» (Rm 3, 28).

Nadie alcanza la salvación eterna por sus propias obras. Todo hombre peca y queda privado de la gracia de Dios; solo mediante Jesucristo se obtiene la salvación: «Todos pecaron y están privados de la gloria de Dios, y son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención realizada en Cristo Jesús» (Rm 3, 23-24).

2.- Hay una tentación en la vida espiritual que centra la atención en “obtener la salvación” a base de esforzarse en ser buenos. Se dice muchas veces que debemos ser santos, que debemos alcanzar la perfección espiritual.

Naturalmente que hay que secundar la gracia y aceptar la voluntad de Dios en nuestras vidas. Él lleva nuestra historia, nuestra vocación, nuestro proyecto de vida.

Queridos candidatos al diaconado, no habéis hecho vuestro proyecto para ser ordenados diáconos. Me habéis escrito para solicitar la ordenación y decís que habéis estado atentos a la llamada del Señor y acompañados por vuestros superiores pensáis que Dios os ha elegido.

3.- Tal vez nos falta una experiencia más contemplativa, más propia de la liturgia y de la espiritualidad oriental. Es necesario acoger el don de Dios: la fe, la esperanza y el amor; las tres virtudes teologales que se nos regalaron en el bautismo. Es necesario recibir la gracia santificante en los sacramentos; es necesario dejarse modelar por el Espíritu a imagen de Jesucristo. No somos nosotros quienes modelamos nuestra propia imagen; sino que debemos dejar que el Espíritu modele la imagen de Cristo recibida en el bautismo.

No pensemos que somos los constructores de nuestra santidad. Somos los receptores de la gracia salvadora de Dios. Y debemos vivir esta experiencia para transmitirla a los fieles que un día se nos confiarán a nuestro cuidado pastoral.

4.- El Salmo nos recuerda que del Señor vienen la misericordia y la redención copiosa.

Si Dios nos exigiera cuenta de nuestros pecados, seríamos todos condenados (cf. Sal 129, 3).

Pero el perdón procede de Dios: «Pero de ti procede el perdón, y así infundes temor» (Sal 129, 4).

Nosotros confiamos en el Señor y esperamos en su palabra (cf. Sal 129, 5). Hemos de poner nuestra vida en sus manos.

5.- El Señor Jesús, según el evangelio proclamado hoy de san Lucas, echa en cara a los fariseos su mala conducta por honrar falsamente a los profetas que sus padres maltrataron y asesinaron (cf. Lc 11, 48-50).

Y a los escribas, maestros de la Ley, les amonesta por haber acaparado el poder, diciéndoles que ni entran ni dejan entrar (cf. Lc 11, 52); como dice el refrán: ni comen ni dejan comer; no seamos como el perro del hortelano. Gocemos de la filiación divina y dejemos que también los otros la gocen. Respondamos a la llamada del Señor y dejemos que otros también respondan.

Por eso los escribas y fariseos empezaron a acosar a Jesús y a tirarle de la lengua con muchas preguntas capciosas (cf. Lc 11, 53) para tenderle trampas y cazarlo (cf. Lc 11, 54). No sabían qué interlocutor tenían.

Tendríamos que identificar en nuestro tiempo a quienes enarbolan las mismas actitudes que los fariseos y los escribas. Ambos son peligrosos, pues no buscan la verdad, sino la propia conveniencia. Y hemos de cuidar de no caer nosotros en esa misma actitud de los fariseos y de los escribas.

Nuestra misión es pregonar la Verdad de Jesucristo, ser luz en medio de la oscuridad de nuestro tiempo, aportar sentido transcendente a la vida, en esta sociedad en la que tan ausente está este sentido.

Hoy, queridos candidatos, vais a hacer vuestro compromiso de ofreceros al Señor y a la Iglesia ante esta comunidad cristiana. Hacerlo con temor, como algunos decís, es normal y bueno, porque reconocemos nuestra debilidad y nuestras limitaciones para una misión que nos sobrepasa. Está bien tener un poco de temor y de miedo; pero hay que hacerlo con confianza poniéndonos en las manos del Señor, que son las mejores.

También debemos ponernos en las manos maternales de la Virgen. Pidamos a la Santísima Virgen María que nos ayude a saber hacer buen discernimiento en nuestra vida y a ser fieles a la misión que el Señor nos encomienda. Amén.

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