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Clausura del mes de mayo con motivo del centenario de la Agrupación de Cofradías de Semana Santa (Santuario de la Virgen de la Victoria-Málaga)

Publicado: 31/05/2021: 9224

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la clausura del mes de mayo con motivo del centenario de la Agrupación de Cofradías de Semana Santa celebrado en el Santuario de la Virgen de la Victoria en Málaga el 31 de mayo de 2021.

CLAUSURA DEL MES DE MAYO

CON MOTIVO DEL CENTENARIO

DE LA AGRUPACIÓN DE COFRADÍAS DE SEMANA SANTA

(Santuario Virgen Victoria-Málaga, 31 mayo 2021)

 

Lecturas: So 3, 14-18 Sal (Is 12, 2-6); Lc 1, 39-56.

(Visitación de la Virgen María)

1.- María y la Trinidad

En los dos últimos domingos, hemos celebrado dos fiestas entrañables y profundas en su significado: Pentecostés y la Santísima Trinidad; ambas tienen mucho que ver con la figura de la Virgen María.

            Respecto a la Santa Trinidad, María es Hija del Padre, Madre del Hijo de Dios y Esposa del Espíritu Santo.

Nos recordaba el papa Benedicto XVI: “La gran fiesta de Pentecostés nos invita a meditar en la relación entre el Espíritu Santo y María, una relación muy íntima, privilegiada e indisoluble. La Virgen de Nazaret fue elegida para convertirse en la Madre del Redentor por obra del Espíritu Santo: en su humildad halló gracia a los ojos de Dios (cf. Lc 1, 30)” (Discurso de conclusión del mes de mayo. Vaticano, 30.05.2009).

El corazón de María, en perfecta sintonía con su Hijo divino, es templo del Espíritu Santo, donde cada palabra y cada acontecimiento son conservados en la fe, en la esperanza y en la caridad (cf. Lc 2, 19.51).

Jesús encontró en su Madre María, tanto en la vida oculta en Nazaret como durante su vida pública, hasta el final de su vida en la cruz, el amor maternal y el hogar encendido, que lo acogía.

Esta vinculación de la Virgen María con la Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu, es un modelo para nuestra relación con la Trinidad.

2.- Concepción de la Virgen María

Celebramos hoy fiesta litúrgica de la Visitación de María a su prima Isabel. Después del anuncio del ángel y una vez que María comenzó a ser la Madre de Jesús, se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel (cf. Lc 1, 39-40).

            Hay una diligencia y prontitud de la Virgen María, para ayudar a su prima, que también está embarazada. Hay un doble embarazo motivado por una intervención especial de Dios. Por una parte, una mujer anciana y estéril; y por otra, una doncella virgen, no casada que concibe sin concurso de varón.

Hoy venimos a honrar a nuestra Madre, nuestra Patrona; y a dar gracias a Dios por la maravilla que la Trinidad ha obrado en María.

3.- María, la “Llena de gracia”, aporta gracia

La Llena de gracia desde su concepción va aportando alegría y gracia por donde pasa, porque está llena del Espíritu.

            «Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Y se llenó Isabel de Espíritu Santo» (Lc 1, 41). Las dos personas se transforman con la presencia del Hijo de Dios en el seno de María. La madre de Juan Bautista se llena del Espíritu y su hijo salta de alegría en el vientre materno.

            Podemos preguntarnos si nosotros aportamos alegría, o tal vez lo contrario. Le pedimos a la Virgen que nos ayude a ser portadores de Dios, de paz, de alegría, de comunión.

4.- Bienaventurada la que ha creído

            María ha sido bienaventurada porque ha creído. Isabel, levantando la voz, exclamó: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!» (Lc 1, 42). «Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá» (Lc 1, 45).

            ¡Ojalá nos pudieran decir a nosotros: “Bienaventurados porque creéis”! Los cristianos somos necesario en nuestra sociedad para que haya más paz, más humanidad, más fraternidad en nuestra sociedad. Nuestra presencia debe ser transformante y reconfortante desde la luz del Espíritu.

5.- “Magnificat” de la Virgen María

            En la escena de la Visitación María exclama en un himno de alabanza, que llamamos “Magnificat”.

María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador» (Lc 1, 46-47). Y va desgranando los motivos por los cuales alaba a Dios: «porque ha mirado la humildad de su esclava» (Lc 1, 48); «porque el Poderoso ha hecho obras grandes» (Lc 1, 49); porque «su misericordia llega a sus fieles» (Lc 1,50); porque «hace proezas con su brazo» (Lc 1, 51); porque «derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes» (Lc 1, 52); porque «a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos» (Lc 1, 53).

            ¿Cuáles son nuestros motivos de alabanza a Dios, unidos a los de María? Podríamos ahora repasar cada uno en nuestro interior los motivos de gloria a Dios. ¿Qué ha hecho el Señor en mí? ¿Qué transformación se ha realizado en mi por obra del Espíritu Santo?

            Hemos sido hechos hijos adoptivos de Dios por el bautismo. El Señor nos ha convertidos en cristianos. ¡Qué maravillas ha hecho Dios en ti? ¡Da gracias al Señor con la Virgen y proclama la alabanza a Dios con María! Este final de mayo es un buen momento para reconocer las obras de Dios en cada uno de nosotros.

6.- Fraternidad entre la Hermandad de la Victoria y la Agrupación de Cofradías.

Me alegro de la fraternidad entre dos hermanas. La hermana mayor se llama “Hermandad de Santa María de la Victoria” de Málaga; y la hermana menor “Agrupación de Cofradías de la Semana Santa de Málaga”. La Hermandad existía antes y se alegró del nacimiento de la Agrupación; y como no podía ser miembro de la Agrupación por no ser cofradía de pasión, se unió a ella fraternalmente para acompañarla. Esta fraternidad es hermosa y me encanta. Os doy la enhorabuena por haberlo hecho así.

Hoy, cien años después, la hermana pequeña (Agrupación), con motivo de su centenario, acompaña a la hermana mayor (Hermandad) en su fiesta de final de mayo. Es un gesto de fraternidad entre ambas hermandades, expresando vuestro amor filial a María: la Hija predilecta del Padre, la Madre del Señor y la Esposa del Espíritu Santo. ¡Gracias por este gesto y enhorabuena!

Pedimos a la Santísima Virgen María que, siguiendo su ejemplo, aprendamos a reconocer la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida, a escuchar sus inspiraciones y a seguirlas de manera dócil y gozosa. Amén.

 

 

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