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Matrimonio de Israel Catalá y Teresa Martínez (Parroquia de San Andrés-Valencia)

Publicado: 20/09/2014: 484

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la celebración del matrimonio de Israel Catalá y Teresa Martínez, en la parroquia de San Andrés-Valencia el 20 de septiembre de 2014.

MATRIMONIO DE ISRAEL CATALÁ Y TERESA MARTÍNEZ

(Parroquia de San Andrés-Valencia, 20 septiembre 2014)

 

Lecturas: Is 55, 6-11; Sal 126; Flp 4, 4-9; Jn 15, 7-17.

1.- Queridos Israel y Teresa, estamos celebrando vuestro matrimonio delante del Señor. Os habéis preparado y hoy ponéis en manos de Dios vuestras vidas, que Él va a unir en santo matrimonio.

Vais a formar un hogar. Si os parece podríamos reflexionar sobre la imagen de la casa, tomada de las lecturas que vosotros habéis elegido. Podemos ver cómo el Señor os invita a todos a construir la casa, la familia, el matrimonio; y a vosotros os invita de modo especial.

Veamos cuatro pilares. Los dos primeros se refieren a la parte delantera de la casa, para poder construir los dos siguientes. Cada pilar representa una actitud.

2.- El primer pilar de vuestra casa nos lo muestra el profeta Isaías que recibe la misión de ser el mensajero del consuelo para el pueblo desanimado del destierro. La primera actitud es buscar al Señor en todo momento.

El profeta anima a sus paisanos a buscar al Señor: «Buscad al Señor mientras se le encuentra, invocadlo mientras esté cerca» (Is 55, 6). Buscar al Señor es hacer caso de la palabra profética dirigida a su pueblo. En el corazón humano existe el deseo de encontrar a Dios; los cristianos podemos ayudar a tanta gente que busca a Dios. El papa Benedicto XVI decía que «en un mundo que considera con frecuencia a Dios como algo superfluo o extraño, confesamos con Pedro que sólo Él tiene “palabras de vida eterna” (Jn 6,68). No hay prioridad más grande que ésta: abrir de nuevo al hombre de hoy el acceso a Dios, al Dios que habla y nos comunica su amor para que tengamos vida abundante (cf. Jn 10,10)» (Verbum Domini, 2).

3.- Los esposos sois imagen del amor de Cristo a su Iglesia. Sois portadores del amor de Dios, a través de vuestro amor mutuo. Podéis ayudar a otros a buscar a Dios; pero debéis llevarles donde puedan encontrarlo; porque mucha gente busca a Dios equivocadamente donde no está o donde quiere buscar.

A Dios se le puede encontrar en el desierto y en cualquier circunstancia; sólo se exige la conversión hacia Él. Os animo a encontrar el amor divino a través del amor humano.

4.- El segundo soporte fuerte o pilar es considerar, como ha dicho el profeta, que Dios es transcendente. Los planes de Dios no son como los nuestros; sus planes, sus caminos, su voluntad distan infinitamente de nosotros.

Hemos escuchado las palabras del profeta Isaías: «Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos –oráculo del Señor–» (Is 55, 8).

La distancia entre la visión del hombre y la de Dios es abismal: «Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes que vuestros planes» (Is 55, 9).

5.- ¿En qué se diferencian los planes divinos y los humanos? Los planes y caminos del antiguo pueblo de Israel, a consecuencia de la grave situación en que se encontraba, son los de la duda, falta de fe, escasa confianza en sí mismos, en los otros.

Los planes y caminos humanos son de bajo vuelo; siempre andamos tropezando con la duda, el desconsuelo, la desesperación. Necesitamos la esperanza, la confianza, fiarnos de la palabra profética, fiarnos de Dios, fiarnos del otro, para que nuestro vuelo coja altura y evitemos el cansancio y el desmayo.

6.- En la era mesiánica se anuncia una renovación. Es la invitación a aceptar que Dios puede irrumpir en nuestra vida de una manera no esperada; así se nos ha dicho en la monición de entrada.

¡Dios os va a sorprender! ¡Dejaos sorprender de Dios! ¡Dejad que sus planes entren en vuestra vida! Y, a veces, quedaréis desconcertados. Pero gracias a esa novedad, vuestra vida quedará enriquecida. Probablemente tengáis hoy proyectos preciosos y hermosos, como todos los esposos cuando se casaron hace tres, cinco o cuarenta años; ellos podrían deciros que muchos de sus sueños no se han realizado, pero que Dios les ha sorprendido gratamente. ¡Dejaros sorprender!

7.- Los dos primeros pilares son de apertura a Dios. Los dos pilares que quedan son de construcción, para poner bien los fundamentos a vuestra casa.

El primero de ellos es la Palabra de Dios, que debéis aceptar en vuestra vida. Dios nos ama y nos lo dice a través de la Palabra escrita, a través de los profetas, a través de la Iglesia, a través del prójimo, del necesitado, del esposo, de la esposa, de los hijos, de los padres.

El profeta Isaías compara el efecto de la Palabra de Dios al que hace la lluvia al caer: «Como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo, y no vuelven allá, sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come» (Is 55, 10),

La Palabra de Dios, cuando es escuchada y asimilada por el oyente, transforma su corazón: «Así será la palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que cumplirá mi deseo y llevará a cabo mi encargo» (Is 55, 11).

8.- Estimados Terea e Israel, se os invita a escuchar la Palabra, a asimilarla, a meditarla, a hacerla vuestra y a dejar que os transforme por dentro.

La palabra profética siempre resonó en Israel, pero muchas veces su mensaje cayó en el vacío, porque el pueblo no quiso hacer caso; hacía oídos sordos a los profetas. No hagáis oídos sordos a las palabras que os lleguen desde Dios.

Muchos intentan sofocarla porque es molesta, pero nunca puede caer en saco roto. A la larga obtendrá el fruto apetecido, aunque no sepamos cuándo ni cómo.

Acolliu la Paraula de Déu que transforma els cors. Llegiu-la, mediteu-la, reseu-la, compartiu-la i feu que vaja penetrant dins com l’aigua que cau de la pluja, i que esponge el vostre cor encara que estiga endurit com un terròs, dur.

9.- Y el cuarto soporte es la invitación que nos hacen las lecturas de hoy de permanecer en el amor de Dios.

Hoy contraéis santo matrimonio, queridos esposos. Vuestro amor debe quedar fundado en el amor de Dios; de lo contrario, corréis el riesgo de que desaparezca. ¡Poned vuestras vidas en sus manos y fiaos de Él!

Podemos entresacar unos criterios de la Palabra, que hoy ha sido proclamada, para permanecer en el amor de Dios.

¿Cómo permanecer en el amor de Dios? De muchas maneras. Las lecturas nos dan unos flashes que quiero recordaros telegráficamente.

10.- En primer lugar, fiaros de Él. Lo hemos cantado en el Salmo: Si el Señor no construye la casa (cf. Sal 126), os quedáis sin casa. Si queréis construir un hogar cristiano ya sabéis por dónde debéis empezar.

En segundo lugar, vivir la alegría de la fe: «Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos» (Flp 4, 4), nos ha dicho san Pablo. Que no entre la tristeza en casa vuestra; y si entra, despachadla. Que vuelva la alegría. Y volver la alegría quiere decir volver al perdón mutuo, pues se produce la tristeza cuando hay tensión, problemas, encontronazos.

11.- Otro flash es orar en todo momento, como nos dice también san Pablo: «Nada os preocupe; sino que, en toda ocasión, en la oración y en la súplica, con acción de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios» (Flp 4, 6). Y, el Señor Jesús, nos dice: «Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará» (Jn 15, 7).

Se permanece también en Dios guardando sus mandamientos: «Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor» (Jn 15, 10).

A partir de ahí el Señor os dará el fruto que toca: «Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos» (Jn 15, 8).

12.- Y, finalmente, corresponded a la elección que Dios ha hecho de vosotros. Nadie está aquí por casualidad; estamos por providencia divina. No os casáis hoy por casualidad, ni os habéis encontrado por casualidad.

No olvidéis nunca que os ha elegido Dios: «No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé» (Jn 15, 16).

También se nos ha recordado en la monición de entrada que el Señor os dio la vida a través de vuestros padres; fuisteis bautizados aquí, en esta misma parroquia; el Señor os ha ido acompañando a través de toda vuestra vida; y Él mismo os lleva de su mano. Amén.

 

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