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Funeral del Rvdo. José Carretero (Casa de las Hermanitas de los Pobres-Málaga)

Publicado: 04/09/2014: 498

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en el funeral del Rvdo. José Carretero celebrado en la Casa de las Hermanitas de los Pobres de Málaga el 4 de septiembre de 2014.

FUNERAL DEL RVDO. JOSÉ CARRETERO RUIZ

(Casa Hermanitas de los Pobres-Málaga, 4 septiembre 2014)

 

Lecturas: 1Cor 3, 18-23; Sal 23; Lc 5, 1-11.

1.- Esta celebración eucarística quiere ser, en primer lugar, una acción de gracias a Dios por un hermano nuestro sacerdote. Agradezco la presencia aquí de nuestro querido D. Antonio Dorado, de tantos presbíteros representantes de nuestro Presbiterio; y de todos vosotros, los fieles, familiares, amistades, antiguos feligreses y otros que habéis gozado del ministerio de nuestro querido Pepe Carretero.

Gracias a Dios porque un sacerdote es un regalo para la Iglesia. Como se nos ha dicho en la semblanza, no solamente para la Iglesia de Málaga, ha sido también para otras Iglesias particulares donde ha trabajado, donde ha ejercido su ministerio.

Damos, pues, gracias a Dios por este gran regalo de una persona que Dios lo ha querido consagrar como sacerdote.

            En segundo lugar, pedimos al Señor su misericordia a favor de nuestro hermano. Por la debilidad humana, por el pecado que está metido en nuestro corazón como herencia del pecado original. Al Señor que es benigno le pedimos que también lo sea para él y para todos nosotros.

2.- Quisiera en tres palabras concentrar la reflexión. La primera es la pertenencia. En la Carta a los Corintios Pablo nos ha dicho "todo es vuestro", ha hecho una descripción de qué cosas, aunque no de una forma exhaustiva: «todo es vuestro, vosotros de Cristo y Cristo de Dios» (1Cor 3, 23). Saber vivir la pertenencia en la vida del cristiano es fundamental. Saber gozar de la sabiduría divina para saber encauzar y vivir en la propia vida cuál es el lugar de mi vida en relación con Dios.

Podemos tener la tentación de tener cosas, de la pertenencia de las cosas a nuestra voluntad. El Señor nos ha regalado la Creación y tantas cosas a nuestro servicio. Y podemos caer en la tentación de usar de esas cosas sólo para nuestro bien o para nuestros caprichos y deseos.

Pero no es de sabios cristianos el quedarse en esa pertenencia. La sabiduría que nos da la gracia de Dios, las tres virtudes teologales: la fe, la esperanza y el amor, que se nos regalan en el bautismo, nos ayudan a saborear y vislumbrar que no nos pertenecemos. Pertenecemos a Dios, pertenecemos a Cristo por el bautismo. Somos cristianos, hemos sido justificados, hemos sido marcados con el Espíritu de Jesús.

Nuestro hermano José ha sido marcado además con el Espíritu de Jesús para un ministerio sacerdotal, concreto, específico, sacramental. Él ha sido capaz de vivir esa pertenencia a Cristo llevando a las personas con las que se encontraba o que se le confiaron en los distintos ministerios llevándolas a Cristo.

Una tentación que tenemos todos los cristianos, y de un modo especial los sacerdotes, es llevar a los otros a mí, "que me quieran". Pero eso no es lo que hay que hacer. Nosotros hemos de invitar para que se encuentren con Cristo. La pertenencia es Cristo, la pertenencia es de Dios, no podemos retener a nada ni a nadie para nosotros. Lo tomamos y lo pasamos porque nosotros mismos no nos pertenecemos, pertenecemos a Cristo desde el momento del bautismo; y más aún, si hay un sacramento de consagración a Cristo, de configuración a Cristo es una vida de especial consagración. En eso también ha sido, como decía D. Juan que ha hecho la semblanza, una ayuda y un ejemplo para otros sacerdotes y fieles, esa actitud de saber a quién pertenezco y saber que las cosas me pertenecen en tanto en cuanto van después para dar gloria a Dios.

3.- La segunda palabra es la fidelidad a la misión encomendada. La fiabilidad, la confianza en Jesucristo. Cristo le pide a Pedro: rema mar adentro, fíate de mí, cree en mi palabra, sé fiel a lo que te pido (cf. Lc 5, 4). Y al final el resultado es una abundantísima pesca (cf. Lc 5, 6). A partir de esa confianza, Cristo le encarga la misión de pescar hombres (cf. Lc 5, 10b), la misión específica de evangelizar, de hacer que los otros pertenezcan a Cristo.

Nuestro hermano ha vivido en esa entrega diaria de fidelidad a las distintas misiones que los obispos le han encomendado a lo largo de su vida.

A nosotros en esta mañana, delante de sus restos mortales, el Señor también quiere que hagamos una profesión de confianza y de fe en Él. "Fiaos de mí, haced lo que os diga", nos dice el Señor. Nuestro compromiso bautismal, nuestro ministerio sacerdotal y nuestro trabajo laical van a ser más fecundo si nos fiamos del Señor, si ponemos nuestras fuerzas en las manos del Señor.

La pesca será abundante en la medida en que trabajemos con Él. La pesca será nula en la medida en que confiemos y lo hagamos con nuestras propias fuerzas y técnicas.

4.- Y la tercera palabra es la morada. El Salmo 23 nos ha hablado también de esa sabiduría que hace referencia a que el hombre, a lo largo del arco de la vida, va buscando moradas, atrios, ambientes, y lo va haciendo en la medida en que el Señor lo concede. Tenemos la misma tentación en estos tres puntos que cito: el de la pertenencia, el de la fiabilidad y la morada de quedarnos con nosotros, de quedarnos con lo inmediato. Es una tentación que todos tenemos y hemos pedido al Señor que nos conceda poder superarlo.

También tenemos la tentación de quedarnos donde estamos: "¡Qué bien que estoy aquí! ¡Qué no me cambien! ¡Qué me dejen toda la vida aquí! Como me quieren y les quiero, pues que no me cambien". Vamos buscando moradas con la tentación de quedarnos. Esto sirve tanto para los sacerdotes, para las religiosas, como para los laicos. Nos hacemos nuestro "hábitat" y nos molesta cuando el Señor nos desestabiliza.

Nuestra morada no está aquí en este mundo, aquí pasamos por distintos atrios, moradas y ambientes, pero no son definitivos. Hoy podemos decirlo claramente, la última morada de nuestro hermano José tampoco han sido las parroquias o los lugares donde ha estado, ni siquiera esta última morada de la Casa de las Hermanitas de los Pobres. Ahora sí que está en la morada definitiva, ahora sí. Y hacia ella es hacia donde nos dirigimos.

5.- Los tres puntos, pertenencia, fidelidad y morada, nos ayudan a situarnos ante el Señor. Podemos ser testigos ante nuestros paisanos que se creen que el mundo está aquí y que aquí termina todo, y que hay que sacarle el mejor jugo a este mundo. Pero la luz de la fe nos dice que no, que nuestra morada definitiva no está aquí, que hemos de no perder de vista hacia donde nos dirigimos para no estancarnos y para no aposentarnos donde estemos en cualquier momento del proceso de nuestra vida.

Le pedimos al Señor que nos ayude a vivir con ese desprendimiento, con esa sabiduría que nos da la fe y el amor de Dios, que nos dé su gracia para serle fieles a lo que nos pida, y que al final también nos acoja en las moradas eternas, que eso es lo que le pedimos en esta Eucaristía al Señor, a Dios Padre por medio de Jesucristo y en el don y gracia del Espíritu, por nuestro hermano Pepe Carretero. Que lo acojan en las moradas de Dios, en la eterna morada, en la paz definitiva, en la luz esplendente sin ocaso, en el gozo eterno.

Que sea esa nuestra oración hoy por nuestro hermano y también por cada uno de nosotros laicos, religiosos, sacerdotes, para que seamos fieles en este camino que nosotros aún seguimos. Él terminó, nosotros aún estamos en camino.

Que la Virgen María le acoja ahora y le acompañe de la mano ante el Padre celestial y que a nosotros siga acompañándonos también en este camino aún terreno de la vida temporal. Que así sea.

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