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Encuentro de Cofradías (Parroquia del Sagrado Corazón-Melilla)

Publicado: 04/12/2013: 269

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en el Encuentro de Cofradías (Parroquia del Sagrado Corazón de Melilla) celebrado el 1 de diciembre de 2013.

ENCUENTRO DE COFRADÍAS

(Parroquia del Sagrado Corazón - Melilla, 1 diciembre 2013)

 

Lecturas: Is 2,1-5; Sal 121; Rm 13,11-14; Mt 24,37-44.

(Domingo primero de Adviento - A)

1.- Hemos empezado el Adviento, una nueva etapa, un nuevo ciclo litúrgico que nos prepara para recibir al Señor. Los Padres de la Iglesia siempre han comentado las dos venidas de Jesús: la primera venida en el seno de la Virgen María haciéndose hombre, débil y muriendo en la cruz; la segunda venida, la del final de los tiempos en la que Jesús no vendrá en debilidad, sino en gloria, en poder y en triunfo. Y al final de la historia triunfará el amor.

El profeta Isaías, hoy en este primer domingo de Adviento, nos pone para que consideremos esa contraposición entre luz y tinieblas. Hemos encendido la primera vela de esta corona de Adviento. En la liturgia nuestra la luz tiene un significado muy especial, la luz significa a Cristo que ilumina al hombre, significa la luz de la fe, significa el amor de Dios.

Hay siempre en nuestro corazón, en la humanidad una especie de lucha entre tiniebla y luz. Como decía un profesor mío de metafísica, las tinieblas no pueden jamás enfrentarse con la luz. Y la prueba la podéis hacer físicamente: donde haya tiniebla, en un cuarto oscuro, en una cueva, encended cualquier luz, por pequeña que sea y la tiniebla desaparece. Mientras que, si salís a la calle y está el sol radiante, hay luz; donde está ese Sol, la tiniebla no tiene nada que hacer. Por tanto, no están al mismo nivel las tinieblas que la luz. No está al mismo nivel el amor que el egoísmo. La luz y el amor triunfan sobre la tiniebla y sobre el pecado. Y este es el quid que la liturgia quiere que saboreemos: Jesús vendrá de nuevo para imponer su luz, para que triunfe el amor y para que desaparezcan las tinieblas, los egoísmos, el pecado.

Esa es la esperanza que tiene el hombre. Las tinieblas pueden dominar en nuestra vida temporal pero no dominarán hasta el final de los tiempos. Y el triunfo de Jesucristo es cierto. Esa es la esperanza cristiana, que Jesús volverá con poder, gloria y majestad; y que triunfará sobre todo los enemigos, incluso sobre la muerte.

2.- El profeta Isaías nos anima y nos invita diciendo: «Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob. Él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas; porque de Sión saldrá la ley, la palabra del Señor de Jerusalén» (Is 2,3). Jesucristo muere y resucita en Jerusalén, de Él viene la salvación.

En este tiempo se nos invita a acercarnos a Cristo que es el santuario, el templo, a invocar que venga: ¡Ven, señor Jesús! Ese es el grito que debemos rezar en nuestro corazón. ¡Ven, señor Jesús! Danos tu luz, disipa nuestras tinieblas.

Y también nos invita el profeta a que caminemos a la luz del Señor, a la luz suya, y no a nuestra luz, y no a nuestra corta inteligencia, ni a nuestra pobre fe, que duda, que tiene problemas; sino que nos fiemos del Señor. «Casa de Jacob, venid; caminemos a la luz del Señor» (Is 2,5).

3.- Debemos fiarnos de Jesucristo porque es el centro del universo y de la historia. La encarnación del Hijo de Dios en la historia ha marcado una línea claramente divisoria en la historia anterior y la posterior. La humanidad está salvada, está ya salvada. ¡Estamos salvados! Falta sólo que nos apropiemos de esa salvación que Cristo ya nos ha traído.

Hemos de salir de las tinieblas y pasar a la luz, como dice san Pablo: «la noche está avanzada, el día está cerca: dejemos, pues, las obras de las tinieblas y pongámonos las armas de la luz» (Rm 13,12). Y continúa diciendo: «andemos como en pleno día, con dignidad» (Rm 13,13).

4.- «Revestíos más bien del Señor Jesucristo, y no deis pábulo a la carne siguiendo sus deseos» (Rm 13,14). Revestirse de Cristo es lo que nos ha hecho la Iglesia en el bautismo. Nuestro traje viejo, raído, roto y sucio por nuestro pecado, nos lo ha cambiado en un traje nuevo, blanco, radiante, hermoso, luminoso. Eso es lo que significa el velo o la capa blanca que en los bautizos ponemos a los recién bautizados o a los adultos en la Vigilia Pascual.

Revestirse de Cristo es intentar vivir, pensar, actuar como Cristo actuó. Y eso lo permite Él, porque nos reviste, nos trasforma a nosotros.

Queridos hermanos pidamos con insistencia al Señor que está cerca, tan cerca que está dentro de nosotros mismos, que llegue, que venga, que le dejemos penetrar en nuestra alma, que disipe las tinieblas de nuestro espíritu, que nos ilumine con su luz, que nos de su alegría y su paz, que es lo que recibimos cuando estamos con Él.

5.- Adviento es un tiempo de preparación. Hemos escuchado una frase que a veces es un poco complicada de entender: «dos hombres estarán en el campo, a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo, a una se la llevarán y a otra la dejarán» (Mt 24, 40-41). Las palabras del Señor, a veces, parecen enigmáticas, esto es más complicado que un acertijo.

Vamos a ayudarnos de un gran creyente y de un gran santo, de un gran teólogo, para entender esto que el Evangelio de san Mateo nos ha dicho. Y recurrimos a San Agustín, que comentando este Evangelio dice: “Las dos mujeres que se hallan en el molino simbolizan al pueblo. ¿Por qué se dice que están moliendo? Porque, encadenadas al mundo, están como retenidas por la piedra del molino en el afán por las cosas temporales. También una de ellas será tomada y otra dejada. ¿Cuál de ellas será tomada? La que obra bien y atiende a las necesidades de los siervos de Dios y a la indigencia de los pobres; la que es fiel en la alabanza, se mantiene firme en el gozo de la esperanza, se entrega de lleno a Dios, a nadie desea mal y ama cuanto puede no sólo a los amigos, sino también a los enemigos; quien no conoce a otra mujer fuera de la suya ni a otro varón fuera de su marido: ésta es la mujer que será tomada de las que estaban en el molino. La que no se comporte de esta manera será dejada”.

6.- Una buena explicación que podríamos aplicárnosla a nosotros. Si viniera hoy el Señor, ¿nos tomaría o nos dejaría atado a la rueda del molino empujando la piedra? Que cada uno se conteste.

Todos desearíamos que nos tomara y que nos llevara, porque los ojos están mirando a los bienes celestiales y porque amamos al hermano con Él, pero corremos el riesgo de estar demasiados atados a la rueda del molino y a los bienes, a las cosas de aquí.

Adviento nos pide una cierta renuncia a lo que tanto nos apegamos.

El evangelista Mateo nos dice: «estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor» (Mt 24,42). Y no sabemos si nos tomará o nos dejará si no vivimos como Él nos está invitando a hacerlo.

«Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre» (Mt 24,44).

7.- Como en esta Eucaristía estáis presente un buen grupo de representantes de Hermandades y Cofradías quiero tener una palabra para vosotros, invitándoos a vivir desde esta perspectiva que la liturgia de Adviento nos invita. Y también, animar a los demás hermanos de nuestras cofradías, hermandades o asociaciones a que vivan desde este espíritu del Adviento, como lo vivió la Virgen María, en la espera de Jesús, en la venida del Señor resucitado y glorioso.

No conviene que nos apeguemos y que nos aferremos a la rueda del molino, ni siquiera de las cosas que consideramos tan importantes, de las cosas que nos hemos inventado en la hermandad; ni siquiera de las fiestas que nos inventamos, ni de los estatutos, de las costumbres, ni de los hábitos, ni de las tradiciones. A lo mejor estoy pidiendo demasiado, pero es bueno que sepamos despegar. Las cosas nuestras sirven en tanto en cuanto nos ayudan a unirnos al Señor y a esperar su venida, y hacer que reine y viva en nosotros, y entre nosotros. Si esas cosas no sirven, como decía Pablo, «nada de riñas, de rencillas, de rencores y envidias» (cf. Rm 13,13). Si eso sirve para crear tensión entre los hermanos es mejor prescindir, vayamos a lo esencial. Si no nos ayuda a vivir la fe hemos de cambiar de mentalidad.

8.- En este tiempo de Adviento os invito a que tengamos un tiempo más amplio de lectura orante de la Palabra de Dios. Tendríamos que leer y dedicar un poco más de tiempo a estas lecturas preciosas del Adviento que la liturgia nos ofrece, sobre todo las del profeta Isaías. Los textos que nos relatan la espera de Israel de la llega del Mesías. Algunos esperaban un Mesías que no fue el que vino, un Mesías liberador del yugo romano, un Mesías político… otra imagen que no coincidía con lo que Cristo era.

Ahora nosotros sí sabemos quién es Jesucristo, porque nos lo ha revelado Él. Ahora sí que podemos esperar ese Mesías tal cual Él se nos ha manifestado a nosotros. Ahora sí que podemos desterrar de nuestra mente ciertas imágenes de Dios o de Cristo que no coinciden con lo que Él es.

9.- Vamos a pedirle al Señor que nos ayude a todos a vivir mejor el Adviento, a prepararnos con mayor gozo, alegría y profundidad la próxima fiesta navideña. Cristo ya vino en el tiempo. Cristo ya entró en la historia. Ahora nos preparamos rememorando la primera venida a la segunda venida. Nos preparamos a la segunda venida, a la triunfante, a la definitiva, a la mejor. Para eso, si hay que soltar las manos de la rueda del molino, si hay que dejar el molino y ciertas cosas a las que estamos apegados, se dejan. Porque cuando marchemos al encuentro del Señor, nadie se llevará la rueda del molino; en primer lugar, porque pesa mucho, y, en segundo lugar, porque aquí se queda todo, menos las buenas obras, menos el amor, menos la luz de Cristo, eso va con nosotros.

Pedimos a la Virgen, nuestra Patrona, Santa María de la Victoria, con los distintos títulos que cada hermandad le dais a vuestros titulares, que nos ayude a vivir con alegría y profundidad este Adviento que hoy comenzamos. Que así sea.

 

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