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Confirmaciones en la parroquia de Cristo Resucitado (Torremolinos)

Publicado: 16/11/2013: 428

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en las Confirmaciones en la parroquia de Cristo Resucitado, en Torremolinos, el 16 de noviembre de 2013.

CONFIRMACIONES

EN LA PARROQUIA DE CRISTO RESUCITADO

(Torremolinos, 16 noviembre 2013)

 

Lecturas: Mal 3,19-20ª; Sal 97; 2 Tes 3,7-12; Lc 21,5-19.

(Domingo Ordinario XXXIII – C)

1.- Hace unos veinticinco años se construyó este templo. Hoy damos gracias a Dios, porque nos ha regalado tener este lugar sagrado dedicado a Él, al culto, como signo y como símbolo de unidad de la comunidad cristiana de esta parroquia de Cristo Resucitado.

El famoso templo de Jerusalén era bellísimo, con piedras, con maderas preciosas, con oro; Jesús dijo a los judíos: «Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida» (Lc 21,6). Y, efectivamente, en torno al año 70 el templo quedó destruido; aún no ha sido reconstruido y han pasado dos mil años. Los que habéis ido a Palestina podéis haber contemplado la escalonada del templo, el muro que llaman «De las lamentaciones»; pero que es un muro, ni siquiera la muralla alta, es un muro que estaba al pie del suelo, solo que por la parte lateral aún se pueden contemplar esas piedras.

2.- Es importante tener un templo dedicado a Dios y en él celebramos los sacramentos, nos reunimos, adoramos al Señor. Es bonito tener un hermoso templo. Pero es muy importante, además del templo de la comunidad, el que cada persona somos templos del Espíritu. Y esta tarde, este buen grupo vais a recibir el don del Espíritu que va a inhabitar dentro de vosotros. Sed hermosos templos del Espíritu. Acoged al Espíritu y dejad que os transforme por dentro. Preparadle una digna morada al Señor. El Señor está en la Eucaristía, está en su Palabra. Hoy quiere estar con vosotros de una manera especial a través del don del Espíritu. Os va a regalar ese don que se concreta en otros dones, llamados: sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza, valor, ciencia…

Al final del Evangelio el Señor hace una referencia al futuro, a los días que vendrán, a lo que tendrá que sufrir la Humanidad y los cristianos: persecuciones, terremotos, guerras, pestes, desastres naturales, otros desastres provocados por el mismo hombre… pero dice el Señor que eso no será el final. De hecho, de vez en cuando lo estamos viviendo, hace pocos días hemos oído la noticia de todo un tifón que ha asolado de una manera desastrosa la zona de Filipinas, eso es un desastre natural. Pero otros desastres los hacemos nosotros. Nos cargamos la Naturaleza por aprovecharnos de manera exagerada de ella, y eso no es bueno.

El Señor nos ha regalado la Naturaleza para que la disfrutemos respetándola y cuidándola. El Señor nos ha regalado nuestro cuerpo para que lo disfrutemos y lo gocemos respetándolo y cuidándolo, para que no lo destrocemos con los caprichos. Y nos lo ha dado a la persona como sede del Espíritu Santo.

3.- Os invito a los que vais a ser confirmados a que abráis vuestro corazón para que penetre dentro el Espíritu.

La primera lectura del libro del profeta de Malaquías, leyendo este texto para meditarlo, me ha llenado, me ha admirado cómo describe Malaquías lo que va a ocurrir el Día del Señor, que no será el día de los desastres o de las guerras, o de los terremotos, o de los tifones, sino el último día. ¿Qué ocurrirá al final de los tiempos? ¿Cómo nos encontrará el Señor a cada uno de nosotros? Malaquías pone el ejemplo que va muy bien al tema del Espíritu: «ese día será como un fuego que quemará y destruirá» (cf. Ml 3,19).

¿Cuáles son los elementos que el fuego quema y destruye? ¿El fuego destruye el oro? El fuego no destruye el oro, lo licua. ¿El fuego destruye la madera, la paja, lo que no vale? (Responden los confirmandos: sí). Pero el fuego no quema el oro, lo que hace es purificarlo. Cogemos el oro, aunque sea de pocos quilates, aunque tenga elementos brutos, que no sirven, mezclado con carbón, con barro, con tierra y lo metemos en el fuego. De eso, ¿qué desaparecerá? La ganga, lo que no vale. Quedará el oro más purificado, más aquilatado. No es lo mismo un oro de pocos quilates que de muchos quilates, así lo aseguran los técnicos.

4.- Ahora vamos a suponer que el Espíritu Santo a todos nosotros, en el día del juicio final, nos van a poner a fuego. Ya sabéis que el día de Pentecostés está descrito como que unas lenguas como de fuego se posaron sobre los Apóstoles y quedaron llenos del Espíritu Santo. ¿Recordáis ese pasaje? Estaban en el cenáculo, con María, vino el Espíritu Santo y se posó en formas de lenguas de fuego (cf. Hch 2, 1-4). ¿Qué hizo el Espíritu simbolizado en forma de fuego con los discípulos? Estaban encerrados por miedo a los judíos y cuando recibieron el Espíritu, ¿qué hicieron? Salieron fuera, valientes a ser testigos, a proclamar que Cristo había resucitado.

Imaginad que esta tarde vais a recibir el Espíritu Santo en formas de lenguas de fuegos, pero no que se posen en las cabezas, sino fuego que penetre dentro de vosotros. ¿Qué es lo que quemaríais? Si un fuego del Espíritu penetrara dentro de vosotros, ¿qué es lo que quemaríais en vosotros? ¿Qué es lo que quema el fuego en ese oro que está sucio de madera, de paja, de ganga? ¿Qué es lo quema? ¿Qué es lo que quemaría en vuestros corazones? Lo que no vale, la ganga, los egoísmos, el pecado, las faltas de amor, eso es lo que debe de quemar. Pero, ¿qué es lo que purificaría? ¿Qué es lo que no quemaría ese fuego del Espíritu? ¿Qué es lo que permanecerá hasta el final de los tiempos? Permanecerá el amor. Los actos de amor que hayamos hecho eso no se quemarán nunca. La fe desaparecerá cuando estemos delante del Señor, la esperanza en la otra vida también desaparecerá, pues ya estaremos en la vida prometida. Y, ¿qué dice san Juan? ¿Qué es lo que permanecerá? El amor.

Así que, confirmandos: ¿estáis dispuestos a ser fogueados por el Espíritu esta tarde? (Respuestas de los confirmandos: sí). Eso quiere decir que estáis dispuestos a que queme lo que no vale. Estáis dispuestos a dejar los egoísmos y el pecado, lo que se opone al amor. Y estáis dispuestos a vivir el amor del Señor.

5.- Vamos a pedirle al Señor que os envíe su Espíritu, que os ilumine, que os penetre, que os transforme. Y eso ocurrirá también al final de nuestra vida. El fuego del Señor quemará todo lo que no vale y quedará purificado el amor.

En ese caso ya uno será un fuego que destruya o que aquilate o que purifica; sino, como dice el profeta Malaquías: para el malvado, para el que se porta mal será un fuego que destruye. ¿Por qué? Porque no tienen peso. Pero para el que viva con amor y viva como Cristo nos pide lo que hará será iluminar esa vida (cf. Ml 3, 19-20).

Eso es lo que pedimos esta tarde por los confirmandos. Que la fuerza del Espíritu, en negativo, quite lo que estorba para ser discípulo del Señor y lo purifique; y, en positivo, al mismo tiempo, lo aquilate e ilumine lo que vale. A ver si sois cristianos que valen, que pesan, que tenéis pesos específicos, no sea que venga el fuego del Espíritu y desaparezcáis.

6.- Volviendo al ejemplo del templo, sois templos del Espíritu, somos todos los bautizados templos del Espíritu. De la misma manera que construisteis este templo hace veinticinco años, hoy se nos ha dicho en la monición de entrada es el Día de la Iglesia Diocesana. En este día queremos tomar conciencia que hay muchas comunidades cristianas en la Diócesis que también, como vosotros hace veinticinco años, necesitasteis un templo. Hay comunidades que no tienen templo o que se está cayendo, o que está en ruinas, o que le falta rehabilitarlo.

El Día de la Iglesia Diocesana está pensado para que tomemos conciencia de que somos una gran familia y, entre todos, subvenimos a las necesidades de todos. El que puede aportar más aporta más y el que no tiene más aporta lo poco que pueda tener, con tal de que todos puedan disponer de un hermoso templo, como disponéis vosotros. Hay comunidades que son nuevas y no tienen templo aún, y hay otras que necesitan reparar sus templos actuales.

Apelo a vuestra generosidad y a vuestra toma de conciencia de que la Iglesia diocesana es una gran familia, donde cada parroquia no es un reino de taifas, que cada parroquia no puede administrarse los bienes propios mientras que haya otras comunidades que estén necesitadas, y que siempre lo están. Lo mismo que hacemos con las necesidades desde Cáritas, que es la Iglesia que atiende a las necesidades gracias a la colaboración y a la aportación de unos que pasa a otros en la Iglesia diocesana, las necesidades de toda la Iglesia deben ser compartidas por todos.

7.- Quiero animaros, por tanto, a que sigáis colaborando y colaboréis cada día más en el fondo común diocesano. Porque gracias a la aportación de todos a un fondo, de ese fondo se pueden utilizar los recursos para las necesidades que haya en toda la Diócesis. Y, después, como diócesis de Málaga colaboramos con otras diócesis necesitadas. Porque como Diócesis aportamos unas cantidades al papa, a la Santa Sede, para que él pueda ayudar a otras diócesis más pobres en otros países más necesitados. Formamos una gran familia y conviene que lo tengamos presente.

Vamos a continuar la celebración y vamos a pedir, de un modo especial, por los confirmandos, para que el Espíritu del Señor os transforme; pero, tenéis que dejaros, no pongáis resistencia. Haremos unos gestos como la imposición de manos. Impondré mis manos sobre vuestra cabeza y os iré ungiendo con óleo consagrado. Antes haremos una oración con una imposición general para pedir que descienda el Espíritu sobre vosotros.

Le pedimos a la Virgen que se llenó del Espíritu, que fue un gran templo hermosísimo del Espíritu Santo, que nos ayude a ser templos del Espíritu. Que así sea.

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