DiócesisHomilías

Décimo aniversario de la Beatificación de José Nepomuceno Zegrí (Catedral-Málaga)

Publicado: 09/11/2013: 291

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en el Décimo aniversario de la Beatificación de José Nepomuceno Zegrí, celebrado en la Catedral de Málaga el 9 de noviembre de 2013.

DÉCIMO ANIVERSARIO

DE LA BEATIFICACIÓN DE JOSÉ-NEPOMUCENO ZEGRÍ

(Catedral-Málaga, 9 noviembre 2013)

 

Lecturas: 2 Tm 1,8-14; Sal 22; Jn 12,24-26.

1.- Venimos hoy a dar gracias a Dios, a los diez años de la Beatificación del que fue presbítero malagueño y fundador de las Hermanas Mercedarias de la Caridad, Juan-Nepomuceno Zegrí y Moreno. Como nos han recordado en la monición de entrada, el día 9 de noviembre de 2003 tuvo lugar este acontecimiento en la plaza de san Pedro del Vaticano.

El papa Juan Pablo II, en nombre de la Iglesia, reconoció la santidad y la vida entregada del P. Zegrí, como un modelo de creyente al servicio de Jesucristo y de su Iglesia, cuyo lema había sido siempre: Todo para el bien de la humanidad, en Dios, por Dios y para Dios.

Sus hijas, las Hermanas Mercedarias, intentáis vivir este lema espiritual y el carisma fundacional, a lo largo de los más de cien años de presencia eclesial.

La Beatificación de vuestro Fundador ha sido, ciertamente, un tiempo de gracia, un “kairós”, que debéis aprovechar, para renovar vuestra congregación y vuestra entrega diaria a los hermanos necesitados.

2.- Juan-Nepomuceno nació en Granada en 1831, hijo de una familia de raigambre cristiana, donde recibió una esmerada educación, que fue determinante para su vocación sacerdotal.

Ordenado sacerdote en 1855, inició su trayectoria pastoral, prosiguiendo sus estudios, que culminaron con la obtención de varios títulos (doctor en teología, licenciado en derecho civil y canónico, y bachiller en filosofía y letras). Esta gran preparación intelectual le capacitó para la docencia y para la predicación. Sus magníficas dotes de oratoria quedaron plasmadas en los numerosos sermones, que brotaban de su oración y llegaban al corazón de las personas.

El P. Zegrí, como dice la carta a Timoteo, que ha sido proclamada, fue «constituido heraldo, apóstol y maestro» del Evangelio (2 Tm 1,11), fiándose del Señor y velando por el depósito de la fe (cf. 2 Tm 1,12).

Su finura humana y espiritual, y su estilo humilde, misericordioso y lleno de dulzura, suscitaban gran estima hacia su persona. Su proyecto de vida, escrito por él mismo era: «Curar todas las llagas, remediar todos los males, calmar todos los pesares, desterrar todas las necesidades, enjugar todas las lágrimas; no dejar, si posible fuera en todo el mundo, un solo ser abandonado, afligido, desamparado, sin educación religiosa y sin recursos». Un programa de vida para el que se requiere bastante empeño; si sus Hijas queréis seguirlo, ya tenéis tarea.

3.- En 1869 fue destinado a la diócesis de Málaga como vicario general, canónigo de esta catedral y visitador de religiosas. La providencia lo puso al frente de la casa de la misericordia de Santa María Magdalena y San Carlos. Con un espíritu sensible a las necesidades y al sufrimiento ajeno, como él tenía, pudo acrecentar el anhelo de servicio, que después heredaríais sus Hijas, desde el inicio de la fundación, en 1878, que él quiso asociar a la orden mercedaria.

Fijada la sede de Granada, como origen de la casa general y noviciado en 1880, quedó claro, según el Fundador, el objetivo de la congregación: “Ejercer todas las obras de misericordia espiritual y corporal en la persona de los pobres”.

Él fue llamado, como dice san Pablo, a vivir una vocación santa, según designio y gracia de Cristo Jesús (cf. 2 Tm 1,9). No fue un deseo personal de protagonismo el suyo, ni la voluntad propia de querer a toda costa hacerse célebre, fundando una congregación. Sino que fue llamado por Dios, para llevar adelante una obra de misericordia, que perduraría a través de los siglos.

Vosotras, queridas Hermanas Mercedarias, que habéis heredado esa misión y ese carisma, proseguid el camino iniciado por vuestro Fundador, siendo fieles a la llamada del Señor, que hoy os hace a la vista de tantas necesidades, de tantas pobrezas, espirituales y materiales, de tantas cadenas que atan a los hombres y cuya liberación esperan.

4.- Desde el inicio de la obra apostólica, iniciada por el P. Zegrí, aparecieron las insidias del diablo, dividiendo a las hermanas y llegando a acusar al Fundador con graves calumnias, en 1888. A esto se unieron otras ambiciones turbias, instigadas por algunos eclesiásticos, de tal manera que el P. Zegrí fue destituido de su misión al frente de la congregación como Fundador.

La lectura bíblica de hoy nos recordaba una exhortación del apóstol san Pablo: «No te avergüences del testimonio de nuestro Señor ni de mí, su prisionero; antes bien, toma parte en los padecimientos por el Evangelio, según la fuerza de Dios» (2 Tm 1,8).

Vuestro Fundador tomó parte en los difíciles trabajos del Evangelio y tuvo que aceptar los sufrimientos, que le acarreaba dicha misión. No se avergonzó de Jesucristo, sino que dio testimonio constante de la misericordia y del amor de Dios por los pobres y necesitados.

5.- En 1901 el Fundador, apartado de sus funciones, conoció la aprobación de la obra, que tantos sufrimientos le había causado; y murió en 1905. Su vida había sido un sufrimiento y un lento morir por Cristo, aceptando ser trigo fecundo, que muere para dar fruto, como hemos escuchado en el Evangelio de hoy: «En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto» (Jn 12,24).

Dos décadas después de su muerte, sus Hijas repararon el error cometido en vida del Fundador y rescataron la verdadera historia. El papa Juan Pablo II lo beatificó en el año 2003.

Juan Nepomuceno vivió la enseñanza de Jesús: «El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna» (Jn 12,25). Supo perder en este mundo la vida temporal y los honores, para encontrar la vida eterna en el cielo.

Su ejemplo nos debe ayudar a responder con fidelidad, alegría y prontitud a la llamada del Señor. ¡No guardemos en el zurrón de nuestra vida los proyectos y deseos propios! Más bien ofrezcamos nuestra vida al servicio de los demás, sin reservarnos nada, como el Señor nos pide.

6.- Queridas Hermanas Mercedarias de la Caridad, tenéis como modelo de discipulado a la Virgen María, bajo la advocación de Nuestra Señora, Madre de la Merced.

Sois conscientes, como dice el apóstol san Pablo, de que lleváis un tesoro «en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros» (2 Co 4,7). ¡Sed, pues, instrumentos dóciles del Espíritu, para dejaros transformar por su gracia y para que él actúe a través de vuestra vida y de vuestro testimonio!

La Iglesia de Málaga os agradece vuestra presencia durante todos estos largos años, y vuestra entrega diaria y callada. Damos gracias a Dios por el carisma fundacional, que otorgó al Beato Juan-Nepomuceno, y que vosotras seguís haciendo presente en nuestra Diócesis y en la Iglesia.

Pedimos hoy por todas las Hermanas de la Congregación de Mercedarias de la Caridad, para que estéis dispuestas a inmolaros mediante la caridad, que libera el mundo, en el seguimiento de Jesucristo.

Y suplicamos la intercesión de la Virgen María, Madre de la Merced, y la protección del beato Juan-Nepomuceno Zegrí, que tanta devoción profesaba a la Virgen. Amén.

 

Más artículos de: Homilías
Compartir artículo