DiócesisHomilías

Eucaristía con los seminaristas (Seminario-Málaga)

Publicado: 14/10/2013: 202

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la Eucaristía con los seminaristas celebrada en el Seminario de Málaga el 14 de octubre de 2013.

EUCARISTÍA CON LOS SEMINARISTAS

(Seminario-Málaga, 14 octubre 2013)

 

Lecturas: Rom 1, 1-7; Sal 97; Lc 11, 29-32.

1.- El Señor nos convoca esta tarde para que nos pongamos en sintonía con Él. Y el mejor ejemplo que tenemos es la sintonía que Jesús tuvo con su Padre. Él estaba siempre a la escucha del Padre para hacer su voluntad.

Dos hermanos nuestros se preparan para dar una respuesta definitiva en su vida de entregarse al Señor en el ministerio diaconal. Es una respuesta a una llamada que Dios les ha hecho. Supongo que también os ha hecho a cada uno de vosotros.

Según hemos escuchado en el texto de la carta a los Romanos, Pablo se siente llamado y enviado por Dios; llamado y enviado. Es decir, apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios. Que nadie quiera ser apóstol si no es enviado; la palabra griega apóstol significa “enviado”. Uno no puede enviarse a sí mismo.

2.- La vocación es una respuesta a una llamada previa. Si el Señor os llama, la respuesta debe ser: “aquí estoy”. Pero uno no se envía a mí mismo; nadie puede empeñarse en ser sacerdote. Somos llamados por Dios, a través de la mediación de la Iglesia.

San Pablo habla de llevar la fe a la gente. Él es apóstol de Cristo por voluntad de Dios, llamado para llevar a otros a la vivencia de la fe (cf. Rom 1, 1-5). Este texto de Pablo está en la base de la carta apostólica del papa Benedicto XVI Porta fidei (11 octubre 2011). El Papa nos dijo qué es la puerta de la fe, recordando que la que se atraviesa en el bautismo, la que inicia en la vida del hombre y la que no termina hasta la vida eterna.

¿Qué misión tienen los enviados por Dios? Ayudar al acceso de la fe, acompañar a nuestros coetáneos a que atraviesen la puerta de la fe, llevarles a la fe. No llevarles hacia nuestras personas, sino llevarles a la fe en el Dios vivo.

3.- Esta es la misión que recibiréis como enviados de la Iglesia: llevar a la gente a la puerta de la fe; llevarla a Jesucristo. Es una tarea preciosa a la que nosotros, los ya ordenados, nos ha enviado, nos ha consagrado y nos ha capacitado (cf. 1 Tim 1,12). Y a vosotros también el Señor os hará capaces a través de la ordenación, mediante el don sacramental.

El resto de seminaristas preparaos para ser enviados; no para auto-enviaros, sino para llevar a vuestros contemporáneos al encuentro personal con Jesucristo. Todos nosotros hemos sido acompañados a esta Puerta de la fe, por nuestros padres, nuestros catequistas, nuestros superiores… Tanta gente que ha colaborado para que vivamos el encuentro personal con Jesucristo.

Este es un momento de dar gracias; no tanto de ufanarse ni de pensar que valemos mucho y por eso el Señor nos ha elegido. El Señor, más bien, suele servirse de instrumentos débiles y sencillos; y no precisamente de los mejores humanamente hablando.

4.- Demos gracias a Dios, porque nos llama, queridos seminaristas. Juan Carlos ha creído conveniente esperar a que pase su situación de enfermedad, para tener mayor tranquilidad y calma. El Señor es quien nos regala la vida y nos marca el ritmo. Los tiempos del Señor no son los nuestros.

Por eso no quiero excluirte de esta reflexión de hoy, pues bien podrías estar al lado de Francisco-José y de Francisco, como candidato para el próximo sábado. Hay que dejar al Señor en su ritmo y escucharle cada día. Dios irá diciendo.

Estamos todos implicados en la misma tarea, en la misma llamada hacia el apostolado para ayudar a la experiencia y don de la fe.

Me hubiera gustado contrastar el texto griego de la carta a los Romanos y combinarlo con el texto de Benedicto, con la Porta fidei, porque es muy rico; creo que los curas debemos meditarlo más; pero valga esa referencia que he hecho.

5.- Jonás es signo de Cristo y también del gran sacramento que es la Iglesia. Del mismo modo que Jonás es signo de lo que Dios quiere y de la conversión de un pueblo. Jonás es un enviado a Nínive para que se convierta, para que vuelva a Dios, para que se encuentre de nuevo con el Señor. Y los sacerdotes, y vosotros a partir de la ordenación, vais a ser signos.

El Señor os pone como signo y referencia de que hay transcendencia, de que el mundo no es sólo de tejas para abajo. Cuando nos ven, cuando nos contemplan, cuando actuamos en el nombre del Señor, cuando explicamos la Palabra, cuando vamos incluso con el porte de consagrados, la gente lo ve como un signo de que existe algo más que ésta vida. Cuando ven a un religioso, a una religiosa o a un sacerdote la gente, aunque no digan nada, ya les interpela, les lleva a la idea de transcendencia y de vida eterna.

Si el Señor nos llama a ser signo, hemos de ser signos lo más transparentes posible. Cuanto más en sintonía estemos con el Señor mayor signo transparente seremos de lo que Él quiere, de su voluntad salvífica universal, de la conversión del hombre.

6.- Jonás tuvo momentos en los que no era signo, mejor era un contrasigno. Cuando se embarca y huye de su misión se arma una gran tempestad, hasta que los mismos compañeros le pidieron que le dijeran quién era.

Cuando Jonás se aclaró y aceptó su realidad de signo es cuando la tempestad calmó. Y él prosiguió hasta el destino que Dios quería.

Así que cuando haya tormentas o seamos menos signo pensemos que hemos de aceptar que somos signos; y cuanto mejor aceptemos mayor claridad daremos a nuestra misión.

7.- Seguimos dando gracias al Señor por los dos candidatos al diaconado, por todos vosotros y pidiéndole al Señor que nos ayude a ser apóstoles que ayuden a otros a encontrarse con Cristo, que lo lleven a la puerta de la fe; y a ser signos visibles del misterio de Dios entre los hombres.

Que la Virgen Santísima, que siempre está presente en nuestra vida, nos acompañe y nos ayude, sobretodo, en los momentos de mayor dificultad, aunque Ella está siempre junto a nosotros. Acudamos a Ella en estas consideraciones y en la misión que el Señor nos encomienda. Que así sea.

Más artículos de: Homilías
Compartir artículo