DiócesisHomilías

75 aniversario de la Hermandad de Jesús Nazareno (Almogía)

Publicado: 06/10/2013: 260

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en el 75 aniversario de la Hermandad de Jesús Nazareno (Almogía) celebrado el 6 de octubre de 2013.

75 ANIVERSARIO DE LA HERMANDAD DE JESÚS NAZARENO

(Almogía, 6 octubre 2013)

 

Lecturas: Hab 1, 2-3; 2, 2-4; Sal 94; 2 Tm 1, 6-8.13-14; Lc 17, 5-10.

1.- La liturgia de estos días nos ofrece las llamadas «témporas» de octubre, que tienen su origen en los pueblos agrícolas o que han vivido, imagino como Almogía, al menos antiguamente, el final de la recolección de la cosecha, al terminar el verano. Es una fiesta religiosa que nace en un ambiente rural y la Iglesia la consagra bajo tres aspectos. En realidad, todo nos viene del Señor, todo lo que recibimos es del Señor, empezando por la vida. ¿Quién estaría ahora aquí si el Señor no nos hubiera regalado la vida a través de nuestros padres? O, ¿quién podría estar aquí, habiendo vivido, si el Señor nos hubiera llamado junto a sí? ¿Somos dueños de nuestra vida? Lo que somos y tenemos, ¿a quién se lo debemos? Al Señor.

La Iglesia nos invita a celebrar estos días desde esta triple actitud: primera, de penitencia y reconciliación. Somos pecadores. Hemos de reconocer que nuestra libertad no siempre está orientada hacia el bien, hacia la voluntad de Dios. Darse cuenta de esto, nos ayuda a situarnos realmente ante el Señor. Por tanto, primera actitud: de petición de perdón a Jesucristo, a Jesús Nazareno, tal y como hemos pedido perdón al comienzo de la Eucaristía. Es una actitud de que soy pecador y Cristo me ha perdonado con gran amor.

2.- La segunda actitud es de acción de gracias. Una acción de gracias que debe brotar porque lo debemos todo a Dios, todo: la vida, los avatares, la salud, la enfermedad; todo está previsto. No es que Dios nos castigue, ni por ser buenos, ni por ser malos. El ser humano después del pecado de Adán, de nuestros primeros padres, ha quedado tocado en su situación: su salud está mermada, su vida en la tierra está llena de sufrimiento, de dolor, de penalidad; esa es la condición pecadora del hombre. Pero así tenemos que dar gracias a Dios por todo lo que Él nos concede. Cierto que trabajamos y obtenemos bienes, pero porque Dios nos lo permite.

Hemos de estar agradecidos a Dios por su providencia amorosa, aun cuando no entendamos su voluntad, que nos parece que está, a veces, en oposición a nuestros deseos. En la sabiduría popular ha quedado cristalizada esta actitud en el proverbio: «Es de bien nacidos, ser agradecidos».

Y hoy venimos a los pies de Jesús Nazareno a darle gracias por tantas cosas. No sólo por la institución o creación de la Hermandad, no sólo por el setenta y cinco aniversario de la bendición de la imagen; fundamentalmente hoy por esto, pero no sólo. ¡Cuántas cosas han pasado en estos setenta y cinco años de vida cofrade de vuestra Hermandad, de ilusiones, de gozos, de acciones realizadas, de proyectos que han ido adelante, de proyectos que tenéis, porque el Señor os ha inspirado!

3.- Y finalmente, la tercera actitud en estos días es de petición. Hemos dicho: pedir perdón, dar gracias, y tercera, petición de bienes; porque seguimos en nuestra debilidad y en nuestra pobreza, y necesitamos pedir el auxilio de Dios, para que siga bendiciéndonos.

Le agradecemos los bienes recibidos y le pedimos que continúe bendiciéndonos, que continúe dándonos lo que más necesitamos. Estas «témporas», llamadas así litúrgicamente, quedan encuadradas en la fiesta que Almogía celebra a su Titular Jesús de Nazaret, el Nazareno, al que hemos de contemplar y con el que nos hemos de identificar.

Celebramos hoy el setenta y cinco Aniversario de la bendición de la imagen de Jesús Nazareno. La Hermandad de Culto y Procesión de Jesús Nazareno, María Santísima de los Dolores, Nuestra Señora de la Soledad y Niño Jesús, fue erigida canónicamente en la villa de Almogía por el papa Pío VI en el año 1775, según se recoge en los Estatutos de 1892, aunque existen referencias a la Hermandad que se remontan a mediados del siglo XVII.

4.- Según los Estatutos, el objetivo de vuestra Hermandad es «dar honra y gloria a Dios Nuestro Señor, y buscar la propia santificación, dando culto a las Imágenes de Jesús Nazareno y del Niño Jesús». El culto a estas dos imágenes se mantendrá hasta los años treinta del siglo pasado. De modo que el objetivo principal es dar culto a Dios, adorar a Dios, al único Dios; no hay más, no nos hagamos otros dioses. Nuestra sociedad tiene muchos dioses, «diosecillos» que no sirven para nada. Esto lo hemos podido ver en estos años de crisis, cuando la gente ha puesto su ilusión, su felicidad en las cosas y las cosas le han fallado, y el dinero le ha fallado, y el trabajo le ha fallado, y la salud le ha fallado. Y, ¿dónde está el poder de ese su dios? En ningún sitio.

El Dios y Padre de Nuestro Señor, Jesús Nazareno, no nos falla nunca, aunque pensemos que nos falla porque no nos concede lo que le pedimos; probablemente es porque le pedimos mal. El mismo Jesús, un día que le preguntaron dijo: «A ver, padres, ¿quién de vosotros si vuestro hijo os pide un pescado le da una piedra o si os pide pan le da un escorpión?» (cf. Lc 11, 11-13). Si os pidiera un escorpión para comérselo, ¿se lo daríais? ¿Por qué nos enfadamos entonces con el Señor si no nos da lo que le pedimos, que a lo mejor eso no nos conviene? Pero el Dios de Jesucristo no nos falla nunca; su amor y su misericordia son eternas, infinitas, tiene mucha paciencia, nos tiene mucho amor; tanto que ha entregado a su Hijo Jesús por nuestros pecados y por nosotros.

El gesto de mayor amor en la Historia lo cumple Jesús Nazareno muriendo en la cruz por cada uno de nosotros, porque Él, siendo inocente, carga con el pecado de los demás. El que muera un culpable o un asesino, eso es otra cosa. Pero que un inocente muera por otros, eso es un gesto de amor.

5.- Desde sus inicios, diversos avatares históricos jalonan la vida de vuestra Hermandad, con una mayor o menor presencia en la vida eclesial. En la vida de toda organización se viven situaciones de altibajos. En 1938, tras un periodo de tiempo difícil, de persecución religiosa pública (Una aclaración: la persecución religiosa en España no se identifica con la Guerra Civil, no tiene nada que ver. Empezó en el año 31, con el inicio de la Segunda República, y no con el comienzo de la Guerra. En Málaga ciudad docenas, casi un centenar de parroquias, conventos, iglesias ardieron en mayo del 31, la Guerra Civil estaba muy lejos aún.

Hubo una auténtica persecución religiosa por el sólo hecho de profesar la fe, sólo por ser cristiano y nada más. Y ahora, el domingo que viene en Tarragona serán beatificados 522 mártires de esa época. Persecución religiosa, odio a la fe, no confundamos con otras circunstancias políticas). Pues bien, en el 38, y no entiendo cómo, tal vez porque ha habido pueblos que han pasado la situación penosa más pronto que otros, pero la verdad es que la Hermandad se organiza, adquiere la nueva imagen de Jesús Nazareno, tallada por el imaginero granadino José Navas-Parejo Pérez, y es bendecida. Y de esto queremos dar gracias a Dios, porque fue un signo positivo para la fe de Almogía, fue un signo bueno de fraternidad y hermandad para la Cofradía; pero lo fue para todo el pueblo, como esta celebración que está repercutiendo en todo el pueblo de Almogía, porque Jesús Nazareno no pasa indiferente por nuestras calles, quien se encuentra con Él no puede quedar indiferente, o le acepta y le sigue, o le rechaza; pero ante Dios nadie puede quedar indiferente, ante el Bien no se puede quedar indiferente nadie.

Pocos años más tarde se adquiere la imagen de Nuestra Señora de la Soledad, obra de Francisco de Paula Gomara. A partir del año 1947 la imagen de Jesús Nazareno irá acompañada en su salida procesional por la de María Santísima de los Dolores, talla atribuida a Francisco Palma Burgos.

6.- Con motivo de este 75 Aniversario, los cofrades almogienses habéis programado diversos actos religiosos con objeto de conmemorar esta efeméride con la participación de otras cofradías y hermandades de la diócesis de Málaga, previendo la clausura de este año-Aniversario, el próximo 23 de noviembre, víspera de la clausura del Año de la Fe. Tengo constancia de vuestro proyecto de una nueva talla con la iconografía del Niño Jesús, imagen ligada a vuestra Hermandad. Por todo ello os felicito.

Ahora creo que es un momento álgido en la Historia de vuestra Hermandad, o por lo menos más alto que en otros momentos; aprovechadlo, pues cada momento álgido trae sus frutos, sus frutos buenos, sus frutos de testimonio de fe, sus frutos de evangelización, sus frutos de dar a conocer el amor de Dios a través de Jesucristo.

7.- Las lecturas bíblicas de este domingo nos ofrecen como denominador común el tema de la fe, que es a la vez don y tarea. El don se puede acrecentar, como ocurre con la semilla que, si cae en buena tierra, puede dar buen fruto, como dice la parábola del sembrador (cf. Lc 8, 5-15).

Los apóstoles pidieron al Señor: «Auméntanos la fe» (Lc 17, 5). Podemos pedir a Dios que acreciente nuestra fe. La fe puede crecer, como el árbol que, junto a la corriente, alarga sus raíces y se mantiene siempre frondoso, dando fruto en su sazón: «No temerá cuando viene el calor, y estará su follaje frondoso; en año de sequía no se inquieta ni se retrae de dar fruto» (Jr 17, 8).

Los discípulos piden a Jesús que les aumente la fe. También nosotros necesitamos que nuestra fe crezca y mejore, más en calidad que en cantidad; que sea verdadera fe-confianza, entrega alegre e ilusionada al misterio y al plan de Dios.

8.- Me gusta comparar la fe con el amor porque se implican mutuamente. ¿Podéis obligar a alguien a que ame a otro? ¿Podéis obligar a alguien a que se enamore de otra persona o a que se enamore de vosotros? ¿Se puede obligar a alguien a que se enamore? Claramente, no. El amor es un acto libre, libérrimo, que corresponde sólo a la persona. ¿Podéis obligar a otro a que tenga fe? Tampoco. Es un acto libre de la persona.

Pero podemos ayudar a los demás, animarles y facilitarles el camino hacia el amor y hacia la fe. Amando a otro se le facilita que sepa amar. Viviendo la fe y siendo testigo de ella se anima a otros a que vivan la fe; aunque no se pueda obligar ni a una, ni a otra cosa.

9.- El papa Benedicto XVI, en la carta a los jóvenes, invitándoles a la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid-2012, les explicaba lo que significa vivir enraizados, firmes y fieles en la fe, y evocaba el texto del hombre religioso y justo que, como el árbol junto al agua, crece y da fruto. La fe da capacidad de resistencia y aguante ante las dificultades de la vida, como la casa construida sobre roca firme (cf. Mt 7, 24-25), que es Cristo.

Para mantenerse junto a la corriente, crecer, y no ser arrastrado por las aguas torrenciales, ni por los vientos impetuosos, debe haber raíces profundas y buenos cimientos. Desde esta resonancia, se comprende la elección del salmo de hoy: «Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva» (Sal 94).

La Roca es Cristo. Si vienen vendavales, si vienen persecuciones, si vienen tiempos recios y la fe está firme y tiene buenas raíces no se vendrá abajo, como la casa sobre roca. Pero si está sobre arena y tiene poco cimiento el menor viento la tumbará.

10.- La fe no es un simple asentimiento intelectual a unas verdades, que se nos proponen; es más bien un compromiso con la verdad, que toca y afecta a la vida entera.

La fe es una relación personal de cada hombre con Jesucristo, que exige una amorosa fidelidad y que transforma la vida del creyente y le ayuda a transformar la realidad que le rodea, haciéndola conforme a la voluntad de Dios. La fe se mueve por amor, nunca por interés; por eso, hemos dicho antes, nuestra relación con el Señor, con el Nazareno, o con su Padre, peca de intereses humanos. Y eso tendríamos que purificarlo. Hemos de aprender a decir como en el Padrenuestro: «hágase tu voluntad», como hizo Jesús Nazareno, «hágase tu voluntad y no la mía», y por eso fue a la cruz. Esto no es lo mismo que decir: «concédeme lo que te pido». Está bien que le pidamos, pero que sepamos que nos va a conceder lo que Él cree que nos debe conceder. Eso es lo importante.

La fe, pues, se mueve por amor. Y el amor es un motor que nos lleva a la acción, al compromiso, a la construcción del reino de Dios, que se caracteriza por ser un reino de justicia, de amor y de paz. Esas son las características que hemos de perseguir.

Mediante la fe nos asomamos al misterio insondable que es Dios. Dios no es algo que podamos acaparar con las manos. Dios es un misterio que nos sobrepasa y en el que estamos sumergidos. San Agustín dice: «Si lo entiendes, ya no es Dios». El misterio de Dios es inabarcable por la criatura humana, con lo cual cuidado con la imagen que tengamos de Dios, hemos de purificarla, seguramente.

11.- La fe es un compromiso que puede ir envuelto en oscuridades; por eso ningún creyente auténtico puede sentirse libre de la amarga sorpresa de descubrir, en un momento de dificultad, que la fe no le reporta ningún beneficio y ninguna solución, porque se trata de algo gratuito. ¡Cuántos creyentes han descubierto, en un duro golpe, que, cuando confiamos en la providencia de Dios, ésta no se deja sentir! ¡Cuánto cuesta descubrir que Dios no es la solución mágica e instantánea para los problemas en los que nos metemos! ¡Cuánto cuesta descubrir que la verdadera fe lleva al creyente a descubrir, en medio de las dificultades, la presencia amorosa y alentadora de Dios, que nos acompaña y nos cuida!

La fe nos permite caminar en la oscuridad, agredidos por los elementos hostiles de siempre, en medio de las dificultades, con la única seguridad de una Presencia que nos envuelve. La fe no nos dispensa de la dura tarea de ser hombres; no es una escapatoria de las responsabilidades. Pero nos ofrece el sentido de la vida.

12.- El Evangelio de hoy nos recuerda que somos unos pobres siervos, como ha dicho el Señor Jesús: «Cuando hayáis hecho todo lo que se os ha mandado, decid: Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer» (Lc 17, 10).

El Señor os llama hoy, queridos cofrades, a llevar a cabo la misión de vivir la fe, purificándola, y de ser testigos de su Evangelio en todas las dimensiones de la vida. Tener una relación personal con Jesús Nazareno y dar testimonio de ella en la familia, en el trabajo, en la calle, en el pueblo, en cualquier momento de nuestra vida. ¡Tenéis una gran tarea! ¡Sed conscientes de ella y preparaos bien para llevarla a cabo!

13.- Os animo, queridos cofrades y fieles todos, a tomar parte en la misión que la Iglesia os confía, con las mismas palabras de san Pablo a su amigo y discípulo Timoteo: «No te avergüences del testimonio de nuestro Señor ni de mí, su prisionero; antes bien, toma parte en los padecimientos por el Evangelio, según la fuerza de Dios» (2 Tm 1, 8).

Somos conscientes de la dificultad de anunciar hoy el Evangelio, en una sociedad que no quiere saber de Dios. Pero este momento de inicio de curso es una buena ocasión para reavivar el don de la fe, recibido en el bautismo.

Debéis transmitir con gozo la alegría de creer y ayudar a otros a encontrarse con Jesucristo. Facilitadles el camino, acompañadles, decía Benedicto XVI, a la puerta de la fe. ¡Que la atraviesen! ¡Que se atrevan a entrar en la Iglesia!

Pidamos a Dios Padre el don de la fe, por medio de su Hijo, el Nazareno; busquemos la fe desde el seguimiento del Señor; abramos los ojos a las maravillas que Dios hace por nosotros; atravesemos la puerta de la fe, emprendiendo siempre de nuevo el camino de nuestra vida cristiana a la luz del Espíritu Santo. Fijemos los ojos en Jesucristo, Jesús Nazareno que carga con su cruz y con mi cruz, «que inició y completa nuestra fe» (Hb 12, 2), pues en Él encuentra pleno cumplimiento el anhelo más ardiente del corazón humano.

14.- Como os dije en mi saluda para vuestra revista hace unos meses, os animo, con esta ocasión del setenta y cinco Aniversario de la bendición de la imagen de Jesús Nazareno, a contemplar su rostro de paciencia, de amor, de perdón. Que esa paciencia, esa serenidad que veis en la imagen, ese amor que transmite, esa humildad, que penetren en nuestro corazón, para que nuestros rostros reflejen ese rostro del Nazareno.

Querido cofrade, que tu rostro sea un reflejo fiel del rostro del Nazareno, que tu corazón sea un doble del corazón de Cristo que perdona y que ama.

Todas esas maravillas las continúa realizando Jesús Nazareno. Vosotros podéis ser testigos de ello. Sentid el amor de Dios y transmitidlo; percibid el consuelo y la curación del Señor y propagadlo; aceptad la Buena Nueva y sed testigos de ella.

Y todo esto lo pedimos por intercesión de la Virgen, en su título de Nuestra Señora de los Dolores, en su título propio de vuestra Hermandad. Amén.

 

Más artículos de: Homilías
Compartir artículo