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Novena a la Virgen de las Angustias (Granada)

Publicado: 25/09/2013: 354

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la Novena a la Virgen de las Angustias celebrada en Granada el 25 de septiembre de 2013.

NOVENA A LA VIRGEN DE LAS ANGUSTIAS

(Granada, 25 septiembre 2013)

 

Lecturas: Jdt 13, 14.17-20; Sal 26; Lc 11, 27-28.

1.- Según el evangelista Lucas una mujer exclamó un día ante el asombro de la gente: «¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron!» Pero Jesús dijo: «Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan» (Lc 11, 27-28). Con esto afirmaba que su Madre era dichosa por haberle amamantado; pero era mucho más dichosa por escuchar la Palabra de Dios y aceptarla.

Con su actitud de escucha, con su vivencia de la fe, con su aceptación libre y confiada de la Palabra divina, que inunda su corazón, la Virgen María ha hecho posible el misterio de la presencia humana de Dios entre los hombres: «Vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús» (Lc 1, 31).

El ejemplo de María para cada uno de nosotros es magistral. Nos cuesta ponernos en manos de Dios; nos cuesta fiarnos de él; nos cuesta aceptar la voluntad divina, de tal manera que, cuando no coincide con la nuestra, a veces hasta nos enfadamos con Dios y protestamos. Se diría, más bien, que queremos dominar la voluntad de Dios a nuestro capricho.

María nos lleva de su mano hacia su Hijo Jesús, para que tengamos vida eterna, que se funda en el conocimiento de Dios: «Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo» (Jn 17, 3).

2.- Estamos ya al final del “Año de la Fe”, que el papa Benedicto XVI tuvo la inspiración de proponer a toda la Iglesia. Se nos invita a revitalizar nuestra relación personal con Dios, profesando, celebrando y dando testimonio de la fe de la Iglesia, que se nos regaló en las aguas bautismales. No fue un acto de voluntad por nuestra parte, sino un don generoso de Dios, que nos regaló su vida.

La Santísima Virgen de las Angustias acogió el misterio de la fe, aceptando en su alma y en su seno al Hijo de Dios. La Virgen María es modelo de fe, no solo porque cree las cosas que se le proponen de parte de Dios, sino porque acepta en su persona y en su vida la presencia de Dios.

San Pablo lo dice con estas bellas palabras: «Con el corazón se cree y con los labios se profesa» (cf. Rm 10, 10). El Señor espera de nosotros que profesemos la fe de la Iglesia, tras haberla creído y asimilado en nuestro corazón. La fe, don de Dios, actúa y transforma a la persona hasta en lo más íntimo. Mente y corazón deben ir unidos en el acto de fe, como van unidos en el acto de amor.

Me gusta comparar la fe con el amor. A nadie se le puede obligar a enamorarse; y a nadie se le puede obligar a creer en Dios. Se trata de un acto libre, individual, personal. Podemos ayudar a otros a que amen o a que crean, pero no lo podemos hacer por ellos. Las madres sufren muchas veces por el alejamiento de sus hijos respecto a Dios. Hacéis mucho rezando por ellos, dándoles ejemplo de fe, testimoniando ante ellos vuestra devoción a la Virgen. No os angustiéis cuando vuestros hijos no compartan la fe que les enseñasteis.

3.- Con una experiencia viva de fe seremos capaces de dar testimonio de ella. Podremos ayudar a los hombres de nuestro tiempo a acercarse al misterio insondable de Dios; al manantial de agua viva, que brota hasta la vida eterna. En el diálogo con la samaritana Jesús le invita a beber del agua que él ofrece: «El que beba del agua que yo le dé, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para la vida eterna» (Jn 4, 14).

El papa Benedicto XVI nos recuerda: “Lo que el mundo necesita hoy de manera especial es el testimonio creíble de los que, iluminados en la mente y el corazón por la Palabra del Señor, son capaces de abrir el corazón y la mente de muchos al deseo de Dios y de la vida verdadera, ésa que no tiene fin” (Porta fidei, 15).

Para saciar nuestra sed de eternidad este mismo Papa nos exhorta a “descubrir de nuevo el gusto de alimentarnos con la Palabra de Dios, transmitida fielmente por la Iglesia, y el Pan de la vida, ofrecido como sustento a todos los que son sus discípulos (cf. Jn 6, 51)” (Benedicto XVI, Porta fidei, 3).

4.- La devoción a la Nuestra Señora de las Angustias en Granada se remonta a principios del siglo XVI, vinculada a la ermita de las Santas Úrsula y Susana.

Desde entonces la devoción a la Virgen aumentó de manera tan extraordinaria, que fue necesario construir una nueva ermita, en unos terrenos baldíos junto a la primitiva ermita. El auge creciente de la devoción a Nuestra Señora de las Angustias llevó a edificar en 1663, por el entonces arzobispo D. José Argáiz, un nuevo templo, que es el actual.

Recordar estos inicios y los avatares históricos nos ayuda a situarnos mejor y a revisar nuestra devoción a la Virgen. La ampliación progresiva de la ermita debe animarnos a profundizar y a purificar nuestra devoción a la Virgen de las Angustias. Cada día hemos de amarla más, con gestos concretos: visitas ante su imagen, rezo del Avemaría, del Rosario y del Ángelus, la participación en los sacramentos; cada vez hemos de servir mejor a nuestros hermanos, sobre todo a los más necesitados; cada año, al celebrar su fiesta, queridos fieles devotos, debe calar en nuestro corazón con mayor profundidad el gozo de sentirnos amados por tan tierna madre, que nos cuida, nos ama y nos acompaña en todas nuestras vicisitudes.

5.- Los terrenos para la nueva ermita se obtuvieron por mediación de D. Juan de Austria, que se encontraba en Granada, para luchar contra la insurrección de los moriscos.

Este hecho debe ayudarnos a ser conscientes de los peligros, que acechan hoy al cristiano, al testigo de la fe, a cada uno de nosotros, a la Iglesia. No se trata de hacer la guerra a nadie; más bien de reforzar nuestra identidad cristiana-católica frente a ideologías, frente a modas, frente a la vida, frente al matrimonio; y de conocer mejor nuestra fe, para poder dar razón de nuestra esperanza a todo el que nos lo pida, como nos dijo san Pedro (cf. 1 Pe 3, 15).

Y otro dato interesante: En el año 1567 Felipe II concedió los terrenos solicitados para edificar una nueva ermita y un hospital. La salvación, que Dios nos trae en Jesucristo, es integral. Abarca todas las dimensiones del ser humano. La salud espiritual es lo primero; después viene la salud corporal, si nos conviene, según la voluntad de Dios.

La Virgen de las Angustias sabe de dolores y sufrimientos por experiencia propia; pero conoce también nuestras penas, nuestras angustias, nuestras preocupaciones. Está bien que se las contemos y pidamos su intercesión para resolverlas; pero, como buena Madre, sabe muy bien lo que necesitamos. Como vosotras, queridas madres, conocéis bien las necesidades de vuestros hijos. Si alguna vez nos os concede lo que le pedís, no os enfadéis con Ella; probablemente no os convenía esa petición, o tal vez no iba muy de acuerdo con la voluntad del Señor.

6.- No le resultó fácil a la Virgen aceptar las consecuencias de fiarse de Dios. Desde el inicio tuvo que aceptar y meditar lo que no entendía, como dice el evangelista Lucas: «María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2,19).

¡Cuántas veces no entendemos los designios de Dios en nuestra vida, ni en la de nuestros familiares, amigos o personas cercanas! Ayer por la tarde un amigo de infancia falleció de repente con 64 años. Estaba previsto en la voluntad del Señor, aunque no lo entendamos y nos rebelemos ante estos hechos. María nos enseña a aceptar la realidad, a meditarla y a sintonizar nuestro corazón con el amor de Dios.

Desde el primer momento ella pudo experimentar la angustia del futuro, que hería su corazón de Madre, unida al destino de su Hijo. Tuvo que escuchar las palabras de Simeón, que decía: «Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y como signo de contradicción; y a ti misma una espada te atravesará el alma» (Lc 2,35). Eso lo oye a los pocos días de nacer su Hijo, cuando había volcado, como toda madre, todas sus esperanzas en el nuevo retoño de sus entrañas.

Toda su vida estuvo unida a la de su Hijo, con las zozobras, las angustias y preocupaciones, propias del ejercicio de su maternidad. Para una madre, desde que engendra a su hijo hasta que o muere ella o se le va antes el hijo, no acaba nunca su preocupación por ese hijo; ¡bien lo sabéis! Los padres estáis unidos de por vida a vuestros hijos. María lo estuvo y, además, con un afecto entrañable.

Al final de la vida terrena de su Hijo lo contemplará tratado como un malhechor, a pesar de ser el varón perfecto y la plenitud de la vida humana y el ser más perfecto de la humanidad. María lo verá colgado de una cruz, acompañada solamente de unas piadosas mujeres y de la presencia del fiel discípulo amado Juan (cf. Jn 19,25-27).

Nuestra Señora de las Angustias es una buena maestra para nosotros y una excelente madre. Podemos acudir a ella y fiarnos de ella; podemos ponernos en sus brazos junto a su Hijo Jesús.

7.- En este año celebramos el Centenario de la Coronación de la imagen, que tuvo lugar el 20 de septiembre de 1913, presidido por el arzobispo D. José Meseguer y Costa. Anteriormente, en 1887, el papa León XIII había declarado canónicamente a la Virgen de las Angustias Patrona de Granada.

Celebrar esta efeméride de nuestra Patrona es una alegría que el Señor nos concede. Contemplemos a María, la fiel creyente, que se fio de Dios y puso toda su vida en las manos bondadosas del Padre. ¡Ojalá nos fiemos, como ella, y sepamos descansar, como niños, en el regazo divino paterno, como lo hizo ella!

Pedimos a la Virgen de las Angustias que interceda por nuestras familias, para que sean hogares donde se viva el amor. Le pedimos que interceda maternalmente, para que el Señor nos dé un corazón generoso y solidario; para que sepamos construir una sociedad más justa, donde reine la paz, tan deseada y necesitada; y se reconozca la dignidad de todas las personas; para que trabajemos todos por levantar y hacer crecer esta sociedad.

Queridos hermanos y fieles devotos de la Virgen de las Angustias, pedimos hoy a nuestra Madre que nos guíe hasta su Hijo Jesucristo, que es el Camino, la Verdad y la Vida (cf. Jn 14, 6). Pedimos que ella sea para todos y cada uno de nosotros modelo y amparo de la fe. Amén.

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