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Funeral de D. José Vergara, esposo de Paqui Fernández (Cementerio-Málaga)

Publicado: 07/09/2013: 231

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en el Funeral de D. José Vergara, esposo de Paqui Fernández (Cementerio-Málaga) celebrado el 7 de septiembre de 2013.

FUNERAL DE D. JOSÉ VERGARA,

ESPOSO DE PAQUI FERNÁNDEZ

(Cementerio-Málaga, 7 septiembre 2013)

 

Lecturas: Col 1, 21-23; Sal 53; Mt 11, 25-28.

1.- Nos hemos reunido en el nombre del Señor para realizar un acto de fe, de amor y de esperanza. La vida del hombre que es un caminar, no tiene el camino trazado de antemano, sino que el Señor nos da la vida y nos anima a caminar. Lo que sí tiene es un destino final del que, a veces, no somos tan conscientes.

Todo hombre que viene a este mundo parte de Dios, porque la vida nos la da quien es la Vida y quien es el Amor. Dios nos pone en la vida y nos dice que el destino final vuelve a ser Él mismo, Dios. El destino final, no está en la Tierra, no es temporal. Nuestro destino es eterno. La tarea es saber regresar a nuestro lugar de origen, a Dios.

2.- Desde la fe cristiana ese camino lo iniciamos en el bautismo. El bautismo nos da una luz, la luz de la fe, simbolizada hoy en el Cirio Pascual que junto a los restos de nuestro hermano José está encendido. Esa llama es la misma que recibimos en el bautismo, y significa la luz de Cristo muerto por nosotros y resucitado. Esa luz es la que nos ilumina durante todo nuestro caminar. Nos ilumina si queremos que nos ilumine, pues si no, iremos con unas malas linternas, con unas luces pobrísimas que no iluminarán nuestro camino, e iremos dando muchos tropezones y teniendo caídas que harán que nos rompamos la crisma.

Siguiendo con el ejemplo del caminar, el Señor nos regala su gracia, su amor y desde el bautismo ilumina nuestra vida, haciéndonos acompañar de Cristo.

3.- Nuestro hermano José ha sido llamado para regresar a su origen, a la Casa del Padre, a la eternidad, a Dios, en definitiva, de donde salió; esto es para nosotros un estímulo, una ocasión para reflexionar sobre dónde estamos ahora, cómo estamos caminando, hacia dónde nos dirigimos. ¿Hacia caminos y derroteros que no llevan a ninguna parte? ¿Qué buscamos? ¿Una felicidad efímera que desaparecerá cuando menos lo esperemos? ¿Qué esperamos de la vida terrena?, ¿quedarnos aquí para siempre?

El otro día comentaba él mismo a la familia que era consciente de que todos hemos de morir y probablemente él no se esperaba que fuera tan pronto. Pero él sabía que la vida no termina aquí. Y todos los sabemos, aunque vivimos como si no lo supiéramos, y a veces dando la impresión de que eso no nos va a ocurrir.

4.- En la primera lectura hemos escuchado el sentido que tiene la vida del hombre: dónde adquiere sentido el dolor, la enfermedad, la muerte, las calamidades humanas y el mismo pecado y perdón, que es en Cristo (cf. Col 1, 21-22). En Cristo que nos ha amado tanto que ha dado su vida por nosotros. Ese Cristo que ha muerto en la cruz y que ha resucitado. Esa es la fe de la Iglesia. Que Cristo nos ama, que Cristo resucitado nos acompaña en el caminar, Él es el que nos ilumina.

Queridos fieles, os animo a que caminéis según la luz de Cristo, que es la luz del Evangelio, es la luz de una Buena Nueva, porque el hombre está salvado y redimido en Cristo, y eso es una Buena Nueva. Y eso, el paso del hombre en la Tierra, en su vida temporal, aunque es un paso, no es lo definitivo.

5.- Nuestro hermano José ahora no puede hablar con nosotros. A mí me gustaría que pudiera hacerlo, porque ahora él nos daría testimonio de una realidad que está viviendo. Él se ha encontrado rostro a rostro, cara a cara con un Padre-Dios amor, con un Padre misericordioso, con un Dios infinito que le habrá dado un gran abrazo y le habrá dicho: «Ven a estar conmigo».

Nadie que ha ido ha regresado. Incluso los que dicen en los medios de comunicación que han vivido una experiencia de regreso debéis saber claramente que el que se va no regresa nunca. Si alguien dice que se fue y ha regresado es que nunca marchó. Cuando oigáis cuentos de lo que vivió alguien en el más allá sabed que esa persona nunca marchó al más allá. Esa persona nunca marchó de la vida terrena. Podrá contar sus imaginaciones, sus sueños o sus anhelos. Si marchó no volvió y si está es porque no marchó. No nos dejemos engañar por fantasías. El que pasa el umbral de la vida temporal no regresa nunca al mundo, nunca, porque pasa a otro estado de vida del que no se puede regresar. Pasa a otra vida, porque desde la fe cristiana creemos en la otra vida, esa vida que es la definitiva, que es la del gozo eterno.

6.- Quiero pedir por nuestro hermano José para que viva ya esa presencia que le llena, esa luz, que no es de los faros del coche ni de la linterna. Es una luz que brilla más que el Sol, es la misma presencia del amor, de la hermosura, de la verdad, de la auténtica libertad, de todo lo que un hombre puede soñar. Ahora puede estar ya disfrutando de todo eso.

Y pido para que cada uno de nosotros vaya descubriendo que esa es la verdad de nuestra vida, que otras teorías se esfuman, desaparecen como el humo cuando se constatan con la realidad. Esto que hemos hablado lo sabemos por revelación. La mente humana no es capaz de descubrirlo por sí misma, pero Dios que nos ama se nos revela y se manifiesta a nosotros a través de Jesucristo tal cual es. Esto ha sido o revelado en Jesucristo.

7.- Es lo que hemos leído en el Evangelio: dichosos los pequeños, a quiénes el Señor revela estas cosas, porque Dios a los orgullosos, a los que se creen que ya son todo, que ya lo tienen todo, que ya lo saben todo, que se erigen en dioses, a esos el Señor los rechaza. Pero a los humildes, a los sencillos, a los que están abiertos a la verdad, el Señor se revela y les cuenta estas cosas (cf. Mt 11, 25).

Pido para que vuestro corazón esté abierto a la verdad y no os neguéis nunca a la trascendencia, a la verdad que está más allá de este mundo, y más allá, incluso de nuestra inteligencia.

Vamos a pedirle a la Virgen María, que fue una gran creyente, la Madre de Jesús, el Hijo de Dios, que Ella que estuvo al pie de la cruz viendo morir a su Hijo, como un malhechor, siendo un santo, el gran Santo de los santos, le pedimos que Ella que pasó por este trance tan duro nos ayude y os ayude a vosotros, querida familia, a vivir este hecho desde la fe y a retomar fuerzas desde la fe y desde el amor a Dios. Que así sea.

 

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