DiócesisHomilías

Clausura de la Visita Pastoral al arciprestazgo de Ronda y Serranía (parroquia de Santa María la Mayor-Ronda)

Publicado: 28/06/2013: 234

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la Clausura de la Visita Pastoral al arciprestazgo de Ronda y Serranía, celebrada en la parroquia de Santa María la Mayor (Ronda) el 28 de junio de 2013.

CLAUSURA DE LA VISITA PASTORAL

AL ARCIPRESTAZGO DE RONDA Y SERRANÍA

(Parroquia de Santa María la Mayor - Ronda, 28 junio 2013)

 

Lecturas: Hch 12,1-11; Sal 33,2-9; 2 Tm 4,6-8.17-18; Mt 16,13-19.

(San Pedro y San Pablo)

1.- En esta fiesta de San Pedro y San Pablo, hemos escuchado en el libro de los Hechos de los Apóstoles la persecución contra los cristianos; el rey Herodes arrestó a unos miembros de la primitiva Iglesia, decapitó al apóstol Santiago que estaba en Jerusalén, y como esto agradaba a los judíos, metió en la prisión a Pedro a la espera de dar un espectáculo a los judíos (cf. Hch 12,1-3).

Podemos decir que con esto comenzó la primera persecución contra los cristianos y desde entonces no ha parado. Ha habido siempre una persecución porque el cristiano con su conducta, su modo de vivir, de pensar, es como un espejo en el que el otro se mira y le denuncia la forma de vivir. Es alguien que recuerda y denuncia con su vida la conducta inapropiada de los otros. Es siempre un testimonio, una luz; pero que no gusta, que molesta.

Según una estadística de una institución fiable, últimamente están siendo asesinados en torno cien mil cristianos por año. Y hay concretamente veintitrés países islámicos, donde hay persecución sistemática; y estamos en pleno año 2013.

El cristianismo no sido bien visto o ha sido perseguido siempre en todas las culturas y sociedades.

2.- San Pedro fue encarcelado y la Iglesia rezaba por él. El Señor de una manera milagrosa libera a Pedro. Esto muy interesante para nosotros: «Mientras Pedro estaba en la cárcel bien custodiado, la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él» (Hch 12,5).

Esto es una llamada también para nosotros, cristianos de hoy, porque mañana celebramos en la fiesta de Pedro y Pablo, la fiesta del Papa, sucesor de Pedro; en este caso el papa Francisco. Y estamos llamados a rezar por él, porque representa a la Iglesia, al ser su cabeza visible. Donde hay un obispo, allí está la Iglesia; donde está el Papa está la Iglesia universal.

El Señor en esta fiesta de hoy nos anima a que rezar por el Papa, y lo hacemos de una manera especial, para que Dios le dé fuerzas y pueda realizar su ministerio de manera fiel, con libertad y con gozo.

3.- El libro de los Hechos recalca que Pedro no fue liberado por influencias de nadie, ni porque cumplió su condena; sino que fue liberado de forma milagrosa por la oración de los fieles. Esto puede animarnos a que nuestra oración pueda influir positivamente para que muchos cristianos puedan vivir la fe de manera libre.

Hay muchas leyes en muchos países que discriminan a los cristianos. Nuestra oración puede llegar a ellos, para que en todos los países, culturas y ámbitos quepa la posibilidad de que el cristiano pueda vivir su fe y pueda dar testimonio de la misma, pueda celebrarla.

Cuando llega la tentación, como he comentado con los hermanos cofrades, de querer vaciar de sentido la religiosidad popular y hacerla como una mera expresión cultural hemos de seguir diciendo: “creo en Jesucristo el Hijo de Dios”. Hemos de hacer confesión de la fe de la Iglesia, sin dejarnos manipular. Pero si no vivimos la fe, si no la celebramos, si no la purificamos no podemos dar un buen testimonio de Jesucristo. Todos, fieles y sacerdotes, religiosos y laicos, necesitamos profundizar en la fe, hacer vivencia de la misma para poder después dar testimonio de ella.

4.- En el Evangelio se habla de la confesión de fe en Cristo. Estamos en el Año de la Fe y hemos tenido una serie de actos y de gestos promovidos por los objetivos prioritarios de celebrar el Año de la Fe: rezando el credo, besando la pila bautismal; y, sobre todo, purificando nuestra fe, haciéndola más en consonancia con la fe de la Iglesia, porque hemos de asimilar nuestra vivencia a lo que es la fe objetiva de la Iglesia.

El Señor pide a cada uno de nosotros una profesión, una confesión de fe en Él, como Cristo.

En Cesarea de Filipo Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?» (Mt 16,13). Respondieron los discípulos: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas» (Mt 16,14). Pero Jesús lo que quería es saber qué pensaban ellos. Y les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» (Mt 16,15).

El Señor quiere de cada uno de nosotros una confesión de fe. Vosotros, no la gente: ¿quién decís que soy yo?; ¿quién es para mí Cristo? Sin manipulaciones de figuras, con nitidez: ¿quién es para mí Jesucristo?

«Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo» (Mt 16,16). Hace una confesión de fe en la divinidad de Jesucristo, en su mesianidad. “Tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Cristo”. Esa es la confesión de la fe que espera nuestra sociedad.

5.- San Pablo en su carta a Timoteo dice: «He combatido el noble combate, he acabado la carrera, he conservado la fe» (2 Tm 4,7). San Pablo ha realizado una obra bien hecha; ha mantenido la fe.

¿Podemos decir nosotros lo mismo? ¿Estamos combatiendo bien, estamos corriendo bien la carrera? ¿Estamos conservando la fe? ¿Hacemos auténtica confesión de la misma o se nos mete por ósmosis esas otras teorías que circulan en nuestra cultura y en nuestra sociedad? Las ideologías, las formas paganas de vivir, algunas modas no tienen nada que ver con la fe cristiana.

Hemos de estar con los ojos abiertos para que no penetre en nosotros, ni en nuestras comunidades esas teorías, esas formas de pensar que nos entran por los ojos, que las vivimos entre nuestros paisanos, con gente de nuestra familia o círculo de amigos; pero que tenemos que mantener la fe cristiana en su nitidez y en su claridad.

¡Ojalá el Señor nos permita vivir la fe con autenticidad, con identidad de la profesión del Credo!

6.- Estamos celebrando la acción de gracias a Dios por la clausura de la Visita Pastoral en este Arciprestazgo de Ronda, como se nos ha dicho en la monición al inicio de la Eucaristía. Ha durado seis meses, de enero a junio, en los cuales he ido visitando las distintas comunidades cristianas. Veo vuestros rostros, ya conocidos de las distintas parroquias y pueblos.

Quiero felicitaros a todos. En primer lugar, a los sacerdotes por vuestro trabajo, callado muchas veces y desconocido otras; por vuestra dedicación, vuestro entusiasmo, vuestra alegría en la entrega diaria al ministerio sacerdotal.

Sé que es ésta una zona complicada de nuestra diócesis, porque son muchas las comunidades que debéis atender, con poca población, con pocos recursos humanos, económicos y estructurales. No es fácil llevar a cabo la tarea que se os encomienda.

Los jóvenes sacerdotes, recién ordenados, vienen aquí con muchas ganas de actividad pastoral; pero cuando llegan a un pueblo donde hay pocas personas, sienten la impotencia de llevar a cabo sus proyectos. Toda persona tiene valor infinito por ser hijo de Dios, pero no se pueden hacer grandes planes, grandes asociaciones, grandes campamentos, grandes corales, grandes sesiones de catequesis; se hace lo que se puede según la realidad.

Pero quiero agradecer vuestra entrega y vuestro entusiasmo porque estáis ayudando a los fieles a vivir la fe, a celebrarla a dar gracias a Dios, a limpiar esa religiosidad popular que a veces se les pega muchas cosas que no son propias.

7.- He podido constatar comunidades vivas, no muy numéricas, pero vivas, que creen en Dios, que aman a Dios, que aman al prójimo, que celebran la Eucaristía con alegría, que viven con gozo la fe, que quieren ser testigos de la luz de Cristo.

Después de cotejar y apreciar la presencia de comunidades vivas os agradezco vuestro trabajo y os felicito a todos: laicos, religiosos, religiosas.

Cada uno tiene una misión, pero nadie debe renunciar a su misión. El Señor da a cada cual unos dones, unas facultades, unos carismas para trabajar en la Iglesia y por la Iglesia. Aquel que no haga su trabajo, ese trabajo queda por hacer porque no lo hace otro por él.

Lo que no haga una religiosa o un religioso no lo hará un laico. Y lo que no haga un sacerdote no lo hará un laico. Hemos de asumir cada uno la misión que el Señor nos confía. Os animo a que sigáis con gozo viviendo la fe y siendo testigos de la misma. Construyendo la Iglesia.

Jesús le dijo a Pedro: «tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia» (Mt 16,18); pero la Iglesia la construimos entre todos. Somos «piedras vivas». Este templo está formado por piedras de mineral, pero la Iglesia está construida de «piedras vivas», lo comentamos en día de la apertura de la Visita Pastoral.

Cada uno que asuma su tarea, que coja su antorcha y que sea testigo del amor de Dios entre los hombres, testigos de la fe, de la Iglesia en el mundo.

8.- Los padres de familia debéis hablar de Dios a vuestros hijos desde su nacimiento, al igual que les transmitís el lenguaje desde que nace; los padres empezáis a hablarle, aunque no entiende nada, pero no paráis de hablarle hasta que a fuerza de repetir aprende la lengua que habláis. Si eso no lo hacéis los padres desde la más tierna infancia no lo va hacer nadie. Si los padres no hablan a Dios a sus hijos desde su infancia, otros le hablaran de otras cosas. No existe la educación neutra; eso es falso y no se lo cree ningún pedagogo.

El ser humano es una esponja desde el día que nace; una esponja cultural, lingüística, religiosa y física. Todo lo que dais a vuestros hijos les hace aumentar en peso y crecen en estatura. ¿Por qué negarle el alimento espiritual?

9.- Vamos a pedirle al Señor que nos ayude, que nos de su Espíritu, sus dones, su gracia para ser, realmente, verdaderos testigos y valientes testigos del Evangelio.

Estamos en una sociedad pagana. La escena del evangelio sucede en Cesarea de Filipo, que era una zona de la Galilea pagana, delante de unos templos dedicados a unos dioses romanos.

Nosotros no estamos en una sociedad cristiana, somos minoría, pero somos necesarios a esa sociedad. Somos imprescindibles. Sin la luz del Evangelio y sin el amor de Dios a los hermanos esta sociedad sería un infierno; pero no lo es, gracias a la presencia del amor de Dios entre los hombres, que los cristianos hacen presente. Tenemos una tarea importante, aunque no nos entiendan, aunque nos critiquen; nos toca estar y nadie debe renegar de estar en su puesto.

10.- Hoy damos gracias a Dios por la Visita Pastoral, por el encuentro del Obispo con los fieles y con los sacerdotes. En el fuego, cuando va apagándose, las cenizas van cubriendo las brasas y parece que no haya fuego. Una Visita Pastoral sirve para remover las cenizas, soplar, echar nuevos tronquitos de leña para que se reavive el fuego de nuevo. Eso ha pretendido esta Visita Pastoral: renovar el fuego del hogar de cada una de las comunidades cristianas del arciprestazgo de Ronda y Serranía.

Ahora debéis seguir cultivando la fe y el amor cristiano vosotros, junto con vuestros sacerdotes. Pero si en el hogar se apaga el fuego, el hogar será frío, no será acogedor, nadie querrá entrar en la familia de la Iglesia. Sin embargo, si es un hogar acogedor las personas se acercarán, se sentirán queridas, aceptadas, valoradas; será una invitación para que estén más a gusto los de dentro y para que entren los de fuera. Ese es el trabajo que nos toca hacer, queridos sacerdotes y queridos fieles, religiosos y laicos.

11.- No comparto ciertas modas en el lenguaje, como decir “laico” y “laica”, “religioso” y “religiosa”; por eso uso el lenguaje que incluye ambos sexos. Si digo “laico” se sobreentiende que me refiero a laicos y laicas.

Queridos hermanos, ya sabéis lo que nos toca hacer como testigos en nuestra sociedad. Pedimos la protección de la Virgen de la Encarnación, que acogió al Espíritu. Ella fue transformada, pero ofreció el fruto de sus entrañas a la humanidad: el mejor fruto de toda la historia. Si nosotros acogemos el Espíritu podemos ofrecer lo mejor a la humanidad.

Le pedimos que Ella nos ayude a llevar a cabo la hermosa tarea a la que todos estamos llamados. Que así sea.

 

Más artículos de: Homilías
Compartir artículo