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Visita Pastoral a la parroquia de Nª Sª de la Encarnación (Benarrabá)

Publicado: 22/06/2013: 220

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la Visita Pastoral a la parroquia de Nª Sª de la Encarnación (Benarrabá) celebrada el 22 de junio de 2013.

VISITA PASTORAL

A LA PARROQUIA DE NªSª DE LA ENCARNACIÓN

(Benarrabá, 22 junio 2013)

 

Lecturas: Za 12,10-11;13,1; Sal 62,2-9; Gal 3,26-29; Lc 9,18-24.

(Domingo Ordinario XII-C)

1.- Estamos celebrando la Misa Estacional, llamada así, con motivo de la Visita Pastoral. En este marco, como acaba de decir el Rvdo. Rafael Navarro, vuestro párroco, un grupo de la comunidad va a recibir el sacramento de la confirmación.

Hemos escuchado en la carta que san Pablo escribió a los Gálatas que somos hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús (cf. Gal 3,26). Y que el bautismo, recibido en Cristo Jesús nos ha regalado un traje nuevo, dice: «Cuantos habéis sido bautizados en Cristo, os habéis revestido de Cristo» (Gal 3,27).

La realidad del bautismo, que es un don del Señor, es una gracia que nos confiere una vestidura nueva. Cuando el hombre está en pecado, por el pecado de Adán y por el pecado personal, es como si llevara un traje raído, andrajoso, viejo y roto. Cuando Dios reconcilia al hombre con Él, cuando le perdona el pecado, cuando recibimos el bautismo, este traje andrajoso y roto nos lo cambia por un vestido blanco, nuevo, que indica el resplandor de la luz, la gloria de Dios, la misericordia, el amor. Y es un traje que sirve para llegar hasta la eternidad.

En el bautismo recibimos ese traje nuevo y si lo ensuciamos con el pecado hace falta pedir perdón en la confesión individual para que resplandezca otra vez. Ese traje es también figura de la imagen de Cristo que se nos regala en el bautismo. A cada uno de nosotros al ser bautizado se nos grabó en el corazón, en el alma, la imagen de Cristo muerto y resucitado, del Cristo crucificado, del Cristo de la Vera Cruz al que tenéis tanta devoción. Esa imagen es para que nosotros seamos como Cristo, que tengamos los mismos sentimientos de Cristo, que vivamos como Cristo, que pensemos como Cristo. Como decía san Pablo: «no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí» (Gal 2,20). Es Cristo el que actúa a través de Pablo, es Cristo quien piensa en Pablo, es Cristo quien siente en Pablo. Es decir, el cristiano ha de asemejarse lo más posible a Cristo y a la imagen de Cristo en nosotros.

2.- Los que vais a recibir la confirmación esta tarde renovaréis las promesas bautismales y recibiréis el don del Espíritu Santo, que es una marca, un sello indeleble que no se borra jamás. Como el bautismo que no se borra jamás, porque la imagen que se graba en nuestro corazón es imborrable. Y lo que hace el Espíritu es grabarla con nitidez de nuevo, confirmarla; el sacramento de la confirmación confirma la gracia y el sello del don que recibimos en el bautismo.

Esta tarde, por tanto, vais a renovarlo subjetivamente; pero el Señor os va a enriquecer con el don del Espíritu Santo, con la imagen de Cristo que será regrabada con el fuego del amor de Dios en vuestro corazón y ya quedaréis consagrados de forma definitiva para siempre a Dios. Aunque alguien renegara de su fe no podría borrar la imagen de Cristo que recibió en el bautismo y quedó confirmada en la confirmación para siempre. Sois de Cristo para siempre porque os habéis revestido de Cristo. Es un traje que no se ve, es un traje especial; pero es un traje que cambia a la persona, porque es un traje de luz, es un traje de esperanza, es un traje de amor.

Aunque ese no es el traje que nos ponemos cada mañana. Nuestros trajes son de ropa, de tejido, más o menos bueno, de mejor o peor calidad; pero el traje que nos regala Jesucristo es especial.

Os animo a que conservéis ese traje sin perderlo, no sólo limpio sino sin perderlo. Un traje que os proteja del mal, un traje que os anima a vivir como Cristo, porque es Cristo quien os envuelve con su Espíritu. No se trata de un traje físico, se trata de la gracia de Cristo, se trata de la presencia de Cristo en vuestra vida, se trata de la amistad y del amor de Cristo.

Pensad que es un gran regalo el que vais a recibir esta tarde los confirmandos.

3.- Después en el Salmo 62 hemos recitado que el alma está sedienta del Dios vivo, como la tierra reseca está sedienta del agua. Vosotros vivís en un ambiente cercano a la naturaleza. ¿Qué le pasa a la tierra cuando no recibe agua? Está reseca. Si está muy reseca: ¿produce frutos?, ¿pueden crecer los árboles y las plantas? Si están secos los árboles, ¿pueden dar frutos? No. ¿Qué necesita la tierra para esponjarse, para humedecerse? El agua. El agua es la vida.

¿Qué necesita el cristiano para dar fruto y esponjarse? El agua de la gracia de Dios, el agua del Espíritu. El agua da vida a todo lo que vive. Cuando cae el agua de lluvia, o de riego, o de un manantial todas las plantas, todos los animales la absorben y los hombres la bebemos. Y esa agua se acopla a cada uno de nosotros. Unos para saciar su sed necesitan más cantidad, otros menos; pero a todos nos hace bien el agua, a la tierra y a nosotros.

El Espíritu Santo es como el agua, se adapta a todos y da lo que cada uno necesita para esponjarse, para reverdecer, para producir buen fruto. Esperemos que con la confirmación esponjados ya con el don del Espíritu, vuestras almas den mejores frutos, frutos de luz, de esperanza, de amor, de fe… Esos son algunos frutos que espera el Señor de nosotros.

4.- El Evangelio de san Lucas nos ha dicho que Jesús preguntó a los discípulos quién era Él. Primero les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?» (Lc 9,18). Y los discípulos contestaron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros dicen que ha resucitado uno de los antiguos profetas» (Lc 9,19).

Y Jesús les hace una pregunta directa: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» (Lc 9,20). ¿Qué responderíais esta tarde a Jesús si os hiciera esta misma pregunta? ¿Quién decís vosotros que es Cristo? ¿Quién es Cristo para vosotros?: ¿un señor de la historia pasada?, ¿un taumaturgo?, ¿un amigo?, ¿un profeta?, ¿un simple hombre?, ¿un personaje histórico?, ¿un revolucionario? ¿Quién es Cristo para vosotros?

No estaría mal que los confirmados respondierais. Dios es el Padre. Pero, ¿quién es Cristo? Es el Hijo de Dios, el que nos ha amado tanto que ha dado la vida por nosotros. El que ha resucitado, el que nos perdona los pecados, el que nos envía el Espíritu Santo. Fijaos en la respuesta de Pedro: «El Mesías de Dios» (Lc 9,20). Es decir, el Ungido de Dios, el Salvador del mundo.

5.- Os invito a que vuestra fe coincida cada día más con la fe de la Iglesia. Después haremos profesión de fe. Haréis renovación de las promesas bautismales, os preguntaré: quién es Dios Padre y si creéis en Él; quién es Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.

El Señor está invitándonos a seguirle a Él, a amarle, en correspondencia al amor que Dios os tiene. Y les dice a los Apóstoles y discípulos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará» (Lc 9,23-24).

¿Qué estáis dispuestos a darle a Jesús? A ver, ¿queréis conservar la vida o perderla?: ¿la vida terrena sólo o también la vida eterna? ¿Qué estáis dispuestos a darle a Jesús por la vida eterna?: ¿algún minuto de vuestra existencia, al menos?, ¿darles gracias los festivos y domingos en la celebración de la Misa?, ¿hacer el bien?, ¿pedir perdón al Señor? ¿Qué estamos dispuestos a darle a Jesús para que nos de la vida eterna? Habrá que corresponderle, ¿no?

El Señor espera vuestra respuesta, a ver: ¿cómo le amáis en correspondencia al amor que Él os tiene?, ¿de acuerdo?

Vamos ahora a pedirle a la Virgen que nos ayude, e interceda por nosotros ante su Hijo, para que sepamos corresponderle y serle fiel como lo fue Ella.

Y a vosotros, los confirmandos, ahora renovaréis las promesas bautismales haciéndolo de un modo personal. Que así sea.

 

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