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Confirmaciones en la parroquia de Nª Sª de la Asunción (Colmenar)

Publicado: 15/06/2013: 251

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en las Confirmaciones en la parroquia de Nª Sª de la Asunción (Colmenar) celebradas el 15 de junio de 2013.

CONFIRMACIONES

EN LA PARROQUIA DE NªSª DE LA ASUNCIÓN

(Colmenar, 15 junio 2013)

 

Lecturas: 2 Sm 12,7-10.13; Sal 31; Gal 2,16.19-21; Lc 7,36–8,3.

(Domingo Ordinario XI-C)

1.- Hemos escuchado en la carta de san Pablo a los cristianos que vivían en Galacia dos temas: en primer lugar, el tema de la justificación por la fe, el tema de la ley.

¿Hay alguno de vosotros que haya cumplido la ley al pie de la letra? La ley de Dios, seguro que no; incluso las leyes de los hombres, tampoco. ¿Hay algún ser humano capaz de cumplir la ley de Dios sin fallar nunca? No.

Pues, quien pretenda decir que él está justificado, que él es justo porque ha cumplido la ley, según san Pablo, ¿qué pasaría? Que mentiría. El hombre no puede pretender con sus fuerzas vivir lo que Dios le propone, porque desde el pecado original el ser humano está tocado, está enfermo de enfermedad espiritual y le faltan fuerzas, por lo que no es capaz de cumplir la ley, lo que el Señor nos ofrece.

2.- Hemos de ser conscientes de que somos criatura y de que no cumplimos la ley, de que no amamos a Dios como Él desearía que le amáramos; le fallamos sea en un mandamiento o en otro. En definitiva, los dos grandes mandamientos, que se encierran en uno, son complementarios: el amor a Dios, a quien hay que amar sobre todas las cosas, por encima de todo, ponerlo en primer lugar, y nosotros a veces lo ponemos en el quinto, en el sexto o el último lugar. Tenemos tantas prioridades que al final el Señor es lo último. Y el amor al prójimo, que es la segunda dimensión, es la otra cara de la moneda, y aquí nos pasa igual. Nos amamos antes a nosotros que a los demás. El prójimo sea cercano, sea lejano o sea familia o no, al final también a veces pasa a un segundo o tercer lugar.

¿Cuál es el juego que hace san Pablo en el tema de ley y obras? Nadie es capaz por sus obras de decir que es justo. Entonces, ¿cómo adquiere el hombre el perdón y la justicia? ¿Cómo queda justificado ante Dios? No por las obras que haga de la ley. Porque la ley, al final, lo que dice es lo que hay que hacer y el que no lo cumpla necesita un castigo. En ese caso todos tendríamos que sufrir castigos. Pero el Señor dice: “aquellos que crean en Cristo Jesús, serán justificados por la fe de Cristo” (cf. Gal 2,16).

3.- Somos salvados no por lo bien que nos comportamos y por lo bueno que somos, sino porque creemos en Jesús. El Señor ofrece el perdón y la misericordia por fe, por amor. Él nos regala el perdón, no nos lo ganamos. A veces, la forma de hablar quizás nos traiciona, cuando decimos que “hay que ganarse el cielo”, y el cielo no se lo gana uno. Nos podemos ganar un jornal, un premio, una nota de un examen, un elogio de nuestros amigos y familiares por una cosa buena que hemos hecho; pero, ¿nos ganamos el cielo? No. Y, ¿por qué? Porque el cielo es tan grande, es decir, la felicidad que todos buscamos, la gloria de Dios es tan grande, es infinita y nadie puede con cosas finitas ganárselas.

Nosotros podemos canjear por bienes y dineros cosas equivalentes. Se compra una casa, se compra unos objetos por un precio razonable. ¿Hay alguien que puede comprar la felicidad eterna? ¿Hay alguien que pueda añadir tres años a la vida que el Señor les va a regalar? No.

Luego, no podemos ganar lo que es infinitamente más grande que nosotros, nos quedamos cortos. ¿Qué hace el Señor? Pues, que nos lo regala. El perdón de los pecados nos lo regala. El ser hijos de Dios nos lo ha regalado. ¿Cuándo os regaló el ser hijos de Dios a vosotros? (Respuesta de los feligreses: en el bautismo). Fue un regalo.

4.- Nadie puede pretender ni exigir que Dios le haga hijo suyo, nadie puede ir a pedirle que le haga hijo suyo, no es exigible. Es un regalo del Señor. Y Él en el bautismo nos regaló el don de ser hijos suyos, nos regaló el perdón del pecado original, nos regaló la gracia de ser hermanos de Jesucristo, miembros de la Iglesia. Todo eso fue un regalo. Y Él está dispuesto a regalarnos la felicitad eterna.

¿Sabéis qué le dijo a David el profeta Natán? David pecó porque hizo matar a uno de sus generales para quedarse con su mujer. Un doble pecado, los dos graves. Y Natán, cuando habla con David le recuerda que ha pecado porque ha matado a uno de sus colaboradores más importantes, a Urías, un bravo guerrero que trabajaba para él. Y David recibe el perdón de Dios. David es perdonado con misericordia porque reconoce el pecado (cf. 2Sam 12,7-13).

Nosotros podemos recibir el perdón y la misericordia de Dios si reconocemos nuestro pecado. El perdón es un don del Señor.

Por tanto, nadie se merece el cielo, nos lo ha merecido Jesús. Nadie merece el perdón, nos regala Jesús con su Espíritu.

Los confirmandos vais a recibir el don del Espíritu, que os dará fuerza para vivir con mayor profundidad la vida de fe, la vida de amor, el ser testigos del Señor. Esta tarde vais a recibir un gran regalo: el sello del don del Espíritu, vais a quedar marcados por el don del Espíritu.

5.- El otro tema que toca san Pablo en su carta a los Gálatas es el de la ley y las obras. No somos justificados por nuestras obras, sino por la fe; porque creemos en Jesús que nos regala el perdón y la misericordia.

Dice san Pablo: «vivo, pero no soy quien vive, es Cristo quien vive en mí» (Gal 2,20).

¿Podéis decir alguno de vosotros eso con seriedad? ¿Podéis decir que a través de vosotros Cristo habla, actúa, piensa? ¿Sois tan trasparentes y está Jesucristo tan dentro de vosotros que podéis decir que todo lo que habláis, lo que sale por vuestra boca es como si lo hablara Jesucristo en vosotros? O, ¿por la boca salen cosas que no deberían de salir? ¿Todo lo que decís es como si lo dijera Jesucristo? ¿Hay cosas que salen por la boca que mejor que no salieran?

¿Todo lo que pensáis es como si Cristo estuviera dentro de vosotros? ¿Todos nuestros pensamientos son preciosos, limpios, maravillosos o también hay pensamientos que no debieran estar ahí dentro?

Y, las actuaciones, lo que hacemos, nuestras actitudes, nuestro comportamiento, ¿es como si Cristo estuviera dentro de nosotros y nuestra conducta fuera como la de Cristo o hay conductas que no están de acuerdo con lo de Cristo?

Así que ni pensamiento, ni palabra, ni obra. Pues fijaros, Pablo es capaz de escribir: «no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí. Y mi vida de ahora en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí» (Gal 2,20).

¡Cuánto nos falta a nosotros para poder afirmar esto, para poder decir que Cristo está tan dentro de mí que lo que yo digo y actúo es como si estuviera Él mismo haciéndolo!

6.- ¿Sabéis para qué va a servir el sacramento de la confirmación, entre otras cosas? Para que podáis decir mejor que Cristo vive más en vosotros, que vuestra conducta se asemeja más a la de Cristo, que vuestros pensamientos están más en sintonía con los pensamientos de Cristo, que vuestros sentimientos son como si fueran los de Cristo. Para eso vais a recibir del Espíritu del Señor, para que su Espíritu esté dentro de vuestro espíritu y os transforme desde dentro.

Ojalá un día podamos decir: ya no soy yo quien piensa, que sienta, quien actúa, es Cristo quien vive dentro de mí y se manifiesta a través de mis pensamientos, de mis sentimientos y de mis acciones. Me ha transformado tanto que actúa dentro de mí.

¿Sabéis qué recibisteis la figura de Cristo el día del bautismo? El día del bautismo recibimos el don del sello del Espíritu, la figura de Cristo. El cristiano ha recibido la imagen de Cristo que se le ha quedado impresa en el corazón. Nos haría capaz de sentir y vivir como Cristo, pero por nuestra debilidad y nuestro pecado esa imagen que está impregnada en nuestra alma se ha borrado o se has desfigurado. Necesitamos el perdón de Dios para que la figura, la imagen de Cristo dentro de nosotros vuelva a su nitidez.

¿Qué le pasa a una imagen que está grabada en un metal, plata o hierro con el tiempo si se herrumbra ese metal? La imagen, ¿se ve clara? La imagen, ¿se ve perfecta? No. ¿Qué hace falta para que reluzca otra vez la imagen? Limpiarla.

¿Qué hace falta para que reluzca la imagen de Cristo en nosotros? Limpiarla con el perdón de los pecados, como a Natán, como a la pecadora. Pedir a Jesús perdón, que nos limpie y que vuelva la figura suya, su imagen a tomar otra vez esa claridad que tenía al principio.

Eso es lo que vamos a pedirle al Señor esta tarde, que nos transfigure, que nos cambie, que limpie la imagen suya en nosotros, y que todos, de modo especial los que vais a recibir la confirmación, salgáis con la imagen de Cristo más clara en vuestro corazón y en vuestra alma. Vamos a pedir esto.

7.- Jesús, después de perdonar a la pecadora, salió de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo, proclamando y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios. Proclamando que el Reino está cerca, que es posible hacer esa vida (cf. Lc 8,1-2).

Ahora a vosotros se os dará el don del Espíritu para que seáis capaces de proclamar, al salir de aquí: en la familia, en el pueblo, en los colegios, en el trabajo, donde estéis ser testigos del Señor. Proclamad de pueblo en pueblo y de ciudad en ciudad la Buena Nueva del Reino de Dios. Que así sea.

 

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