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Vigésimo aniversario de la inauguración de los apartamentos de Tomás de Cózar (Parroquia de Santiago-Málaga)

Publicado: 10/06/2013: 272

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en el vigésimo aniversario de la inauguración de los apartamentos de Tomás de Cózar (Málaga) celebrado en la parroquia de Santiago el 10 de junio de 2013.

VIGÉSIMO ANIVERSARIO DE LA INAUGURACIÓN

DE LOS APARTAMENTOS DE TOMÁS DE CÓZAR - MÁLAGA

(Parroquia de Santiago-Málaga, 10 junio 2013)

 

Lecturas: 2 Co 1,1-7; Sal 33; Mt 5,1-12.

1.- Acabamos de escuchar un texto de la carta de san Pablo a los Corintios que dice: «Pablo, apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios –por tanto, no se auto envía él, apóstol es un enviado, Pablo hablar por medio de Dios y en nombre de Dios, es un misionero, un apóstol–, saluda y anima a los fieles de la iglesia, que está en Corinto» (cf. 2 Co 1,1-2). Pablo les hace reflexionar sobre el binomio: sufrimiento y consolación.

Esta tarde, tomando este texto de Pablo os diría: “Saludo y os animo a los fieles de esta iglesia que está en Málaga y a esta comunidad cristiana de la parroquia de Santiago. Que el Señor nos ilumine a profundizar desde esta Palabra de Dios, Palabra revelada, en el binomio sufrimiento-consuelo”.

Hay que dar gracias a Dios: «Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de todo consuelo» (2 Co 1,3). ¿Por qué? Porque «nos consuela en cualquier tribulación» (2 Co 1,4).

2.- Dios nos consuela, Dios es misericordioso, Dios nos perdona, Dios nos ama. Esa experiencia es la que nos capacita a nosotros después.

El motivo de dar gracias a Dios es, fundamentalmente, agradecer ese consuelo que Dios ha dado a unas personas necesitadas que, a partir de unas riadas de 1989, en Málaga, quedaron sin hogar, quedaron en la calle. Alguien, que había experimentado el consuelo de Dios y las misericordias de Dios, pudo consolar a otros. Igual que Pablo: «Dios nos consuela en cualquier tribulación nuestra hasta el punto de poder consolar nosotros a los demás en cualquier lucha, mediante el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios» (2 Co 1,4). Si no experimentamos ese consuelo de Dios no estaremos en disponibilidad de consolar a los demás.

Quiero agradecer vuestra actitud de consuelo a los demás, a todos los fieles, en modo especial a los miembros de las cofradías presentes, porque forma parte de vuestro ser cofrades. El consuelo de Dios que uno vive y que hace partícipe el poder consolar a otros.

3.- La dimensión socio-caritativa, la dimensión de consuelo, de ayuda, de fraternidad está inscrita en el ser cristiano y me alegra que mantengáis ese estilo, esa dimensión de cara al consuelo hacia los demás. Mantened esa actitud de consuelo, en el sentido amplio. No se trata sólo de cosas materiales, que es la cercanía al otro, al necesitado, al enfermo, al solo, al impedido, al anciano.

Esa ha sido la actitud de Caritas respecto a unas familias que quedaron sin casa. No sólo fue dotarles de una casa, de una vivienda; sino que hay una constante de presencia, de voluntariado, de gente de Caritas que acompaña a estas personas, que las escuchan, que necesitan compartir con alguien sus penas, sus ilusiones, sus alegrías, sus sufrimientos. Eso el consuelo de Dios vivido hacia el consuelo de los demás. Él nos consuelo y podemos nosotros consolar a los demás en cualquier tipo de tribulación (cf. 2 Co 1,4).

Igual que los sufrimientos de Cristo, el gran sufridor, -todos tenemos esa experiencia y esa vivencia de la fe, y de un modo especial también los cofrades-, el de la pasión del Señor, de los sufrimientos de Jesús; Él que tanto ha sufrido por nosotros, en ese sufrimiento abunda el consuelo de Cristo para nosotros: «porque lo mismo que abundan en nosotros los sufrimientos de Cristo, abunda también nuestro consuelo gracias a Cristo» (2 Co 1,5).

Y unidos a Él, a su sufrimiento, nosotros podemos recibir la bondad de Dios y podemos entender mejor las situaciones difíciles, tanto las propias como las de nuestros hermanos: «nuestra esperanza respecto de vosotros es firme, pues sabemos que, si compartís los sufrimientos, también compartiréis el consuelo» (2 Co 1,7).

4.- Dentro de ese ambiente amplio, Jesús en el Evangelio de Mateo habla de las bienaventuranzas, explicadas en el sermón de la montaña.

Estamos en el Año de la Fe y es una invitación a purificar nuestra fe. Una forma de purificarla es releer y saborear las bienaventuranzas que hoy nos presenta el Evangelio, porque da la impresión de que ser cristiano, sobre todo a los ojos de los que no han recibido la luz de la fe, como algo retrógrado, como algo que no está de moda, algo trasnochado, como unas reglas que hoy ya nadie cumple, unos mandamientos y unas normas que la sociedad de actual se salta a la torera porque busca la felicidad en otras fuentes y de otras maneras, aunque al final tampoco las encuentran.

Releer las bienaventuranzas da frescura a la vida de fe, a la vida del cristiano. Es la parte más hermosa y más positiva, es una propuesta de Jesús. El Señor siempre nos hace una propuesta, siempre nos invita y nos dice: “si quieres, ven”. Cuando le preguntan: «Maestro, ¿dónde vives?». Él les dijo: «Venid y veréis» (Jn 1, 39). «Maestro, ¿qué tengo que hacer de bueno para obtener la vida eterna?» Jesús le contestó: «Si quieres ser perfecto, anda, vende tus bienes, da el dinero a los pobres —así tendrás un tesoro en el cielo— y luego ven y sígueme» (Mt 19, 16.21).

5.- Jesús siempre hace la invitación: “si quieres…” Y ahora, ante una multitud, en el monte de las Bienaventuranzas, en el lago de Genesaret, en la Galilea Norte, Jesús expone su oferta, su propuesta: ¿Quieres ser feliz?, ¿buscas la felicidad? Pues vive en pobreza, ponte en manos de Dios, cambia tus planes, intenta vivir el espíritu evangélico de desprendimiento, sé como un niño ante Dios.

Pero eso, los hombres sabios, los científicos, los políticos, los orgullosos, los cristianos, a todos nos cuesta encontrar la verdadera felicidad. Porque la moda es que el hombre tiene que ser el dueño de sí mismo, tiene que planear su futuro, tiene que planearlo todo y tiene que ser el centro.

Y, sin embargo, Jesús da otra visión: ¿Quieres ser feliz? Pues no te pongas como centro, no eres el centro de nada, eres una criatura de Dios. ¡Vive la inocencia del niño frente a su Padre! El niño no se jacta, ni se pone orgulloso ante su padre, acepta el cariño del padre, acepta lo que le da, agradecido y cariñoso.

Esa es la actitud que el Señor nos pide a los hombres recios, duros, sabios y entendidos; es otra mentalidad.

6.- «Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados» (Mt 5,5). Es decir, bienaventurados los que sufren, porque ellos van a ser consolados por Dios. Como Cristo, que pudo no haber sufrido en la cruz, pero sufrió como ejemplo para cada uno de nosotros. Y nuestro sufrimiento o enfermedad en Él, el peso queda aligerado, no nos hunde.

«Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia» (Mt 5,7). La palabra misericordia está compuesta de “miserior” que significa perdón, perdonar, y “cor, cordis” es corazón. El misericordioso es el que tiene un corazón que perdona, que aguanta, que no se impone, paciente, que no tiene en cuenta lo que hacen. “Felices”, dice Jesús, los que actúan así.

«Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mt 5,8). Los que no van buscándose a sí mismo, los que no tienen la mirada turbia por planes siniestros, como el niño inocente. Todos decimos que los niños son inocentes y que tienen una mirada limpia; no hay doble pensamiento o dobleces ni intenciones en sus miradas. Limpios de corazón.

«Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios» (Mt 5,9). ¿Cuánta paz podríamos poner dentro de nosotros mimos y en casa, en nuestras familias, en la Hermandad, en el vecindario, en el grupo?

Aparentemente no tiene nada que ver con los mandamientos; pero los mandamientos están contenidos implícitamente aquí; es una visión más bonita, más limpia, más solada, de mayor luz.

7.- Os animo vivirlo de ese modo y a ser testigos de esto, explicando a nuestros contemporáneos que ser cristianos es una maravilla y que el cristiano encuentra la felicidad aquí, no tanto dónde pensamos que está. La felicidad no está donde muchas veces la sociedad nos dice que está.

Vamos a seguir dando gracias al Señor, porque vivimos su bondad y su amor; su consuelo y eso nos capacita para consolar.

Demos gracias por vuestra ternura, misericordia, actitud pacífica, limpieza de corazón dentro de la parroquia, dentro de las Cofradías y Hermandades, dentro del ambiente de las casas donde durante veinte años se ha vivido este estilo. Naturalmente somos limitados y pecadores, pero se intenta vivir este estilo de las Bienaventuranzas.

¡Que el Señor nos bendiga a todos y nos conceda su amor, para gozarlo y para compartirlo con los demás! Que así sea.

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