DiócesisHomilías Dedicación del templo de la parroquia de "Corpus Christi" (Málaga) Publicado: 08/06/2013: 492 Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la dedicación del templo de la parroquia de "Corpus Christi" en Málaga, el 8 de junio de 2013. DEDICACIÓN DEL TEMPLO DE LA PARROQUIA DE “CORPUS CHRISTI” (Málaga, 8 junio 2013) Lecturas: Neh 8, 2-6.8-10; Sal 29; Gal 1, 11-19; Lc 7, 11-17. (Domingo Ordinario X-C) 1.- Lectura de la Palabra de Dios Hoy es un gran día de fiesta para esta comunidad parroquial del “Corpus Christi”, en Málaga, porque, aunque llevamos ya varias décadas celebrando en este templo, hoy vamos a consagrarlo al Señor, vamos a dedicar el templo y el altar. Según el libro de Nehemías después de reconstruir la ciudad de Jerusalén, las murallas y el templo, se congregó todo el pueblo y el sacerdote Esdras leyó el Libro de la Ley (cf. Ne 8, 2), ante los miembros de la comunidad que tenían uso de razón: «Todo el pueblo escuchaba con atención la lectura del libro de la ley» (Neh 8,3). Es una lectura de la Palabra de Dios. Quiero hacer un inciso sobre quién escuchaba la Palabra: los que “tenían uso de razón”. Los israelitas enseñaban y leían la Palabra de Dios a los que tenían uso de razón. Nosotros tendríamos que incorporar, cuanto antes, a los niños con uso de razón, para que escuchen la Palabra de Dios, para que participen con el Pueblo de Dios de la Eucaristía, para que reciban los tres sacramentos de Iniciación, sin posponerlo a edades más maduras, porque les privamos de un alimento importante: el de la Palabra y el de la Eucaristía. Terminado el inciso continúo: «Leyeron el libro de la ley de Dios con claridad y explicando su sentido, de modo que entendieran la lectura» (Neh 8,8). La Palabra de Dios no es fácil, a veces, de entender y no cabe que hagamos interpretaciones privadas. La Palabra de Dios tiene su sentido y la Iglesia, el Magisterio, tiene la misión de explicar qué sentido tiene esta Palabra y qué sentido no tiene. Pero, el mismo texto bíblico dice que la Palabra de Dios no es de interpretación privada. No podemos decir, de manera personal, que la Palabra de Dios dice una cosa u otra. La libre interpretación pertenece al mundo protestante, que deja que cada uno interprete el texto bíblico según su saber, su situación y sus luces; de este modo, puede haber muchas interpretaciones de un mismo texto y ninguna de ella ser la auténtica. ¿Quién puede clarificar auténticamente la Palabra? ¿Quién tiene la misión de esclarecer con autoridad lo que dice la Biblia? El Magisterio de la Iglesia. Y de hecho ha explicado e interpretado algunos textos en la historia de la reflexión, en la historia del trabajo bíblico, que eran difíciles de comprender. Para los católicos, por tanto, es el Magisterio quien decide la autenticidad al texto. Deseo animaros a la lectio divina, que es una de las prioridades que estamos dando en este curso pastoral, y que se trata de una lectura orante de la Palabra de Dios. Es una lectura en la que el fiel se pone ante la Palabra para escucharla, para penetrar en su sentido, para rezar con ella y para que le sirva en la vida diaria. El método de la lectio divina es un método utilizado desde antiguo por los monjes y no es una simple lectura de la Palabra. Os invito a que sigáis formando grupos de lectio divina y sobre todo profundizando en el sentido del texto, mediante la oración y la penetración del misterio de Dios, a través de la Palabra revelada. El pueblo de Dios, con Esdras a la cabeza, después de escuchar la Palabra, de recibir el sentido que tenía la explicación «bendijo al Señor, Dios grande, se inclinaron y adoraron al Señor, rostro en tierra» (cf. Neh 8,6). La lectura de la Palabra lleva a la adoración a Dios, lleva a la acción, lleva al reconocimiento de que Dios es Señor y dueño de nuestras vidas; que somos criaturas suyas. La lectura orante de la Palabra llevará al reconocimiento de que Cristo nos ha amado tanto que ha entregado su vida por nosotros. 2.- Día de fiesta, consagrado al Señor En el día en que Nehemías consagra el templo, se lee el libro de la ley; tanto el gobernador, el sacerdote y escriba Esdras, y los levitas instruían al pueblo y les amonestaban diciendo: «Este día está consagrado al Señor, vuestro Dios. No estéis tristes ni lloréis» (Neh 8,9). Y Nehemías les decía: «Id, comed buenos manjares y bebed buen vino, e invitad a los que no tienen nada preparado, pues este día está consagrado al Señor. ¡No os pongáis tristes; el gozo del Señor es vuestra fuerza!» (Neh 8,10). También hoy, en esta comunidad parroquial de “Corpus Christi” en Málaga es un día grande para todos nosotros, para todos los fieles de esta parroquia. Hoy queremos emular lo que hizo el resto del pueblo de Israel en Jerusalén: hacer fiesta por la dedicación de este templo parroquial. ¡Hoy es un gran día de fiesta! Hemos escuchado la Palabra de Dios y después ungiremos los muros y el altar. A partir de hoy todos los años venideros, tal día como hoy, ocho de junio, celebraréis la dedicación del templo parroquial de “Corpus Christi”. Nace para vosotros una fiesta más. 3.- Eucaristía, sacrificio de Jesucristo Es un gozo y un gesto providencial que esta dedicación la hagamos prácticamente dentro de la octava del Corpus, que vosotros celebráis el jueves anterior. Hoy vamos a dedicar el templo y ungiremos con el santo crisma el altar y las columnas del templo, en representación de todo el edificio. El altar significa y simboliza a Jesucristo, que se ofrece como se ofreció en la cruz. Él es víctima, Él se entregó y murió. El sacrificio de la cruz se renueva y se actualiza en el sacrificio eucarístico del altar. Aquel sacrificio fue hecho una vez para siempre (cf. Hb 7,27; 9,12); no se repite, como repetían los sacerdotes de la Antigua alianza el sacrificio de los corderos. Aquel sacrificio de una vez para siempre se actualiza de una manera incruenta, sin derramamiento de sangre aquí. En la cruz, Cristo sufrió el desgarro de sus carnes y la muerte. En la Eucaristía Cristo ya no se ofrece de un modo cruento; se ofrece realmente, pero de manera incruenta. Ya se ofreció una vez y no puede ofrecerse más, porque ya murió y resucitó. El sacrificio de Jesucristo no es solo memoria, no es un simple recuerdo, como cuando recordamos nuestro nacimiento. El día del aniversario de nuestro nacimiento no nacemos otra vez, tan solo recordamos que nacimos. Pero en cada Eucaristía se actualiza y se realiza la entrega de Cristo en la cruz, aunque de manera incruenta. Simbólicamente el vino significa la sangre derramada de Cristo; simbólicamente el pan significa el cuerpo entregado de Cristo. Pero es el mismo sacrificio de Jesús en la cruz, que sigue ofreciéndose por nosotros en la eternidad. Es una actualización del mismo sacrificio de la cruz. Esta parroquia de “Corpus Christi” tiene una Hermandad sacramental; pero todos los feligreses del “Corpus” han de ser eucarísticos. Celebrar la Eucaristía en la parroquia llamada “Corpus Christi” nos lleva a ser fieles cristianos eucarísticos. No solo los miembros de la Hermandad, sino todo fiel cristiano que viva y celebre la fe aquí debe tener, de un modo especial, una dimensión eucarística de adoración al Santísimo Sacramento. La parroquia debe dedicar tiempos a la adoración eucarística y celebrar la Eucaristía, si cabe, con mayor veneración y unción, con mayor contemplación del misterio, ayudando a quien venga a que saboree esta celebración eucarística cuidando la liturgia. 4.- Ungidos por el Espíritu con el crisma Hoy realizaremos la unción en la fábrica: en los muros y en altar. La Iglesia realiza la unción con el mismo crisma en tres sacramentos: nos ungieron en el bautismo, para hacernos hijos de Dios y miembros de la Iglesia. Los bautizados fuimos ungidos, para ser consagrados y dedicados a Dios. Ya no podemos vivir como los paganos, porque hemos sido consagrados. Nos ungieron también en el sacramento de la confirmación, para darnos el sello del Espíritu Santo; hemos sido marcados por el sello del Espíritu. Y nos ungen también a los sacerdotes y a los obispos, para ejercer el ministerio sacerdotal, que nos configura a Jesucristo, Sumo sacerdote. Estas tres unciones dejan un carácter indeleble, que no se borra jamás. Somos sellados y marcados, quedando consagrados a Dios para siempre. No se puede borrar el bautismo, aunque el bautizado renegara de su fe. Hay algunos que no saben lo que hacen y envían una carta al Obispado para comunicar que fueron bautizados de pequeños y que ahora reniegan de esa fe. Pero no pueden renegar de ser hijos de Dios, porque Dios Padre les sigue amando, porque han quedado sellados y marcados hasta la eternidad. El cristiano lo es para toda la vida, porque Dios lo ha adoptado como hijo; aunque él reniegue de su Padre. Un hijo no pierde nunca su filiación respecto a sus padres, aunque no quisiera saber nada de ellos, aunque marchara de casa, aunque quedara desheredado, aunque renegara de sus padres. Por su generación y nacimiento queda vinculado para siempre a sus padres. Tampoco un bautizado deja jamás de ser hijo de Dios, aunque apostate de su fe. Al igual que vamos a ungir este templo, hoy recordamos nuestro bautismo, como hemos hecho en la aspersión del agua bendecida. Hoy queremos reafirmar nuestra fe en este Año de la Fe. Le decimos a Dios que queremos mantenernos siempre como hijos suyos adoptivos; que no queremos renegar de Él; que queremos vivir la fe; que queremos agradecerle la relación paterno-filial, que Él ha iniciado en nosotros. El mismo Cristo, que se ofrece en el altar, se ofreció en la cruz y ahora se actualiza aquí su entrega y nos invita a ofrecernos con Él como víctimas. Cristo fue víctima en la cruz y ahora es también altar. Cristo es víctima y altar. Nosotros podemos ser víctimas, que en el altar de Cristo nos ofrecemos cada día en la Eucaristía. 5.- Cristo, piedra angular Cristo es la piedra angular de este edificio precioso. Aquí hay muchas piedras que forman el edificio, el templo. Nosotros somos «piedras vivas» (1 Pe 2,5), que construimos y constituimos el templo espiritual de Dios, el templo espiritual de la Iglesia. Cristo es la piedra angular, que han rechazado los que no lo quieren. Pero, además, Cristo es una piedra de tropiezo. El que rechaza Cristo, queridos fieles, se estrella, tropieza, se rompe la crisma. Sobre Cristo hay que construir y edificar. Por mucho que se ataque a Cristo y a su Iglesia, se rompen todas las fuerzas del mal contra la piedra angular del que es la cabeza de la Iglesia. Él es «piedra de choque y roca de estrellarse –dice Pedro–; y ellos chocan al despreciar la palabra» (1 Pe 2,8). ¡Que nosotros acojamos la Palabra y construyamos cada uno sobre esta piedra angular que es Jesucristo! 6.- Los cristianos, piedras vivas en la construcción del templo del Espíritu. Pensad cada uno dónde os quiere Dios, qué misión vais a realizar en la Iglesia. Unas son piedras son de ornamentación, otras son de fundamento, otras las pisamos como pavimento, otras forman el techo. Todos somos necesarios en la Iglesia: unos son catequistas, otros cantan en el coro, otros educan a sus hijos, otros visitan enfermos, otros presiden la Eucaristía, otros leen la Palabra. Pero todos tenemos una tarea que el Señor nos pone; asumámosla con gozo y con alegría para desempeñarla bien. «Todos vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción de una casa espiritual para un sacerdocio santo, a fin de ofrecer sacrificios espirituales agradables a Dios por medio de Jesucristo» (1 Pe 2,5). 7.- Anuncio del Evangelio a los gentiles Hemos escuchado en la carta a los Gálatas que Pablo, que era un perseguidor del cristianismo, se convirtió después de un encuentro con Cristo y fue un gran predicador, que anunció el Evangelio a los gentiles. Pero él recalca: «Os hago saber, hermanos, que el Evangelio anunciado por mí no es de origen humano; pues yo no lo he recibí do ni aprendido de ningún hombre, sino por revelación de Jesucristo» (Gal 1,11-12). La Palabra de Dios no es palabra humana; ésta es solo es el vehículo. La Palabra revelada de Dios nos da vida, nos alumbra, ilumina nuestra vida y nuestro caminar y nos hace testigos. Hemos de ser testigos de una Palabra revelada, que no es nuestra. Por tanto, si no es nuestra, hemos de escucharla con atención, hemos de acogerla en el corazón como Pablo. De lo contrario, no seremos testigos de la Palabra, no seremos anunciadores del Evangelio, no podremos dar la Buena Nueva a nadie. Hemos de recibirla y vivirla antes de anunciarla. Pedimos al Señor que consagre este templo y que nos permita dedicarlo a Él. Los dos puntos importantes del alimento espiritual del cristiano son la Palabra de Dios y el Cuerpo de Jesucristo en el altar. ¡Que ellos sean el alimento perenne, que los fieles reciban para alimentarse! Pedimos a la Virgen María, que acogió en su seno la Palabra viva, Cristo, y que después nos la regaló, que ella nos ayude a acoger la Palabra y a vivir como hostias vivas espirituales agradables al Padre. Que así sea. 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