DiócesisHomilías Visita Pastoral a las parroquias de Nª Sª del Socorro, Santa Cecilia y Padre Jesús (Ronda) Publicado: 06/06/2013: 391 Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la Visita Pastoral a las parroquias de Nª Sª del Socorro, Santa Cecilia y Padre Jesús (Ronda), el 6 de junio de 2013. VISITA PASTORAL A LAS PARROQUIAS DE Nª Sª DEL SOCORRO, SANTA CECILIA Y PADRE JESÚS (Ronda, 6 junio 2013) Lecturas: Tb 6,10-11; 7,1.9-17; 8,4-9ª; Sal 127,1-5; Mc 12,28b-34. 1.- Estamos celebrando la Misa estacional de la Visita pastoral a estas tres comunidades cristianas de NªSª del Socorro, Santa Cecilia y Padre Jesús, en Ronda. Esta Visita pretende ser un encuentro del Obispo con los fieles; y juntos un encuentro con el Señor, que es el único Buen Pastor. Los obispos y los sacerdotes somos como los zagales del Buen Pastor; pero el Pastor de todos es Él. A nosotros nos ha pedido que lo representemos en la celebración eucarística, en los sacramentos, en las tareas de dirección eclesial, de regir y de santificar. Lo representamos, pero Él es quien está presente, quien salva, quien actúa y quien a través del Espíritu vive en nosotros. Esta Visita pastoral es un alto en el camino. Esta mañana decíamos que cuanto más y mejor se prepara, mejores frutos da después; no debe ser un acontecimiento efímero, que se olvide apenas pasa. Tiene ayudarnos a replantear nuestra fe, a revisar cómo estamos viviendo como cristianos en esta sociedad tan secularizada. 2.- Hay dos aspectos sobre la fe que deseo que reflexionemos. El primero: ¿cómo vivimos la fe personalmente y en comunidad?, ¿cómo celebramos?, ¿cómo nos llenamos de la Palabra de Dios?, ¿cómo nos alimentamos de la Eucaristía? El alimento es doble: Palabra y Eucaristía. ¿Cómo nos alimentamos para el camino? Y el segundo aspecto: ¿cómo transmitimos esa fe? Para transmitirla hay que vivirla. ¿Cómo transmitimos esa fe en una doble dimensión? ¿Cómo educamos a las nuevas generaciones y cómo damos testimonio hacia fuera, hacia la sociedad? La pregunta doble es: ¿cómo vivo la fe personalmente y en comunidad? Y, la segunda tiene dos dimensiones: ¿cómo transmito la fe? 3.- En la reunión que he tenido con los catequistas hemos planteado que la educación de la fe a las nuevas generaciones ha de ser muy similar a como los educamos para otras cosas. Ha de ser una educación para la vida; no puede ser un adoctrinamiento con teorías. Ser cristiano no es saber cosas; ser cristiano es vivir la fe y el amor; la vida se vive, sin necesidad de ser teorizada. En la vida comemos, dormimos, trabajamos, nos relacionamos. Igualmente, la vida de fe debe ser así: nos alimentamos con la Palabra de Dios, con su Cuerpo sacramental; nos relacionamos con el amor y la caridad; celebramos la vida y los acontecimientos, los aniversarios. Celebramos la fe, la liturgia, los sacramentos y, como centro, la Eucaristía. 4.- Por eso en las Visitas pastorales el momento más importante es la celebración eucarística presidida por el obispo y concelebrada por los sacerdotes con la participación de los fieles. No celebra sólo el obispo o el sacerdote; celebra la Iglesia entera. Unos presidimos en nombre de Cristo, pero todos celebramos y participamos del mismo Banquete. La Eucaristía es una celebración festiva de todos los fieles, de la Iglesia a la que pertenecemos. Ni siquiera es una celebración solo nuestra, es una celebración de la Iglesia entera. Aquí está presente la Iglesia triunfante, que ya pasó de este mundo y son santos. Aquí pedimos la intercesión de los santos, de los ángeles. Está presente toda la Iglesia, con Cristo que es la cabeza. En esta celebración el mismo Jesucristo se nos da en comida. Actualizamos el misterio de la muerte y resurrección del Señor. No es un simple recuerdo. Cuando celebramos un aniversario recordamos que nacimos hace años. La Eucaristía no es un recuerdo, sino una actualización del misterio pascual de Cristo; él vuelve a entregarse por nosotros; igual que se dio en la cruz, se nos da en el sacramento. Por tanto, actualizamos, revivimos el misterio pascual de Jesucristo. Por eso, la Eucaristía es el centro de nuestra vida cristiana. 5.- El segundo punto de nuestra reflexión es: ¿Cómo educamos en la fe? ¿Cómo somos testigos del Evangelio en la sociedad? Necesitamos purificar la fe, porque nuestra imagen de Dios y de Iglesia puede estar deformada. En el bautismo se nos regaló una impronta, una imagen de Jesucristo, fuimos configurados, fuimos hechos a imagen de Cristo; por tanto, fuimos «cristificados», «cristo-configurados». Esa imagen la emborronamos con nuestros pecados, con nuestros alejamientos de Dios, con nuestras correrías mundanas. El Señor nos permite, a través del sacramento de la Penitencia y de la Eucaristía, volver a limpiar la imagen de Cristo que hay en nosotros y que se nos regaló en el bautismo. Los objetos de plata, queridas señoras, ¿qué hay que hacer con ellos cuando se ennegrecen? Hay que limpiarlos. Pues nuestra imagen de Cristo se emborrona o la emborronamos, la ennegrecemos con nuestra actitud egoísta. Hay que limpiarla para que aparezca nítida y clara. Con esa imagen podemos ser mejores testigos. 6.- Pero hemos de purificar también nuestra imagen de Dios. A veces, la imagen que tenemos de Dios corresponde más a la gente no creyente que al cristianismo. En este Año de la Fe la Iglesia nos invita a purificar la imagen que tenemos de Dios; y podemos purificarla leyendo y meditando más la Palabra divina, confesándonos periódicamente, celebrando los sacramentos, intentando vivir con mayor autenticidad y fidelidad lo que el Señor nos pide. ¿Cómo damos testimonio del Señor en nuestra sociedad? Hemos de estar siempre revisando nuestra manera de pensar y de hablar, porque si darnos cuenta, terminamos hablando y pensando como los que no creen. Las imágenes, las modas, las ideologías van penetrando dentro de nosotros sin darnos cuenta. Antes les decía a los representantes de las asociaciones, hermandades y cofradías que, a veces, oímos a una persona decir una frase parecida a ésta: «yo soy católica, apostólica y romana, pero…» Y después del «pero» dice que no cree en la vida eterna, en el perdón de los pecados, que cree en la reencarnación, que acepta el aborto, que es partidaria del divorcio y más cosas. Se nos mete de manera más o menos consciente la forma de pensar de este mundo, que no coincide con la forma de pensar de Dios. 7.- Necesitamos replantearnos nuestra vida de fe y purificarnos, para que la imagen de Cristo en nosotros sea más limpia, más clara, más nítida. Y vivir el testimonio donde estemos, no sólo en la Iglesia, sino también en la familia, en el trabajo, en la calle. Hemos de ir transformando la sociedad desde la luz del Evangelio, no desde nuestra mente humana. Algunos quieren trasformar la sociedad con sus ideas y eso es muy pobre. Eso es como querer en una noche oscura caminar a la luz de una linterna, que al final va agotándose, hasta que se apaga. Debemos caminar a plena la luz del Sol, Jesucristo, cuya luz nunca se apaga; debemos a caminar a pleno día. A pleno Sol las cosas se ven de distinta manera que con una linterna por la noche. Nuestra luz a la sociedad no debe provenir de nuestras pobres linternas, de nuestros modos de pensar y de ideologías. Ha de ser desde la luz del Evangelio, desde la luz del bautismo, desde la luz de la fe, porque Cristo es el Sol de justicia que no tiene ocaso. Esa debe ser nuestra luz para todos los aspectos y rincones de nuestra vida. 8.- En la primera lectura, la del libro de Tobías, hemos escuchado que la pareja del relato no vive su primera noche de bodas como la pueden vivir otras personas no creyentes (cf. Tb 8,4-7). Ellos dedican su primera noche a la oración, a pedirle a Dios que les ayude a amarse de veras, a no aprovecharse el uno del otro, ni a tomar al otro como instrumento de placer, que esa es la mentalidad de este mundo. Viven el matrimonio con otro estilo totalmente distinto a lo que nos ofrece el estilo de vida del mundo. 9.- Y en el Evangelio de san Marcos hemos escuchado en síntesis lo que es más importante de la vida de fe: «¿Qué mandamiento es el primero de todos?» (Mc 12,28). Lo preguntaba Jesús porque los judíos tenían más de seiscientos mandamientos; ¡una maraña! Había un mandamiento por cada día del año, trescientos sesenta y cinco, y otros más, formulados en sentido negativo: «no hacer eso», «no hacer lo otro». Al final, el pueblo entre tantos mandamientos y normas se preguntaba: «¿qué es lo importante?». Y Jesús lo sintetiza muy claramente: El primer mandamiento es amar a Dios. El segundo, amar al prójimo (cf. Mc 12,30-31). Y además de reducir todo a dos mandamientos, dice que se puede quedar en uno solo; una única moneda con cara y cruz, pero la misma moneda; porque es inseparable el amor a los hermanos y a Dios, y viceversa. 10.- Nadie puede decir que ama a Dios, si odia al que tiene al lado; eso no es amar a Dios. Y nadie puede decir que sólo ama al hermano y no quiere saber nada de Dios; porque la única fuente de amor es Dios. Si alguien ama, el amor es único y es eterno. A veces algunos matrimonios, desde la mentalidad mundana, dicen que el amor entre ellos se ha roto o ha terminado; entonces desean separarse para buscar a otra persona a la que amar. Probablemente nunca se han amado. ¿Por qué? Porque el amor, si se da, es eterno; como la alianza que se entregan los esposos, que tiene forma de anillo redondo significando que su amor no tiene fin. El amor es Dios, porque Dios es amor, Dios es eterno. El amor humano es participación del amor eterno de Dios. El amor no debe confundirse con un sentimiento o con el gusto. Hay una inmensa diferencia entre «te amo» y «me gustas»; pero mucha gente confunde ambas cosas. Si alguien dice: «ahora ya no siento nada por ti», es que nunca amó a esa persona. El amor no es sentimiento, sino donación; sientas o no sientas, goces o no goces. El amor es darse al otro hasta la entrega de la vida, como hizo Jesús, como hacéis las madres. Normalmente, las madres no dicen a sus hijos: «ahora te amo y ahora dejo de amarte». Digo las madres porque es quizás el amor más exquisito y más limpio que hay. La madre ama hasta el final de su muerte, sea su hijo como sea, esté como esté, viva como viva, porque es un amor incondicional. Y da igual que el hijo esté enfermo, que haya huido de casa, que no le demuestre amor a su madre, que no la trate bien. Eso no importa; la madre sigue amando y sigue dándose a su hijo. 11.- Desde la luz del Evangelio podemos transformar el mundo, podemos ser testigos de algo precioso que es la luz de la fe, que es la vivencia del amor. Podemos demostrar que el cristiano, con la ayuda de Dios, puede amar toda su vida. Qué alegría ver a matrimonios que viven unidos toda su vida. Pasando todas la calamidades, pruebas y dificultades de la vida, pero mantienen su amor hasta el final. Ese es un hermosísimo testimonio. Se puede seguir amando hasta el final de la vida. Hay testimonios de ello. Hay matrimonios que tienen noventa años de edad y setenta de vida matrimonial y aún continúan unidos, a pesar de haber atravesado un camino con dificultades y calamidades, incluso la muerte de alguno de sus hijos. Os animo a vivir la fe con alegría. Ser cristianos es una maravilla, porque es un regalo de Dios. La fe ofrece una luz que no da ninguna filosofía o ninguna moda; la fe da sentido a la vida, porque hace que uno se sienta amado, porque capacita para amar a Dios y al prójimo. Éste es el único doble mandamiento que Cristo nos dio: amar a Dios y al prójimo con autenticidad. 12.- Pido a Dios por estas tres comunidades cristianas, que formáis una única unidad pastoral en Ronda. Pido por vuestro párroco, por los sacerdotes que os atienden, a quienes agradezco su trabajo, su dedicación y su presencia. Que el Señor os conceda vivir la fe con alegría y ser testigos valientes de esta fe, de este amor de Dios en nuestra sociedad. Que nos ayude en ese camino la Virgen María, bajo las diversas advocaciones con las que la veneráis: Socorro, Amor, Esperanza, Dolores, Angustias, Paz; todos estos títulos son preciosos. ¡Ah, y María Auxiliadora! Porque en Ronda la devoción a María Auxiliadora le ha ganado la palma a la Virgen de la Paz. Al final, todos títulos a la misma Madre. A los enfermos le hemos dado una estampa con la imagen de Santa María de la Victoria, Patrona de toda la Diócesis de Málaga; y, por tanto, también Patrona de Ronda. No os olvidéis de la Titular de la diócesis de Málaga. Que la Virgen nos acompañe y nos ayude con su solicitud maternal a vivir así, como Cristo, el Señor, espera de nosotros. Que así sea. Más artículos de: Homilías Parroquia de Nuestra Señora de las Flores (Málaga)Dedicación del altar de la Capilla de San José (Triana) Compartir artículo Twitter Facebook Whatsapp Enviar Imprimir