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Visita pastoral a la parroquia de Stella Maris (Málaga)

Publicado: 27/02/2014: 349

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la Eucaristía celebrada con motivo de la visita pastoral a la parroquia de Stella Maris en Málaga el 27 de febrero de 2014.

VISITA PASTORAL

A LA PARROQUIA DE “STELLA MARIS”

(Málaga, 27 febrero 2014)

Lecturas: St 5,1-6; Sal 48; Mc 9,41-50.

1.- Muy queridos sacerdotes, los que formáis la comunidad carmelitana; el Sr. Arcipreste y los sacerdotes que os unís a esta celebración; queridos fieles, todos.

Estamos celebrando el acto más importante de la Visita Pastoral, que es esta Eucaristía, llamada la Misa Estacional porque la preside el que es el Pastor de la Iglesia Particular, la Cabeza de la Iglesia como signo de unidad. La Eucaristía presidida por el Obispo tiene un significado especial de unidad y de plenitud, porque donde está el Obispo está la Iglesia, se hace presente la Iglesia en su concreción.

Hemos dedicado este día a estar con la feligresía de Stella Maris y en este final del día damos gracias al Señor por tantas cosas: por los encuentros que hemos tenido con la comunidad, con los que formáis el grupo más cercano de los colaboradores, con los enfermos, en sus domicilios. Damos gracias al Señor por este encuentro de hoy.

No es la primera vez que celebro la Eucaristía aquí, ya le he celebrado varias veces, pero esta es especial en Visita Pastoral.

2.- Hemos escuchado de la carta de Santiago, un estilo de vida que contrasta con el estilo propio del cristiano. Santiago dice, referido a los que ponen su ilusión, su corazón, sus fuerzas en las cosas materiales, en los bienes terrenos, en lo que el mundo valora, en el oro y la plata, en la riqueza; incluso, en la fuerza y en el abuso del trabajo de otras personas, en el lujo.

Todo eso, el Apóstol dice que con ello se están cebando: «Habéis vivido con lujo sobre la tierra y os habéis dado a la gran vida, habéis cebado vuestros corazones para el día de la matanza» (St 5,5).

Poner el corazón en algo caduco es ya salir perdiendo, es comenzar una carrera perdida. Pensar que los bienes materiales de esta vida es lo más importante es empezar ya derrotado, porque los bienes caducos se quedan aquí. Hasta ahora no sabemos que nadie se haya llevado ni un gramo de nada, ni de oro, ni de plata, ni siquiera un grano de trigo, ni un grano de arena. ¡Qué poco valor tiene un grano de arena! Pues hasta ahora nadie se ha llevado a la otra vida un grano de arena, ni siquiera eso.

3.- Santiago nos advierte: ¡cuidado dónde ponemos nuestro corazón! «Vuestra riqueza está podrida y vuestros trajes se han apolillado. Vuestro oro y vuestra plata están oxidadas y su herrumbre se convertirá en testimonio contra vosotros y devorará vuestras carnes como fuego» (St 5,2-3).

Hemos rezado hoy: «Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos» (Mt 5,3). Dichoso aquel que pone su confianza y su corazón en el Señor porque no quedará defraudado, porque recibirá la recompensa al final del camino. Poner la confianza en Dios es salir de esta carrera vencedores y llegar vencedores. Confiar en el Señor es el mejor tesoro que podemos tener.

Somos cristianos por gracia de Dios, no lo hemos pedido. Al menos, la mayoría hemos sido bautizados porque nuestros padres, nuestros familiares pidieron ese regalo para nosotros a la Iglesia. Y nos dieron el regalo de la fe, porque es un don, un regalo muy precioso. La fe junto con la esperanza y la caridad, que son las tres virtudes teologales, que las tres se regalan en el bautismo, es lo mejor que nos ha podido ocurrir después de nacer.

Y recalco, no sólo la fe, porque la fe va unida al amor a Dios y al hermano. Pero es que el amor y la caridad es también un don de Dios, son una virtud teologal, como la esperanza. Y las tres nos colocan en sintonía con el Señor, no pueden separarse. Un creyente que tiene fe no puede dejar de amar y no puede perder la esperanza. La esperanza, la confianza en Dios y el deseo de la vida eterna es lo que nos mantiene.

4.- La diferencia del que pone el corazón en la riqueza, en el poder, en el valor, en el oro, en la plata, etc. ‒lo que nos decía el apóstol Santiago‒, y el que la pone en el Señor es además un signo de madurez ‒en la antropología y la psicología es algo verificado y consabido‒. Aquella persona que sabe renunciar a un bien inmediato por otro bien mayor que se pospone es una persona más madura. El que sabe renunciar a un capricho por un bien mayor o por otra persona, es más maduro que el que no sabe renunciar al gozo inmediato, humanamente hablando.

Pero es que teologalmente hablando el que vive esas virtudes teologales, esos regalos ya desde aquí, y sabe dirigir su mirada hacia el final, hacia la meta; ese vive con mayor esperanza, más feliz, más alegre, más contento de saber que los bienes en los que pone su corazón no son caducos, van a continuar.

De ahí, como dice el Evangelio de Marcos que “toda obra buena será recompensada”.

5.- Hemos de ser capaces, queridos hermanos, de saber renunciar a los gozos inmediatos por un gozo superior, saber posponer. Pero hemos saber también compartir y hacer obras buenas. Que se desprendan de las tres virtudes teologales, de la fe, del amor y de la esperanza, porque lo que se desprenda de ahí ya es una obra que queda anotada en nuestro haber para que el Señor lo recompense.

Aunque después, todo lo que recibimos, la vida biológica, la vida natural, la vida de fe, la vida cristiana, todas las gracias y la vida eterna, todo es Gracia de Dios, todo es regalo del Señor. Eso no lo ponemos nosotros, no somos cristianos porque nos hemos empeñado en ser cristianos. Como no hemos venido a la vida porque nos hemos empeñado en ser seres humanos.

Y tenemos la confianza que nos regalará la vida eterna porque Cristo ya nos ha salvado, Cristo ya nos ha redimido, estamos ya redimidos. A veces da la impresión que el cristiano tiene que ganarse a pulso la vida eterna. No se la gana nadie a pulso, hemos de corresponder al amor a Dios, pero la vida eterna me la ha ganado ya el Señor con su entrega en la cruz y con su resurrección. Y a veces perdemos eso de vista.

6.- No son fáciles los tiempos que vivimos. Hay mucha acritud contra el cristiano, contra el ser cristiano, contra la Iglesia.

¿Por qué? Fundamentalmente, porque somos incómodos. La presencia de un cristiano resulta incómoda para quien pone en confianza en lo que dice Santiago, en los bienes de aquí. Si alguien mira un poco más hacia arriba a él lo miran de lado. Pero, no ha de importarnos. Nosotros a servirle al Señor, a serles fieles, a unir nuestro corazón al suyo, a vivir a su estilo.

Hacerlo como María. La parroquia lleva por título Stella Maris. Ha sido Ella la que ha puesto la confianza en el Señor, ha vivido de fe, una mujer fiel, de esperanza, que ha pasado tiempos durísimos. Una mujer que ha amado, que ha amado muchísimo a Dios, a su Hijo y a todos los que el Señor puso en su vida terrena, y a todos los que el Señor ha puesto como hijos suyos, que somos nosotros, a lo largo de los siglos.

Ella es nuestro modelo, Ella es nuestra Madre, Ella es la criatura más bella que existe bajo el Sol en toda la humanidad, la mujer más fiel, más llena de virtudes y de gracias que ha habido jamás y que habrá.

Después que digan que la mujer no pinta nada en la Iglesia. La persona que más protagonismo tiene es precisamente una mujer. La persona a quien Jesús se apareció para que diera la buena noticia de la resurrección fue también mujer.

7.- En esta Visita pastoral quiero animaros a vivir la fe con alegría, a ser cristianos con alegría, con serenidad, a vivir la comunión eclesial en todos los niveles, unidos a nuestros pastores, a nuestro párroco, unidos al Obispo y unidos al Papa.

Un cristiano no puede vivir la fe de la Iglesia con una Iglesia que esté decapitada. Eso lo va diciendo el papa Francisco. No se puede amar a un Cristo sin Iglesia o no puedo amar a una Iglesia sin cabeza. La Iglesia es cabeza, cuerpo y miembros, es todo, y hemos de amarla como Cristo ha querido. Él es la cabeza y los demás somos los miembros. Él la ha querido así, somos miembros de la Iglesia que Cristo ha querido, no hay más. Hay una sola a pesar de las divisiones entre nosotros. Por eso pedimos la unidad entre todos los cristianos, entre todos los miembros de la misma familia que somos la Iglesia.

8.- La Virgen María es Stella Maris; también es la Estrella de la nueva Evangelización; Ella nos puede ayudar y animar en esta tarea a la que nos han convocado los últimos papas Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco, a la nueva evangelización, a ser testigos de este Evangelio, a ser testigos de esta maravilla que es ser cristianos, a no tener miedo, a confesar abiertamente a Cristo como nuestro Salvador, a eso estamos llamados y a eso os invito yo.

Quiero felicitaros por vivir la fe comunitariamente como familia, unidos a la Iglesia, y animaros a ser testigos de la nueva Evangelización a la que nos llama hoy la Iglesia.

Que María, Stella Maris, Estrella también de la Evangelización nos acompañe y nos ayude en esta tarea nada fácil; pero que no es sólo cosa nuestra, la quiere el Señor, la quiere el Espíritu y la quiere María. Que así sea.

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