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Restauración del templo (Parroquia de Santa Ana - Manilva)

Publicado: 08/02/2014: 453

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la Eucaristía celebrada con motivo de la restauración del templo en la Parroquia de Santa Ana en Manilva, Málaga el 8 de febrero de 2014.

RESTAURACIÓN DEL TEMPLO

(Parroquia de Santa Ana - Manilva, 8 febrero 2014)

Lecturas: Is 58, 7-10; Sal 111; 1 Co 2, 1-5; Mt 5, 13-16.

(Domingo Ordinario V - Ciclo A)

1.- Ser luz en medio de la tiniebla

                Un fraternal saludo a mis hermanos sacerdotes, D. Francisco y D. Manuel por estar aquí celebrando. A toda la comunidad; a las autoridades, a las que veo presentes y a las que he saludado antes; a las familias que traéis a vuestros hijos para recibir una nueva vida. Y, a todos los que os unís a esta acción de gracias a Dios por haber restaurado juntos el templo.

                Hemos escuchado en el profeta Isaías que cuando uno vive de Dios, cuando uno atiende al hermano por amor a Dios y al hermano, entonces cambia su vida. Normalmente podemos tener oscuridad en nuestro corazón, tristezas, desengaños, problemas, enfermedades, tensiones. Todas estas cosas ennegrecen, entenebrecen nuestro corazón. Pero cuando uno vive ese amor de Dios y se abre al hermano su corazón se llena de alegría.

Esto es ser luz en medio de la tiniebla, esto es ser luz en la oscuridad. Un gesto de amor es una luz que se enciende en la oscuridad y en el egoísmo que por desgracia reina demasiado en nuestra sociedad.

«Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, cubre a quien ves desnudo y no te desentiendas de los tuyos. Entonces surgirá tu luz como la aurora, enseguida se curarán tus heridas, ante ti marchará la justicia, detrás de ti la gloria del Señor» (Is 58,7-8). Si haces eso, cambiará tu vida.

¿Quién es cristiano? ¿Quién es justo? ¿Quién es santo? El que brilla en medio de la tiniebla. Así lo dice el Salmo que hemos cantado, el Salmo 111. El justo brilla en las tinieblas como una luz: «En las tinieblas brilla como una luz, el que es justo, clemente y compasivo» (Sal 111,4). «Su corazón está seguro, sin temor, hasta que vea derrotados a sus enemigos» (Sal 111,8).

Y después, el mismo Jesús en el Evangelio ha recordado: «Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte» (Mt 5,14). «Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos» (Mt 5,16).

¿Qué hace el cristiano? Jesús dice que es la luz del mundo. En realidad, la luz es Cristo, pero el cristiano se llena de esa luz alimentándose de la Palabra de Dios, de la Eucaristía, de la Gracia y del Espíritu, de la celebración de los sacramentos; y llenándose de luz, al mismo tiempo, él es portador de luz.

Manilva puede quedar iluminada con la luz que vosotros, como creyentes, como hombres y mujeres de fe, como cristianos podéis llevar fuera del templo. Pero que no sea la luz de vuestras cosas, de vuestra inteligencia, de vuestros proyectos, que sea la luz de Cristo, que sea la Buena Nueva de Dios, que sea la misericordia divina, el amor de Dios; y no nuestras pequeñeces. Las pequeñeces oscurecen la vida y el amor de Dios alumbra, lo ilumina todo.

2.- Ser luz sin jactancias ni alardes

Esta tarea de ser luz del mundo, Jesús nos la pide a todos los cristianos: «vosotros sois la luz del mundo» (Mt 5,14), y hay que hacerlo sin jactancia y sin alardes. Nadie se puede enorgullecer de ser luz, porque esa luz no es propia, es de Cristo.

Hoy les entregaremos a los padres un cirio encendido del Cirio Pascual, esa luz significa la luz de Cristo Resucitado. Y les pediremos que mantengan esa luz, la llama de la fe, encendida toda la vida de sus hijos, que esa fe y ese amor a Dios no se apaguen. Porque nuestra luz es participación de esa luz de Cristo.

Quiero felicitaros, padres, porque después de darles a vuestros hijos Ángel y Francisco el regalo de la vida, ahora le vais a regalar la filiación divina. Pedís a la Iglesia que les haga hijos de Dios, que les dé una nueva vida, una vida renovada, como se ha renovado este templo. Ya tenía vida desde hace mucho tiempo, pero ha sido renovado, ha sido rejuvenecido, ha adquirido una nueva vida. Hoy vais a darle una nueva vida a vuestros hijos. Cuando digo nueva es nueva, radicalmente nueva y distinta a la que tienen. La vida física, la vida común, la vida corporal, tendrá un fin. No somos eternos en la tierra, pero la vida de Dios no acaba nunca, es eterna. Hoy sembraremos en vuestros hijos la semilla de la inmortalidad. Vuestros hijos serán inmortales gracias a la acción del Espíritu, no gracias a nuestra actividad o a nuestra fe.

Todo eso hay que hacerlo sin jactarse. Pablo dice: «Yo mismo, hermanos, cuando vine a vosotros a anunciaros el misterio de Dios, no lo hice con sublime elocuencia o sabiduría» (1 Co 2,1). «También yo me presenté a vosotros débil y temblando de miedo; mi palabra y mi predicación no fue con persuasiva sabiduría humana, sino en la manifestación y el poder del Espíritu» (1 Co 2, 3-4).

Nadie puede jactarse. Todos hemos recibido la vida de Dios. Hemos recibido la fe y el amor de Dios. Hemos sido amados antes que nosotros empezáramos a amar. Por eso, cuidado, ningún ser humano es capaz de amar si antes no ha experimentado el amor. Como hemos sido amados por Dios, antes incluso de nuestra existencia, como hemos sido amados por Cristo, como hemos sido amados por nuestros padres y demás personas que participan del amor de Dios, tanto amor nos hace capaces de amar. Cuando veáis alguna persona que parece que no es capaz de amar es porque, a lo mejor, no ha tenido la oportunidad y no ha experimentado el cariño de quienes debían haberle amado desde su infancia; o quizá, se han sentido rechazados desde su infancia.

Una preocupación que todos los hijos de Dios debemos tener: amad a vuestros hijos por encima de todo.

3.- Restauración del templo

Hoy ha sido renovado el templo y queremos darle gracias a Dios. Un servidor tenía deseos de venir y he aprovechado esta oportunidad porque quiero agradecer a todas las personas, que sois todos, que hayáis participado y sigáis participando en la restauración del templo. La comenzó D. Manuel, aquí presente, la continuó D. Nicolás y, ahora, D. Francisco recoge el fruto de todos.

Y quiero agradecer públicamente a la Sra. Alcaldesa, aquí presente, porque siempre ha estado al lado apoyando y colaborando para que esto pudiera hacerse. Al fin y al cabo, este hermosísimo templo, grande, limpio, con gran luz, que ahora disfrutáis y disfrutarán las generaciones venideras, vuestros hijos, es, creo, sino el mejor, uno de los mejores monumentos que tiene Manilva. Creo que podemos decir eso. Es un orgullo para Manilva tener un templo así, para cristianos y para no cristianos. Es un patrimonio que, aun habiéndolo hecho la Iglesia católica, está abierto para que todos puedan entrar y gozar de él. Y para los cristianos, que podamos reunirnos aquí para alabar a Dios, para darle gracias, para celebrar con nuestras familias los misterios del nacimiento, de los matrimonios, de la participación en la eucaristía, de la celebración de la penitencia y también de la confirmación, y para pedir por nuestros difuntos que traemos, oramos por ellos y despedimos con la comunidad eclesial. ¡Enhorabuena a todos!

4.- Trabajo pastoral de D. Nicolás Timpu

Quiero decir unas palabras en favor de D. Nicolás Timpu que hoy no está aquí. Le invité a que viniera, pero él ya tenía sus proyectos y me dijo que no podía quedarse más tiempo. Quiero decir una palabra de agradecimiento a toda la labor que él ha hecho como sacerdote y como hombre de Dios, intentando ayudaros a vivir la fe con la mayor calidad y compromiso.

Es cierto, que puede que haya habido algunas personas que no estaban de acuerdo con su estilo o con su forma de hacer las cosas, pero eso no es motivo de nada. Vino aquí nombrado por mí como párroco, él tenía sus tareas, sus compromisos, sus exigencias y sus deberes, que a mi modo de ver los cumplió perfectamente. Lo digo así y lo apoyo con todo mi corazón. Si hay alguien que piensa que ser cristiano es hacer lo que le da la gana, eso no es ser cristiano, lo siento. Pero me entendéis los que queréis vivir la fe como Dios manda.

Por tanto, desde aquí quiero agradecerle su tarea, su dedicación y siento muchísimo en el alma lo que ha pasado. Me decía, hace un par de semanas, la última vez que hablé con él, que ha estado muy contento con vosotros. Ya sabéis que estaba enfermo del corazón. Había estado varias veces hospitalizado; incluso, el curso pasado en verano. Y la tensión a la que había sido sometido por parte de algunos medios de comunicación dice que fue lo que más le hizo sufrir; el acoso de algunos medios de comunicación social. Y eso, a su escasa salud, es lo que no le ha permitido mantener una tensión tan fuerte. Así que, os doy un saludo de su parte y que quede bien claro que el Obispo lo ha apoyado desde el primerísimo momento, estando muy cerca de él.

Quiero agradecer a todos vuestra colaboración. D. Manuel empezó con la realización de las obras del pavimento. Y cada uno ha realizado una etapa y entre todos hacemos la casa de la Iglesia, de la familia de los hijos de Dios.

5.- Renovación de la comunidad parroquial

Ya que ha sido renovado el templo ahora os pido que también os renovéis vosotros. Somos templos del Espíritu Santo. Hoy cuando unjamos a los niños en el pecho, derrame el agua sobre su cabeza y les unja con el crisma, quedarán hechos templos del Espíritu. Quedarán llenos del Espíritu, llenos de la Gracia, llenos de la luz de Dios. Y hay que mantener ese templo, esa nueva criatura, novedad significada en el vestido blanco que se les impone. Y no olvidemos que cada uno de nosotros somos templos del Espíritu, templo que hemos de conservar limpio, acogedor, lleno del amor, de perdón y de misericordia. ¡Cuántas telarañas, seguramente, tendremos que quitar de nuestros corazones! ¡Cuántos rincones de polvo y basura tendremos que limpiar! Eso se quita con la confesión.

Dentro de poco empezaremos la Cuaresma, la mejor ocasión para limpiarnos por dentro. Os invito a que, de igual modo que la comunidad ha renovado el templo parroquial, nos renovemos por dentro todos nosotros.

6.- Anunciar explícitamente a Jesucristo

Dando gracias a Dios no perdamos de vista que el anuncio y el testimonio que debe dar un cristiano es hablar explícitamente de Cristo. Ser cristiano no es sólo ser buena persona, porque hay ateos que no creen en Dios o creyentes de otras religiones, o de otras confesiones cristianas y son buenas personas. Los cristianos somos creyentes en Cristo, los otros no son creyentes en Cristo o en Dios, y pueden ser mejor personas humanamente hablando que nosotros, más honestos, más honrados, más trabajadores, más dados a ayudar a los demás.

Ser cristiano tiene una característica propia, que es aceptar en la vida la presencia de Dios que me transforma y hace testigo de esa presencia. Y este encuentro con Cristo, me lleva a hablar explícitamente: «Cristo me ama, Cristo ha muerto por mí por amor y Cristo ha resucitado». Ese es el anuncio explícito.

El que cree en esta verdad revelada y es consecuente ese es cristiano; el que no cree o no es consecuente, se mantiene como dice el Papa, en el atrio de los gentiles, fuera, no llega a entrar dentro. A los que están fuera le podemos explicar de modo claro que ser cristiano es aceptar a Cristo en nuestra vida y vivir, o al menos intentar vivir, como Cristo nos pide.

No puedo tampoco decir: soy católico cristiano y, al mismo tiempo, decir lo mismo o confesar lo mismo que el no cristiano; eso es incompatible. No puedo estar a favor de ciertas leyes que van contra el hombre, contra la familia, contra el ser humano y simultáneamente decir que soy cristiano, no puede ser. No puedo ser blanco y negro al mismo tiempo, es una contradicción. Ahí está el testimonio vuestro, queridos hermanos.

Damos gracias a Dios porque nos ha permitido coordinarnos y conjuntamente poder renovar nuestro templo, y le demos gracias y le pedimos que nos ayude a renovar el templo espiritual.

Que la Virgen María nos acompañe, Ella fue la gran creyente, Ella es nuestra Madre; pues que siga ayudándonos en este camino de fe. Que así sea.

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