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Confirmaciones en la parroquia de Santa Ana (Salares)

Publicado: 25/01/2014: 477

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la Eucaristía celebrada con motivo de las Confirmaciones en la parroquia de Santa Ana en Salares, Málaga el 25 de enero de 2014.

CONFIRMACIONES

EN LA PARROQUIA DE SANTA ANA

(Salares, 25 enero 2014)

Lecturas: Is 8, 23 – 9, 3; Sal 26, 1-4.13-14; 1 Co 1, 10-13.17; Mt 4, 12-23.

1.- Jesucristo nos trae luz y alegría

Como hemos dicho al principio de la Eucaristía, el sacramento de la confirmación está muy relacionado con el bautismo. Hemos hecho el primer gesto, que nos ha recordado el agua bautismal. Y después haremos, antes de la unción, un gesto más que ya explicaremos.

                Hay dos maneras de situarse en la vida. Una, los que quieren vivir según su propio capricho, según sus ideas, según las modas, los deseos propios, lo que me place, lo que me gusta. Otra actitud, otra formar de vivir: ponerse ante Dios y decir: “Tú eres mi Señor. Yo quiero vivir como tú me dices”.

El profeta Isaías dice: «El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaba en tierra y sombras de muerte, y una luz les brilló» (Is 9, 1; cf. Mt 4, 16).

Aquel que quiere vivir según sus propios caprichos vive en sombras de muerte, vive sin luz. Aquel que desea vivir según el Señor, vive iluminado por la luz de Cristo.

Después encenderemos el Cirio Pascual, que es el otro signo que nos hará recordar el bautismo cuando al padrino o al padre se le entregó una vela encendida, indicando o significando la luz de la fe que el Espíritu te da para iluminar tu vida. En la entrega de ese cirio se decía al padre o al padrino, o si es adulto el catecúmeno: “ésta es la luz de la fe, camina con esta luz de Cristo y que no se apague nunca en tu vida”.

¿Qué vais a hacer ahora los confirmandos? Recibir el don del Espíritu que ya recibisteis en el bautismo y llenaros de esa luz, para que os ayude a caminar, no en tinieblas, sino a plena luz del día, a la luz de Cristo.

Quien camina así vive con alegría. El texto de Isaías dice: «Acreciste la alegría, aumentaste el gozo» (Is 9, 2). Cuando los discípulos se encuentran con Jesús en el momento que se les aparece después de la muerte y resurrección, los discípulos quedaban llenos de alegría por la presencia de Jesús en sus vidas.

Cuando se os da el Espíritu Santo en la confirmación os llena de alegría y de gozo porque se os llena el espíritu del Espíritu de Cristo, se os regala el Espíritu de Cristo, se os regala el don del Espíritu. La concreción de ese múltiple don se manifiesta en pequeñas expresiones de paz, de luz, de prudencia, de fortaleza, de sabiduría… lo que llamamos los siete dones del Espíritu, que habréis estudiado en el periodo de preparación a la confirmación; son en realidad, diversos aspectos del único don, que es el don del Espíritu. Un único don que después de manifiesta de forma múltiple.

Y una de las consecuencias es la alegría y la paz en la que el cristiano queda cuando está lleno del Espíritu. Hemos cantado en el Salmo interleccional: «El Señor es mi luz y mi salvación» (Sal 26).

2.- Liberación del mal

El profeta Isaías recordaba que la luz ilumina a los que van en tinieblas y en sombras de muerte; y eso supone también una liberación del mal: «Porque la vara del opresor, el yugo de su carga, el bastón de su hombro, los quebrantaste como el día de Madián» (Is 9, 3).

La obra salvífica de Jesús cura de las enfermedades: «Jesús recorría toda Galilea enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo» (Mt 4, 23).

                Diríamos que son dos aspectos: el que vive en tinieblas vive atado a unas cadenas. El que recibe la luz de Cristo, además de quedar iluminado, queda liberado, ya no es esclavo de nadie. ¡Atención, ni siquiera es esclavo de sí mismo! Porque no hay mayor esclavitud que el que uno sea esclavo de sus propios deseos y caprichos.

Nos cuesta entregar nuestra libertad a otro; por ejemplo, en la sociedad no se valora mucho el matrimonio, porque la gente piensa que pierde libertad para hacer lo que le da la gana. Pero no entiende que si la libertad no se ejerce no sirve para nada. Si tu vida no eres capaz de darla, entonces, ¿para qué la quieres? Es como si vamos al supermercado, llenamos la despensa de casa y dejamos pasar meses y meses sin consumir esos alimentos. Se compra para consumirlos, ¿no?

Los dones y las dotes, las facultades que el Señor nos da son para trabajarlas, para utilizarlas. Y la libertad es la mayor característica que tiene el ser humano. ¿Cómo la ejerce? Ofreciéndose, al Señor o a otro; pero se ejercita en la libertad. Y lo hace sin que nadie lo coarte.

Esa es otra característica. A vosotros se os ha dado la fuerza del Espíritu para que podáis vivir con otro estilo al que vive nuestra sociedad en general.

3.- Llamada a la conversión

El Señor, hemos escuchado en el Evangelio de Mateo, va llamando a unos pescadores. Dice: Desde entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos» (Mt 4, 17).

El Señor nos sigue llamando hoy a todos a esta conversión: a seguirle y servirle con total radicalidad; a dejar entrar a su Espíritu hasta lo más hondo de nuestra alma, para que nos purifique y transforme nuestro corazón de piedra en un corazón de carne (cf. Ez 11,19); a escuchar con docilidad su Palabra y a cumplir su santa voluntad.

¿Qué quiere decir convertirse? Dejar de mirar a un sitio o a mí mismo, para mirar hacia otro, girar la cabeza, mover el corazón, cambiarlo. Como dice el Evangelio: «donde estará tu tesoro, allí está tu corazón» (Mt 6, 21). Si tu tesoro son los bienes materiales o tus caprichos, tú corazón está en ellos. La conversión supone dejar de mirar eso y hacer que el corazón mire hacia Jesús o hacia las personas; es hacer un cambio, un viraje. Esa es la primera llamada.

En el bautismo el Señor nos invitó a todos a hacer ese cambio. La mayoría nos bautizaron de pequeño y no nos acordamos, pero hemos de actualizar el bautismo. Cuando Jesús predica el Reino y nos llama a la conversión nos está invitando a todos a ser santos, que es la vocación radical de todo cristiano, vivir según el estilo de Jesús; no vivir según el estilo del mundo.

4.- Llamada a seguir a Jesus

Y hay otra llamada: «Paseando junto al mar de Galilea vio a dos hermanos, a Simón, llamado Pedro, y a Andrés, que estaban echando la red en el mar, pues eran pescadores. Les dijo: “Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres”. Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron» (Mt 4, 18-20).

También llamó a otros dos hermanos, Santiago y Juan, hijo de Zebedeo, que estaban en la barca repasando las redes (cf. Mt 4, 21). Y también dejaron la barca y a su padre y lo siguieron (cf. Mt 4, 22).

Esa misma invitación nos la hace el Señor hoy a todos, a bautizados y no bautizados, a confirmados y confirmandos. El Señor te está invitando a que le sigas, a que sigas a su luz, a que no tengas miedo de entablar relación con Él; porque te va a ayudar en la vida, porque va a tener más sentido tu vida, va a estar más llena, más iluminada, más gozosa, que si sigues en tus tinieblas y en tus cadenas. Si sigues ahí no vas a salir de tu círculo vicioso. Si sigues al Señor puedes encontrar otros horizontes, otros planes, otros ideales que llenarán tu vida.

Los confirmandos: ¿estáis dispuestos a seguir a Jesús? (Respuesta de los confirmandos: ¡Sí, estamos dispuestos!) ¿O preferís quedaros en vuestras ideas, caprichos y teorías? (Respuesta de los confirmandos: ¡No!).

El Señor nos llama a cada uno de nosotros; de modo especial a quienes hoy vais a ser confirmados. Os regalará el don de su Espíritu Santo, para que seáis sus testigos.

Vamos a continuar nuestra celebración para que el Señor os transforme, os libere, os cambie, os convierta y quede iluminada vuestra vida. Hoy recibiréis un gran regalo.

El sacramento de la confirmación es, ante todo, el regalo del don del Espíritu Santo. No se trata de una actitud del sujeto que quiere confirmar su fe; más bien es la Iglesia quien confirma en la fe recibida el bautismo.

El segundo signo que vamos a hacer es encender el Cirio Pascual, luz de Cristo resucitado, la luz que simbolizó aquella vela encendida que nos dieron en el bautismo o al sujeto adulto, o a los padres y padrinos, y con el Cirio encendido ahora renovaréis las promesas bautismales, reafirmaréis la fe, confirmaréis la fe; pero la fe regalada en aquel momento.

Dispongámonos a realizar este segundo gesto que nos recuerda el bautismo que recibimos. Amén.

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