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Peregrinación a Tierra Santa (Caná de Galilea)

Publicado: 06/04/2013: 618

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la Peregrinación diocesana a Tierra Santa (Caná de Galilea) el 6 de abril de 2013.

PEREGRINACIÓN A TIERRA SANTA

(Caná de Galilea, 6 abril 2013)

 

Lecturas: Gn 1,26-; Ef 5,31-33; Mc 2,21-22.

1.- Vamos a reflexionar sobre tres sencillos puntos. Primero, la realidad del matrimonio desde el punto de vista de la consagración, de la bendición y de la elevación a sacramento que hace Jesucristo. ¿Qué es el matrimonio y qué no es? ¿Qué es? La unión de un varón con una mujer. Lo que no sea eso no es matrimonio. Unión de varón con una mujer porque Dios lo ha querido así, porque nacemos todos varones o hembras. Genéticamente nadie nace mixto, todos nacemos varón o hembra. Después puede haber cambios educacionales o de formación. Dios ha querido que el hombre, creado a su imagen, ame a la mujer creada también a imagen de Dios (cf. Gn 1,27). Ambos a imagen de Dios hacen realidad el amor de Dios en la Tierra.

Por tanto, es motivo de acción de gracias a Dios, que hayáis encontrado al otro o a la otra con la que os habéis complementado, no tanto en sentido psicológico, sino en el sentido de amor, de donación. El amor completo es cuando se da, no cuando uno se reserva. En la medida que uno se reserva no vive, no crece en el amor. Por eso antes hemos pedido perdón, porque quizás nos hemos reservado muchas veces aspectos de nuestra personalidad, o del tiempo, o de nuestros gustos, o proyectos sin querer. La fuerza del Espíritu en el sacramento nos anima a la donación, eso es lo que más importa.

2.- En segundo lugar: sacramento. Cristo ha querido, y lo dice san Pablo, que los esposos, marido y mujer, signifiquen y representen sacramentalmente al amor de Cristo hacia su Iglesia (cf. Ef, 32). Cristo se ha dado en la cruz, se ha entregado a la Iglesia, a la humanidad, al hombre, a cada uno de nosotros en una entrega total sin reservas. Cristo no se ha reservado nada y es a esto a lo que nos invita: a que amemos al otro sin reservas; a que seamos sacramentos vivos de ese amor que Dios tiene a la Iglesia y a la humanidad.

Por tanto, ser sacramento es mucho más que un simple amarse. Amarse es importante, pero ser además sacramento del amor de Cristo a la Iglesia es un testimonio especial.

3.- Quisiera que todos fuerais conscientes de lo que sois. Los fieles nos pedís a los curas que seamos transparencia y que seamos representación sacramental de Cristo sacerdote. Nosotros también os pedimos que seáis representación sacramental del amor de Cristo a la Iglesia. Eso es motivo de acción de gracias porque recibís un sacramento, pero también es una tarea, una misión en este mundo.

Todos sabemos cómo se está viviendo en nuestra sociedad el matrimonio y otras uniones que, aunque se llamen matrimonio no lo son. Por tanto, sois los matrimonios cristianos unas luces hoy importantes e imprescindibles. Si no hubiera matrimonios cristianos nuestra sociedad sería fatalmente peor.

Pedimos al Señor por vosotros para que seáis luz en medio de tanta oscuridad, ambigüedad y confusión. Y también pedimos para que esa sacramentalidad y esa luz no se apague, que sigáis manteniéndoos como testigos del sacramento de ese amor.

4.- Y el último punto. Hemos leído el pasaje del evangelio de las bodas de Caná, estamos en Caná. Cuando medito el texto de las bodas de Caná me gusta hablar de: «¡la chispa de la vida!». La vida tiene una «chispa». Una vida plana, una vida sin ilusión, deprimida, sin alegría, sin donación, es una vida que no vale la pena vivir. Vale la pena vivirla cuando hay ilusión, cuando hay entusiasmo, cuando hay amor, cuando hay proyecto, cuando hay chispa.

¿Por qué bendijo Jesús el agua transformándolo en vino? A parte, de otra significación sacramental de la Eucaristía, me refiero ahora más metafóricamente. Un poco de vino alegra el corazón. El vino nuevo del Reino de los Cielos, que lo da el Espíritu Santo, alegra el corazón del hombre. Estamos en la Pascua y el don más precioso de la Pascua es… Cuando Jesús se aparece en el tiempo pascual a los discípulos, ¿qué les dice? (Responden los fieles: «Paz a vosotros»). La paz es un don de Cristo resucitado. Y, cuando se marcha Jesús tras haberse aparecido, sobre todo, en los Hechos de los Apóstoles, los discípulos se quedan llenos de… (Responden los fieles: alegría).

5.- La paz de Cristo resucitado produce alegría en los discípulos. El amor debe producir alegría. A eso le llamo «la chispa de la vida», que no es la propaganda de la Coca-cola.

El matrimonio, la familia tiene que vivir con un poco de vino, de odres nuevos (cf. Mc 2,22), del Espíritu, del nuevo Reino de los Cielos, del amor porque todo eso produce paz y alegría.

Habéis de poner un poco de «chispa de la vida», sabiendo que esa «chispa» es la luz de Cristo resucitado. Esa «chispa» no es ser simpáticos o contar chistes. La «chispa» del sacramento cristiano es la luz de Cristo, la alegría, que os brillen los ojos de alegría, como brillan después del trago de un buen vino o por haber participado de la Eucaristía, del pan y del vino. Y esa «chispa de la vida» también llevarla fuera de vuestros hogares, a la sociedad. Pongamos un poco de alegría en esta sociedad que nos ofrece otras cosas.

Recordando: sois sacramento del amor de Cristo a la Iglesia; sois varón y mujer, no lo olvidéis nunca, a imagen de Dios creados; y testigos de esa alegría y de esa paz de Cristo resucitado. Que así sea.

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