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Día del Seminario (Catedral-Málaga)

Publicado: 17/03/2013: 1005

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en el Día del Seminario celebrado en la Catedral de Málaga el 17 de marzo de 2013.

DÍA DEL SEMINARIO

(Catedral-Málaga, 17 marzo 2013)

 

Lecturas: Is 43, 16-21; Sal 125, 1-6; Flp 3, 8-14; Jn 8, 1-11.

(Domingo Cuaresma V – C)

 

¡Sé de quién me he fiado! (2 Tim 1, 12)

 

1.- Querido D. Fernando, arzobispo emérito de Pamplona, señor Rector, Superiores del Seminario y demás sacerdotes concelebrantes, seminaristas mayores y menores; queridos padres de seminaristas, que hoy nos acompañáis en la oración por vuestros hijos y por los seminaristas que el Señor nos quiera regalar.

Celebramos hoy el Día del Seminario, que viene enmarcado por importantes efemérides eclesiales: Año de la Fe, en el que tenemos presente el cincuenta Aniversario de la inauguración del Concilio Vaticano II y el vigésimo aniversario de la promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica, el Doctorado de San Juan de Ávila, el Sínodo de los Obispos sobre “la nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana”. Todos estos acontecimientos, que la Iglesia está celebrando, son motivos sobrados para dar gracias a Dios; y, al mismo tiempo, son acicates para los jóvenes, que les estimulan a entregar su vida al servicio del Evangelio.

Nos encontramos también en el momento en que la Iglesia agradece los años de pontificado de Benedicto XVI, papa emérito, y la elección del nuevo papa Francisco, que el Señor acaba de regalar a su Iglesia.

Queridos seminaristas, estáis viviendo un momento importante de la vida de la Iglesia, a la que deseáis servir con todo vuestro corazón. Hoy rezamos, de modo especial, por todos vosotros y por quienes se animarán a ofrecer su juventud y su vida entera por el Reino de los cielos.

2.- El Señor sigue renovando hoy a su Iglesia. En el libro del profeta Isaías hemos escuchado que el Señor hizo antaño maravillas con el pueblo de Israel: «Abrió camino en el mar y una senda en las aguas impetuosas» (Is 43,16). El pueblo escogido pudo salir de la esclavitud y atravesar las aguas, que lo llevaban a la libertad, gracias a la acción salvadora de Dios.

Los fieles del nuevo pueblo de Dios, la Iglesia, salen también hoy de la esclavitud del pecado, atravesando las aguas bautismales. Los seminaristas estáis llamados, en un futuro próximo, a acompañar a este nuevo pueblo en su paso hacia el reino de la libertad, de la luz y de la verdad. Muchas cadenas, queridos fieles, siguen atando a los hombres de hoy y mucha oscuridad llena aún sus mentes.

El Señor nos habla por medio de Isaías: «Mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?» (Is 43,18). Dios sigue hoy haciendo nacer la novedad de su reino en el corazón de los hombres; sigue alumbrando a la humanidad, sigue abriendo «camino en el desierto, corrientes en el yermo» (Is 43,19). Vosotros vais a ser los mediadores de esta hermosa obra, que el Señor quiere hacer en los hombres.

Benedicto XVI, en su último encuentro con los cardenales y con el clero de Roma, citando a Romano Guardini, se ha referido a la Iglesia como un cuerpo vivo: “Vive a lo largo del tiempo, en devenir, como todo ser vivo, transformándose... Sin embargo, su naturaleza sigue siendo siempre la misma, y su corazón es Cristo”. Ese mismo Cristo es Aquel del que nos hemos fiado, tal y como este año expresa el lema del Día del Seminario.

Necesitamos sacerdotes santos, que colaboren en esta obra maravillosa, que Dios quiere realizar. El número de seminaristas y de ordenaciones sacerdotales en España sigue aumentando, aunque lentamente. Este es un signo positivo de esperanza. Hoy pedimos especialmente por todos los seminaristas, para que se ilusionen en la misión, a la que el Señor les llama.

3.- El lema del Día del Seminario para la campaña de este año está tomado de la carta del apóstol Pablo a Timoteo, cuando se refiere a los trabajos que sufre por el Evangelio: «Esta es la razón –dice– por la que padezco tales cosas, pero no me avergüenzo, porque sé de quién me he fiado» (2 Tim 1, 12).

San Pablo sabe que Dios es el fundamento de su existencia, el sentido de su vida, el objeto de su amor, el centro de sus trabajos apostólicos; por eso se fía plenamente de Él. Queridos seminaristas, fiaos plenamente de Cristo; no os defraudará nunca; y espero que vosotros tampoco le defraudéis.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda la importancia de la fe y de la confianza en Dios: “La fe es ante todo una adhesión personal del hombre a Dios; es al mismo tiempo e inseparablemente el asentimiento libre a toda la verdad que Dios ha revelado (…). Es justo y bueno confiarse totalmente a Dios y creer absolutamente lo que él dice (cf. Jr 17,5-6; Sal 40,5; 146,3-4)” (N. 150). ¡Ojalá podamos decirlo de nuestra propia vida!

El sacerdote debe vivir esta misma fe y confianza en Dios, ante la multiplicidad de tareas, ante el riesgo de la dispersión de vida, ante la tentación de activismo o de espiritualismo, ante el riesgo de convertirse en un profesional de lo religioso. Y el seminarista debe aprender desde su formación a confiar totalmente en Dios y a poner su corazón en Él.

4.- Con la confianza puesta en Dios cada sacerdote puede seguir diciendo con el apóstol: «Estoy firmemente persuadido de que tiene poder para velar por mi depósito hasta aquel día» (2 Tim 1, 12). Este depósito es el de la fe, que Pablo ha recibido y que pide a su discípulo Timoteo que lo conserve íntegro y que, a su vez, lo transmita. Este es el mismo depósito de la fe, que nos encarga la Iglesia cuidar y transmitir; creer y proclamar, celebrar y vivir.

Esto es apacentar la grey del Señor, que San Agustín llama “función de amor”; la tarea, a la que os llama es una “función de amor”. Queridos seminaristas, estáis llamados a llevar a cabo un servicio de amor; es decir, la más alta y noble de las vocaciones.

Dios ha prometido que nos dará pastores según su corazón (cf. Jr 3, 15). Pero hemos de pedírselo y de suscitar vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada.

La vocación se transmite también por contagio, junto a la oración y al trabajo pastoral; para ello es necesario un testimonio gozoso. San Juan de Ávila, recientemente proclamado Doctor de la Iglesia nos exhorta: «Lo que se os puede decir, hermanos, es que, si sois clérigos, habéis de vivir, hablar y tratar y conversar, de tal manera que provoquéis a otros a servir a Dios» (Plática 6).
5.- El apóstol Pablo, tras el encuentro con Jesucristo, fue capaz de renunciar a todo lo que más apreciaba, para aceptar la misión que el Señor le confiaba, como hemos escuchado en la segunda lectura: «Todo lo considero pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo perdí todo, y todo lo considero basura con tal de ganar a Cristo» (Flp 3,8).

Queridos fieles y estimados seminaristas, el Señor nos invita a fiarnos de Él y a poner nuestro corazón y nuestra vida en sus manos; nos exhorta a conocerlo, a seguirle y a estar dispuestos a morir con Él (cf. Flp 3,10).

En esta cuaresma la Iglesia nos invita a proseguir el camino bautismal hacia la Pascua. Aún no hemos alcanzado el premio, como dice san Pablo: «Hermanos, yo no pienso haber conseguido el premio. Solo busco una cosa: Olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta, hacia el premio, al cual me llama Dios desde arriba en Cristo Jesús» (Flp 3,13-14). Corramos, pues, queridos fieles, hacia la meta que nos marca Cristo, renunciando a los propios proyectos.

6.- El lema de la campaña del Día del Seminario va acompañado de una imagen, representando la figura del Jesucristo, que se encuentra en el retablo-mosaico de la capilla de la “Sucesión Apostólica”, en la sede de la Conferencia Episcopal Española en Madrid. Aparece Jesucristo como el timonel de la barca de la Iglesia, rodeado de los apóstoles.

El apóstol Simón-Pedro, tras una pesca infructuosa, le respondió al Señor: «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echaré las redes» (Lc 5,5).

En su nombre, en el de Cristo, vamos a seguir echando las redes y a pedir al Señor que nos conceda santos y sabios sacerdotes, que se fíen plenamente de Dios. Pedimos por todos los seminaristas, para que se preparen a conciencia para desempeñar un día el ministerio sacerdotal.

Queridos fieles cristianos y queridos padres de los seminaristas, seguid rezando y apoyando con vuestro cariño, con vuestro afecto y con vuestro amor a vuestros hijos seminaristas y también a los demás seminaristas.

Pedimos la intercesión de San José. Las diócesis españolas celebran el Día del Seminario en torno al 19 de marzo, festividad de San José.

¡Que la Santísima Virgen, Santa María de la Victoria, nuestra Patrona, nos acompañe en este camino cuaresmal y en la tarea de suscitar y acompañar las vocaciones al sacerdocio! Amén.

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