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Visita pastoral a la Parroquia de Santiago (Málaga)

Publicado: 06/05/2012: 3124

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la Eucaristía celebrada con motivo de la visita pastoral a la Parroquia de Santiago de Málaga el 6 de mayo de 2012.

VISITA PASTORAL

A LA PARROQUIA DE SANTIAGO

(Málaga, 6 mayo 2012)

Lecturas: Hch 9, 26-31; Sal 21; 1 Jn 3, 18-24; Jn 15, 1-8.

(Domingo de Pascua V-B)

1.- Hemos escuchado en el texto del libro de los Hechos de los Apóstoles una de las andanzas de Pablo de Tarso, de san Pablo. Como sabéis, Pablo era un judío de pro, un judío convencido del grupo de los fariseos, de estricta observancia de la ley, y por ese motivo persiguió a los cristianos hasta el momento en el que se encontró con Cristo resucitado y cambión su vida.

Una vez convertido, Pablo va a Jerusalén y se relaciona con los cristianos de la comunidad de Jerusalén, pero los cristianos de esa comunidad no acaban de fiarse de este Pablo, perseguidor de los cristianos y le hacen el “hueco”, no lo acaban de aceptar en su grupo, en su comunidad.

Bernabé, compañero de Pablo, es quien da testimonio a la comunidad de que Pablo es uno de ellos; que no le tengan miedo y que lo acepten. Y Pablo a partir de ahí da testimonio públicamente de la fe cristiana.

2.- Fijémonos en esa actitud de esa comunidad primitiva de Jerusalén que teme a Pablo, que lo rechaza y no lo acepta en su grupo. Ahora pensemos que esa actitud puede estar en nosotros de tener cierta prevención a que entren en nuestros grupos, en mi asociación, en mi cofradía ciertas personas.

Aquí habría que hacer una distinción. Si mi grupo, mi asociación, mi cofradía es un grupo de amigos, los miembros tienen pleno derecho a aceptar a quién quieran, si se trata de un “grupito” para hacer una serie de cosas y tienen que conocerse, compartir y aceptarse. Es legítimo que no pueda entrar cualquiera que quiera entrar.

Ahora bien, si mi grupo o cofradía no es un grupo de amigos solo, no es un gueto cerrado de un grupo que capitanea, sino que es una asociación de cristianos puede entrar todo aquel que profesa la fe cristiana. Y tiene que tener cabida el que llegue de fuera de mi círculo, de fuera de la parroquia, de fuera en el extranjero, pero que comparte la misma fe y quiere vivir la misma fe y está de acuerdo con los objetivos que se marca la asociación o la cofradía.

Esto es muy natural y muy humano, lo hemos visto en la primitiva comunidad respecto a Pablo, pero al final Pablo, con el testimonio de Bernabé entra a formar parte de la comunidad y a partir de ese momento las tensiones se acaban.

3.- La parroquia de Santiago que tiene más de 500 años, por aquí han pasado muchos fieles cristianos en todos estos larguísimos años. Probablemente hoy, en el inicio del siglo XXI, la parroquia sea más universal que nunca. Puede venir cualquiera que profese la fe.

En la demarcación hay personas procedentes de medio mundo: personas procedentes de países europeos, de países norteafricanos y de países latinoamericanos, hasta chinos, un buen grupo de chinos residentes en la demarcación territorial de la parroquia. Pues fueran de la etnia, de la geografía o del país que fueran del mundo la única condición es: cree en Jesucristo. ¿Creéis en el Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo? ¿Creéis que Jesucristo murió y resucitó por nosotros? ¿Creéis el mismo Credo de la Iglesia Católica? No hacen falta más condiciones, entrar a formar parte de nuestra parroquia, de nuestra agrupación o de nuestra cofradía.

Esto quiere decir que lo que nos aúna, y esto lo comentábamos ya ayer en el encuentro con las asociaciones y las cofradías, lo que nos aúna y lo que nos identifica es nuestra fe en Cristo y nuestra catolicidad, y nada más. Por eso precisamente la parroquia y sus grupos y asociaciones que pertenecen a ella lo que tienen que remarcar la identidad católica, la identidad cristiana, cuanto más clara mejor. En primer lugar, para vivir las relaciones hacia dentro; y, en segundo lugar, para dar testimonio hacia fuera.

4.- San Juan es un gran teólogo que suele utilizar términos en griego, cuyo significado va unido a la teología, más que a la filología; por ejemplo, el término “ver o contemplar” al resucitado, “experimentar” su presencia, es igual a creer en Él, aceptarlo en la vida propia, experimentar su presencia, fiarse de Él. Ver es creer y creer es amar.

En su primera carta Juan nos ha dicho: «Éste es el mandamiento del Señor: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros, tal como nos lo mandó» (1 Jn 3, 23).

Otro verbo que también juega en esta terminología es el verbo conocer. Conocer a Jesucristo implica amarlo. Verlo, experimentarlo implica creer en Él. Creer en Él implica fiarse y amarlo y supone conocerlo.

5.- Ese sería el sustrato de nuestra fe cristiana. Experimentar la presencia de Jesús en mi vida, haberme encontrado con el resucitado para poder ser testigo de esa resurrección e ir conociendo cada vez más a Jesús, en sus aspectos, en su ser, en su forma de actuar, en su estilo, y naturalmente y consecuentemente, ir amándolo más profundamente.

Os invito a toda la comunidad parroquial a que conozcáis mejor a Jesús, porque conociéndolo lo amaréis más, a que os fieis de Él, a que lo contempléis, a que lo toméis como modelo de la vida, a que sigáis como discípulos de ese único Maestro de la humanidad. La humanidad llama maestro a muchas personas, aquel que inventa algo, aquel que enseña algo que atrae a la gente se le llama maestro. Pero el único Maestro auténtico y verdadero de todos los hombres y de todos los tiempos es Jesucristo.

Como nos decía el texto de Juan de estos días, Él se define como Camino, no un camino cualquiera, no un indicador, sino “el camino”; la Verdad, no las opiniones; y la Vida (cf. Jn, 14, 6). Ese es Cristo. Él nos invita a acercarnos a Él, a conocerlo y amarlo cada día más.

6.- Este es el objetivo de mi visita Pastoral a esta parroquia: animaros en el camino de la fe, exhortaros a ser mejores discípulos, a formar una comunidad auténticamente vital, testimonial, celebrativa, que vive de la Eucaristía, que se alimenta de la Palabra de Dios.

Esto es lo que nos ha dicho el Evangelio de hoy. Jesús se ha presentado en el texto de hoy: «Yo soy la vid, vosotros los sarmientos» (Jn 15, 5a). La vid es la que proporciona la sabia y el alimento para que puedan desarrollarse los sarmientos y puedan dar fruto. «El que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada» (Jn 15, 5b, c).

A veces pensamos que somos protagonistas de muchas cosas, de grandes frutos, de grandes objetivos y de grandes logros. Lo que hagamos, hasta las buenas obras y los buenos pensamientos son donación del Señor, proceden del Señor. A nosotros solamente nos toca corresponder a esa gracia, a esa iluminación, a esa invitación de Jesús. Sin Él no podemos hacer nada, ni individualmente, ni como grupo, ni como parroquia, ni como agrupación.

7.- ¿Qué significa que somos sarmientos, que estamos unidos a Él? Significa que bebemos y nos alimentamos de su Palabra; significa que hemos recibido el don del bautismo y hemos sido injertado en esa vid. Nosotros no formamos parte inicialmente de la vid, ni somos de modo generacional, como Jesús, hijos de Dios. Nosotros somos hijos adoptivos; somos hijos de esclava y es el Señor quien nos invita a participar de su vida.

Pero no nos corresponde por derecho sino por invitación de Dios. No somos sarmientos que nacemos de forma espontánea de la vid. Somos sarmientos injertados. Hemos sido injertados en Cristo. Y a partir del bautismo que nos injerta, o nos inserta en su vida, a partir de ese momento empieza a circular dentro de nosotros la vida de Jesús, la vida de gracia, la vida verdadera, la vida de libertad, de luz, de todo lo que es Jesucristo.

8.- Alimentémonos, pues, de su Palabra, de su Pan, de su Cuerpo y Sangre que es la Eucaristía. Y cuando nos haga falta limpiémonos con el sacramento del perdón. Estar unidos a Jesucristo como sarmientos para que podamos dar fruto quiere decir, además de alimentarnos como hemos comentado, vivir de la fe, de la confianza, del amor suyo, vivir de la esperanza cristiana. Eso es ser sarmiento injertado en la vid verdadera que es Cristo.

Si no lo hacemos así Él ha sido muy claro: «Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden» (Jn 15, 6). De ese modo, sólo serviremos para ser ceniza, no para ser un vino o un mosto generoso.

Me alegro de estar de Visita Pastoral en esta parroquia de Santiago Apóstol de Málaga, de contactar con vosotros, queridos feligreses, de escucharos, de conoceros, de ver los retos que tiene planteados la parroquia, de conocer vuestras ilusiones, vuestras preocupaciones. Y lo que deseo es animaros a seguir trabajando por el Reino de Dios, no por las cosas humanas nuestras, no por ciertos éxitos. No por objetivos que podamos plantearnos de manera horizontal y rastrera. Trabajar por el Reino de Dios, eso es estar injertado en la vid. Los frutos han de ser del Reino de Cristo, no los míos.

9.- Os animo, pues, a seguir en esta buena línea de trabajo siendo realistas. Todos habéis constatado que la edad de los feligreses no es muy joven, que hay ausencia de jóvenes; pues la comunidad es la que es, pero no importa para seguir a Jesucristo. Lo importante es vivir esa oferta que el Señor nos hace de participar de su vida tengamos la edad que tengamos, seamos el número que seamos, eso es lo más importante y hasta el final de nuestros días.

                Vamos a pedirle al Apóstol Santiago, el titular de la parroquia que nos ayude a ser valientes como él; a ser testigo, igual que Pablo, como hemos escuchado en las lecturas, testigos de Cristo resucitado; a no tener miedo, aunque seamos pocos en la sociedad y aunque no seamos bien considerados, no pasa nada. Los cristianos siempre somos fermento en la masa, el fermento no es cantidad en la masa, es muy poco; la pizca de sal para que sale y saboree la comida es poca. Ese es el cristiano.

Le pedimos al Apóstol Santiago, pues, su intersección y su valentía y su ejemplo. Y a la Virgen María, la Virgen del Pilar relacionada tradicional e históricamente en España con el Apóstol Santiago, que nos acompañe siempre en este caminar, que nos haga un camino gozoso, alegre y fecundo. Amén.

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