DiócesisHomilías

Visita pastoral a la parroquia de Nª Sra. del Rosario (Faraján)

Publicado: 26/01/2013: 6049

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la visita pastoral a la parroquia de Nª Sra. del Rosario (Faraján) celebrada el 26 de enero de 2013.

VISITA PASTORAL

A LA PARROQUIA DE NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO

(Faraján, 26 enero 2013)

 

Lecturas: 2 Tim 1, 1-8; 1 Co 12, 12-30; Mc 3, 20-21.

 

1.- Estamos celebrando esta Eucaristía con motivo de la Visita Pastoral del Obispo. Es para mí un gozo poder celebrar con vosotros esta Eucaristía. Hemos estado visitando a algunos enfermos en la Residencia y en casas privadas. Ahora este es el momento más importante de la Visita porque es la celebración de la Eucaristía que, como nos enseña el Concilio Vaticano II, es el culmen, la cima de la vida cristiana, es hacia donde nos dirigimos y de donde partimos, al mismo tiempo. En esta celebración eucarística damos gracias a Dios por la fe que está y sigue viva en Faraján.

Hemos escuchado la primera lectura de una carta de Pablo a Timoteo. San Pablo fue constituyendo iglesias y nombró a Timoteo y a Tito obispos, cada uno de un lugar, y les escribió unas cartas pastorales muy bonitas donde les recomienda cómo deben ejercer su misión, cómo deben ser obispos. Los obispos actuales somos, como ya se os ha dicho en las catequesis, sucesores de los Apóstoles. El Papa y todos los obispos del mundo sucedemos como Colegio episcopal al Colegio de los Apóstoles.

En lo que llamamos tradición se transmiten los poderes, las misiones, los encargos, las tareas. La Iglesia los ha ido trasmitiendo desde la época apostólica hasta ahora, sin interrupción, en estos más de dos mil años. Los apóstoles ordenaron a obispos y esos a su vez a otros, y a otros, y a otros, y de una manera ininterrumpida, siempre, sin romperse esa tradición, hemos sido nombrados obispos los que vivimos ahora ejerciendo este ministerio.

2.- Podemos también dar gracias a Dios, por tanto, porque él, a través de los obispos y de los sacerdotes nos da la posibilidad de celebrar los sacramentos: bautismo, confirmación, eucaristía, perdón de los pecados... y todas las gracias que con ello el Señor nos concede.

Hay una cosa interesante que Pablo le dice a Timoteo: “procura no perder la fe que recibiste de tu abuela Eunice” (cf. 2 Tim 1, 5). Y ahora preguntaría a los niños: ¿Vosotros creéis en Jesús? ¿Amáis a Jesús? (Responden los niños: ¡sí, sí!). Y, ¿quién os lo ha enseñado? (Responden los niños: el cura). Bien, y ¿quién más? ¿No habéis oído hablar de Jesús y del amor a Dios en casa? (Responden los niños: ¡sí, también!). ¿E incluso a vuestra abuelita? (Responden los niños: sí).

Pues eso es lo que le ocurrió a Timoteo, quien, de pequeño escuchó hablar de Dios, del amor que nos tiene, del amor al prójimo, de dar gracias al Señor. ¿A quién se lo escuchó? A su abuelita, que se llamaba Eunice. ¿Cómo se llamaba? (Responden los niños: Eunice). Y Pablo le dice: “acuérdate, no te olvides de la fe que tu abuelita te explicaba. Ahora que eres obispo, esa misma fe que aprendiste de pequeño, ¡transmítela a los fieles de tu diócesis!”
 

3.- Eso es lo que a mí también esta lectura hoy me pide, que os ayude a reforzar y a confirmar la fe que tenéis. Vengo a confirmaros en esa misma fe, la que habéis aprendido a través de vuestras familias: los abuelos, las abuelitas, los papás, las mamás, los tíos, el sacerdote, los curas que han pasado por esta parroquia, quizás también algún maestro, los catequistas…

¡Qué bonito que en Faraján siga transmitiéndose la fe de padres a hijos, y que la comunidad de fieles que formáis, con el párroco D. Rubén a la cabeza, trasmita también esa misma fe a las nuevas generaciones! Esto es como una cadena. Los más mayores son el antepenúltimo eslabón de una cadena larga que viene de muchos años y siglos; los mayores, la generación de vuestras abuelitas, son el eslabón que hace tres, la generación de vuestros padres el eslabón que hace dos, y vosotros niños el último eslabón. Cuando vosotros crezcáis y tengáis hijos, transmitiréis a vuestros pequeños la misma fe, nada menos que la misma que trasmitió san Pablo, junto con Timoteo y Tito, a sus fieles de entonces.

Le vamos a pedir al Señor en esta Visita del Pastor, del Obispo, que en Faraján no falte nunca la fe en Dios, en el Dios de Jesucristo, la fe en Jesucristo y en el Espíritu, y que se transmita de generación en generación.

Hacen falta, por tanto, catequistas. Los padres sois los primeros catequistas de vuestros hijos. Y la fe, igual que el lenguaje y la cultura se aprende, se vive, se “mama” en casa, como se aprende el lenguaje y la forma de hablar, y el estilo, y las primeras formas de vivir en la vida. Así que os pido a las familias cristianas que eduquéis bien a vuestros hijos en la fe y en el amor a Dios.
 

4.- En segundo lugar, la Visita Pastoral también es un encuentro con la comunidad para animar a cada uno en su trabajo y en su misión. Hemos escuchado en el texto de la carta, también de san Pablo, pero ahora a los Corintios, que compara la Iglesia con la imagen de un cuerpo. ¿Cuántos cuerpos tiene una persona? (Responden los niños: ¡uno!) ¿Cuántos miembros tenéis? (Responden los niños: dos manos, dos pies, dos brazos, una nariz, dos orejas, dos ojos, una boca, diez dedos en las manos y diez en los pies…) ¡Y muchos más! Pero forman un sólo cuerpo, uno sólo. ¿Qué pasa entre todos estos miembros del cuerpo? Que están todos coordinados y la cabeza los rige todos. Podemos mover la mano, dejarla suelta, retirarla, podemos caminar, podemos dirigir la mirada, escuchar… pero todo va regido por un centro coordinador: la cabeza.

En la familia sucede lo mismo. ¿Quién en una familia es la cabeza? (Responden los niños: los padres) ¿Y los miembros? (Responden los niños: los hijos). Y en la parroquia de Faraján, ¿quién es la cabeza? (Responden los niños: el cura). ¿Y los miembros? (Responden los niños: todos nosotros). Todos los fieles.

¿Qué dice san Pablo con ese ejemplo? Que cada miembro tiene que hacer una tarea. ¿Sería normal que los pies pensaran? (Responden los niños: ¡nooo!). ¿Sería normal que anduviéramos con las orejas? (Responden los niños: ¡nooo!) (Risas). Sería un absurdo, ¿verdad?
 

5.- Pues, en la comunidad cristiana es algo parecido. Cada uno tiene una tarea que se la ha dado el Señor. Unos en la Iglesia hacen de lectores, otros dirigen, rigen o gobiernan, en este caso el párroco junto al Obispo; unos cantan, algunos enseñan la catequesis, otros hacen todos lo menesteres e incluso limpian la iglesia y algunos se encargan de renovarla cuando hace falta, otros visitan a los enfermos y todos rezan, todos alaban al Señor. Así, como un único cuerpo o una única familia, todos tenemos una tarea; incluso vosotros, niños. Porque vosotros también podéis ser en el pueblo testigos de que Dios existe y de que Dios nos ama. Podéis hacer cosas muy buenas.

Cada uno tiene una tarea, una función. Y, si uno no la hace, nadie la hará por él. Si los padres, como decíamos antes, los abuelos, las abuelitas, no enseñan la fe a sus hijos y a sus nietos, ¿quién se la va a enseñar? No siempre en las escuelas, en los institutos, y menos aún, en la Universidad, se habla de la fe. Al contrario, a veces hoy encontramos, en la Universidad, en los institutos, en las escuelas, profesores que no creen y que más bien atacan a la fe de los alumnos que creen.

Os animo a todos, porque todos somos necesarios, incluso los miembros más débiles. Hemos visitado enfermos que no pueden valerse por sí mismos; a esos miembros del cuerpo, el resto los arropa, los cuida, los limpia, les da alimento, porque a los miembros más débiles hay que protegerlos. De la misma manera, la comunidad adulta debe proteger a los niños, a los ancianos, etc.

La vida es un regalo de Dios que no podemos eliminar porque nos moleste. Pero hoy hay leyes en Andalucía, como la ley sobre el tema de la salud que permite matar a un anciano, sin castigo y sin pena alguna. Esa es una ley que va en contra de la vida. Eso no pude ser. La vida humana, aunque esté en el seno de la madre y no haya nacido, aunque esté en una cama e impedido, es sagrada, no se pude tocar, no se pude eliminar. Ni en el seno de la madre, ni porque sea mayor o porque esté en un estado en que no pueda moverse, o porque no pueda hablar. La vida humana hay que respetarla siempre porque es un don de Dios.

Pero nuestra sociedad no la respeta y, por tanto, los cristianos, hemos de ser testigos de que la vida es una gracia y un don que hay que mantener hasta el final, hasta la muerte natural, no provocada.
 

6.- Vamos a pedirle al Señor que nos ayude a profundizar en el regalo de la fe que nos ha dado, que nos ayude a saber respetar la vida, que nos ayude a saber transmitir la fe. Y también le damos gracias por muchas cosas: por los padres y familias creyentes en las que hemos nacido, por la parroquia, por el sacerdote que nos acompaña, que perdona nuestros pecados, que nos ofrece la Palabra de Dios y la Eucaristía, y por todos aquellos que colaboráis para que funcione la parroquia.

Os animo a que participéis todos y a que tengáis como propia esta familia que es la parroquia cristiana en Faraján.

Vamos a pedirle a la Virgen María que nos acompañe en nuestra vida. Cuando uno cree en Dios, la vida es más gozosa, más alegre, más luminosa. Cuando uno no tiene fe, cualquier problema le hunde y lo desanima, le quita la luz de los ojos. Pues, demos gracias a Dios que nos ha concedido la fe y el amor.

Que la Virgen nos mantenga en esa fe, nos acompañe y proteja siempre. Que así sea.

Más artículos de: Homilías
Compartir artículo