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Miércoles de Ceniza (Catedral-Málaga)

Celebración de Miércoles de Ceniza en la Catedral · Autor: E. LLAMAS
Publicado: 17/02/2021: 11368

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la Misa del Miércoles de Ceniza de 2021, en la Catedral de Málaga.

MIÉRCOLES DE CENIZA

(Catedral-Málaga, 17 febrero 2021)

Lecturas: Jl 2,12-18; Sal 50,3-6.12-14.17; 2 Co 5,20 − 6,2; Mt 6,1-6.16-18.

Cuaresma, tiempo para renovar la fe

1.- Comenzamos la Cuaresma con una invitación del profeta Joel a convertirnos al Señor de todo corazón (cf. Jl 2, 12), porque es un «Dios compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en amor» (Jl 2, 13).

En nuestra vida diaria somos tentados de buscar la felicidad en otras cosas en las que ponemos el corazón, lejos de Dios; pero cuando las perdemos, nos quedamos vacíos. Los dioses de este mundo (poder, riqueza, honor, placeres, gloria) no ofrecen la felicidad que el hombre ansía en su deseo de infinitud y de eternidad.

La Cuaresma es una llamada a volver al Dios de la vida, de la misericordia y del perdón (cf. Jl 2, 18); es una llamada a renovar la fe en el Dios verdadero, que me ama, me salva y me llena de felicidad.

San Pablo nos exhorta: «En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios» (2 Co 5, 20). Es tiempo favorable para volver al Señor (cf. 2 Co 6, 2) y pedirle perdón de nuestras infidelidades; es tiempo favorable para nuestra salvación.

2.- La Cuaresma dispone nuestro corazón y prepara nuestra alma para la celebración de la Pascua. La Iglesia nos anima a una escucha más asidua y atenta de la Palabra de Dios, para que crezca en nosotros como un árbol frondoso y fecundo y desarraigue las plantas malas que crecen en nuestro interior. La lectura y meditación de la Palabra de Dios fomenta la vida espiritual y hacer crecer un amor más intenso al Señor.

Es tiempo de reconciliarse con Dios, pidiendo perdón de nuestras ofensas a su majestad divina; es tiempo de regresar y acercarse a la casa paterna, de recuperar las distancias que nos alejaron de ella y de deshacer los caminos que nos extraviaron. El sacramento de la penitencia es el medio más eficaz para esta reconciliación.

Y es tiempo también de reconciliarse con los hermanos y de pedirles perdón de nuestras faltas y de nuestros desencuentros.

La celebración de la Eucaristía es fuente inagotable de perdón y alimento indispensable para el camino de la vida.

La Iglesia nos anima a practicar con mayor frecuencia las «armas de la penitencia cristiana», que son la oración, el ayuno y la limosna (cf. Mt 6,1-6.16-18), como expresión de nuestra conversión.

3.- La Cuaresma, queridos fieles, es tiempo para creer, para fortalecer nuestra fe; para recibir a Dios en nuestra vida y permitirle “poner su morada” en nosotros (cf. Jn 14,23).

El papa Francisco, en su Mensaje para la Cuaresma de este año, nos invita a acoger a Cristo: “Acoger y vivir la Verdad que se manifestó en Cristo significa ante todo dejarse alcanzar por la Palabra de Dios, que la Iglesia nos transmite de generación en generación” (Roma, 11.11.2020). La Palabra divina ilumina la mente del hombre cuando es acogida.

El Papa identifica esta Palabra con la Verdad, que es Cristo: “Esta Verdad no es una construcción del intelecto, destinada a pocas mentes elegidas, superiores o ilustres, sino que es un mensaje que recibimos y podemos comprender gracias a la inteligencia del corazón, abierto a la grandeza de Dios que nos ama antes de que nosotros mismos seamos conscientes de ello. Esta Verdad es Cristo mismo que, asumiendo plenamente nuestra humanidad, se hizo Camino –exigente pero abierto a todos– que lleva a la plenitud de la Vida” (Ibid.).

Ante la saturación de informaciones, muchas veces manipuladas, y ante el reclamo de muchos productos de consumo, el Papa nos invita en tiempo cuaresmal a ayunar de estas cosas, para abrir las puertas de nuestro corazón a Cristo, que viene a nosotros pobre de todo, pero «lleno de gracia y de verdad» (Jn 1,14), como Salvador.

4.- En la noche de Pascua renovaremos las promesas de nuestro bautismo para renacer como hombres nuevos, gracias a la obra del Espíritu Santo. Toda la cuaresma mira hacia la Pascua; vamos hacia la Pascua, nos preparamos para la Pascua. Las aguas bautismales nos limpiaron del pecado original y nos dieron la gracia de ser hijos de Dios; nos introdujeron en la vida de la Iglesia y fuimos acogidos en esta gran familia.

La Cuaresma, pues, es ocasión para recordar nuestro bautismo, en el que recibimos el don de la fe y profesamos adorar al único Dios verdadero, manifestado en Cristo Jesús como Dios uno y trino.

Es tiempo de conversión, de renovación de la vida cristiana, de memoria agradecida del bautismo y de reafirmación de las promesas bautismales. El camino cuaresmal es camino bautismal.

El itinerario cuaresmal, como todo camino cristiano, está bajo la luz de la resurrección, que ilumina toda la vida del cristiano: los deseos, los sentimientos, las actitudes, las decisiones de quien desea seguir a Jesucristo. El camino hacia la Pascua nos invita a restaurar la figura de Cristo impresa en nuestros corazones, que recibimos el día de nuestro bautismo.

5.- Recomendamos, queridos hermanos, los ejercicios de piedad más propios de este tiempo cuaresmal, como la lectura y meditación de la Pasión del Señor, el ejercicio del “Vía Crucis” y otras prácticas de piedad popular que nos ayuden a vivir mejor la Cuaresma. No hay que desdeñar ciertas prácticas de piedad porque parezcan antiguas; las prácticas de piedad no son antiguas ni nuevas, si ayudan a vivir mejor la vida cristiana.

Como nos ha recordado el evangelista Mateo, se nos exhorta a practicar la limosna sin alardes (cf. Mt 6, 3-4); la oración personal (cf. Mt 6, 6) más intensa, que nos una a la pasión de Cristo y nos ayude a tener los mismos sentimientos que Él; y el ayuno (cf. Mt 6, 16), para privarnos de aquello que nos aparta de Dios y nos ayuda a desprendernos de lo superfluo, ayudando al mismo tiempo a los más necesitados.

Queridos fieles, pedimos la intercesión de la Santísima Virgen María, para que nos acompañe en el camino cuaresmal hacia la Pascua. Que ella nos ayude a renovar la fe y a poner en el centro de nuestra vida a Cristo, abandonando los ídolos que anidan en nuestro corazón. Amén.

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