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Encuentro de los Responsables de las Comunidades Neo-catecumenales de Andalucía oriental (Loja-Granada)

Publicado: 25/10/2020: 9205

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la Eucaristía celebrada con motivo del Encuentro de los Responsables de las Comunidades Neo-catecumenales de Andalucía oriental, celebrado en Loja (Granada), el 25 de octubre de 2020.

ENCUENTRO DE LOS RESPONSABLES

DE LAS COMUNIDADES NEO-CATECUMENALES

DE ANDALUCÍA ORIENTAL

(Loja-Granada, 25 octubre 2020)

Lecturas: Ex 22, 20-26; Sal 17, 2-4.47.51; 1 Ts 1, 5-10; Mt 22, 34-40.

(Domingo Ordinario XXX-A)

1.- Agradezco los ecos que habéis hecho. El común denominador es la experiencia de ser amados por Dios. Cada persona tiene su historia, su idiosincrasia y la vive de una manera o de otra; pero realmente somos amados por Dios tal como somos; no para seguir como somos, sino para cambiar a lo que Él nos pide.

Las lecturas de hoy tienen una coherencia increíble junto con las oraciones.

Todos nosotros podemos recitar el Salmo 17: «Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza» (Sal 17, 2). Pensad cuántos paisanos nuestros, contemporáneos, podrían decir lo del Salmo, que atribuye una serie de sustantivos al Señor: «Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte» (Sal 17, 3). ¿Cuántas personas conocidas vuestras en vuestro ambiente dicen esto? La salvación de mucha gente no es Dios, sino el dinero, el trabajo, las posesiones, el honor; todo eso son cosas que pasan.

Es importante la profesión de fe. La celebración de este trigésimo domingo ordinario gira en torno a las virtudes teologales: la fe, la esperanza y el amor.

2.- Pablo, en su carta a los Tesalonicenses, nos dice hoy a todos los fieles, a los encargados, a los catequistas, a los responsables de las distintas comunidades, que él conoce la fe de los tesalonicenses y que están viviendo la fe siendo consecuentes.

Ellos han sido capaces de abandonar los ídolos, para servir al Dios vivo y verdadero: «No solo ha resonado la palabra del Señor en Macedonia y en Acaya desde vuestra comunidad, sino que además vuestra fe en Dios se ha difundido por doquier, de modo que nosotros no teníamos necesidad de explicar nada» (1 Ts 1, 8). Ellos mismos cuentan cómo se convirtieron, abandonando los ídolos, para servir al Dios vivo y verdadero (cf. 1 Ts 1, 9).

Lo importante es la centralidad de Cristo en nuestras vidas. Debemos hacernos la pregunta: ¿es Cristo, revelación de Dios, el centro de mi vida para poder decirle realmente que es mi salvador, mi refugio, mi baluarte, mi todo? Hemos de decirle a Cristo que no confiamos en los ídolos y que confiamos sólo en Él. Por eso no tenemos miedo.

Si ponemos nuestra confianza en otros medios o personas, nos pueden fallar. ¿Cuánta gente ha puesto su corazón en el trabajo? Y, ¿qué ha pasado? Lo ha perdido. O tal vez ha puesto su corazón en otras cosas (salud, familia, proyectos) y las ha perdido. Nuestra sociedad quiere dinero y salud; pues ambas cosas se pierden.

3.- Vuestra fe, queridos responsables de comunidades neo-catecumenales, es conocida por otros, como sucedía con la fe de los tesalonicenses. Quienes conocen vuestra fe dan gracias a Dios por ello, porque sois capaces en esta sociedad medio pagana de ser testigos de que existe el Dios vivo y verdadero.

Esa fe la recibimos en el bautismo. En él se nos regaló fe, esperanza y caridad; las tres virtudes teologales, que nos ponen en relación personal con Dios. Esto es el mejor regalo. Después de la vida temporal, la fe, la esperanza y el amor son lo más importante.

Seguid siendo testigos de esto, como ha hecho Pablo alabando a los tesalonicenses. Sigamos siendo testigos del Dios vivo en esta sociedad, en el momento actual, en este siglo XXI, en esta España que va cada vez peor, porque no cree en Dios.

4.- En una conferencia que me pidieron en la Universidad dije que no votaría nunca a un político que se declarara ateo. Después de la conferencia una profesora comentó que no compartía lo que había dicho; y se preguntaba por qué no podía votar a un político ateo. Le contesté que estaba muy claro: quien no cree en Dios, no cree tampoco en el hombre, porque el hombre es imagen de Dios (cf. Gn 1,26).

El que no cree en Dios, –y ahí están los resultados de los regímenes ateos–, no cree tampoco en el hombre; por eso lo domina y lo destruye, importándole más la ideología que las personas. Por tanto, no he votado a un político que se declare ateo, ni lo votaré jamás; porque no tiene consideración con el Hijo de Dios, ni con los hijos de Dios.

Esto va dicho en relación con la visita que un político español acaba de hacer al Vaticano. He escuchado el discurso que el papa Francisco le ha dirigido, cuya lectura os recomiendo. Esta mañana he recibido dos fotos: en una de ellas está el Papa con este político español, acompañado de la señora; y otra foto está el Papa con un rey y su esposa. Si comparáis el rostro del Papa en ambas fotos, observaréis una gran diferencia: en una foto está muy sonriente, mientras que en la otra tiene un rostro muy serio.

5.- Es vital para nosotros que Dios esté en nuestra vida; porque Él es el fundamento de nuestra vida, nuestro dueño, señor y refugio absoluto, a quien debo adorar. La consecuencia de la fe en Dios es la caridad; es decir: amar a Dios y al prójimo.

Estos dos preceptos son el anverso y el reverso de una misma moneda. ¿Podéis romper una moneda y partirla en dos separando cara y cruz? Si lo consiguierais ya no sería una moneda. La moneda tiene cara y cruz. El doble mandamiento es Dios y prójimo y no se puede separar, porque entonces ya no sería ni amor a Dios, ni amor al prójimo.

Cuando a Jesús le preguntaron cuál era el mandamiento más importante, respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente. Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mt 22, 37-39).

6.- Quiero dar gracias al Señor en esta Eucaristía por el bien que os está haciendo esta convivencia. Doy también gracias a Dios por vosotros, como testigos de Dios.

Sois testigos de la fe, testigos de que existe Dios, de que existe otra vida que ya está aquí iniciada. El papa Benedicto XVI, con su claridad teológica, explicaba muy bien que la otra vida no empezaba tras la muerte temporal, sino que comenzaba ya aquí. La Eucaristía es ya presencia de ese Dios, es anticipación de esa otra vida. ¡Esto es un regalo precioso que no tienen los no creyentes!

Doy gracias a Dios por vosotros. En primer lugar, por lo que Dios hace en cada uno de vosotros. Y, en segundo lugar, porque vosotros sois testigos del Dios vivo. Con vuestro testimonio y con vuestra fe anunciáis a otras personas la existencia de Dios; y les ponéis el interrogante del sentido de la vida. Vosotros hacéis presente a Dios; y su amor se refleja en el prójimo.

No os canséis, ni os agobiéis. Dios es mucho más paciente que nosotros. ¡Tranquilos, porque Él no se va a cansar nunca! Como decía antes el padre Ángel: siempre que le pedimos perdón a Dios nunca nos lo niega. Dios perdona siempre, el hombre a veces, la naturaleza nunca.

Queridos hermanos, muchas gracias por vuestra invitación a presidir esta Eucaristía, que gozo con vosotros. Vengo con alegría a celebrar la Eucaristía.

Y vuelvo a pediros que os mantengáis como los de Tesalónica: fieles siempre al único Dios, y consecuentes con el amor a Dios y al prójimo.

Que la Virgen, que ha sido la mejor creyente, nos acompañe y nos ayude en este camino. Amén.

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