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Bautismo del Señor (Catedral-Málaga)

Publicado: 10/01/2021: 11927

Homilía pronunciada por el obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la celebración del Bautismo del Señor en la Catedral de Málaga el 10 de enero de 2021.

BAUTISMO DEL SEÑOR

(Catedral-Málaga, 10 enero 2021)

Lecturas: Is 55,1-11; Sal (Is 12, 2-6); 1 Jn 5,1-9; Mc 1,7-11.

Ungidos por el Espíritu

1.- La liturgia de hoy nos muestra a Jesús en el momento de ser bautizado por Juan en el Jordán: «Apenas salió del agua, vio rasgarse los cielos y al Espíritu que bajaba hacia él como una paloma» (Mc 1,10).

Jesucristo es “ungido por el Espíritu Santo” y proclamado Hijo de Dios por la voz del Padre desde el cielo: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco» (Mc 1,11).

Esta escena presenta un gran contenido teológico trinitario: el Padre revela que Jesús es su Hijo y lo unge con el don del Espíritu. A partir de aquí, Jesús ya puede empezar a llevar a término la misión encomendada por el Padre en medio de los hombres.

En el bautismo de Jesús se oyó la voz del Padre. Cuando bauticemos a vuestros hijos, queridas familias, no escucharemos la voz del Padre de manera física. Pero podemos escuchar en nuestro corazón que el Padre-Dios dice de vuestro hijo: “Ese es hijo mío amado”; porque desde el momento del bautismo vuestros hijos van a ser “hijos adoptivos de Dios”.

La liturgia de la Misa muestra el carácter teofánico de la escena del bautismo de Cristo en el Jordán: Dios quiso revelar solemnemente que Jesús era su Hijo amado enviándole tu Espíritu Santo (oración colecta); en este día se manifestó el Hijo predilecto (oración de las ofrendas); descendió la voz del Padre desde el cielo, para que el mundo creyese que su Palabra habitaba entre nosotros; y por medio del Espíritu, manifestado en forma de paloma, fue ungido Jesús, para que los hombres lo reconociesen como Mesías, enviado a anunciar la salvación a los pobres (prefacio).

2.- Lo que empuja a Jesús a realizar su misión es la fuerza interior, porque está habitado por el Espíritu de Dios. A diferencia de los maestros de su tiempo, vive y actúa movido por el Espíritu. Los otros maestros actuaban por sus conocimientos y sus doctrinas.

Jesús hace realidad la profecía de Isaías: «Mirad a mi Siervo, a quien sostengo; mi elegido, en quien me complazco. He puesto mi espíritu sobre él, manifestará la justicia a las naciones» (Is 42,1).

Las acciones del Ungido revelarán la fidelidad al Espíritu: cuando va al desierto, cuando se presenta en la sinagoga, cuando cura a los enfermos, cuando anuncia su palabra. No son acciones vanas, sino señales de la presencia eficaz del Espíritu.

Nosotros, en cambio, perdemos a veces el sentido de orientación que nos da el Espíritu y nos conformamos con buscar el espíritu del mundo; por

eso no encontramos en ocasiones la salvación divina y permanecemos vacíos y sin sentido, al quedarnos con las cosas superficiales.

La vida que Dios nos regala en el bautismo nos llena de sentido, nos llena de amor, nos llena de esperanza, nos llena de alegría, nos llena de luz. Eso no lo tienen los creyentes ni los no bautizados en Cristo.

3.- Jesús fue ungido en su bautismo como sacerdote, que une al hombre con Dios; como profeta, que conoce e interpreta la historia según Dios y habla en nombre de Dios; y como rey, que vive en libertad victoriosa frente a las fuerzas del mal que esclavizan.

También nosotros somos ungidos en nuestro bautismo como sacerdotes, para ofrecernos a Dios; como profetas, para proclamar su Palabra; y como reyes, para vivir en la libertad de los hijos de Dios (cf. Rm 8,21). Vuestros van a salir de este templo catedralicio siendo sacerdotes, profetas y reyes, con una misión.

Los apóstoles perciben la presencia del Espíritu en Jesús y Pedro lo considera como el fundamento de la misión de Jesús y dice: «Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él» (Hch 10,38).

4.- También nosotros hemos sido ungidos por Dios en nuestro bautismo y hemos recibido el Espíritu del Señor para poder “pasar por la vida haciendo el bien”.

Al recordar hoy nuestro bautismo hemos de revisar nuestra fidelidad al Espíritu y cómo realizamos la misión que Dios nos ha encomendado como “ungidos” suyos.

En la literatura bíblica el “ungido” es el elegido de Dios, el enviado, el designado para llevar a término una misión salvadora.

Por el bautismo y la confirmación hemos sido convertimos en “apóstoles”, es decir, enviados. Hemos recibimos de Cristo la misión de pasar haciendo el bien, como Él lo hizo.

Nuestra vida de enviados del Padre y de Cristo arranca de la consagración bautismal y de la "unción del Espíritu", porque se nos ha dado un «Espíritu de hijos de adopción» (Rm 8,15). Hoy renovamos nuestro compromiso bautismal, para asumir con valentía la misión de ungidos por el Espíritu.

5.- Queridos padres, que habéis pedido el bautismo para vuestros hijos; hoy los traéis aquí para que sean bautizados en la fe de la Iglesia. No van a ser bautizados en vuestra fe, porque nuestra fe personal no siempre está en consonancia plena con la fe de la Iglesia, que es perfecta y completa.

Después del regalo de la vida temporal, el bautismo es el mejor regalo que podéis ofrecerles. Jamás les daréis en toda su vida otro regalo como éste. Porque el Señor los reviste con el traje de la inmortalidad, como se simbolizará con la vestidura blanca, y les concede su filiación divina adoptiva. Van a ser desde hoy “hijos de Dios”.

Las aguas bautismales los limpian del pecado original y los regeneran a una vida nueva. Han sigo generados a la vida temporal; y hoy serán “regenerados” para la vida eterna.

Desde ahora su fuerza será el Señor, como dice el profeta Isaías: «Él es mi Dios y Salvador: confiaré y no temeré, porque mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación» (Is 12,2). La salvación nos viene solo del Señor, no de otras fuentes.

6.- Ningún ser humano puede “salvar” a otro hombre de su pecado, de su condición mortal o de la condenación eterna; aunque haya muchos que se presenten en nuestra sociedad como “salvadores”. ¿Pero, de qué pueden salvar? Pueden salvar de una situación difícil, de algunos problemas, de crisis económicas, de enfermedades, de pandemias.

Tengamos en cuenta que estamos en manos de Dios; y si no morimos ahora de una enfermedad, de un accidente o de una pandemia, ya llegará el momento previsto por el Señor para pasar a la otra vida; pero todos tenemos que dejar esta vida temporal. No es importante que sea antes o después; lo importante es llegar a la salvación plena y definitiva.

7.- En el bautismo los niños recibirán las virtudes teologales de la fe, la esperanza y el amor cristiano y se les concederá la vida divina. Los que creen en Cristo nacen de Dios: «Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios» (1 Jn 5,1).

Me permito haceros una sugerencia. Solemos celebrar los aniversarios de algunos acontecimientos: el nacimiento, la graduación universitaria, el primer trabajo, la celebración matrimonial. Pero no se suele celebrar el aniversario del bautismo. Os recomiendo que incluyáis en vuestro calendario celebrativo familiar el aniversario del bautismo propio y de vuestros hijos. No es necesario comerse una tarta. Se pueden hacer otros signos: encender en casa una vela recordando la luz bautismal, recibida del Cirio pascual, hacer una visita al templo donde fuimos bautizados, o al templo parroquial, visitando un santuario mariano. Podéis visitar el santuario de nuestra Patrona, la Virgen de la Victoria, para darle gracias al Señor por el nacimiento del hijo y por su renacimiento a la vida divina.

Al final de la celebración ofreceréis a vuestros niños a la Santísima Virgen María, para que les acompañe en su proceso vital y les conduzca de su mano hasta la contemplación de Dios en la eternidad. Amén.

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