DiócesisHomilías

Profesión Solemne de Religiosas del Monasterio de Carmelitas (Cañete la Real)

Publicado: 09/07/2016: 5114

Homilía pronunciada por el obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la Profesión Solemne de Religiosas del Monasterio de Carmelitas de Cañete la Real, el 9 de julio de 2016.

PROFESIÓN SOLEMNE DE RELIGIOSAS

DEL MONASTERIO DE CARMELITAS

(Cañete la Real, 9 julio 2016)

 

Lecturas: Is 6,1-8; Sal 92,1-5; Mt 10,24-33.

 

1.- Visión de la gloria de Dios

De las lecturas que hemos escuchados y que han sido proclamadas, la primera es de un texto del profeta Isaías, en el que tiene una visión. Él ve al Señor sentado sobre un trono alto y excelso. Junto a él estaban los serafines, los ángeles, que se gritaban uno a otro diciendo: «¡Santo, santo, santo es el Señor del universo, llena está la tierra de su gloria!» (Is 6,3).

Queridas hermanas, estáis llamadas a cantar ese canto. Ese canto lo oiremos después en la Patria del Cielo donde todos los santos, ángeles de Dios, cantarán y cantaremos si Él nos lleva, con la esperanza de que sea así. Ese canto de los santos y de los ángeles, cantar la santidad de Dios, en vez de hacerlo sólo cuando lleguemos a la otra vida, vosotras os comprometéis a cantarlo y a orar en el monasterio.

Habéis ofrecido vuestra vida al Señor para cantar su alabanza, para unirnos a las voces de los ángeles y de los santos y cantar sin cesar santo, santo, santo. La gran santidad de Dios.

 

2.- Purificación de los labios y el corazón para servir al Señor

Cuando el profeta ve esta visión se siente indigno, se siente impuro y dice: «¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros, que habito en medio de gente de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey, Señor del universo» (Is 6,5). Entonces, sigue relatando el profeta, «uno de los seres de fuego voló hacia mí con una ascua en la mano, que había tomado del altar con unas tenazas; la aplicó a mi boca y me dijo: «Al tocar esto tus labios, ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado» (Is 6,6-7). Ahora el profeta puede cantar la alabanza de Dios y puede estar dispuesto a hacer lo que Dios le pide.

Simbólicamente, porque no va a ser de forma real, el ángel del Señor hoy va a coger una ascua encendida y os va a purificar, os va a tocar los labios y el corazón. ¿Para qué? Para que lo purifique. Purificar es hacer puro, pasando por fuego. Al fuego se mete incluso el oro cuando no está aún purificado, no está aquilatado, desparece lo que no sirve, la ganga y el oro queda aquilatado, gana en calidad.

Cuando el Señor nos purifica ganamos en calidad. Él nos purifica a través de su Palabra y a través de los sacramentos, de la penitencia y de la eucaristía, sobre todo.

Hoy el Señor quiere purificar vuestros labios y vuestro corazón para que cantéis su alabanza, para que os consagréis a Él con mayor limpieza de intención, con mayor profundidad y quitando de dentro aquellas pequeñas cosas que puedan estorbar al amor limpio hacia Dios. Dejaos purificar por Él hoy. La invitación es para todos.

Nos toca el Señor con una brasa de fuego, que es el Espíritu Santo, y nos purifica para que nuestra lengua, en vez de hacer otras cosas, alaben al Señor. Y que de nuestros corazones salgan cosas buenas, no salgan –como dice el texto de Pablo– oídos, rencores, enemistades y otras cosas. Todos necesitamos ser purificados por Dios.

Hoy pedimos de manera especial por nuestras tres hermanas, Inés, Clara y Liliana, para que el Señor las purifique en este día de su consagración definitiva y solemne al Señor. Así podréis contestar como el profeta Isaías, y que ya habéis dicho antes: «Aquí estoy, mándame» (Is 6,8).

 

3.- El discípulo de Jesús no aventaja a su Maestro

En el Evangelio hemos escuchado que Mateo, –eso lo pone en boca de Jesús–, dice: «un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo; ya le basta al discípulo con ser como su maestro y al esclavo como su amo» (Mt 10,24-25).

¿Qué quiere decir con esto Jesús? Somos discípulos, sois discípulas del Señor, no pretendáis ser más que Él; sería pretencioso y arrogante querer ser más que el Maestro. Pero sí es bueno que queráis ser como Él y que os pongáis en camino, a la enseñanza, al seguimiento del discipulado del Señor. Lleváis desde vuestro bautismo un camino del discipulado, pero Él quiere cada día ir purificándoos e ir estrechando esos lazos de amor con vosotras.

Fuisteis llamadas. Desde lejos vinisteis a este monasterio. El Señor os trajo aquí. Él sabrá por qué. Le habéis seguido desde vuestros lugares de origen y os encontráis aquí donde habíais profesado ya de manera simple. Hoy queréis hacerlo de manera solemne y definitiva. Son etapas en el seguimiento del Señor. Si habéis dicho: «Aquí estoy, mándame» (Is 6,8), realmente aceptasteis el discipulado al que os invita. El Señor os invita a seguirlo: «Ven y sígueme» (Mt 19, 21).

 

4.- No tengáis miedo a

En este seguimiento no tengáis miedo. Habrá dificultades, habrá que dar testimonio, habrá incomprensiones. Pero esto se supera fácilmente con amor. Pasa a nivel de relaciones humanas, a nivel de familia y de matrimonio. Hay dificultades lógicamente, lo que no vale es que a la primera dificultad nos separemos. Lo que no vale es que a la primera dificultad abandone la vida consagrada. Claro que hay dificultades y las habrá, pero hemos de confiar en el Señor porque es Él quien lleva nuestra vida.

Todos, consagrados, laicos, casados, no casados, todos estamos en manos del Señor, hemos de fiarnos de Él.

Dice el texto del Evangelio: «no tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No; temed al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna» (Mt 10,28). Pueden insultarnos, pueden criticarnos, echarnos por tierra, incluso pueden quitarnos la vida; pero lo más importante es estar junto al Señor.

«¿No se venden un par de gorriones por un céntimo? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo: valéis más vosotros que muchos gorriones» (Mt 10,29-31).

 

5.- Consagradas al Señor en la vida monástica

El Señor os llama a la vida consagrada monástica. Ya sabéis lo qué es el carmelo o un carmelo. Aparte del origen de Elías que saldrá después en la oración de bendición, aparte de lo que supuso para Elías en el monte Carmelo, en Palestina, que buscó la purificación del pueblo de Israel para que abandonara los ídolos y siguiera al Dios verdadero, luchó por la religión verdadera; ese es el origen del carmelo, del Padre Elías. También el carmelo tiene otro sentido poético.

A ver, queridas hermanas, ¿qué es un carmelo? (Responden las hermanas: un jardín). Un carmen es un jardín precioso. Habéis sido llamadas a un jardín del Señor. Y, ¿qué debéis ser vosotras? Un jardín para el Señor y unas hermosísimas flores en la que Él se deleite al contemplaros y al escucharos.

¿Estáis dispuestas a ser ese jardín del Señor dónde Él repose, dónde Él esté a gusto? ¿Estáis dispuestas a ser unas bellísimas flores en las que Él se contemple gozosamente? Pues a eso os invita el Señor hoy. Pedimos a toda la comunidad monástica que seáis un verdadero carmen, un verdadero jardín de Dios donde la presencia suya y su luz se palpe, su alegría se palpe. Un carmelo es siempre alegre. Esa es una de las cosas que más me ha cautivado cuando visito los carmelos. No se puede encontrar una carmelita triste, jamás. Los carmelos son alegres, son jardines del Señor donde Él se deleita con sus hijas.

 

6.- Ser testigos ante los hombres

Vais, pues, a ser testigos antes los hombres del amor de Dios. Si lo hacéis así, cuando llegue el momento de la partida hacia el Padre, Él dice que se pondrá de vuestra parte: «a quien se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos» (Mt 10,32). Pero, cuidado, que «y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre que está en los cielos» (Mt 10,33).

Vamos a pedirles a la Virgen del Carmen y a los santos del Carmelo que os ayuden en esta nueva etapa de vuestra vida.

Y ya que vuestra lengua materna no es el español, permitidme al menos algunas palabras en vuestra lengua del país: Dear sisters, God has choosen you for to the consecrated life. And his love for you is infinite; you must correspond to his love. And we all pray that God bless you. ¡Many greetings for you! Amen

Más artículos de: Homilías
Compartir artículo