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Jornadas de vicarios y delegados diocesanos para la vida consagrada

Publicado: 11/09/2019: 7201

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en las Jornadas de Vicarios y Delegados Diocesanos para la Vida Consagrada, celebrada en Madrid en septiembre de 2019.

JORNADAS DE VICARIOS Y DELEGADOS 

DIOCESANOS PARA LA VIDA CONSAGRADA 

(Esclavas-Madrid, 11 septiembre 2019) 

 

Lecturas: Col 3,1-11; Sal 144,2-3.10-13; Lc 6,20-26. 

 

1. Las cosas de la tierra “versus” las cosas del cielo 

Las lecturas de hoy nos ofrecen una reflexión interesante, que desearía describir en tres imágenes o binomios antitéticos. Están tomados de la carta de san Pablo a los Colosenses (cf. Col 3,1-11) y del Evangelio de san Lucas (cf. Lc 6,20-26). 

El primer binomio se refiere a las cosas de la tierra “versus” las cosas del cielo. Este texto es típico del tiempo litúrgico pascual, cuando se nos invita a mirar hacia arriba, hacia el cielo, y a no estar pendientes de las cosas de la tierra. Se refiere al sentido paulino de los frutos de la carne, que son pecado, respecto a los frutos del espíritu, que es a lo que estamos llamados. Esa actitud antitética es la que el Señor nos pone delante. Hemos de preferir las cosas del cielo dejando las de la tierra. 

Es una característica también de la vida consagrada, que es modelo, signo y ejemplo de la vida eterna o del cielo. Podemos vivirlo y animar también a las personas de vida consagrada especial. 

2. Despojo “versus” revestimiento 

El segundo binomio paulino se refiere al traje. Se trata de des-vestirse, des-pojarse del hombre viejo y re-vestirse del hombre nuevo, de Jesús. Despojo versus revestimiento. Hemos sido revestidos de Cristo en el bautismo. Dejar las cosas del hombre viejo, los harapos, la suciedad, quitarse el vestido del pecado y del mal, salir rejuvenecido por el agua bautismal. 

Y no sólo se quita lo sucio y lo malo, sino que el Señor nos reviste de su luz, de su gracia, de su amor, de su filiación divina. Somos revestidos. Pero la naturaleza sigue siendo humana, sigue siendo pecadora y al mismo tiempo sigue siendo salvada. 

La imagen es preciosa y muy significativa, porque no habla de un cambio en la naturaleza, sino de un revestimiento; no habla de un cambio esencial en el hombre; habla de un despojamiento. Hay que dejar las cosas de la carne, las cosas de la tierra, las cosas de este mundo y hay que vivir en la misma línea que decíamos de bienes terrenos “versus” bienes celestiales. Hay que revestirse de Cristo. 

La Virgen, cuya fiesta de su Natividad hemos celebrado, es la mujer vestida del Sol, vestida de Jesucristo, re-vestida. Aunque Ella no ha tenido mancha ni suciedad, ni hombre viejo. Pero es hermoso sentirnos que Dios nos re-viste en Cristo. 

3. Bienaventurados “versus” malditos

Y el tercer binomio nos lo presenta el evangelista Lucas cuando habla de las bienaventuranzas: bienaventurados, felices los que viven como hombres revestidos de Cristo, celestiales, los pobres, los sencillos, los humildes, los que se dan, los que aman al prójimo, los que renuncian a los bienes de aquí por bienes mejores. 

Y, ¡ay de aquellos!, maldición para aquellos que siguen viviendo como si Dios no existiera, como si el cielo no fuera nuestra patria celeste. 

Con estas imágenes preciosas el Señor nos invita a vivir como personas que miran hacia arriba; no nos quedamos en la inmanencia, transcendemos y pensamos en la vida eterna, en el futuro, en la vida de Dios ya incoada aquí; y nos anima a revestirnos de Cristo para ser felices y bienaventurados. 

Le pedimos a la Virgen, nuestra Madre, que nos ayude. Ella sí que se revistió del Sol de Justicia, Jesucristo. Que así sea.

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