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Rito de elección de los catecúmenos (Catedral-Málaga)

Rito de elección de catecúmenos en la Catedral de Málaga
Publicado: 10/03/2019: 1674

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, Jesús Catalá, en el Rito de Elección de los Catecúmenos celebrado en la Catedral de Málaga el 10 de marzo de 2019.

RITO DE ELECCIÓN DE LOS CATECÚMENOS

(Catedral-Málaga, 10 marzo 2019)

Lecturas: Dt 26,4-10; Sal 90,1-15; Rm 10,8-13; Lc 4,1-13.

(Domingo Cuaresma I -C)

1.- Mirada agradecida al Señor por la historia de nuestra vida

El pueblo de Israel recuerda la historia de amor que ha vivido y agradece a Dios haber sido rescatado de la esclavitud de Egipto. Supongo que los candidatos al bautismo vais conociendo los episodios de la historia sagrada. El libro del Deuteronomio nos presenta hoy la ofrenda de las primicias de los frutos recolectados, que el israelita piadoso presenta al Señor (cf. Dt 26,4).

Y al mismo tiempo recita una larga oración de acción de gracias por la salvación obtenida. Es una oración preciosa que recomiendo re-leáis y meditéis: «Mi padre fue un arameo errante, que bajó a Egipto… Los egipcios nos maltrataron, nos oprimieron y nos impusieron una dura esclavitud… Entonces clamamos al Señor, Dios de nuestros padres, y el Señor escuchó nuestros gritos… El Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte y brazo extendido, en medio de gran terror, con signos y prodigios» (Dt 26,5-8).

Cada uno de los fieles cristianos, y de modo especial hoy, vosotros, queridos catecúmenos, podemos recordar ante el Señor nuestra historia personal. También nosotros hemos vivido alejados de Dios, siguiendo nuestros deseos, nuestros caprichos, nuestros planes y nuestras ilusiones; pero hemos sido esclavos de nosotros mismos y de nuestros deseos. Hemos caminado en las tinieblas de nuestra ignorancia, pensando que lo sabíamos todo y que éramos los dueños de nuestra vida. Ésta es la gran tentación de nuestra sociedad: el hombre se cree dueño de su vida y de la de los demás para actuar a capricho; pero el hombre no es dueño de su vida, ni de la de nadie; tampoco los gobiernos; nadie es dueño de la vida de un ser humano. La vida humana debe ser respetada siempre, desde su concepción hasta su muerte natural.

Nosotros andábamos en oscuridad, lejos de la luz de Dios, que ilumina de veras la vida del hombre. Pensábamos ser dioses, como muchos de nuestros contemporáneos y no éramos más que pobres mendigos. Ahora hemos conocido a Jesucristo, la Luz verdadera (cf. Jn 1,9). Cristo ha iluminado nuestra vida y os la iluminará aún más, queridos catecúmenos, a partir del día de vuestro bautismo.

Al igual que el pueblo de Israel, hemos dejado el desierto y hemos entrado en la tierra prometida, tierra que mana leche y miel (cf. Dt 26, 9). Hemos pasado de una vida sin sentido y vacía a una vida fecunda en buenos frutos, la vida que nos regala el Señor. Este cambio de vida viene expresado por el camino cuaresmal. Todos necesitamos renovar año tras año la Pascua, la conversión al Señor, el cambio de vida, dejar las obras de las tinieblas y pasar a las obras de la luz. Queremos saborear los frutos de la nueva vida en Cristo, que nos libra del pecado y de la muerte (cf. Rm 8,2).

2.- La profesión de fe

Queridos catecúmenos, os preparáis de manera inmediata para recibir los sacramentos de la iniciación cristiana: bautismo, confirmación y eucaristía.

En la próxima Vigilia pascual seréis hechos hijos de Dios y profesaréis la fe de la Iglesia. San Pablo nos ha recordado que la profesión de fe se hace con los labios, pero nace en el corazón: «Si profesas con tus labios que Jesús es Señor, y crees con tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo» (Rm 10, 9).

Esa profesión de fe os dará la salvación que anheláis y buscáis desde hace tiempo, «pues todo el que invoque el nombre del Señor será salvo» (Rm 10, 13). No existe salvación fuera de Cristo y de su Iglesia.

La cuaresma es un camino de conversión, que exige la escucha y la meditación de la Palabra de Dios; ella ilumina el corazón y la mente del hombre y lo va transformando hasta configurarlo con Cristo, hasta hacerlo hijo amado de Dios.

¡Dejaos amar por Dios; dejaos reconciliar por Cristo; dejaos transformar por el Espíritu Santo! El camino cuaresmal nos invita a ponernos en manos del Dios-Trino, que quiere ofrecernos su vida divina.

Profesar la fe cristiana hoy en nuestra sociedad no es fácil. Os lo advierto: no entráis en un camino de rosas; entráis en un camino de testimonio valiente, difícil, exigente y comprometido. Pero no os asustéis, ni os preocupéis, porque la fuerza de Dios es nos mantiene. Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo para dar testimonio; y una sabiduría que excede a cualquier saber humano, porque la fe es una sabiduría revelada, que está por encima de otras ciencias y conocimientos. No tengáis miedo, pues, pero sabed que iniciáis un camino exigente.

3.- Las tentaciones de Jesús

El evangelio de Lucas nos ha ofrecido la escena de las tentaciones de Jesús. El Espíritu lo conduce al desierto, donde ayuna durante cuarenta días y es tentado por el diablo.

La Iglesia, en este tiempo cuaresmal, nos invita a ayunar de aquello que nos aparta de Dios, de aquello que nos ha dominado y esclavizado. El diablo tienta en base a las necesidades más básicas y a las aspiraciones profundas del ser humano: el hambre, la ambición de poder y el anhelo de gloria mundana. (Estas necesidades las dialoga con los catecúmenos en forma de preguntas).

Para cada una de las tentaciones el Señor tiene una respuesta adecuada. Ante la tentación del hambre, el Señor responde al diablo: «No solo de pan vive el hombre» (Lc 4, 4). El ser humano, por encima de las necesidades materiales, tiene otras necesidades más profundas del espíritu. Vosotros, queridos catecúmenos, lo habéis descubierto; empeñaos en obtener lo que alimenta de verdad al hombre en su anhelo de felicidad eterna. Qué tipo de felicidad buscáis: ¿la que termina en este mundo, o la que perdura más allá de la muerte temporal?

Ante la tentación de poder y de idolatría, Jesús contesta: «Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto» (Lc 4, 8). El verdadero poder, según el Maestro, está en el servicio: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos» (Mt 9,35); está en la adoración al verdadero Dios, y en el amor al prójimo y a Dios; de él recibimos todo lo que somos, tenemos y esperamos. Servir a los ídolos es perderlo todo.

Y ante la tentación de gloria mundana y de querer ser como dioses, Jesús dice: «No tentarás al Señor, tu Dios» (Lc 4, 12). Solo hay un Dios, que se ha revelado en Jesucristo con su vida, con su amor y con su rostro misericordioso; y nadie puede pretender ser como Dios, ocupando su lugar. Sin embargo, en nuestra sociedad hay mucha tentación de prescindir del Dios verdadero y adorar otros muchos falsos dioses, que no aportan nada.

Con estos ejemplos Jesús nos enseña el camino de la victoria sobre las tentaciones. Cuando seamos tentados, miremos a Jesús y pidámosle su fuerza.

Queridos catecúmenos, siguiendo una imagen de san Pablo podremos compararos con una semilla, que es enterrada en tierra para germinar después. Sois como pequeñas semillas, plantadas en el campo de la Iglesia, que, al llegar la primavera, es decir la Pascua, brotarán y os convertiréis después del bautismo en “plantitas”; seréis “neófitos”, como dicen los santos padres. Vuestros párrocos, vuestros catequistas, padrinos y demás fieles cristianos están cultivando la tierra buena, donde habéis sido plantados, para que podáis germinar y despuntar cuando llegue la Pascua. Y para que una semilla germine es necesario que primero se pudra. (Este argumento lo dialoga con los catecúmenos); la semilla deja de serlo y se convierte en planta. Primero hay que morir al pecado, dejar la vida vieja y caduca; tenemos que ir muriendo para resucitar. Esta conversión se refiere también a los que ya somos cristianos: tenemos que seguir muriendo al pecado, para ir resucitando a la nueva vida.

Pidamos a la Santísima Virgen María que nos acompañe en este camino cuaresmal y nos ayude a vencer las tentaciones de apartarnos del camino del Señor. Amén.

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