DiócesisHomilías

Inmaculada Concepción de la Virgen María (Catedral-Málaga)

Publicado: 08/12/2018: 3560

Homilía pronunciada por Don Jesús Catalá en la Catedral de Málaga en la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María.

INMACULADA CONCEPCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA

(Catedral-Málaga, 8 diciembre 2018)

Lecturas: Gn 3, 9-15.20; Sal 97, 1-4; Ef 1, 3-6.11-12; Lc 1, 26-38.

La Virgen Inmaculada escucha y acepta la voluntad de Dios

1.- La Inmaculada Concepción

Al comenzar el Adviento lo hacemos de la mano de la Virgen Inmaculada, cuyo dogma definió el Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854 al proclamar solemnemente que la Santísima Virgen "fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano".

La Concepción Inmaculada de María es obra de la Santa Trinidad. Ante la desobediencia de nuestros primeros padres, como hemos escuchado en la primera lectura (cf. Gn 3,12-13) y las consecuencias de este pecado original, quiso Dios enviar a su Hijo Unigénito en la plenitud de los tiempos para realizar la obra de salvación de la humanidad y ofrecerle la filiación divina (cf. Gal 4,4-5).

Dios Padre prepara una Madre para su Hijo, que se encarna por obra del Espíritu Santo; ésta es la gran obra de la Trinidad. Y elige una Madre santa, pura y limpia, no manchada por el pecado original e inmune de pecados personales.

La Concepción Inmaculada de María deriva de su maternidad divina y es privilegio singular como primer fruto de la redención. Mientras todos los demás mortales somos limpiados en el bautismo del pecado original y de los pecados personales si los hubiera por el misterio pascual de Cristo muerto y resucitado, María es preservada de todo pecado, original y personal, aplicándosele anticipadamente los méritos del sacrificio redentor de su Hijo Jesucristo. Esto es lo que celebramos en la fiesta de la Inmaculada; es el gran regalo de la Madre de Jesucristo y madre nuestra, recibido de la Trinidad.

2.- La actitud de escucha de la Virgen María

En el pasaje de la anunciación, que ha sido proclamado, el ángel de Dios saluda a María como «llena de gracia» (Lc 1, 28), y le comunica el mensaje de su maternidad: «Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús» (Lc 1, 31).

María, atónita y turbada (cf. Lc 1, 29), escucha con reverencia el mensaje del ángel Gabriel sin acabar de entenderlo y le presenta su duda (cf. Lc 1, 34). Y el ángel le responde: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios» (Lc 1, 35).

La Virgen Inmaculada, aún sin comprender bien lo que significa el mensaje recibido, escucha atentamente y abre el oído como buena israelita acostumbrada a escuchar la Palabra divina. Isaías nos recuerda la actitud del buen israelita: «Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los discípulos» (Is 50,4).

La actitud de escucha de María es modelo para todos nosotros, que necesitamos escuchar lo que Dios nos dice mediante su Verbo divino, sin poner obstáculos, ni interferencias, ni interpretaciones personales. La Palabra de Dios es divina y revelada; y no se puede interpretar a capricho.

Como ya se ha dicho al inicio de la Eucaristía, nos acompaña hoy el Seminario. De entre los seminaristas han sido presentados los candidatos a los ministerios laicales. Queridos seminaristas, candidatos a los ministerios de lector y acólito, al igual que la Virgen espabilad el oído para escuchar atentos y diligentes la Palabra del Señor. Esa Palabra iluminará siempre vuestra vida. Los lectores serviréis la Palabra proclamándola a la asamblea con respeto y diligencia; con meditación y oración antes de proclamarla. Los acólitos serviréis en el altar el pan y el vino, para que sean comida y bebida de salvación.

¡Imitad a la Virgen Inmaculada para ser buenos oyentes de la Palabra!

3.- La aceptación de María de la voluntad divina (fiat).

Una vez escuchado el mensaje del ángel, la Virgen Inmaculada responde con generosidad y firmeza: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 38). María responde su “fiat” (hágase).

La Virgen María es ejemplo para toda la Iglesia y maestra de vida espiritual para cada uno de los cristianos. Ella es, como dijo Pablo VI: “modelo de aquel culto que consiste en hacer de la propia vida una ofrenda a Dios: doctrina antigua, perenne, que cada uno puede volver a escuchar poniendo atención en la enseñanza de la Iglesia, pero también con el oído atento a la voz de la Virgen cuando Ella, anticipando en sí misma la estupenda petición de la oración dominical “Hágase tu voluntad” (Mt 6, 10), respondió al mensajero de Dios: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 38). Y el "sí" de María es para todos los cristianos una lección y un ejemplo para convertir la obediencia a la voluntad del Padre, en camino y en medio de santificación propia” (Marialis cultus, 21). El “sí” de María debe ser nuestro “sí”; su obediencia debe ser nuestra obediencia; su prontitud debe ser también nuestra diligencia.

Queridos fieles, hagamos de nuestra vida una auténtica ofrenda al Señor, una aceptación plena de su voluntad, una manifestación gozosa de nuestro amor oblativo, una obediencia obsequiosa a su plan sobre cada uno de nosotros.

Queridos candidatos a los ministerios de lector y acólito, ofreced vuestra vida en este humilde servicio de amor a Dios y a la comunidad eclesial; hacedlo sin orgullo ni pretensiones, sino con actitud humilde, sencilla y servicial como la Virgen.

Pedimos a María Inmaculada que nos ayude a saber escuchar atenta y respetuosamente la Palabra de Dios, y a obedecer con diligencia su voluntad. Amén.

Más artículos de: Homilías
Compartir artículo