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Entrega de la medalla de oro de la ciudad de Vélez-Málaga a la imagen de Nuestra Señora de las Angustias (Parroquia de San Juan Bautista-Vélez Málaga)

Publicado: 15/09/2018: 2355

Homilía pronunciada por el Obispo, Don Jesús Catalá, en la entrega de la medalla de oro de la ciudad de Vélez-Málaga a la imagen de Nuestra Señora de las Angustias, el 15 de septiembre de 2018, en la parroquia de San Juan Bautista de Vélez-Málaga.

ENTREGA DE LA MEDALLA DE ORO

DE LA CIUDAD DE VÉLEZ-MÁLAGA

A LA IMAGEN DE NªSª DE LAS ANGUSTIAS

(San Juan Bautista-Velezmálaga, 15 septiembre 2018)

Lecturas: Is 50,5-9; Sal 114,1-6.8-9; Sant 2,14-18; Mc 8,27-35. (Domingo Ordinario XXIV-B)

1.- El pueblo cristiano de Velezmálaga tiene gran devoción a la Santísima Virgen María, bajo diversos títulos marianos: Remedios y otros títulos. Hoy queréis expresar vuestro amor a Nuestra Señora de las Angustias otorgándole la Medalla de Oro de la Ciudad.

La advocación de las Angustias goza tradicionalmente de gran devoción en el antiguo Reino de Granada y se extiende por la comarca de la Axarquía, donde se han construido capillas votivas dedicadas a esta advocación y han tomado dicho título diversas hermandades y asociaciones eclesiales.

La Orden de los Siervos de María (Servitas), posibilitó desde Roma en 1752 la erección de la Cofradía de Nuestra Señora de las Angustias en Vélez, en su sede canónica de la parroquia de san Juan Bautista, promoviendo el culto a los Dolores de Nuestra Señora y ocupando la capilla adjunta a la del Santísimo Sacramento.

La persecución religiosa durante la Segunda República y los primeros años de la Guerra Civil del siglo pasado hicieron estragos en el patrimonio de la Iglesia católica, destruyendo prácticamente todo el patrimonio de esta Cofradía, incluidas las imágenes de los Sagrados Titulares.

A partir de la segunda mitad del siglo XX se reorganiza la Cofradía y se bendicen, en 1952, los actuales Sagrados Titulares, obra del imaginero granadino Domingo Sánchez Mesa.

2.- En el año 2014 tuve el honor y el gozo de coronar canónicamente la imagen de Nuestra Señora de las Angustias, dado el profundo amor filial y la veneración a nuestra Madre María Santísima que los veleños le profesáis. El Ayuntamiento, acogiendo el deseo de sus ciudadanos cristianos, decidió concederle hace un tiempo la Medalla de Oro de la Ciudad, que hoy le será impuesta.

Esta distinción honorífica –y no os extrañe nada lo que voy a decir– no añade nada a lo que la Santísima Virgen es y representa en la Iglesia; no le enriquece en nada. Tampoco Dios necesita nada de nosotros; él no se enriquece con nuestras oraciones o sacrificios. Es al revés: lo que hacemos a Dios revierte en beneficio nuestro; los gestos filiales a la Virgen, nuestra Madre, revierten en los hijos que los hacen. ¿Quién se enriquece en el caso de la Medalla de Oro? ¿Para qué quiere la Virgen la Medalla de Oro? Os enriquecéis vosotros. Esto es importante, porque debemos saber que con Dios no hacemos comercio; Él nos ama por encima de todo. Y con la Virgen tampoco hacemos negocio; Ella nos ama gratuitamente, como suelen amar las buenas madres. ¿Quién sale ganando? Los hijos que corresponden al amor de Dios y de la Madre. La Medalla de Oro, que no enriquece a la Virgen, os enriquece a vosotros. Espero que no venga después nadie protestando para quitarle la Medalla; cosa que ya ha ocurrido en otra ocasión. Espero que no se le ocurra a ningún veleño protestar dentro de unos años por este gesto de amor filial a la Virgen de las Angustias.

3.- La Santísima Virgen engendró y dio a luz al Hijo de Dios, quien nos la entregó como Madre en la cruz (cf. Jn 19,26). Con su maternal solicitud nos cuida, nos ampara, nos protege y nos lleva de su mano hasta Dios. Gozar de la presencia de Dios es el objetivo de la vida del ser humano, como decían los catecismos de inicios del siglo XX: “El hombre ha sido creado para amar y servir a Dios en este mundo y después verle y gozarle en la vida eterna”. Nuestro objetivo, por tanto, es amar y servir a Dios y a los hermanos, para gozar de su amor eternamente. La Virgen nos acompaña para llevar a cabo esta hermosa misión.

Tanto la Coronación canónica de Nuestra Señora de las Angustias como la Medalla de Oro de la Ciudad, que hoy recibe, deben ayudar a todos los miembros de la Cofradía y a los fieles creyentes a crecer en la verdadera devoción a nuestra Madre, que, como dice el Concilio Vaticano II: “no consiste ni en un sentimiento pasajero y sin frutos ni una credulidad vacía. Al contrario, procede de la verdadera fe, que nos lleva a reconocer la grandeza de la Madre de Dios y nos anima a amar como hijos a nuestra Madre y a imitar sus virtudes” (Lumen gentium, 67).

En nuestra sociedad se valora mucho el “sentimiento”; pero para la verdadera fe y amor cristianos no cuenta tanto el “sentimiento” cuanto la vida y las obras. La gracia de Dios “no se siente”. En el amor entre personas tampoco es tan importante el sentimiento; porque el amor es darse, entregarse, donarse a sí mismo; y esto cada persona lo vive de modo distinto. El amor es hacer feliz al otro; no sentir efluvios. Bien están los sentimientos, pero “obras son amores”, dice el refranero español.

Deseo que este gesto de amor filial y de devoción mariana traiga sus mejores frutos de una verdadera conversión al Señor, un vivo anhelo de vivir el compromiso cristiano y una piedad mariana cada vez más auténtica, profunda y verdadera.

4.- Los gestos de devoción a la Santísima Virgen María que realizamos, si no van unidos a una verdadera fe y amor, carecen de valor. Nos lo recuerda el apóstol Santiago en su carta: «Así es también la fe: si no tiene obras, está muerta por dentro» (Sant 2,17). La devoción a la Virgen, si no va acompañada de obras, está muera.

La vida cristiana tiene muchas implicaciones en la vida cotidiana, en la vida real de cada día. El amor a Dios va unido necesariamente al amor al prójimo; son inseparables, como las dos caras de una misma moneda. La Virgen ofreció su vida, y renunció a sus planes personales. “Obras son amores”.

El apóstol Santiago nos ha preguntado: «¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? Si un hermano o una hermana andan desnudos y faltos del alimento diario y uno de vosotros les dice: «Id en paz, abrigaos y saciaos», pero no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve?» (Sant 2,14-16).

5.- En el evangelio que hemos escuchado hoy, Jesús pregunta a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que soy yo?» (Mc 8,27). Y ellos responden refiriéndose a lo que opinan otras personas: «Unos, Juan el Bautista; otros, Elías, y otros, uno de los profetas» (Mc 8,28).

Pero Jesús insiste en lo que ellos piensan: «Y vosotros, ¿quién decís que soy?». Pedro, como cabeza de los Doce apóstoles, responde: «Tú eres el Mesías» (Mc 8,29).

¿Qué respondemos nosotros ante la pregunta que Jesús nos hace a nosotros? ¿Qué significa en nuestra vida diaria, no semanal ni anual, la Persona de Jesucristo y su mensaje? A veces da la impresión que la fe que profesamos no está en sintonía con la vida real. Nos confesamos cristianos, cofrades y devotos de la Virgen; pero tenemos la tentación de aceptar el mismo estilo pagano de vivir de nuestros contemporáneos.

No resulta fácil en nuestros días vivir como cristiano; tampoco ha sido fácil en ningún momento de la historia, sobre todo en épocas de persecución y martirio cruento. Jesús instruía a sus discípulos que él tenía que «padecer mucho, ser reprobado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días» (Mc 8,31).

Cuando Jesús les anuncia su pasión, los apóstoles estaban preguntándose “quién sería el más importante en el Reino que Jesús iba a implantar”; estaban repartiéndose el poder y los honores. Jesús pensaría que sus discípulos no habían entendido nada. La mirada de Dios no es como la del hombre; y los criterios de Dios son muy distintos a los del hombre: «Porque, quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará» (Mc 8,35).

El seguimiento de Jesús es muy exigente: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga» (Mc 8,34). La Santísima Virgen María es Señora de las Angustias, de los sufrimientos, de los dolores; no lo tuvo fácil. Es ciertamente la Virgen de la alegría, de la paz, del gozo; pero no de la vida fácil. Su vida estuvo llena de “espadas de dolor”.

Queridos fieles, cofrades y devotos, celebrando con gozo la concesión de la Medalla de Oro de la ciudad de Velezmálaga a Nuestra Señora de las Angustias, le pedimos a Ella que nos proteja y guarde siempre entre sus brazos maternales, junto a nuestro Señor Jesucristo. No se puede hablar de la madre sin la referencia al Hijo. Si somos buenos hijos de la Santísima Virgen, seremos buenos hijos de Dios y hermanos de Jesucristo. Amén.

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