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Acción de gracias por la rehabilitación del templo parroquial de San Juan Bautista (Vélez-Málaga)

Obra finalizada en la iglesia de San Juan Bautista, en Vélez-Málaga
Publicado: 24/06/2018: 1861

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga en la Eucaristía de Acción de gracias por la rehabilitación del templo parroquial de San Juan Bautista (Vélez-Málaga)

ACCIÓN DE GRACIAS POR LA REHABILITACIÓN
DEL TEMPLO PARROQUIAL DE SAN JUAN BAUTISTA
(Vélez Málaga, 24 junio 2018)

Lecturas: Is 49,1-6; Sal 138,1-3.13-15; Hch 13,22-26; Lc 1,57-66.80.
(Solemnidad de San Juan Bautista)

1.- Nacimiento singular de Juan Bautista

Celebramos hoy la solemnidad de san Juan Bautista, cuyo nacimiento fue singular. El evangelista Lucas presenta la situación de sus padres: Zacarías era un sacerdote judío que oficiaba en el templo de Jerusalén y estaba casado con Isabel; y no tenían hijos porque ambos eran ancianos y ella era estéril. Después de la aparición del ángel en el templo, la mujer concibió un hijo de su esposo. Dios les había hecho una gran misericordia (cf. Lc 1,58). Nosotros tenemos que estar como Zacarías e Isabel a la espera y con la esperanza de que Dios actúa en nuestra vida.

Llegado el tiempo del parto dio a luz un hijo (cf. Lc 1,57); y cuando fueron a circuncidar al niño, querían llamarlo Zacarías, como su padre» (Lc 1,59), pero lo llamaron Juan (cf. Lc 1,60). Su nacimiento, pues, fue algo extraordinario y todos se admiraban pensando qué sería este niño (cf. Lc 1,66).

Esta narración nos invita y nos anima a confiar en la providencia divina, que realiza la salvación aun cuando parece que las cosas no tienen solución. Dios lleva nuestra vida y, a veces, queremos llevarla nosotros. Le pedimos cosas a Dios que no siempre recibimos y hasta puede que nos enfademos con Él. Pero no es esa la actitud que Él nos pide. Dios no es un servidor nuestro al que le pedimos para que satisfaga nuestros deseos. Zacarías e Isabel podían haberle pedido a Dios un hijo muchos años antes, cuando eran jóvenes. Dios actuó en el momento oportuno. Fue un hecho extraordinario y providencial, aunque el hijo de sus entrañas fuera por acción amorosa de los dos esposos.

Dios actúa en nuestra historia para convertirla en historia de salvación. Hay que dejar que Dios actúe. Hay que confiar en la providencia. Las cosas de Dios no se llevan a cabo mediante las fuerzas humanas. Las hace Dios sirviéndose de los hombres y de las mediaciones, pero es Dios quien actúa.

2.- Juan Bautista, el precursor

Como hemos escuchado en el libro de Hechos: «Juan predicó a todo Israel un bautismo de conversión antes de que llegara Jesús» (Hch 13,24). Juan es un gran profeta, el más grande nacido de mujer (cf. Mt 11,11), el Precursor del Mesías.

¿Por qué la Iglesia celebra el nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios, y también el de Juan el Bautista? No celebra la Iglesia ningún otro nacimiento de un santo; sólo el de Juan Bautista. Porque su vida está destinada a una misión de preparación inmediata a la venida del Mesías.

Su profetismo tuvo un gran impacto en la conciencia de Israel. Los esplendores de la monarquía de David, Salomón y demás reyes habían desaparecido. En la época de Juan y en la que Jesús llega al mundo las instituciones jurídicas y religiosas estaban vacías; el pueblo de Israel andaba «como ovejas que no tienen pastor» (2 Cro 18,16); y se había convertido en una pequeña provincia del imperio romano.

Si queremos hacer una comparación nuestra sociedad, en general, que tiene aparentemente grandes cosas, descubrimientos importantes, técnicas avanzadas, podemos decir también que es una pequeña provincia de unos grandes “lobbies”. ¿Quiénes mandan en la sociedad? Mandan los grandes “lobbies”, que imponen sus leyes en los distintos estados y países; mandan las grandes ideologías. Somos como una pequeña provincia de grandes empresas y “lobbies”.

Las circunstancias, aunque cambiadas, tienen un gran parecido. En la sociedad de Juan Bautista aparece una proliferación exagerada de un falso concepto israelita sobre el mesianismo. Todos esperaban al Mesías, pero, ¿qué Mesías? ¿El que los librara de la mano de los romanos? ¿El que les devolviera la libertad o la autonomía? ¿El que los salvara de su propio pecado y de su egoísmo? ¿Qué Mesías esperaba cada uno? ¿Qué Mesías esperamos cada uno de nosotros? Un Mesías que nos resuelva qué problemas o qué cosas.

La predicación del Bautista le llevó a dar testimonio ante las autoridades religiosas y políticas, reinantes entonces en Israel. Los jefes, aristócratas y leguleyos, se tenían a menos encontrarse con los de estratos sociales inferiores y con los pobres. Desdeñaban a los que no tenían, a los que no contaban, a los que no pintaban nada en esa sociedad.

Juan Bautista aparece en este marco como un contraste, como un profeta que denuncia la difícil situación que vive en fuerte contradicción con el estilo de su época. Todos querían poseer, todos querían autoridad, todos querían poder y honores. Y Juan se retira a una vida penitente en el desierto, vestido rudamente con piel de camello, que se alimenta de miel silvestre (cf. Mt 3,4); profeta recio, curtido por la austeridad y en la humildad.

¿No podríamos ser también nosotros en nuestra sociedad testimonio de vida que fuera un contraste con la felicidad que busca la sociedad sin encontrarla? Y, ¿cómo buscamos los cristianos la felicidad? Encontrándola en Jesús, que da sentido a nuestra vida, que me ama, que me perdona, que me quiere, que me transforma la vida. El encuentro con Jesús transforma la vida del ser humano. Muchas de las cosas que se nos presentan hoy como estímulos nos obnubilan, nos hacen que perdamos la visión, nos encandilan, pero en el fondo no dan sentido a la vida.

Al ver a Juan, muchos, incluso algunos grandes de su sociedad, pidieron ser bautizados por él y le preguntaron qué tenían que hacer para encontrar la verdadera felicidad (cf. Lc 3,10-14). Y Juan pregonaba un bautismo de penitencia y de conversión invitándoles a cambiar de vida: convirtiéndose al Señor, viviendo con más austeridad, ayudando a los más necesitados y a los pobres.

Pero él es solo el Precursor, que anuncia la llegada inminente de Jesús, el Hijo de Dios, a quien ni siquiera se cree digno de desatarle las sandalias (cf. Mt 3,11).

Queridos hermanos, el Bautista nos da ejemplo de gran humildad. Él anuncia al Mesías poniéndose en segundo lugar. Podría haber utilizado en su favor la confusión de la gente que lo tenía por alguien importante, un maestro, un líder. Y nosotros, los cristianos de hoy ¿a quién anunciamos? ¿Detrás de qué vamos? ¿Nos ponemos en primera fila para que nos rindan honores, o presentamos al verdadero Salvador, aquel que es modelo de todo ser humano, aquel que salva de verdad, el que es Camino, Verdad y Vida (cf. Jn 14,6), retirándonos a segundo plano dejando que sea Jesús el centro de nuestra vida?

Este es el gran ejemplo que nos da Juan Bautista en esta fiesta suya.

3.- Rehabilitación del templo parroquial

Hemos rehabilitado este templo parroquial, cuyo titular es San Juan Bautista, y queremos dar gracias a Dios por ello. Esta gran tarea que se ha realizado ha sido acompañada y guiada por el Señor; y ha sido una experiencia positiva de trabajo en equipo. Todos habéis colaborado, cada cual a su manera. Su providencia nos ha permitido llevar a cabo esta renovación, embelleciendo la ornamentación y consolidando la estructura.

Agradecemos a todas las personas e instituciones, que han colaborado para llevar a cabo este hermoso trabajo de la rehabilitación del templo. Entre todos hemos realizado una buena obra de colaboración.

Además, hoy dedicaremos o consagraremos el altar nuevo. Después cuando vayamos a realizarlo os explicaré los signos. El altar simboliza a Cristo que se ofrece en el altar de la cruz, de manera cruenta en el Calvario; y aquí de manera incruenta celebramos el memorial del sacrificio de Cristo en la cruz y su resurrección. El altar es lo más importante del templo parroquial, porque significa a Cristo y ofrecemos en el altar a Cristo sacramental bajo las especies de pan y vino. Pero es Cristo en persona quién está ahí.

A los de la Agrupación de cofradías les decía antes que el haber celebrado durante estos casi tres años en su sede la eucaristía ha hecho que la sede quede como consagrada por la presencia sacramental de Jesús, por la eucaristía celebrada allí, por el perdón de los pecados que se han recibido allí, por el bautismo que ha regenerado la comunidad parroquial.

Agradecidos, pero también conscientes que ha sido una gracia para las cofradías, un honor que Cristo se haga presente en vuestra sede. Cuando entréis en ella recordad que allí queda un perfume especial de la presencia del Señor.

Hoy dedicaremos al altar como símbolo de Cristo que se ofrece por nosotros en la eucaristía.

Del mismo modo que este templo ha sido renovado y rehabilitado, toca ahora a la comunidad cristiana que celebra aquí la fe, renovarse y rejuvenecerse en su vida espiritual. Lo mismo que hemos hecho en el templo material toca hacerlo ahora en el templo espiritual que somos cada uno de nosotros.

¿Qué somos los cristianos respecto a Dios Padre? (Respuesta de los feligreses: Somos hijos). Respecto al Hijo de Dios que ofrece su vida por nosotros, ¿qué somos? (Respuesta de los feligreses: Somos hermanos). Y ahora viene la pregunta más difícil. Respecto al Espíritu Santo, ¿qué somos? (Respuesta de los feligreses: Templos). Somos templos, porque el Espíritu Santo habita dentro de nosotros, transformándonos, divinizándonos, perdonándonos, quitando el lastre, puliéndonos, modelando la imagen del Hijo en nosotros. Por eso somos templos del Espíritu.

¿Habéis renovado el templo parroquial? (Respuesta de los feligreses: Sí). Ahora, ¿qué templo toca renovar? (Respuesta de los feligreses: Nuestro templo interior). La parroquia necesita renovarse; todos somos necesarios y a todos el Señor nos pide que hagamos una misión, cada uno la suya. Los padres como educadores en la fe de sus hijos, los catequistas, los que visitan los enfermos, los que cantan en el coro, los lectores, los que anuncian el evangelio fuera del templo… todos tenemos una misión.

Quiero aprovechar este momento para agradecer a D. Francisco su misión como párroco de esta hermosísima parroquia de la Encarnación y San Juan Bautista, en Vélez-Málaga, durante estos últimos años. Como sabéis, él desea cambiar de actividad y tener un tiempo dedicado más a la contemplación, a la reflexión y al estudio; por eso dejará la parroquia. Quiero agradecer el gran trabajo que ha hecho entre vosotros. No necesita alabanzas, porque conocéis mejor que yo su trabajo, lo que os quiere, lo que ha dedicado en cuerpo y alma, día y noche. Todo eso es motivo de alegría y de acción de gracias en este momento a Dios por el regalo que ha supuesto que tengamos a D. Francisco como párroco y por el regalo de su persona. (Larga ovación de aplausos).

Os invito, queridos fieles, a ser como Juan Bautista, que anuncia al Mesías, único Salvador de la humanidad; que denuncia proféticamente a quienes se creen los amos de la sociedad; que se coloca en segundo lugar, dejando paso al verdadero Señor; que defiende la justicia y sirve a una causa justa.
 
4.- Llamados a ser luz de las naciones

Juan Bautista tuvo la misión de ser testigo de la Luz, que es Cristo: «Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz» (Jn 1,6-8).

El Señor nos llama a cada uno de nosotros para que seamos también testigos de la Luz. Hemos sido llamados desde el seno materno (cf. Is 49,1) y se nos ha concedido ser como una espada afilada y una flecha bruñida (cf. Is 49,2).

Dios nos invita a ser luz de las naciones: «Es poco que seas mi siervo… Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra» (Is 49,6).

Y para que no nos enorgullezcamos de lo que hacemos, consideremos las palabras de Juan el Bautista, cuando su vida tocaba a su fin: «Yo no soy quien pensáis, pero, mirad, viene uno detrás de mí a quien no merezco desatarle las sandalias de los pies» (Hch 13,25).

Pedimos a san Juan Bautista que interceda por esta parroquia, por Vélez-Málaga y por todos los fieles, para que llevemos a cabo la misión que el Señor confía a cada uno. Amén.

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