DiócesisHomilías Ordenación de presbíteros (Catedral-Málaga) Ordenaciones 30 de junio de 2018. FOTO: S. BREMERMANN Publicado: 30/06/2018: 2335 Homilía pronunciada por D. Jesús Catalá en la ordenación de presbíteros de José Manuel Bacallado, Gerardo Rosales y Juan Baena y de diácono de Jesús Enrique Matamala. ORDENACIÓN DE PRESBÍTEROS (Catedral-Málaga, 30 junio 2018) Lecturas: Hch 20,27-31; Sal 73,1-5.7.20-21; Mt 8,5-17. Encargados de cuidar de la grey 1.- La grey que Cristo adquirió con su sangre Como hemos escuchado en el libro de Hechos, san Pablo, al despedirse de los presbíteros de la iglesia de Éfeso, les exhorta: «Tened cuidado de vosotros y de todo el rebaño sobre el que el Espíritu Santo os ha puesto como guardianes para pastorear la Iglesia de Dios, que él se adquirió con la sangre de su propio Hijo» (Hch 20,28). Es una frase que deberíamos meditar toda la vida, especialmente los sacerdotes y los diáconos. Esta grey ha sido adquirida a precio de la sangre de Cristo; eso significa que es muy importante y muy amada por el Pastor Supremo, Jesucristo, pues con sus heridas fue curada y salvada (cf. 1 Pe 2,24-25). El Señor os encomienda la tarea de cuidar a su grey, queridos candidatos al presbiterado: Gerardo, Juan y José-Manuel; y candidato al diaconado, Jesús-Enrique. Debéis amar la grey como la ama el mismo Jesucristo; y aunque sea difícil por no decir imposible, al menos intentadlo. No sois asalariados, que huyen ante el peligro y no les importan las ovejas (cf. Jn 10,12-13); más bien sois pastores al estilo de Jesús. Si él rescató a su grey dando su vida, quien cuida de su grey debe hacerlo dando su vida. Ante el pueblo cristiano os consagráis en el ministerio presbiteral o diaconal, y entregáis vuestra vida por el rebaño. 2.- La misión de cuidar de la grey Vuestra misión es representar al Buen Pastor (cf. Jn 10, 11), configurándoos con Él (cf. Pastores dabo vobis, 12; 15, 18), que es una hermosa tarea, que comenzáis de modo sacramental hoy. En el bautismo fuisteis configurados con Cristo, pero el sacramento del orden os configura hoy de una manera especial a Cristo Pastor, Sacerdote y Servidor. También debéis conocer las ovejas; porque si no se conocen, no se les puede cuidar; y dar la vida por ellas (cf. Jn 10,14-15). Debéis congregarlas en un solo rebaño, cuando estén dispersas (cf. Jn 10,11-16), actuando como el Buen Pastor, que cuando las encuentra no las maltrata, sino que se la carga sobre los hombros (cf. Lc 15,5). Debéis servirlas en sus necesidades; y no en lo que a nosotros nos gusta; y anunciar enteramente el plan de Dios, como hizo san Pablo (cf. Hch 20,27). No se debe dar una visión parcial del Evangelio o de la doctrina de la Iglesia, sino que hay que ofrecerla de manera íntegra y completa. Todas estas cosas forman parte de la misión del pastor que cuida de la grey del Señor. El pastor debe conocer la grey; acompañarla en el proceso de crecimiento en la fe. En las prioridades pastorales de este curso hemos insistido en la importancia del proceso personal que cada fiel hace y que debe ser acompañado en dicho proceso con el discernimiento. Tenéis que alimentar la grey con la Palabra de Dios y con los sacramentos. Existen también los sacramentales y las devociones piadosas con se pueden alimentar también las ovejas. Hay muchos tipos de comida espiritual: unas son más fuertes y sustanciosas, otras pueden ser menos nutritivas, pero hacen bien a quienes las usan. El pastor debe favorecer la piedad popular, aunque él no la necesite para su vida espiritual. Los sacerdotes de la Diócesis de Málaga conocéis bien a qué me refiero sobre algunas formas de piedad popular. También es necesario tener paciencia y esperar los frutos. Los procesos de las personas son a largo plazo. Si el Señor tiene mucha paciencia conmigo en mi proceso personal de fe; y tiene paciencia con los presbíteros y diáconos, tenemos que tener nosotros paciencia con los fieles. No se suele cambiar de la noche a la mañana, salvo en casos especiales como la conversión de san Pablo (cf. Hch 9,1-9). Ni cambian de la noche a la mañana las asociaciones, las cofradías, los movimientos, las agregaciones; se necesita un acompañamiento largo, prolongado. Los frutos los concede el Espíritu Santo; no son resultado de nuestro esfuerzo pastoral. Todo ello debe ser realizado, como dice san Pedro, de manera libre y voluntaria, no por ganancia, sino con entrega generosa; no como déspotas, sino como modelos del rebaño (cf. 1 Pe 5,2-3). Llevar a cabo esta misión no es fácil en la actual sociedad en que vivimos. San Pablo, buen conocedor de la realidad mundana y de la tarea pastoral, nos hace unas advertencias. Dice que «se meterán entre vosotros lobos feroces, que no tendrán piedad del rebaño» (Hch 20,29). Y pueden surgir algunos que «hablarán cosas perversas para arrastrar a los discípulos en pos de sí» (Hch 20,30). Es muy duro y grave que ocurran estas cosas; pero, atención, porque es posible que ocurre dentro de la comunidad cristiana. Por eso dice san Pablo que hay que estar alerta (cf. Hch 20,31) y rezar; hay que saber discernir. Hoy recibís, pues, la misión eclesial de cuidar de la grey de Cristo; pero al mismo tiempo es un gran regalo que os hace el Señor; es el mejor regalo después de haber recibido el don de la vida; es un gran don que el Señor os agregue a su misión y os confíe la tarea de pastores. La Iglesia se alegra de este don y da gracias a Dios por vosotros. Es un gran regalo tener tres nuevos presbíteros y un nuevo diácono. Tal vez no sabemos apreciar lo que significa tener cerca un sacerdote o un diácono. Os invito a apreciar cada vez más este regalo y a querer más a nuestros sacerdotes y diáconos. 3.- Curaciones de Jesús El evangelio de hoy presenta varias curaciones de Jesús: la de un paralítico, criado de un centurión (cf. Mt 8,5-6); la sanación de la suegra de Simón-Pedro; y otras curaciones. En el primer caso Jesús se ofrece a ir a curarlo a casa del centurión (cf. Mt 8,7); pero éste no se considera digno de ello y pide al Señor que lo cure con la sola palabra (cf. Mt 8,8). Con ello manifiesta una gran fe en el Maestro (cf. Mt 8,10), quien accede a su petición (cf. Mt 8,13). Deberíamos tener la misma prontitud que Jesús, para acudir donde nos necesitan; sin rezagarnos, sin pereza, sin excusas. Los presbíteros más mayores ya me entendéis. En la curación de la suegra de Pedro, llama la atención que ella se pone a servir a los demás, apenas ha sido sanada de la fiebre (cf. Mt 8,15). Este servicio significa la tarea por el Reino de Dios. Los sanados entran a formar parte de la gran familia de la Iglesia y anuncian el Evangelio y viven como discípulos misioneros (cf. Papa Francisco, Evangelii gaudium, 119-121). Los consagrados estamos invitados a ser misioneros. El Señor siguió curando enfermos y endemoniados (cf. Mt 8,16). Todos ellos deben ser objeto de nuestro cuidado, de nuestro amor y de nuestra atención. Nuestra sociedad sufre mucho: enfermedades, soledades, depresiones, angustias; y necesita amor y sanación. Parece que algunas profesiones están supliendo hoy lo que en otro tiempo hacían los sacerdotes: escuchar, acoger, atender, compadecerse, ayudar, dar ánimo; pero estos profesionales no pueden perdonar los pecados, que son la raíz de todos esos males. Los sacerdotes tenéis una misión, una fuerza y un poder espiritual (exousia), que no es vuestro sino del Señor, para poder curar lo que otros profesionales no pueden hacer; porque el mal y la enfermedad provienen del pecado. Os animo, estimados presbíteros y diáconos, a desempeñar con alegría, gozo y dedicación vuestro ministerio. Deseo agradecer la docilidad del presbiterio en esta época de cambios de cara al próximo curso pastoral. Tened en cuenta que vuestra obediencia no está referida tanto al Obispo cuanto al mismo Jesús, Buen Pastor, que os envía a cuidar de su grey; y al Espíritu Santo, que es quien lleva la nave de la Iglesia. Queridos candidatos al presbiterado y al diaconado, tenéis mucha tarea por delante. No tengáis miedo de no saber qué hacer. Vais a tener mucho trabajo, siempre que estéis dispuestos a realizarlo; no vais a estar en paro. No vais a tener suficientes horas al día, si os dedicáis de lleno. Poned nuestro ministerio en manos de la Santísima Virgen María. ¡Que Ella nos acompañe en esta hermosa tarea! Amén. 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