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Bautismo del Señor (Catedral-Málaga)

El Sr. Obispo bautiza a tres niños en la Catedral, en la Fiesta del Bautismo del Señor // M. ZAMORA
Publicado: 07/01/2018: 1812

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, Jesús Catalá, en la Eucaristía celebrada en la Catedral de Málaga, el 7 de enero de 2018, con motivo de la Fiesta del Bautismo del Señor.

BAUTISMO DEL SEÑOR
(Catedral-Málaga, 7 enero 2018)

Lecturas: Is 55, 1-11; Sal (Is 12, 2-6); 1 Jn 5, 1-9; Mc 1, 7-11.

Regenerados por el agua y Espíritu Santo

1.- Celebramos hoy la fiesta del bautismo de Jesús, que fue bautizado por Juan Bautista en el río Jordán, donde se manifestó su divinidad: «Apenas salió del agua, vio rasgarse los cielos y al Espíritu que bajaba hacia él como una paloma. Se oyó una voz desde los cielos: Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco» (Mc 1, 10-11). Su bautismo es el fundamento y el origen de nuestro bautismo.

El Señor, al instituir los sacramentos, tomó signos de la naturaleza para expresar una realidad divina, transcendente: el agua y el aceite usados para el bautismo; el pan y el vino para la eucaristía. Con estos elementos se dicen unas palabras y se realizan unos signos formando en su conjunto la acción sacramental.

En el bautismo el elemento principal es el agua. El profeta Isaías nos ofrece la imagen de la lluvia para significar la fecundidad de la presencia de Dios entre los hombres: «Como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo, y no vuelven allá, sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come» (Is 55, 10).

El agua, en forma de lluvia o de nieve, al empapar la tierra la fecundan, la renuevan, la regeneran. En estos últimos tiempos estamos experimentando una falta de agua, tan necesaria para vivir. Si escasea o falta el agua, la naturaleza, las plantas, los animales y los hombres sufren las consecuencias: hambrunas, epidemias y muerte. El agua es muy necesaria para vivir, porque nuestro cuerpo está compuesto de una gran parte de agua y, sin ella, no podemos subsistir.

2.- El ser humano también tiene una dimensión trascendente; es decir, está creado por Dios a su imagen y semejanza (cf. Gn 1,26), para poder gozar de la vida divina, que de modo gratuito y libre Dios ha querido regalarle.

El agua divina de la gracia es un regalo de Dios, que nos concede de modo gratuito: «Oíd, sedientos todos, acudid por agua; venid, también los que no tenéis dinero» (Is 55, 1).

La dimensión religiosa es connatural al hombre; está inscrita en su corazón; diríamos que está escrita en el código humano. Y si le viene a faltar, corre el riesgo de no desarrollarse adecuadamente, de perder el sentido más hondo de su vida o de no encontrar el destino al que está llamado.

El Señor Dios, por medio del profeta Isaías, dice que la Palabra divina es como el agua para la vida humana: «Así será la palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que cumplirá mi deseo y llevará a cabo mi encargo» (Is 55, 11).

3.- En estos días de Navidad estamos celebrando el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios, Jesús de Nazaret, que nació en Belén. Este Jesús es la Palabra (el Verbo), que se hace hombre; y, al igual que la lluvia cae del cielo, él desciende a la tierra para regenerar al ser humano. Esta Palabra empapa por dentro al hombre y lo transforma, concediéndole una vida nueva. Si nos faltara Cristo estaríamos espiritualmente vacíos y sin sentido en nuestra vida.

La necesidad del agua en la vida del hombre es ejemplo de la necesidad de la presencia de Dios en él. El evangelista Marcos, en boca de Juan Bautista, nos recuerda el bautismo del Espíritu: «Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo» (Mc 1, 8).

Deseo felicitar a los padres, porque habéis pedido el bautismo a la Iglesia para que vuestros hijos, de manera espiritual y profunda, sean hoy “regenerados”. Primero habéis engendrado a vuestros hijos; hoy serán regenerados, iniciando una nueva vida; hoy renacerán por el agua y el Espíritu Santo.

4.- Queridos padres de los niños que van a ser bautizados hoy. Habéis pedido a la Iglesia que bautice a vuestros hijos. Ella, a través de los ministros, lo hará en nombre de la Trinidad Santa: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

De este modo vuestros hijos se convertirán a partir de hoy en hijos adoptivos de Dios-Padre, en hermanos de Jesucristo y hermanos entre sí; y en templos del Espíritu Santo; santuarios que acojan a Cristo en su corazón.

El amor de Dios es infinito; y él «quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (1 Tim 2,3). Con el sacramento del bautismo les ofrecéis a vuestros hijos el mejor regalo de su vida, incomparable con todo lo que podáis ofrecerles a lo largo de su proceso vital. ¡Enhorabuena! ¡Jamás les daréis a vuestros hijos un regalo mejor que el bautismo!

Hoy se les regala, a través del bautismo, la adopción filial, el don del Espíritu, la vida nueva en Cristo, la regeneración vital. Saldrán de aquí transformados en creaturas nuevas y fortalecidos con la gracia divina.

5.- En el bautismo se les regalan también a vuestros hijos las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. La fe ilumina la vida del hombre con la luz de Jesucristo, que es la Luz del mundo (cf. Jn 19,5); la esperanza proporciona el anhelo de una vida más allá de la muerte temporal y el deseo de eternidad; porque nuestra vida, hermanos, no termina en este mundo, sino que estamos llamados a seguir viviendo; y en el bautismo se nos regala la semilla de inmortalidad.

Y el amor, o la caridad, permite vivir en sintonía con el Amor verdadero y eterno que es Dios. En la primera carta de san Juan, que hemos escuchado, se nos dice: «Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y todo el que ama al que da el ser ama también al que ha nacido de él» (1 Jn 5, 1).

A partir de ahora vuestros hijos podrán vivir una relación especial con el Señor, que no tendrían si no estuvieran bautizados. El cristiano vive una relación de amor con Dios y con los hombres: «En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos» (1 Jn 5, 2).

6.- Queridos padres, padrinos y familiares: ¡Felicidades y enhorabuena por ofrecer a vuestros hijos este gran regalo del bautismo cristiano!

Los buenos padres ofrecen a sus hijos lo mejor que tienen, saben y viven respecto de las necesidades materiales y culturales: alimento, vestido, afecto y relación personal, lenguaje. Vosotros debéis ofrecerles también la dimensión religiosa, propia del ser humano, para que crezcan armónicamente y de modo integral.

No importa que vuestros hijos no entiendan lo que hoy se les regala. Tampoco son conscientes del alimento que toman y del lenguaje que les habláis; pero les dais de comer y les habláis en vuestro idioma. En la medida en que vayan creciendo, irán conociendo lo que hoy celebramos. No tiene sentido privarles del bautismo cristiano para que luego elijan la religión que deseen; como tampoco renuncian sus padres a hablarles en su idioma propio, para que aprendan el idioma que deseen de mayores.

Os corresponde a los padres y padrinos educar en la fe a vuestros hijos bautizados; enseñarles el amor de Dios; iniciarles en la oración y en el seguimiento de Cristo.

Pedimos a la Santísima Virgen María que proteja con su maternal intercesión a estos niños en la nueva vida, que ahora inician. Y os animo a presentar a vuestros hijos ante la imagen de la Virgen de la Victoria, Patrona de la Diócesis. Amén.


 

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